¡Larga vida al vórtice!
William Roberts, The Vorticists at the restaurant de la tour eiffel: Spring 1915, 1961-1962. Tate Collection, Londres
¡Larga vida al vórtice! Es así como comienza Blast, una revista que se inserta en la retina de la época, un gran formato en el que se emplea el color rosa magenta en la portada, junto a largas listas de temas contemporáneos. Este ejemplar fue editado en Inglaterra antes del estallido de la Primera Guerra Mundial y supuso un enorme impacto en la sociedad del momento. Para poder entender la revista conviene hacer un análisis de su contenido, el cual proporciona una serie de respuestas a preguntas como, ¿qué es el Vórtice?, ¿cómo se defiende?, ¿a qué bases se agrega?, entre otras.
Volviendo a la frase “¡Larga vida al Vórtice!”, los vorticistas enfatizan una serie de ideas, de las cuales se puede extraer un juicio global, como ejemplifica el grito “NECESITAMOS LA INCOSCIENCIA DE LA HUMANIDAD” (Blast I, 7). Con esta afirmación se busca un rechazo hacia el hombre, su estupidez, su animalismo y sus sueños. Este rechazo es esencial para los vorticistas, ya que ellos creen que la única manera de que la humanidad pueda ayudar a los artistas es mediante su independencia y trabajo inconsciente, un trabajo que huya del canon clásico y del academicismo. Los autores quieren con ello alejarse de la naturaleza y del hombre, además de huir de la deconstrucción de las formas y su mímesis, presentes en corrientes contemporáneas como el Cubismo.
El Vorticismo defiende el presente y no el futuro, un mundo lleno de falsas ideas sentimentales y que impide “QUE EL MUNDO VIVA” (Blast I, 7). En este mundo vorticista el arte es creado en el centro de la ciudad imitando los elementos industriales. Según el Vorticismo, la belleza de la obra en encuentra en el intérprete, es decir, en el espectador que, por medio de su vista, interpreta una idea de dicha obra; no es la obra la que posee el significado, sino la mirada del espectador. Los vorticistas quieren representar un mundo en el que la percepción no cambie la idea, la cual no puede derivar del rechazo a los anteriores movimientos de vanguardia, diferenciándose de ellos por su idea principal: el eje.
El objetivo de Blast es ser una vía para todas las ideas vivas y violentas que de otra manera nunca podrían llegar al público; en este sentido, “QUIEREN QUE EL MUNDO VIVA” (Blast I, 7). Estos autores aspiran a recibir dichas energías para poder expresarse, tal y como hacían los grandes autores de Francia, siguiendo la vena tradicional. El Vorticismo es un arte que no está dirigido a una clase social determinada, sino que el mundo tiene que servir como recurso para estos autores. Los vorticistas tienen que ser partícipes de la destrucción de las normas academicistas propuestas por la burguesía. Esto puede llegar a ser alcanzado dejando atrás el Arts and Crafts, una corriente renovadora del siglo XIX basada en el arte popular inglés, evitando así cualquier tipo de nuevas creaciones populares o folclóricas, expresándose un rechazo en contra de la glorificación del pueblo.
Pero, sin duda, lo que los vorticistas rechazan es la pasión por el automovil de Marinetti. Pretenden evitar cualquier ruido onomatopéyico o de maquinaria que envuelve la estética futurista, como el famoso ZANG, TUMB, TUMB, considerando, por lo tanto, el automovilismo una corriente aburrida y al Futurismo una mezcla de sensaciones y sentimientos, un arte para el pobre, un arte de individuos. Una vez dejadas claras las intenciones de los vorticistas, se puede comenzar con el análisis de qué es el vórtice y cómo este representa el máximo punto de energía.
