Reino de lo inútil
Performance metaliteraria
Es un acto básico de respeto por una misma rechazar la aceptación de nuestra propia anulación y deshumanización, decidir que no rendiremos sin luchar ni nuestro cuerpo ni nuestra mente, que no se nos comprará, maltratará, molestará, aterrorizará, paralizará o se nos llevará, por falta de alimento espiritual, a un estado que mutile nuestra integridad.
–Adrienne Rich.
El término performance tiene, según Diana Taylor (2015), dos sentidos. Por un lado, designa un tipo de arte de acción que se expande más allá de la teatralidad y de lo postdramático, abandonando la sala de espectáculos y los escenarios oficiales, para proponer intervenciones que abren brechas en el tiempo-espacio cotidiano, en el decoro social y en el sentido común de las relaciones interpersonales y con el entorno, De la otra parte, los estudios sobre la performance proponen una mirada antropológica crítica. Esto es: proyectan las categorías simbólicas, dramáticas e interactivas sobre la realidad para observar e interpretar los cuerpos, los espacios, las acciones y los comportamientos de los individuos en el seno de la vida social.
En algunos casos —en los mejores casos, diríamos—, ambas perspectivas se funden, aunando los resultados de la observación crítica de la esfera social con la intervención performática de espacios no artísticos, cotidianos, Un grupo de escritorxs y artistas que performaron el rol de estudiantes durante el curso 2023/2024 en la asignatura «Teoría y práctica de la escritura de no ficción y periodística», del Máster universitario en Escritura Creativa de la Universidad Complutense de Madrid, se propuso y logró combinar ambas facetas en la performance titulada «Reino de lo ínutil». Se desarrolló durante el mes de mayo de 2024 mediante una metodología comunitaria y autogestionada a partir de estas premisas, propuestas en las clases teóricas, y desarrolladas en varias fases.
La primera fase, de elaboración teórica y temática, puso al grupo en diálogo desde las corporalidades, identidades, intereses profesionales o artísticos, las proyecciones individuales y colectivas, etcétera. Durante este periodo, los intercambios fueron dando lugar a la identificación de problemáticas a confrontar, la aparición de los temas de discusión y el apoyo de referentes teóricos o artísticos.
En un segundo momento, el grupo repartió funciones para emprender la intervención performática, que tuvo lugar el lunes 27 de mayo de 2024, a las 18:00 h., en las inmediaciones de la biblioteca María Zambrano de la Universidad Complutense de Madrid. Esto es, en una de las instalaciones universitarias de mayor tamaño y con mayor afluencia diaria del campus de Moncloa en pleno periodo de exámenes de la convocatoria ordinaria, por tanto, cuando lxs estudiantes pasan más horas en las salas de estudio.
Tras la acción performática, el grupo recopiló los registros individuales y colectivos, acumulados a través de las sensaciones personales, los sentires grupales, las fotografías o vídeos tomados, y los resultados materiales de la intervención, especialmente, el poema colectivo producido por el colectivo y por las personas participantes. La reflexión sobre el proceso y los resultados dio lugar a la documentación que se ofrece en esta página web, esperando que pueda ser de utilidad a quienes todavía se atrevan a acercarse al «Reino de lo inútil». En palabras del colectivo, que reproduzco para concluir:
«Vamos a crear un espacio, en medio del espacio público, para la literatura. Vamos a crear un reino, pequeño y modesto, de lo aparentemente inútil. Quien entra aquí deja su otra vida atrás. Deja atrás su móvil y su afán, sus obligaciones y sus pendientes: está él, ella o elle consigo misme y con la literatura. Tiene la posibilidad de hacerle preguntas y esperar una respuesta de esfinge, oracular y nunca directa. Tiene la posibilidad también de hacer uso de ella para expresar qué es lo que le han hecho creer que es inútil y qué es lo que considera realmente importante. Este reino, como todo lo bello, es pasajero, momentáneo, pero es nuestro grano de 'artivismo político' en un momento en el que el compromiso con la realidad es algo a tener en cuenta por cualquiera que utilice el lenguaje como herramienta creativa».
—Manuel Broullón, septiembre de 2024.
¿Por qué esta performance?
