Verracos
Descripción:
Los verracos son esculturas zoomorfas de granito que generalmente representan toros, cerdos o jabalíes. El área de dispersión de estas esculturas abarca las tierras occidentales de la Meseta, Extremadura y la región portuguesa de Tras-os-Montes, es decir, coinciden en una gran parte con el territorio que las fuentes antiguas adjudican a los vettones históricos.
El estado de la documentación arqueológica relativa a estas esculturas no ha variado mucho en las décadas transcurridas desde los trabajos de J. Cabré (Álvarez-Sanchís 2008). Aunque el inventario de piezas ha crecido de forma muy considerable y hoy se conocen más de 400 piezas, la información cualificada procedente de excavaciones ha sido mucho más modesta.
Desde hace tiempo, venimos reconsiderando el papel tradicional asignado a estas esculturas, como divinidades protectoras de los ganados, monumentos funerarios de época romana.
Sabemos que una parte muy importante de los verracos (muchos de dimensiones superiores a los 2 m de longitud y entre 3 y 8 toneladas de peso) fueron esculpidos entre mediados del siglo IV a.C. y el siglo I a.C.
La localización de estas figuras en el paisaje es un factor importante a la hora de abordar su significado y análisis locacionales y de visibilidad en algunas comarcas como el valle Amblés van en esa dirección (Álvarez-Sanchís 2003 y 2007), mientras que en la zona oriental del valle medio del Tajo no parece haber una relación tan directa ni con el poblamiento ni con los espacios de pasto (Charro Lobato 2009).
El factor crucial en este caso parece ser su proximidad a rutas o pasos estratégicos, aunque será necesario confirmar todos estos presupuestos en el marco del presente proyecto.
La creación de monumentos como los Toros de Guisando (El Tiemblo, Ávila) o el toro de Villanueva del Campillo (Ávila) debió ser un episodio importante en la organización del paisaje durante la II Edad del Hierro.
También, conocemos que los mejores pastos de los valles y las fuentes de agua más próximas fueron referenciados en el paisaje de la época mediante la erección de estas esculturas y que los vettones erigieron estos monumentos para legitimar sus derechos sobre los pastos y el ganado, en comarcas que pudieron alcanzar una relativa alta densidad de poblamiento.
Los análisis palinológicos recientes llevados a cabo en los castros de Ávila revelan en su conjunto un proceso de explotación del paisaje extremadamente extenso y, por tanto, la transformación de los antiguos bosques en amplios territorios de pastos y tierras de cultivo (López Sáez et al. 2008).
Sin embargo, seguimos sin conocer en extensión cómo eran los paisajes de la Edad del Hierro y precisamos indagar a escala micro la ubicación de los verracos (Ruiz Zapatero y Álvarez-Sanchís 2008).