Son varios los autores que colaboran en este movimiento de vanguardia. Algunos de los que firman el manifiesto (Blast 1, 43) son: Richard Aldington, Malcom Arbuthnot, Lawrence Atkinson, Henri Gaudier Brzeska, Jessica Dismorr, Cuthbert Hamilton, Ezra Pound, William Roberts, Helen Saunders, Edward Wadsworth y Wyndham Lewis, convirtiéndose este último en un pilar fundamental para la corriente del Vorticismo. Él fue el responsable y hacedor de la publicación de la rompedora revista Blast. La revista surge en el momento en el que Lewis había fundado el Rebel Art Centre con Kate Lechmere, una aventura que, no obstante, duró poco tiempo. Según esta corriente el vórtice es un elemento místico, conocido por el mundo del ocultismo. Pound lo concebía como el punto máximo de energía, de imaginaciones y posibilidades, considerado como la propia energía solar.
Futurismo, ¿magia y vida?
Para entender parte de la retórica del Vorticismo, hay que establecer algunos vínculos con el Futurismo italiano. En esta corriente, liderada por Marinetti, priman los elementos industriales y las máquinas. Es interesante cómo el Futurismo transporta la idea de las máquinas; en este momento Inglaterra ya había generado una gran industria desde el año 1750. Wops alude al aburrimiento del marinettismo por tratarse de una moda del pasado, ya que los procesos de engranajes y transmisiones ya no eran algo nuevo.
Esta idea fue desarrollada por Lewis y él mismo afirmó: “No soy un futurista”. Esta sentencia apunta al rechazo de algunos de los elementos del Futurismo; como el uso de las líneas, la abstracción de las formas y los sonidos industriales, una clara forma de impugnar el marinettismo. El Futurismo en primera instancia está ideado como una búsqueda del movimiento visual, en el que las líneas borrosas transmiten el movimiento de los cuerpos y el dinamismo de las máquinas.
Una de las normas del manifiesto vorticista es: “El artista del movimiento moderno es salvaje (de ningún modo un individuo Futurista “avanzado”, perfeccionado, democrático, salido de la imaginación limitada del Sr. Marinetti)” (Blast I, 33). Con constata de este modo el rechazo a este movimiento y su lider, y en general hacia el Futurismo, mediante la crítica del esteta sentimental del 1890 y el realista del 1870, crítica realizada años también en el manifiesto Vital English Art.
Lewis interpreta el Futurismo como un Impresionismo actualizado, basado en el Realismo que emplearon los impresionistas. A esto hay que añadirle el automovilismo y el extravagante uso de la filosofía de Nietzsche (Blast, I, 133), de quien tomó su discurso de guerra. Fueron necesarias grandes cantidades de sentido común y de vitalidad a su disposición, junto con las propuestas de estos autores de modernidad, donde se necesitaba aire fresco, gritar y berrear sobre el pasado y el futuro mediante su práctica, al igual que hacían los italianos.
El Futurismo en el sentido estricto de la palabra es una rebelión pictórica en contra de la pintura moderna, tachada de superficial y romántica, ejecutada por los pintores académicos. Wyndham señala a personajes importantes como Severini, que, con sus pequeños bloques, franjas y triángulos de color, generaba “zonas” en movimiento, guiado por su sensibilidad por el diseño. Otro autor importante es Balla, el cual, según afirma Lewis, era el mejor pintor de estos automovilistas. Sin embargo, son sus reflexiones sobre el dinamismo las que enaltecen su figura llevándolo a la producción de dibujos significativos de corte expresionista, violento y geométrico.
Dentro de la modernidad y las doctrinas implementadas por Marinetti, Wyndham Lewis defendía la carencia del artista como el incentivo de la creación. Los futuristas rechazan el buen dibujo, donde las líneas planas y rectas mimetizan al objeto mecánico real. El Vorticismo es un nuevo arte que trata de evitar las líneas y superficies agradables al ojo, empleando líneas muy definidas y dándose una ruptura de la realidad por medio de una introspección interior. Esta búsqueda está lejos de privilegiar a la máquina por parte de Marinetti por su velocidad, potencia y movimiento, en cambio opta por la defensa de este movimiento basándose en el de los automóviles y aeroplanos, alejado de la visión del formalismo, de “La maquinaria”. (Blast 1, 144)
Paula Hernández Martínez, Almudena González Belinchón, Alonso Mateos de la Higuera Casado,
Alejandro González Benavente. Grado de Historia del Arte, 3er Curso, 2021-2022