Rubén Arranz: “No concibo ser periodista si no eres valiente”
Por Manuel Tapia Zamorano
No es habitual encontrar a periodistas críticos con la profesión, dispuestos a airear los trapos sucios y denunciar las rutinas tóxicas de las redacciones. Rubén Arranz lo hace en “Perro come perro” (Círculo de Tiza), donde, a mitad de camino entre el ensayo y la novela de intriga, narra la historia de Alfredo, un periodista desencantado que recibe la noticia del suicidio de su amigo Juan Vega, su maestro y mentor, y una de las últimas figuras relevantes del periodismo.
En esta conversación, en la que se impone el tuteo porque el entrevistado es un compañero y amigo de recientes aventuras periodísticas, Arranz desmitifica la idea romántica que algunos todavía pueden tener sobre el trabajo de los informadores y concluye que el periodismo “ha perdido la brújula de sí mismo, de lo que es, de lo que fue y de lo que quiere ser, y de cómo quiere sobrevivir”.
Con todo, anima a los jóvenes estudiantes a que mantengan la ilusión y se esfuercen por abrirse hueco en un oficio cuyo futuro no pasa tanto por los medios convencionales como por los nuevos canales que habitan en el universo de internet y en los que pueden contar las historias de su barrio, esas que interesan a la gente y a las que no suelen llegar los grandes grupos de comunicación.
“Los periódicos van a reducir cada vez más su tamaño y en las nuevas plataformas tecnológicas hay una buena forma de ganarse la vida. Esto va a requerir valentía e iniciativa personal pero el futuro va a estar ahí”, destaca uno de los grandes conocedores del entramado mediático en España, que firma sus informaciones en el diario digital Vozpópuli.
¿Por qué existe tan poca autocrítica en el mundo del periodismo?
Eso no se circunscribe exclusivamente al periodismo. Puede ocurrir por miedo, por esa caída al vacío. En el libro hablo de las cárceles mundanas, que son aquellas en las que nosotros nos metemos y, aunque tenemos la llave de la celda, no nos salimos. Y para no salirnos lo que hacemos muchas veces son circunloquios para convencernos de que lo estamos haciendo bien, de que es una cosa que nos conviene, de que hay que pagar la hipoteca, hay que mantener a los hijos… Hay mucho miedo, mucho temor, mucha cobardía y esa falta de arrojo es nuestra principal cárcel, precisamente.
En el mundo del periodismo no solamente no existe autocrítica con la profesión, sino que también cada vez hay menos voces críticas en los medios. La autocensura es el principal mal y está muy por encima de la censura entre los grandes males del periodismo. El periodismo ha perdido la brújula de sí mismo, de lo que es, de lo que fue y de lo que quiere ser y de cómo quiere sobrevivir.
¿Qué razones te movieron a escribir “Perro come perro” y cuánto hay en el libro de autobiográfico?
Mi editora, Eva Serrano, me ofreció la posibilidad de escribir un libro sobre la vida en las redacciones de los medios. Desde fuera, quizá exista todavía esa idea romántica de los periodistas con la taza de café, el cenicero lleno de cigarros, la petaca de whisky, la gabardina, el sombrero y saliendo a las tantas del periódico. Fuimos moldeando la idea inicial para transformar ese ideal romántico y adaptarlo a la realidad actual. De esta forma me inventé una trama y unos personajes para reflejar esa realidad en su conjunto.
En el libro hay menos de autobiográfico que lo que parece y hay más de otras personas de lo que pudiera parecer en los personajes de Alfredo y Juan Vega. Es cierto que se comparten escenarios, porque yo trabajé en Uruguay, como se cuenta en el libro, y que he trabajado en medios digitales, pero eso ha sido más casi por vagancia, por no hurgar y documentarme en mundos desconocidos que por contar una biografía sobre mí. Yo soy mucho menos llorón que Alfredo, la verdad.
Voy a recomendar “Perro come perro” a mis alumnos, pero lo que van a encontrar en él es la desilusión y la desesperanza que irradia la profesión periodística y quienes trabajan en ella. Como mi obligación es transmitirles ilusión y amor por el periodismo no sé si con tu libro se van a desencantar y voy a conseguir el objetivo contrario.
El día que le dije a mi padre que iba a ser periodista él me dijo que me iba a morir de hambre. Uno tiene que ser en la vida lo que él se proponga y estudiar nunca sobra, desde un cursillo de cinco semanas hasta una licenciatura, un máster o un proyecto de investigación.
Recomiendo vivamente estudiar periodismo, entre otras cosas porque el periodismo va a estar cada vez más fuera de los medios y esa es la clave. Las empresas periodísticas tienen cada vez menos futuro concebidas como esos grandes imperios que estaban en edificios albergados en el centro de las ciudades. Los periódicos van a reducir cada vez más su tamaño y en las nuevas plataformas tecnológicas hay una buena forma de ganarse la vida. Esto va a requerir valentía, iniciativa personal pero el futuro va a estar ahí, en la radio digital, en gente que, desde su casa y con un equipo que va a ampliando y mejorando poco a poco, van acumulando seguidores y tienen presencia en esas nuevas plataformas.
