Primera etapa (1927-1930)

Una vez constituida la Junta Constructora y después de un par de viajes que una comisión de expertos realizó a varias universidades europeas y americanas se decidió que para diseñar el trazado de la Ciudad Universitaria de Madrid se adoptarían los principios urbanísticos que guiaban las universidades transatlánticas. El campus sería muy práctico, racional pero monumental al mismo tiempo; mantendría una distribución de edificios siguiendo un eje axial y, sobre todo, estaría rodeado de una naturaleza que servía de marco y de inspiración para mejorar la vida de los estudiantes y docentes. Contaría con un núcleo de edificios para el estudio de las especialidades médicas y sanitarias (con el hospital clínico), con un área de edificios para la ciencia, con otra para los estudios humanísticos. No se olvidaban los campos de deportes, una zona para las artes, diversas bibliotecas y, sobre todo, un gran paraninfo donde estuviera también el rectorado. En otoño de 1928, los primeros bocetos estaban listos y una primera visión panorámica del recinto que recogía las características apuntadas. El rey visitó las obras en 1929

Los más destacados arquitectos del momento trabajaron en el diseño y planificación de un campus que acabaría siendo la realización más moderna y avanzada de la España de los años 20 y 30. Los arquitectos Agustín Aguirre, Luis Lacasa, Pascual Bravo, Miguel de los Santos, Manuel Sánchez Arcas, comandados por Modesto López Otero e ingenieros como Eduardo Torroja ofrecieron lo mejor de sus conocimientos y de su estilo para llevar a buen puerto este proyecto. Estos jóvenes arquitectos, representantes del llamado “movimiento moderno” racionalista o de la “generación del 25”, algunos formados en el clasicismo ecléctico, fueron los artífices de las apuestas arquitectónicas más interesantes de la época. 

 

Segunda etapa (1931-1936)