La mar chalada
La mar chalada, Enrique Romero Seva, ilustraciones de Ester García, Zaragoza, Edelvives, Ala Delta, 2013
“El mundo está loco, loco. Y la mar, chalada.” Con esta frase se inicia el poema en prosa “Lamento del hombre-rana” y con éste se abren estas setenta páginas de viaje submarino. No hay Nautilus, ni Nemo, aunque el tiburón aceche en la página 42 o el salmonete intente invadir una página que no es la suya y deba recibir una reprimenda.
La mar chalada es sobre todo un juego, un juego de ritmos, de acentos de vocablos en danza (“Chachachá de la mar chalada”, “Calambures en su tinta”, “¡Retruécanos y centollos!”, “Atún al tuntún”) que nos llevan de paseo a contemplar diferentes especies de las que conoceremos la historia, como el pez-globo o el pez-luna, que parecen no encontrar su sitio ni en el cielo ni en el mar.
Sin embargo, todo es un juego, como el que planteaba Kipling en los Cuentos de así fue como, por eso Ricardo Cordero nos recuerda al comienzo y al final que todo es un juego de “vamos a contar mentiras”, de estirar la imaginación como los brazos al desperezarse: a todo lo que dé.
Por eso, ¡vamos a jugar a La mar chalada!, nos esperan “el merluzo” (especie equiparable al “fantasma” de tierra firme), el abadejo, la navaja… Todos ávidos de contarnos, rimada y ritmada, su historia.