Una Monarquía Hispánica a la defensiva

El acercamiento hispano-neerlandés (1648-1678), de Manuel Herrero Sánchez, Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2000.

BUCM (Biblioteca de Geografía e Historia): D327(46)HER

CRISTINA BRAVO LOZANO (UAM)

La firma del tratado de Münster (1648) representó el reconocimiento de la soberanía plena de las Provincias Unidas. Los antiguos vasallos neerlandeses de la monarquía de España veían sancionado el proceso de afirmación como potencia independiente que habían emprendido cuando ochenta años atrás se rebelaron contra la autoridad de Felipe II. Habían transcurrido decenios de guerra activa, con avances y retrocesos en ambos contenientes, virajes con la incorporación de nuevos actores y la multiplicación de frentes militares, incluso una tregua (1609-1621), que culminaron en una nueva realidad política, cultural y económica de proyección ultramarina. En el período cronológico analizado, que abarca hasta la paz de Nimega (1678), la conformación de un nuevo orden político en el ámbito internacional determinó el balance de poder para el mantenimiento del equilibrio entre potencias. En este escenario, como demuestra Manuel Herrero Sánchez, fue preciso tanto para la Monarquía como para las Provincias Unidas sentar unas nuevas bases sobre las que cimentar unas relaciones que, complejas en su origen, favorecieron el estratégico acercamiento de posturas antagónicas en ámbitos como el confesional y el socioeconómico. El establecimiento de las recíprocas embajadas y el sucesivo acuerdo de alianzas tanto comerciales como políticas contra el enemigo común, la Francia de Luis XIV, resultaron determinantes en el devenir de ambas partes durante la segunda mitad del siglo XVII.

La sistemática reconstrucción de los pasos conducentes a la creación de estas sinergias, en ocasiones necesarias y movidas por el pragmatismo político, se aborda en torno a cuatro ejes. Por un lado, el autor profundiza en los múltiples elementos de interacción y entendimiento entre dos estructuras políticas, la Monarquía y la República, sobre cuyas diferencias se ha solido poner el acento historiográfico, así como en los fundamentos de la afinidad hispano-neerlandesa, concretamente, relativa al peso del factor comercial y la pervivencia de una sociedad jerarquizada en ambas partes. Por el otro, profundiza en los obstáculos políticos, económicos y religiosos a su vinculación, límites que actuaban como una rémora de sus desavenencias pasadas y, aunque superadas, subyacían en el imaginario político y afloraban en determinadas coyunturas. También se plantea su impacto en el ámbito de los Países Bajos meridionales, leales a Felipe IV y Carlos II, cuya defensa se tornó una prioridad ante el empuje expansionista de Luis XIV y terminó por materializarse en el Tratado de La Haya (1673). Por último, se presta particular atención al área mediterránea, donde el capital genovés parecía verse desplazado por la pujanza neerlandesa, concretamente, ante el soporte financiero proporcionado por la comunidad sefardita de Ámsterdam, el apoyo de sus fuerzas navales contra los berberiscos y la acción militar de Michiel de Ruyter, lograda por el embajador español Manuel Francisco de Lira, para sofocar la revuelta de Mesina.

La obra ofrece una visión renovada de las relaciones internacionales, sustentada sobre la multiplicidad de fuentes primarias y bibliografía consultada en distintos países e idiomas. Este estudio demuestra cómo la preservación de los intereses mercantiles y su implementación por diversas vías, así como las formas y procesos de negociación diplomática y con las élites gubernativas y oligárquicas, fueron factores clave para comprender las transformaciones que se introdujeron en un marco de mutua dependencia económica. A ello coadyuvarían el protagonismo de los entramados mercantiles, los beneficios obtenidos para el afianzamiento comercial neerlandés en el espacio caribeño, la influencia de las necesidades bélicas en el estrechamiento de los vínculos creados o la ampliación de las densas redes de contactos, cuyos principales agentes adquirieron un papel destacado para el respectivo mantenimiento y auge internacional. Desde una óptica poliédrica, este libro constituye un referente de obligada lectura para observar las múltiples aristas que presentaron las relaciones hispano-neerlandesas a partir de 1648, su configuración -o reconfiguración- desde unos parámetros previos de rivalidad, la creación de lazos de alianza ofensiva-defensiva y de interdependencia, y las distintas problemáticas que subyacieron a nivel político, comercial, social, diplomático y cultural. El camino no resultó fácil, pero gracias a todo ello se articularon los mecanismos precisos para hacer efectivo el paso de antaño enemigos, hogaño amigos.