En medio de este mar de sobreinformación en el que vivimos la gente busca certezas para su vida y se informa a través de esos canales. El periodismo, después de estos años de crisis, encontrará un futuro digno que, al menos, servirá para mantener la motivación.
“Bajar el sueldo a un periodista le hace indefenso ante las presiones y es más susceptible de corromperse. Siempre despiden antes a los levantiscos que a los sumisos y eso hace que salgan fuera los más aguerridos y que las redacciones se amansen”. Es una cita textual de tu libro. ¿Cuándo empezó a darse esta situación? ¿Hay que resignarse o cabe algún acto de rebeldía frente a esta tendencia?
No concibo ser periodista si no eres valiente. Muchas veces, cuando abres el móvil por la mañana, te encuentras mensajes de un director de comunicación de una gran empresa que amenaza con quitarle la publicidad a tu periódico si no rectificas una información y eso hay que saber afrontarlo sin que te tiemble el pulso. Afortunadamente, yo escribo con total libertad y eso es un gran patrimonio con el que cuento. Pero ese fenómeno por el que me preguntas ocurre muchas veces y hay que tener narices para plantarse o, por lo menos, para que cuando te levantes de la cama y encuentres esos mensajes no te quiten la moral.
Yo no diría que la gente deje de hacer periodismo por el miedo a perder el trabajo. Más bien diría que quien no esté dispuesto a ser valiente nunca se va a adaptar a la profesión. En el periodismo las grandes satisfacciones no se mantienen durante mucho tiempo. El éxito de la exclusiva dura cinco minutos, hasta que te la replican, y se tarda mucho tiempo en conseguirlas. Y muchas veces, para tener una primicia te tienes que tragar un par de broncas, el nerviosismo y el mal humor de tus jefes.
Y, por supuesto, durante el proceso de despidos que se inició con la crisis del papel y la bajada de la publicidad, fueron despedidos de los periódicos algunos de los más valientes.
¿Sigues disfrutando del ejercicio del periodismo? ¿Tienes momentos en los que te reconcilias con la profesión que te ilusionó?
Aunque a veces es complicado, reconozco que sigo teniendo momentos buenos. Toda esta ciclotimia de broncas, triunfos y decepciones te obliga a reciclarte cada día porque cada día es una experiencia nueva, un nuevo capítulo de una telecomedia sobre periodismo. Cada día hay que buscar una historia nueva y saber venderla. Disfruto de mi trabajo, pero eso requiere una reconversión, que es pensar en el lector más que en el periódico, los compañeros o los jefes.
No me gustan los grupitos de periodistas que compiten entre ellos por las exclusivas. Eso es desmotivador e inútil y no te ayuda a ser mejor informador. Yo suelo leer los comentarios de los lectores y acepto las broncas de las redes sociales porque a veces te equivocas. La clave es trabajar para el lector y eso es lo que me hace mantener la motivación.
¿Qué parte de la esencia del periodismo que conociste en tus comienzos se mantiene hoy en día y ha sobrevivido al impacto de internet y las redes sociales?
La esencia es la información. El material intangible más importante que hay en el mundo es de lo que comemos nosotros, que es la información. Y la información se mantiene, es lo que da valor a nuestro trabajo y confío en que eso se mantenga. La gente reclama información y los periodistas deben dársela.
¿Con qué sensación se van a quedar los empresarios periodísticos y los jefes de las redacciones cuando lean tu libro?
Cuando David Jiménez publicó “El director” no me pareció un ejercicio elegante, aunque era un libro divertido que señalaba algunas cosas de la profesión que ya todos conocíamos. No me pareció bien porque parecía un ejercicio destinado a saldar sus cuentas pendientes más que a denunciar los vicios de la profesión.
Yo no tengo que saldar cuentas en periodismo, en todo caso tengo que saldar cuentas conmigo mismo más que con los demás. Lo que he intentado hacer en el libro es crear una visión de conjunto del periodismo. Y en el libro se habla de un hecho real como fue que dentro de una trama de corrupción algunos de los grandes empresarios de este país se dedicaron a crear periódicos digitales para desprestigiar a competidores y periodistas.
Y todo eso lo tiene que saber la gente. A los lectores, cuando se acerquen a “Perro come perro”, les importará tres narices mi historia personal, pero he tratado dar visiones de temas universales con los que todo el mundo se identifica.
¿Sigues teniendo, como tu personaje de Alfredo, una mirada limpia cuando afrontas tu trabajo o te sientes contaminado o resabiado?
