Cuando el "Guernica" llegó a España
6 ABR 2022 - 12:13 CET
Por Violeta Izquierdo
@arteneaucm
El 10 de septiembre de 1981 toda la prensa nacional anunciaba en sus portadas la llegada del Guernica a España. Cuarenta y cuatro años después de su creación en el taller de la calle de los Agustinos de París, el cuadro más emblemático del siglo XX aterrizaba en el país de origen de su autor, Pablo Picasso. Culminaba así la voluntad del artista de que la obra llegara a suelo español, solo si se habían recuperado las libertades democráticas.
Finalizada la Guerra Civil, con la derrota del gobierno republicano, el Guernica no volvió a España. En 1938, el marchante Paul Rosenberg organizó una exposición itinerante con el cuadro visitando Oslo, Copenhague, Estocolmo o Reino Unido. Al terminar la itinerancia europea Picasso decidió que la obra permaneciera custodiada en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) hasta que fueran restauradas las libertades democráticas en España.
Muestra representativa de las portadas de la época que recogían la llegada del Guernica.
Con el gobierno de Adolfo Suárez, se pusieron en marcha las negociaciones para la vuelta de cuadro, pero los responsables de MoMA no se mostraron muy colaborativos. El ministro de Cultura, Íñigo Cavero, y el director general de Bellas Artes, Javier Tusell, junto con el abogado del Estado Joaquín Tena, tuvieron que negociar arduamente hasta conseguirlo. Sin duda, la existencia de un documento que acreditaba el pago de 150.000 francos franceses por parte del gobierno de la República al pintor hizo prevalecer los derechos de propiedad del Estado español sobre la obra.
Su llegada a España e instalación en el Casón del Buen Retiro de Madrid fue todo un acontecimiento. Despertó entonces una enorme expectación y miles de personas hicieron colas interminables para contemplarlo. En 1992, once años después, el cuadro abandonó el Casón del Buen Retiro rumbo al Museo Reina Sofía. Allí se encuentra desde entonces expuesto junto a 45 bocetos preparatorios en papel y lienzo. Se ha convertido en la obra icónica del museo en torno a la cual gira el resto de la colección.
Historia del cuadro: el pabellón de la exposición internacional de París
Entre el 25 de mayo y el 25 de noviembre de 1937 se celebró en París la exposición internacional “Artes y técnicas de la vida moderna”. España concurrió con un pabellón realizado por los arquitectos José Luis Sert y Luis Lacasa. El edificio fue concebido como un contenedor vacío, casi sin paredes. Tenía tres plantas de altura, y la planta baja comunicaba con un patio que ocasionalmente era cubierto con una lona, haciendo la función de auditorio. A la primera planta se accedía por una escalera y a la segunda mediante una rampa, aunque también había un acceso en vertical dentro del edificio. Construido en un tiempo récord, tuvo que adaptarse a un terreno irregular, con pendiente y debiendo respetar los árboles del entorno.
Aunque el contenido del pabellón no fuera exclusivamente una exposición de artes plásticas, acogió una muestra bastante amplia de lo que se estaba haciendo en España y contó con algunas obras maestras como La Montserrat, de Julio González; El payés catalán en rebeldía, de Joan Miró; Cabeza de mujer (1932), La mujer del vaso (1933) y Busto de mujer (1932), tres esculturas de Pablo Picasso o la Fuente de mercurio, de Alexander Calder, fotografías, etc. A la entrada del citado pabellón se encontraba la gran escultura El pueblo español tiene un camino que le conduce a una estrella, de Alberto Sánchez, de doce metros de altura. La obra original despareció después de la guerra, a pesar de su tamaño.
Gestación del cuadro
En enero de 1937 el gobierno de la II República Española encargó a Picasso, a través del director general de Bellas Artes, Josep Renau (acompañado de Max Aub, José Bergamín y Juan Larrea) un gran lienzo para la exposición universal de París, con el fin de atraer la atención del público a la causa republicana durante la Guerra Civil española. Los primeros estudios para la obra datan de abril de 1937, son dibujos sobre papel azul. Poco después estalló el drama del bombardeo de Guernica, localidad vasca bombardeada el 26 de abril por los aviones de la legión Cóndor, protagonizando la primera gran masacre de civiles de la época contemporánea. Picasso conoció este hecho por la prensa y las fotografías aparecidas en el periódico L´Humanité el 28 de abril.