Esto sucede todos los días: estás en el metro. Estás en el metro y, por cada flanco, te encuentras rodeado de textos escritos. Desde los anuncios brillantes que publicitan la última serie que debes ver y el cartel que te indica qué línea tomar para llegar a tu destino hasta el mensaje de WhatsApp que envías a tus amistades informando que llegarás más tarde de lo acordado. «Ya sabéis cómo se pone la circular por las tardes», texteas. En el vagón, si observas por la ventana, observas tu reflejo acelerado y agotado de tanto subir escalones, hacer conexiones, prestar atención, leer, los mensajes importantes para rendir el tiempo, no demorar más, cumplir con tu día. Sin embargo, pocas veces prestas atención a los breves relatos y poemas que decoran algunos de los vagones, aquellos que vienen a presentarte un nuevo mundo, un reino raro que te invita a que entres, dediques un tiempo y una energía, te vincules, te emociones, te cuestiones y movilices tu vasto entramado interior. En definitiva, tus ojos pasan, pero no ven, ese umbral que invita a que pares y reconectes con algo del orden de tu humanidad más viva. Los carteles están a la altura de tu mirada para que los leas, o, quién sabe, para favorecer también el encuentro con los ojos de otra persona.
Sin embargo, no los ves, no los sueles ver, no los quieres ver. ¿Para qué?
El uso de las pantallas ha aumentado exponencialmente desde que el internet y la tecnología están al alcance de la mano. Cabizbajas, hacemos scrolling por videos de TikTok de escasos segundos; dosis y dosis de información descontextualizada mantienen nuestra mente aletargada, en busca de un chute dopaminérgico mayor que el anterior. El ritmo de vida acelerado, rodeados de miles de estímulos de fácil acceso y una nueva filosofía socioeconómica centrada en la productividad como algo que solo depende de uno, nos han afectado a la hora de entender la gestión del tiempo y la forma en que comprendemos nuestros vínculos. Byung Chul Han, en La sociedad del cansancio, habla de cómo ahora somos cada vez más responsables de nuestra propia autoexplotación, víctimas de esa promesa de superación infinita que el modelo capitalista nos vende como plausible. ¿Nos hemos convertido solamente en nuestro propio sacrificio?
Por otro lado, la exigencia de ser cada vez mejores, el «tanto tienes, tanto vales» y la búsqueda del resultado final sobre el proceso han hecho que el número de vínculos que tenemos y los seguidores en redes sociales que sumamos sean algo más importante que el cuidado, la profundidad y el compromiso con esos vínculos. ¿Nos hemos convertido solamente en los números que acumulamos, incluso en la amistad? Los aquí implicados no lo creemos, o no queremos creerlo. Y sí creemos, en cambio, que la literatura se parece mucho a esto último que hemos nombrado: cuidado, profundidad, compromiso. Leer literatura implica invertir tiempo y energía para entrar en el reino creativo de otra persona; un reino, cristalizado en un lenguaje, que nos ofrece la posibilidad de vincularnos desde nuestros propios marcos personales y salir afectados, salir diferentes a lo que éramos. En dicho encuentro algo nos atraviesa, tanto a nivel emocional como intelectual, ya sea por afinidad o por rechazo.
Con el compromiso necesario, ni la literatura ni los vínculos que hacemos nos dejan indemnes. Tanto así se parecen el acto de leer y de conocer al otro. De hecho, los tres pasos que Paul Ricoeur denominó preconfiguración (los esquemas previos al encuentro con el texto), configuración (el contacto con el texto mismo y la afectación emocional e intelectualmente que este causa) y reconfiguración (la nueva estructuración interna y/o la manera de estar y ser tras el contacto con el texto), o el fenómeno de fusión de horizontes que menciona Hans-Georg Gadamer (esa forma en la que el universo del texto y del lector entran en relación a través del acto de la lectura), son trasladables a nuestra relación con otras personas. Ellas, como libros más o menos abiertos, nos ofrecen la posibilidad de contactar más allá de nosotras, historiar nuestra vida, dar sentido a nuestras vivencias, construirnos a través de la alteridad y reescribir nuestras propias páginas.
