Aproximación general al centro histórico
Como sucede en otras ciudades de larga trayectoria histórica, el centro de Madrid es un espacio patrimonial denso y complejo que reviste la condición de patrimonio en sí mismo. La primera declaración como conjunto histórico data de 1977, cuando el Ministerio de Cultura protegió la zona comprendida dentro de la cerca de Felipe IV. Ocupaba el espacio limitado por la primera ronda de circunvalación, que prácticamente coincide con la superficie del distrito de Centro, y sustenta la imagen popular del casco histórico, con tramas irregulares gestadas durante la Edad Media y la Edad Moderna. Con posterioridad, a mitad de los años noventa, se amplía la declaratoria a una parte importante del ensanche de Carlos María de Castro (Conjunto Histórico del Recinto de la Villa de Madrid, BIC declarado mediante D 41/1995 de 27/04/1995 BOCM 22/05/1995), lo que supone incorporar un conjunto de piezas urbanas de origen mucho más reciente y conformación a partir de la trama ortogonal.
La zona declarada Conjunto Histórico ocupa unas 2.000 hectáreas, donde se sitúa buena parte de las manifestaciones patrimoniales de la ciudad:
- El sustrato natural, que se materializa en unas condiciones específicas de emplazamiento. La cornisa sobre el Manzanares constituye uno de los referentes visuales de mayor tradición, como atestigua su presencia en formatos tan dispares como las vistas del siglo XVI y los carteles turísticos de principios del XX.
- El sustrato arqueológico, a su vez con la consideración de BIC (Recinto Histórico de Madrid y Terrazas del Manzanares). Turísticamente se trata de un patrimonio menor, si acaso contemplable en aparcamientos y grandes infraestructuras subterráneas (estaciones de Opera y Sol, etc.).
- Los jardines y parques históricos, caso del Retiro, el Campo del Moro, los Jardines de Sabatini y la Casa de Campo, esta última también declarada como BIC Sitio Histórico.
- Los conjuntos edificatorios y sectores urbanos con personalidad propia, desde la Puerta del Sol y la Plaza Mayor hasta los barrios de las Letras y Lavapiés.
- Los edificios, con notable presencia de palacios (Real, Linares, Liria, Miraflores, Gaviria, etc.), equipamientos de diferente tipo (Casa de la Villa, Teatro Real, instituto Cardenal Cisneros, etc.), conventos y similares (Monasterio de las Descalzas Reales), templos (catedral de la Almudena, oratorio del Caballero de Gracia, etc.) y antiguos edificios industriales (Fábrica de Tabaco, Fábrica de Cervezas El Águila, Fábrica de Osram, etc.) y otros espacios vinculados a la actividad económica (Mercado de San Miguel, Banco de España, etc.). Si bien sólo un número reducido de estas edificaciones cuentan con programa de usos que admite la visita pública, su aportación a la escena urbana es indudable.
- Las infraestructuras urbanas, a nivel de sistemas y de piezas de dichos sistemas (estaciones de Atocha, Delicias y Príncipe Pío; puertas de Alcalá y Toledo; puentes de Segovia y Toledo… e incluso los elementos conmemorativos y las muestras de arte público).
La condición de la ciudad como capital de España es causa de la potencia y singularidad de este patrimonio, manifestación material del poder desde los albores de la Edad Moderna. En la actualidad, este patrimonio se encuentra amparado por diferentes regímenes de protección: Bienes de Interés Cultural, de marco estatal; Bienes de Interés Patrimonial, de referencia autonómica; y Bienes sujetos a protección urbanística, catalogados a nivel municipal.
Además del patrimonio inmueble, este espacio central acoge diferentes muestras del patrimonio inmaterial (desde las procesiones hasta las fiestas populares) y ha sido volcado en obras artísticas de muy diferente formato (pintura, literatura, cine, etc.). En última instancia, la propia mezcla de usos y gentes es un valor patrimonial característico de buena parte de los centros históricos de nuestras ciudades, un aspecto que contrasta con la forma de construir los espacios urbanos de buena parte de los siglos XX y XXI.