El primer esbozo del cuadro se inició el 1 de mayo y finalizó el 4 de junio (tardó 5 semanas) un tiempo breve para una obra tan monumental y compleja desde el punto de vista formal y del contenido. Fue trasladado al pabellón a finales de junio y hasta el 12 de julio se inauguró con cierto retraso con respecto a la apertura de la exposición. Podemos conocer su evolución gracias a las fotografías que tomó por entonces su amante, Dora Maar. Ella documentó la metamorfosis de la pintura desde sus primeros esbozos, las fotografías fueron publicadas en el número monográfico especial de la revista Cahiers d´Art que Christian Zervos dedicó al Guernica.
Descripción iconográfica del cuadro
El Guernica es un mural de grandes dimensiones: 3,49 metros de alto por 7,77 metros de largo. Un conjunto de figuras organizadas en triángulos en el que se reproducen 6 seres humanos (la madre y el niño, 3 mujeres y el guerrero) y 3 animales (toro, caballo y paloma).
En el extremo izquierdo, un toro contempla la escena sorprendido y desconcertado y, a su lado una visión terrible: una madre abrumada por el dolor lleva en sus brazos el cuerpecito de su hijo muerto mientras mira al cielo rota por el dolor y la pena (referencia a la piedad de Miguel Ángel). La madre con el niño posee un rostro desgarrado y dolorido. La expresión del dolor lo consigue con la forma de los ojos y la boca desmesuradamente abierta. Extremó la esencia del dolor maternal. Un poco a la izquierda una paloma agita las alas y clama al cielo desesperado como si pidiese inútilmente una explicación para lo acontecido.
En el centro de la composición se encuentra el caballo, retorcido sobre sí mismo y mostrándonos una espuela; su boca abierta y su lengua-lanza demuestran su excitación ante los acontecimientos. Otorga al caballo la más alta expresión del dolor visceral. Bajo las patas del caballo yace el guerrero muerto, su mano todavía sujeta una espada rota. Un cuerpo desmembrado, descuartizado, que se convierte en el símbolo visual de la matanza. El brazo de la derecha lleva una flor y la empuñadura de una espada rota mientras que el otro brazo termina en una mano fuerte y callosa (metáfora del esfuerzo bélico), la cabeza del guerrero fue redondeada y tiene los ojos desmesuradamente abiertos.
Justo encima de este conjunto se encuentra el sol-bombilla, en forma solar oval y con una bombilla en su centro, como si el humo del bombardeo hubiese contraído el astro rey y la única fuente de iluminación tuviese que ser artificial. Una especie de ojo divino rodeado de picos en cuyo centro sitúa una bombilla eléctrica, combinando luz artificial y sol brillante.
En el extremo derecho se ve a una mujer desesperada, gritando de dolor dentro de una casa que se derrumba y arde, su cabeza echada hacia atrás, la boca abierta en un alarido y los brazos levantados en un patético gesto. Las áreas claras y oscuras y los picos irregulares la hacen aparecer como una figura caída y ardiente, ante una casa envuelta en llamas. A su izquierda, dos mujeres más, la de la parte superior asoma por una ventana y porta en su mano una lámpara, la luz de la verdad, que ilumina los estragos producidos por la barbarie. La de la parte inferior sale de la casa arrastrándose en su agonía.
Interpretación simbólica del cuadro
Es un cuadro ante el cual nadie queda indiferente, por ello ha pasado a ser obra fundamental del arte. Es mucho más que una obra de agitación política. Picasso era consciente de la trascendencia que tendría esa pintura en la historia del arte y realizó sus trabajos preparatorios de tal manera que es posible seguir exactamente la génesis de su creación: un total de 45 estudios previos fechados y una amplia serie de fotografías tomadas en diferentes estadios de su evolución
En esta obra no se reivindica la crueldad de una masacre concreta sino que se convierte en un alegato contra la crueldad y la injusticia de la guerra y contra la barbarie. Se evita cuidadosamente toda referencia directa a una realidad contemporánea susceptible de ser identificada exactamente o a determinados grupos políticos.