Ahora bien, no creemos que la literatura vaya a acabar con el agotamiento crónico por hiperactividad e hiperestimulación o que sea la solución contra la banalización de los vínculos humanos. No creemos que solucione o acabe con nada de ello, pero sí pensamos que, por lo menos, se opone a todo ello. Por eso, lo que buscamos con nuestra performance es reivindicar la literatura como una práctica que nos permite pensar una vida distinta a la vida presente; una vida en la cual la autoexplotación y la sobreexigencia no son norma; una vida en la que repensamos nuestros vínculos con los demás; una vida en la que, como dice el epígrafe de Adrienne Rich, no aceptamos nuestra anulación y deshumanización. Y esa otra vida la pensamos a través de la literatura, aquello que, bajo los parámetros de la vida presente, parece más inútil, más innecesario, sin importancia: esos carteles en el metro, con fragmentos literarios, que nunca vemos. Creemos, pues, que esta reivindicación de la función de la literatura es un acto político. La defensa de la lectura de literatura como otra forma de relación con nosotros mismos y con lo otro, como una lección de lentitud y concentración ante la aceleración del mundo, como un ejercicio de subestimulación de los sentidos en la era de TikTok, como semilla de la dignidad humana, de la autoafirmación, ante un presente intensamente alienante, esa defensa, decimos, es nuestra forma de compromiso.
¿Cómo llevamos este compromiso a los otros? A través de la espacialización de la literatura: vamos a crear un espacio, en medio del espacio público, para la literatura. Vamos a crear un reino, pequeño y modesto, de lo aparentemente inútil. Quien entra aquí deja su otra vida atrás. Deja atrás su móvil y su afán, sus obligaciones y sus pendientes: está él, ella o elle consigo misme y con la literatura. Tiene la posibilidad de hacerle preguntas y esperar una respuesta de esfinge, oracular y nunca directa. Tiene la posibilidad también de hacer uso de ella para expresar qué es lo que le han hecho creer que es inútil y qué es lo que considera realmente importante. Este reino, como todo lo bello, es pasajero, momentáneo, pero es nuestro grano de «artivismo político» en un momento en el que el compromiso con la realidad es algo a tener en cuenta por cualquiera que utilice el lenguaje como herramienta creativa.
¿Por qué es una performance política?
A primera vista, podría parecer que no somos más que unos estudiantes de letras frustrados, que a través de la creación de este reino quieren buscarle una utilidad a la literatura, frente a una sociedad que les repite incansablemente que no sirve para nada, en el sentido utilitarista de la palabra. Podría parecer simplemente una cuestión de inquietud personal. No obstante, se trata de la creación de un espacio físico en un entorno universitario, al que los estudiantes están invitados a acceder y del que pueden formar parte. De esta manera, en la línea de Carol Hanisch, creemos que lo personal es político, y que a través de la creación de este espacio que refleja nuestras inquietudes, estamos realizando una acción social, puesto que estamos transformando un espacio público dedicado al estudio en un lugar para la lentitud y la reflexión. El hecho de que esto sea un espacio físico con el que las personas puedan interactuar, coger los libros entre sus manos, hablar con nosotros, etc. no es un hecho arbitrario. Frente a la alta digitalización de la sociedad actual y la pérdida gradual de espacios consagrados a la literatura y al encuentro cara a cara, estamos reivindicando la fisicidad.
Como afirma la filósofa Jenny Odell cuando reflexiona sobre nuestra contemporaneidad: «A medida que el cuerpo desaparece, también lo hace nuestra capacidad para empatizar» (Odell, 55). De este modo, la pérdida de espacios físicos propicia la deshumanización, y nosotros estamos buscando lo contrario: una conexión con la intuición, con las emociones y con otras personas. En suma, el reino de lo inútil es también el reino de lo humano, y quienes entran en él están invitadas a abrazar su humanidad. Además, nuestra performance también aspira a subvertir un orden político, que está estrechamente ligado con la economía capitalista: se trata de aquello que Odell llama «economía de la atención». Se puede definir así la economía actual, puesto que somos partícipes de una organización social donde los estímulos externos (la publicidad, las redes sociales, los medios de comunicación, etc.) reivindican constantemente nuestra atención y la utilizan como moneda de cambio. En palabras de Odell, entregamos nuestra atención a este modelo social en nuestro día a día, sea de manera consciente o inconsciente:
En una situación en la que cualquier momento de vigilia se ha convertido en un tiempo en el que nos ganamos la vida, y en el que entregamos hasta nuestro ocio para que con él se lleven a cabo evaluaciones numéricas a través de los «me gusta» de Facebook e Instagram, verificando su rendimiento como se verifica el rendimiento de las acciones, monitorizando el desarrollo actual de nuestra marca personal, el tiempo se convierte en un recurso económico, y ya no existe justificación para pasarlo «sin hacer nada» (Odell, 44).