Europa y los tratados de reparto de la Monarquía de España, 1668-1700, ed. de Luis A. Ribot y José M. Iñurritegui. Madrid: Biblioteca Nueva, 2016

BUCM (Biblioteca de Derecho-María Zambrano, Sala Rafael Ureña): DSRU 40033

NURIA SALLÉS (UNED)

La atención historiográfica que ha merecido la Guerra de Sucesión al trono de España -como conflicto bélico- y la paz de Utrecht -como conclusión diplomática al mismo- hizo sombra durante un tiempo al reconocimiento y exploración de aquellas negociaciones que, durante la vida de Carlos II, el último de los Austrias españoles, habían tratado de resolver la incertidumbre que planeaba sobre la continuidad de su dinastía en el trono hispano. La importancia de este momento previo de discusión alrededor de una herencia de excepcional extensión fue puesta de relieve en la compilación dedicada de forma monográfica al análisis y contextualización de los tratados de partición de la Monarquía (de 1668, 1698 y 1700), que coordinaron Luis Ribot y José María Iñurritegui, y que se publicó en 2016. El volumen ilustra, a través de las contribuciones de once historiadores, este intento de componer una solución que -en nombre de la paz, principio sacro- dejara en manos de los hombres la disposición del destino de una monarquía compuesta, la de los Austrias, cuya integridad ya no había de subsistir; y aunque subraya la influencia decisiva de estos tratados de partición en la secuencia que llevaría al inicio de la Guerra de Sucesión, la obra también demuestra que su impacto fue mucho más profundo.

Europa y los tratados de reparto de la Monarquía de España, 1668-1700 deja a un lado la atribución a la monarquía compuesta o a su soberano de cualquier noción de “decadencia”. Se explora en cambio la marginación de las instancias de gobierno de la monarquía desde un supuesto de “incompatibilidad”, que amparaba -implícitamente- la conculcación desde el exterior de los principios jurídicos de esta monarquía, diseñando un reparto de la misma que -como antídoto a una amenazante Monarquía Universal- pudiese ofrecer fundamentos sólidos para la paz. La articulación de los tres tratados -cada uno retrato singular de un momento concreto en la dinámica coyuntura europea, pero también reflejo de una atmósfera política determinada que daba cobijo a los tres- se puede consultar en una valiosa edición y traducción anotada en las páginas finales del volumen. La letra de los tratados (el primero, entre Luis XIV y el emperador Leopoldo; los otros dos, entre Luis XIV y Guillermo III de Orange, rey de Inglaterra y estatúder) muestra a las claras la profundidad de la intervención europea en la soberanía hispana que se iba diseñando y que se asumía como una operación indispensable de realismo político; un mecanismo cuya legitimidad no se ponía en duda pero tampoco se probaba, aunque no contara con precedente alguno. Y, en aquellos aspectos en los que la fuente primaria se muestra lacónica, acuden los estudios compilados alrededor de los tres textos para dar buena cuenta de lo significativo de estos instrumentos, que se conforman como un hito en el derecho internacional y en la negociación diplomática, sin que las condiciones de invalidación sucesiva del primero por el segundo, y del segundo por el tercero, y finalmente de incumplimiento de las cláusulas de la solución negociada alcanzada en el tercero pueda menoscabar su relevancia. El examen de las posiciones de Luis XIV, de Guillermo III de Orange, o del emperador Leopoldo, permite poner de relieve no sólo la estrategia que orientaba sus pasos, sino también el marco y limitaciones en los que se desenvolvía cada uno. La reevaluación de la capacidad militar de la monarquía hispánica sirve asimismo de necesario contrapunte a la visión de debilidad que quizá la voluntad testamentaria de Carlos II sobreestimó. Y, en último término, esta obra colaborativa permite comprender también un contexto -extraordinariamente rico y magnético- de respuesta y comentario contemporáneo a tal intromisión en la integridad territorial de la monarquía, y en las disposiciones testamentarias de los monarcas españoles.


La monarquía de España y la guerra de Mesina (1674-1678), de Luis Ribot García. Madrid: Actas, 2002.

BUCM (Biblioteca de Geografía e Historia): D945.81RIB

ROBERTO QUIRÓS ROSADO (UAM)

El presente volumen, galardonado con el Premio Nacional de Historia (2003), constituye en sí mismo uno de los más pormenorizados estudios sobre la guerra en la segunda mitad del siglo XVII y, a su vez, se articula como un díptico con el volumen que el propio Luis Ribot ofreciese dos décadas atrás sobre la génesis de la revuelta que originaría el leitmotiv del libro: la guerra de Mesina. Considerado uno de los momentos clave en la crisis y consolidación del dominio hispano sobre Italia, la pugna se originó como consecuencia de la sublevación de la facción malvizza frente a los partidarios del gobierno de Carlos II y del straticò de la ciudad, apodados como merli, pero también como consecuencia de un larvado enfrentamiento por la hegemonía en la isla de Sicilia entre la ciudad rebelde y su émula Palermo. Como detalla con atención el autor, la sublevación ciudadana fue seguida de un apoyo interesado por parte de Luis XIV que, en plena guerra de Holanda, buscaba en el Mediterráneo central un frente diversivo que facilitase sus ofensivas en Flandes y el Rhin. Las derrotas que siguieron a los intentos españoles por retomar Mesina llevaron a la búsqueda de un actor novedoso en este marco geoestratégico que, por su pujanza militar, permitiese salvaguardar la Italia española frente a las lises borbónicas: las Provincias Unidas.