El cuadro tuvo un gran impacto como denuncia de los horrores de la guerra. La fuerza que emana parece provenir de una profunda relación entre sus elementos y de que Picasso no se limitó a la “anécdota” de lo acontecido. Así, su atemporalidad le dio universalidad, y la historia lo ha convertido en una dolorosa alegoría, premonición de la Segunda Guerra Mundial.
Algunos personajes tienen un carácter marcadamente enigmático:
El caballo agonizante, que lanza un grito al cielo y tiene una gran herida vertical, ¿el pueblo sufriente?
El guerrero muerto, con una lanza en la mano (y que en la última versión sumó una flor, ¿la esperanza nunca perdida?
El toro, de aspecto orgulloso y desafiante, el único que no expresa dolor por la tragedia: ¿el malvado fascismo?, oscuridad y monstruosidad.
La luz de la muerte (ciega) exige un ámbito de pesadilla nocturna: ojo-sol; día-noche; dentro-fuera.
La mujer que ilumina, desde la ventana ¿irradia esperanza?
Para expresar la brutalidad humana y que los sentimientos quedasen tocados tuvo que recurrir a la fealdad, a la desmembración y el resquebrajamiento, al blanco y al negro.
Elementos plásticos del cuadro
La composición es innovadora porque plantea una pintura de batalla a partir de tan sólo nueve personajes, con una estructura de pirámide luminosa central, compensada por dos ejes verticales a ambos lados del lienzo.
La pirámide –figura compositiva que se repite a lo largo de la tela- refleja las conquistas espaciales del Cubismo. Tiene su vértice en el centro de la composición, en el quinqué de la mujer que se asoma a la ventana, cuya luz irreal “ilumina” el caballo agonizante con la lanza clavada en el costado, el guerrero descuartizado a sus pies, y la figura femenina semidesnuda, que avanza desde la izquierda. En la semipenumbra queda un pájaro, herido, atrapado entre la mesa y el techo.
Composición a base de triángulos
El eje izquierdo integra el toro y la maternidad, y el derecho, la mujer atrapada en el incendio. La escenografía se reduce a edificaciones, un suelo de baldosas, una mesa…El conjunto genera un espacio angustioso, acentuado por el tamaño de los personajes en relación a la arquitectura.
El color está resuelto en blanco y negro, con una gama variada de grises y algunos toques azulados. Tradicionalmente se ha atribuido a la monocromía al impacto que causaron en el pintor las fotografías periodísticas, en blanco y negro, de la matanza. No hay que olvidar, sin embargo, las litografías y aguafuertes que Picasso realizó por aquellos años. La ausencia le sirvió para acentuar el dramatismo.
La luz desigual, sin ningún realismo, ilumina aquello que desea resaltar.
Estilo del cuadro
El Guernica no puede ser adscrito a un estilo, sino que se erige como un compendio de varias vanguardias artísticas de la primera mitad del siglo XX.
Picasso utilizó el Cubismo –el más radical de los lenguajes con que trabajaba- al servicio de los desdoblamientos. La simultaneidad de la perspectiva y las figuras. Las vistas frontales y de perfil de los rostros. El Guernica fue pintado en blanco y negro, en la tradición técnica de los grandes planos geométricos cultivados desde la fase del Cubismo decorativo.
Del Expresionismo: la fuerza dramática, la deformación de los cuerpos; la plasmación de rostros desdoblados, estirados y desmesuradamente crecidos.
Del Surrealismo: distorsiones espacio-temporales.
El icono Guernica
El éxito del Guernica reside en cómo la voluntad popular lo hizo suyo de inmediato y le convirtió en un grito contra la guerra, contra todas las guerras. Para Picasso, fue una muestra de su implicación política y de su creencia en el compromiso de la pintura con la historia. Técnicamente puede considerarse un magistral manifiesto artístico de las vanguardias, planteado con la máxima depuración: pocos elementos, escasos colores y una fortísima carga expresiva.