En el reino de lo inútil, sin embargo, se insta a cada participante a detenerse y a dedicar su atención a la literatura, que es en realidad una excusa para conectar con una misma y para hacer un uso consciente de la atención. Por tanto, en nuestro espacio físico, estamos creando también un nuevo espacio político, donde los códigos sociales implícitos funcionan de otra manera, y donde, al menos durante unos minutos, no te estás vigilando a ti misma para asegurarte de que formas parte de la economía de la productividad.
¿Tenemos fuentes —es necesario tener fuentes— para el horror diario?
Por supuesto que tenemos fuentes, manantiales, incluso, que describen o casi gritan, con el lenguaje de los números, una sociedad cansada y sola. La IV edición de la encuesta Global Workforce of the Future, hecha por la Fundación Adecco, subraya que el 65 % de los trabajadores, de un grupo de 30 mil trabajadores de 23 países, sufrió del síndrome de desgaste profesional, popularmente conocido como burnout, durante el 2023. Hablamos de 19.500 personas, anónimas para nosotras, que fueron capaces de decir que estaban cansadas, que se habían quemado. Su inmolación fue en el altar de su trabajo. Sin embargo, ¿las otras 10.500 personas realmente no han experimentado un burnout? ¿No podría pasar que, más bien, siguen celebrando su autoexplotación sin tener consciencia aún del momento en el que el cuerpo decide apagarse? El reporte dice también que el 49 % de los trabajadores encuestados está preocupado por sentir que experimentará un burnout en el futuro; lo presienten. Sin embargo, no siempre se toman acciones: el 78 % de encuestados no se atreve a pedir sus vacaciones anuales.
Por otro lado, las fuentes sobre los vínculos que hacemos son, también, interesantes. El informe The Global State of Real Connections, hecho por Gallup y Meta en 142 países, revela que el 24 % de la población se siente bastante sola. No parece un número significativo cuando se lo contrasta con el 72-73 % de la población que se siente muy conectada a otros.
Pero, si pensamos que en el informe participa el enorme conglomerado de tecnología y redes sociales Meta, estos datos sobre la conectividad habría que tomarlos, siempre, con algo de perspicacia. De todas maneras, los números son, por lo menos, inquietantes: que una de cada cuatro personas en el mundo se sienta muy sola habla, precisamente, de un mundo en el que el cuidado de los vínculos parece que cada vez importa menos. Y aunque contemos con el cúmulo de números y porcentajes, ¿son necesarias estas fuentes documentales para hablar de ese malestar del presente que sentimos, realmente, en la piel y en los huesos, en los intestinos y la cabeza? Diríamos que sí, que son necesarias, pues nos permiten espacializar, hacer plástica y numérica, es decir, visual y aprehensible, esa experiencia que suele ser tan personal. No estamos solos en el agotamiento y la soledad. Sin embargo, ¿encierran estas fuentes la verdadera experiencia de aquello? Claramente no es así, y es así donde el pensamiento filosófico y artístico entra a cristalizar experiencias que solo están en el cuerpo y en el complejo entramado de la interioridad. Parte del objetivo de ofrecer el reino de lo inútil es oponerse a la sociedad de lo útil de una manera individual, persona a persona que decida entrar al reino, si es que alguien decide entrar. El número del conjunto, la estadística, es apenas una constancia.
Y entonces, ¿qué vamos a hacer?
Vamos a fundar nuestro primer reino de lo inútil en frente de la Biblioteca María Zambrano, de la Universidad Complutense de Madrid. Y es que justo, en este momento del año, el espacio de la biblioteca se convierte en el campo de preparación de las pruebas de evaluación, quizás el símbolo más evidente de esa sociedad del rendimiento competitivo y el desgaste por autoexplotación. Las evaluaciones son aquellas que certifican que formamos parte de esa sociedad productiva y que disponemos de un título que acredita nuestro derecho a trabajar en ella. Es normal que muchos estudiantes universitarios vivan este periodo como uno de los de mayor carga de trabajo, así que disponen de menos tiempo para vincularse con asuntos improductivos o inútiles que, como ya hemos dicho antes, tienen mucho que ver con la conexión para y con lo humano.