La monarquía de España y la guerra de Mesina también trasciende los acontecimientos bélicos sicilianos para desgranar los procedimientos conducentes a la reconstrucción de la toma de decisiones en la corte de Madrid; los medios humanos y recursos materiales -y sus carencias crónicas- que servirían a la monarquía de Carlos II para resistir los envites galos y optimizar la colaboración con los aliados neerlandeses; la coordinación entre los virreyes y diplomáticos hispanos en tierras itálicas para sostener el frente de guerra; las dificultades que atravesaría la Real Hacienda tanto en Castilla como en Nápoles para proveer de recursos financieros a los ejércitos y flotas desplegados en tierras sículas; y, por último, los lazos de fidelidades y las tensiones latentes en el reto del reino insular ante el riesgo de la enajenación de Sicilia en pro de los intereses del Roi Soleil. Como se evoca en las líneas de Ribot, la resistencia de los tercios españoles, sostenida a duras penas por una flota menguante y por los coaligados holandeses -quienes perderían en combate a su almirante Ruyter-, no fue capaz por sí sola para alterar el semblante de la lucha armada contra Francia y los mesineses. Solo con el avance de las negociaciones de paz en Nimega y la obtención de unos favorables resultados en el continente, Luis XIV decidió abandonar a su suerte a sus protegidos, evacuando la parte oriental de la isla y, con ello, facilitando la reconquista española de las plazas tomadas durante los años precedentes hasta lograr el retorno de Mesina a la obediencia. A partir de este momento, pese a la ambigüedad de los debates surgidos en torno a la respuesta que Carlos II habría de dar a sus vasallos revoltosos, se daría paso a una Nueva Planta que, ejecutada por Francisco de Benavides Dávila, conde de Santisteban, llevaría a la pérdida de los privilegios ciudadanos, la destrucción ritualizada de sus símbolos de autonomía y a la imposición de medidas punitivas que preludiarían por casi tres décadas la réplica a la læsa maiestas borbónica durante la Guerra de Sucesión española.


Los últimos tercios. El ejército de Carlos II, de Davide Maffi. Madrid: Desperta Ferro, 2020.

BUAM (Biblioteca de Humanidades): FL/UA 786.M34 2020

MARIO LUIS LÓPEZ DURÁN (UAM)

Esta obra fundamental para entender la historia militar de la Monarquía Hispánica durante el complejo reinado de Carlos II (1665-1700) aborda, desde una perspectiva revisionista, un periodo frecuentemente estereotipado como decadente, presentando una visión más matizada y fundamentada sobre las capacidades bélicas de la España del siglo XVII. El reinado de Carlos II, el último de los Austrias, coincide con una etapa de gran presión política y militar para la Monarquía Hispánica, en la que las tensiones internas y externas se intensifican. Mientras que la Francia de Luis XIV emerge como una amenaza hegemónica, España enfrenta guerras prolongadas en diversos frentes: desde los Países Bajos hasta la frontera con Portugal, y desde el Mediterráneo hasta América. En este escenario, el libro de Maffi analiza cómo el ejército español, lejos de ser una institución obsoleta o ineficaz, logró adaptarse y resistir las exigencias del periodo mediante innovaciones estratégicas y logísticas. Se organiza en cuatro capítulos principales, complementados con una introducción, conclusiones, mapas y tablas que enriquecen el análisis. Cada capítulo aborda un aspecto específico del ejército de Carlos II. En el primero se examinan las principales campañas militares, desde la guerra de Devolución hasta la guerra de los Nueve Años. Maffi demuestra cómo el ejército español, aunque sometido a constantes retos financieros y logísticos, desempeñó un papel relevante en la contención de la expansión francesa. El segundo capítulo, por otra parte, explora la evolución táctica y organizativa de los ejércitos, destacando la influencia de la "revolución militar" en Europa y el uso de estrategias defensivas como los asedios y la guerra de desgaste. A continuación, el tercer apartado gira en torno al reclutamiento y la composición del ejército, mostrando cómo contingentes locales e internacionales (valones, flamencos, irlandeses, entre otros) contribuyeron al esfuerzo bélico. Finalmente, la cuarta sección está dedicada analizar las trayectorias de los oficiales, desmitificando la idea de un liderazgo militar abúlico y destacando su capacidad de adaptación al contexto cambiante de la época.

La obra de Maffi se inscribe de manera directa en la exploración de las dinámicas imperiales y la cultura política de la Monarquía Hispánica entre Europa y América. Su énfasis en el papel del ejército como instrumento de poder y cohesión territorial conecta con el análisis más amplio de las relaciones internacionales y los desafíos imperiales de la época. Además, al basarse en una exhaustiva consulta de fuentes primarias —particularmente del Archivo General de Simancas—, esta obra refuerza el valor de los archivos como testimonio del pasado. Así, Los últimos tercios. El ejército de Carlos II no solo representa una contribución significativa a la historiografía militar, sino que también sirve como herramienta de divulgación al acercar esta temática a un público amplio sin sacrificar el rigor académico. Para los interesados en la historia del siglo XVII, este libro es una referencia indispensable que permite comprender la complejidad del periodo desde una perspectiva global y analítica.