La mirada limpia se pierde, clarísimamente, y eso hay que reconocerlo. Mi parcela de trabajo es la de los medios de comunicación y me gusta más hablar con los soldados que con los capitanes. Y cuando ves a algunos de esos capitanes pontificando sobre determinados temas en las tertulias de televisión, y sabes lo que les han hecho a sus soldados, cuesta mantener la mirada limpia.
Se habla mucho del intrusismo profesional, un fenómeno que no creo que sea tan grave, pero no se habla tanto de que hay un fondo de inversión que es el principal accionista (30 por ciento) de la compañía que tiene la radio más escuchada y el periódico más leído de España. No hay grandes editores comprometidos y sí muchos oportunistas que están de parte. En realidad, me cuesta mucho no tener la mirada sucia.
“La mayoría de los ingenuos estudiantes de la facultad terminará sus estudios y, en caso de encontrar trabajo, pasará sus días entre ruedas de prensa insustanciales y noticias de poca monta y menos recorrido”. Acudo de nuevo a las reflexiones contenidas en “Perro come perro”. ¿Cómo reaccionarías al leer esto si fueras uno de esos estudiantes?
En 2010, cuando terminé mi contrato en la Agencia Efe, me fui a una empresa que era una fundación de la Universidad de Salamanca, donde me pagaban mal y tarde. De ahí me marché a una radio local en la que me prometieron un contrato que nunca firmé y en la que trabajaba en tres informativos y un programa diarios. Al final me fui a casa de mi madre y empecé a escribir a empresas de farmacias, páginas web de fisioterapia y de motos, de cosas de las que yo no tenía ni idea. A todos ellos les decía que era periodista y que podía escribir de lo que fuera. Y mientras me ocupaba de esas tareas tenía mi plan “b” y mi proyecto de cómo podría crecer como periodista. Esa es una alternativa que todos debemos tener.
Cuando un joven periodista llega a una redacción, salvo que sea una superestrella o tenga padrino, tiene que empezar por redactar noticias sobre los diez mejores hoteles de la Cordillera Cantábrica o las diez modelos de Victoria Secret más despampanantes. Pero mientras tanto se tiene que ocupar también de hacer contactos, de quemar zapatillas todos los días y quedar con gente que pueda convertirse en fuente de información y que le puedan contar historias. Siempre hay que tener la perspectiva de lo que vas a hacer mañana, no de lo que estás haciendo hoy, que muchas veces resulta muy penoso.
Dice Juan Vega en otro pasaje del libro que el periodismo ya no tiene la fuerza transformadora suficiente como para cambiar la sociedad. ¿Coincides con este diagnóstico?
Eso es así porque el periodismo ha perdido el monopolio de la información. Ahora vemos a Arturo Pérez-Reverte presentando su libro en un podcast de un programa de YouTube. Poco a poco, los medios han perdido ese monopolio de la información y ese poder transformador. Las tiradas son mucho más pequeñas, los medios tienen mucha más competencia y en internet hay una superabundancia de mensajes.
¿Cuánto tiempo de vida le auguras al actual modelo de periodismo digital centrado en la banalización de contenidos, plantillas escasas y mal pagadas y todo ello sometido a la dictadura del clic?
El otro día almorcé con un directivo de una empresa del Ibex 35 y me comentó que su firma estaba haciendo cambios para invertir en creadores de contenidos porque creen que sus mensajes son más potentes y completos que los de los medios de comunicación clásicos.
O los medios se adaptan a este nuevo escenario o van a perder a sus anunciantes y, sobre todo, van a perder el interés de sus lectores. No le auguro mucho tiempo al modelo del que me hablas, dependerá de cómo evolucione la crisis, pero la clave va a estar en la cuenta propia, en el buen periodista que sepa hacer un podcast y que sepa tener a los protagonistas del momento. Pero el actual modelo de presentar tus datos y cifras de lectores a una empresa en busca de publicidad, eso no va a durar mucho.
Te pediría un último mensaje para los alumnos de la facultad, algo que les supusiera un acicate o una inyección de moral con vistas al futuro.
Siempre hay que tener confianza e ilusión. Si ellos están aquí es porque les gusta y, si no es así, que lo dejen, que no pasa nada. Todos podemos cambiar mil veces de profesión y no hay que caer en esas cárceles mundanas de las que hablaba. Si les gusta el periodismo, que se den cien oportunidades. Al final se trata de tener un trabajo y suerte. Y si nadie les ofrece trabajo, que ellos mismos se lo creen: que abran un canal en YouTube, que hagan contactos, que cuenten lo que pasa en su barrio y en cada esquina. Donde los medios no llegan siempre habrá alguien que podrá hacerlo y esa es la clave de muchos de los buenos creadores.
También tienen que tener en cuenta una cosa muy importante, que las empresas periodísticas no son el todo ni necesariamente el objetivo para trabajar. Si ellos tienen buenas ideas, que vayan a por ellas; y si no les contratan que ellos mismos sean sus jefes.