Entonces, en medio del espacio de la producción intensa, demarcamos el reino de lo inútil. No habrá paredes, cualquiera puede entrar si está dispuesto a habitar un tiempo «improductivo» frente a sus quehaceres habituales. Adentro, hay dos formas en las cuales tú, como visitante, puedes hacerte partícipe del reino:
- Libromancia. Libromancia es un término que se deriva de bibliomancia y que, a su vez, viene del griego biblion (libro) y mantéia (adivinación). Se trata, pues, de la adivinación con libros. Esta práctica consiste, tradicionalmente, en elegir una página al azar, hacer una pregunta, dejar que el libro te conteste e interpretar la respuesta. Las respuestas que dan los libros, lo sabemos, nunca son directas, siempre son como las palabras de las antiguas esfinges: oraculares, enigmáticas, oblicuas. Pero las páginas siempre responden, creemos en ello. Al entrar al espacio, dispondrás de una serie de libros que hemos llevado hasta allí, y por ende, son páginas que hablan de nosotras, de nuestras preferencias y deseos, de nuestras propias creencias. Escogerás, entonces, un libro entre todos. Su enviado hablará contigo, te dirá por qué escogió precisamente ese título, y luego elegirás la página azarosa, empezando el ritual adivinatorio-interpretativo. Este es, en síntesis, un espacio en el que tienes la posibilidad de preguntarle a la literatura sobre ti, sobre lo que eres y lo que te da vueltas en la cabeza, sobre tus asuntos irresueltos, sobre quienes te rodean y te importan. Y quizás te preguntarás por qué alguien creería en esta forma de la adivinación. Pues bien, Francisco Peñarrubia, terapeuta gestalt, habla del proceso de reapropiación de las proyecciones como un ejercicio saludable a la hora de conocer más de una misma. El texto que azarosamente salga tras la elección del libro es una posible fuente de residencia de la proyección de tu mundo interno, un lugar en el cual se habla de tu experiencia personal, un momento para hacer un ejercicio asociativo entre tu yo, que escucha el texto, y la pregunta lanzada. Quizás encontrarás una respuesta o, al menos, un nuevo prisma o una evocación sobre la que seguir preguntándose y reflexionando. Al finalizar te preguntaremos: «¿sientes que habla de ti lo que has escuchado?». En caso afirmativo, el ejercicio terminaría ahí. En caso negativo, podrás volver a preguntar de nuevo.
- Poema colectivo «Esto (no) es inútil». En este espacio participarás en una creación colectiva en la que puedes usar la literatura, el lenguaje vuelto verso, para comunicar lo que vive en ese momento dentro de ti. Piensa en aquello que era importante para ti y has olvidado en medio de la vida acelerada que llevas. Piensa en lo que te dijeron que era inútil pensar, decir o hacer por alguna razón, y frente a lo que no estás de acuerdo. Piensa en tu incomodidad con el presente, la aceleración, la soledad. Piensa y comunica. Este es un espacio, una página, que funciona como un manifiesto, un momento en el que la inconformidad acumulada se vuelve afirmación de tu yo individual, a través de la palabra, debajo de otras palabras, otra inconformidad. Como manifiesto, nosotros podremos armarte de consignas básicas: «Me niego a pensar que es inútil…», «Me niego a olvidar que es importante…», «Nunca olvidar…», «No acepto que…». A partir de allí, el lenguaje es tuyo, nace de ti. Esperamos que, como de la literatura y de los vínculos importantes, no salgas indemne del reino de lo inútil.
A manera de código del reino, nuestros roles:
- Todas contribuímos con llevar cada una un libro para el acto de la libromancia. Tendríamos un total de 10 libros. Cada una participará cuando su libro sea tomado para el acto. Explicará por qué ese libro es importante para ella.
- Todas seremos los primeros habitantes del reino: cada uno hará su respectiva pregunta al libro, cada uno contribuirá al poema colectivo. No podemos hacer esta performance sin ser nosotras mismas sus primeros participantes.
- Los personas serán hosts, prestidigitadoras o adivinas. Ellas se encargarán de hacer la dinámica de la libromancia a quienes entren al reino.
- Dos personas, las copistas, se encargarán de llevar la dinámica del poema colectivo «Esto (no) es lo más improductivo». Es decir, se encargarán de explicarle a las personas qué es un poema colectivo y cómo pensar su verso.
- Dos personas, las pregoneras, se encargarán de invitar a quienes están en el espacio a participar del reino, a entrar en él. Por lo mismo, serán las encargadas de explicarles en qué consiste el espacio.
- Tres personas, las historiadoras, se encargarán de lo que podría ser la memoria visual, es decir, un cúmulo de fotos que pruebe que el reino existió.
- Todos los roles pueden ser intercambiables, lo importante es saber que existen y que entre adivinas, copistas, pregoneras e historiadoras del reino se apoyan.
Conclusiones después de una primera fundación
La tarde del 27 de mayo del 2024 fundamos el reino de lo inútil bajo la sombra de unos árboles frondosos, cerca a la biblioteca María Zambrano. Después de más de una hora de convocar a las personas alrededor, invitarlas a ser partícipes del reino, escuchar sus preguntas y reflexiones y leer sus versos, concluímos, por un lado, que si bien es fácil fundar un reino, es difícil poblarlo, más cuando existe alrededor otro vasto reino: el de lo útil y lo inmediato, que no deja un respiro. Queremos decir que no es tan fácil que las personas se acerquen en medio de sus exámenes finales y sus preocupaciones diarias. No los culpamos, pues solemos decir que no a lo que desconocemos: la inutilidad del tiempo, la libromancia, la literatura, la paciencia.
También ocurrió que algunas de las personas que sí entraron, preguntaron a nuestras adivinas, exclusivamente, por sus exámenes finales: ¿aprobaré o no aprobaré? La búsqueda certera de respuestas a preguntas tan inmediatas no da mucho pie a la conexión consigo mismo y con los otros. Entendemos, con ello, que cuando se está agobiado por una cuestión que nos sobrepasa, la mente se tiñe solo con el color de esa cuestión: todas nuestras preguntas e inquietudes giran en torno a ella, como si el mundo se cerrara ante nuestros ojos. De esta manera, nuestras realidades se vuelven cada vez más pequeñas, menos simbólicas. Sin duda, salir del reino del deber y de las obligaciones es complicado. Pero todo esto no hace más que afirmar el sentido que tiene una performance como la nuestra, pues esta es, en el fondo, una invitación a escapar del esquema del pensamiento más lógico y productivo para habitar, de una forma digamos más poética, el presente.
Es difícil, lo sabemos, pero siempre hay puntos de fuga. Vale con esto decir que la mayoría de las personas que entraron al reino de lo inutil lo hicieron con la más abierta de las disposiciones y dejaron prueba de ello, de su inmersión en el reino, a través del poema conjunto que logramos tejer. Algo de esa apertura suena en esas palabras, y solo por ello la existencia del reino de lo efímero se justifica.
Bibliografía
- Adecco Group. What’s Working: «Navigation de IA Revolution and the Shifting Future of Work». Informe anual Global Workforce of the Future, 2023.
- Chul-Han, Byung. La sociedad del cansancio. Herder Editorial, 2022.
- Gallup y Meta. The Global State of Social Connections. Gallup, Inc., 2023.
- Gadamer, Hans-Georg. Hermenéutica, estética e historia. Ediciones Sígueme, 2001.
- Hanisch, Carol. «The Personal is Political». Notes from the Second Year: Women’s Liberation, editado por Shulamith Firestone y Anne Koedt, 1970.
- Odell, Jenny. Cómo no hacer nada: resistirse a la economía de la atención. Editorial Ariel, 2021.
- Peñarrubia, Francisco. Terapia gestalt: la vía del vacío fértil. Alianza Editorial, 2019.
- Ricoeur, Paul. Sí mismo como otro. Siglo XXI Editores, 1996.
Proyecto de innovación UCM35 «Laboratorio Transmedia»
©
Johny Martínez Cano
Belén H. Puebla
Laura Tobón Echavarría
César Ismael González Peña
Noelia Moya García
Alessandra Martín González
Jorge Daniel Sánchez Chávez
Andreu Pulido Alonso
Diego Bedoya Abad
ISSN: 2794-0861