"Se puede lograr el crecimiento económico sin destruir la naturaleza, respetando los procesos ecológicos"
Cada vez más viajeros escogen para sus vacaciones entornos rurales y espacios protegidos donde ponen en práctica el denominado ecoturismo. Los beneficios económicos que generan demuestran que la conservación de la naturaleza respetando los procesos ecológicos puede ser rentable e interesa a una sociedad cada vez más concienciada con los espacios verdes. Alejandro Rescia, investigador del departamento de Ecología de la Universidad Complutense de Madrid aboga por la actividad humana, siempre controlada, en las áreas protegidas como la de Urdaibai (Vizcaya), donde ha dedicado décadas de su vida al estudio de la protección de la naturaleza.
Reserva de la Biosfera de Urdaibai (Vizcaya). / Roman San.
MARÍA MILÁN | El artículo en el que participa su departamento tiene a la reserva de Urdaibai (Vizcaya) como protagonista. ¿Qué implica ser un área protegida?
Son espacios que, para alcanzar un objetivo de conservación pre-establecido, se decide que tengan una categoría de protección. Existen diferentes categorías, algunas oficialmente designadas por la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza como Parques Nacionales, o luego, como esta de Urdaibai, que se designa como Reserva de la Biosfera, una categoría determinada por UNESCO.
¿En qué se diferencian?
La gran diferencia con los Parques Nacionales es que son de conservación estricta y las actividades humanas están muy restringidas mientras que en las reservas de la biosfera están específicamente consideradas. Tienen una zona núcleo donde no se permite acción humana, otra que se llama tampón o buffer y admite alguna actividad y luego la zona de transición que permite la acción humana.
Alejandro Rescia en su despacho. / UCM.
Esa acción humana genera controversia, ¿por qué?
Hay dos grandes paradigmas de la conservación. Una parte de la comunidad científica es esencialista o biocéntrica y su leit motiv es que la naturaleza es sabia y sigue su curso. La referencia ahí son los ecosistemas prístinos, y la intervención humana es negativa. El otro enfoque, más reciente, defiende que la naturaleza es todo, que el hombre forma parte de ella y, por tanto, tiene que ser considerado en esa perspectiva de conservación. Lo que se pretende es mantener procesos ecológicos en buen estado y en algunas circunstancias esto puede ser mejor con la actividad humana. Un ejemplo son las dehesas, un ecosistema seminatural pero generado y mantenido por la actividad humana.
¿Cómo concienciamos a la población de la importancia de los ecosistemas?
Yo creo que se ha avanzado mucho en esto. Hay una ‘ecologización’ de la sociedad. La publicidad y los productos ecológicos han contribuido, aunque quizá son una trivialización de la ecología. Los efectos globales del cambio climático y las catástrofes han llamado la atención de la gente, que es más consciente de que estamos asentados en los ecosistemas. Ya no es solo cosa de ‘los verdes’, los ecosistemas forman parte del entramado sociedad-naturaleza.
¿Desde cuándo sucede esto?
Un hito importante de la concienciación fue la evaluación de los ecosistemas del milenio. A partir de ahí, la sociedad asume que el ecosistema le presta un servicio que le da bienestar y le permite vivir mejor y que más del 50% de los ecosistemas están alterados. Esa es la línea que hay que seguir. Tratando de popularizar el conocimiento se conciencia más, fomentando la educación ambiental.
Trabajos como este en Urdaibai son una forma de popularizar esa educación. ¿Cómo se ha llevado a cabo esta investigación?
El departamento de Ecología de la UCM tiene una gran tradición en la reserva de Urdaibai. Desde 1989 hasta 2000 se desarrollaron proyectos conjuntos con la Universidad del País Vasco La investigación activa potencia figuras como las reservas de la biosfera. Con una alumna del máster de Biología de la Conservación retomamos los resultados de mi tesis de finales de los 90 y los actualizamos al 2010.
¿Qué contestaría a quienes defienden que la ecología no es rentable?
En este trabajo aparecen algunas ventajas de un espacio protegido frente a otro que no, y dentro de esas ventajas no solo sale favorecida la conservación, sino también el aspecto económico. Nosotros estamos convencidos de que se puede hacer conservación con desarrollo.
¿Cómo se consigue?
De forma que uno plantee el crecimiento económico sin destruir la base, que son los ecosistemas y, por extensión, la naturaleza. Hay que trabajar en ese sentido, asumir que los servicios que nos prestan los ecosistemas son imprescindibles para mantener el bienestar de la sociedad. Con este trabajo demostramos que el PIB de los municipios que estaban dentro de la zona creció más que los que estaban fuera, se aprovecha la conservación de la naturaleza en términos económicos. El gran desarrollo de esta zona hoy es el ecoturismo. Ese turismo rural, verde, basado en la naturaleza, con cuidado, es una zona de ingresos importante. No solo en Urdaibai, también en otras zonas de España.
¿Cuál es el siguiente paso de esta investigación?
Vamos a estudiar un aspecto que consideramos muy importante: la percepción social y la participación social en la conservación. En el caso concreto de la reserva de Urdaibai, el 92% de estas tierras protegidas son de dominio privado, de muchos dueños. ¿Cómo se hace una gestión colectiva de esto? Lograr el apoyo de tantas personas diferentes con intereses variados es difícil. Esto se soluciona con que esa gente participe de la gestión y las decisiones para que tenga éxito la conservación. Ahora estamos trabajando con encuestas de percepción social a políticos, gestores, agricultores y ganaderos de esa zona. A partir de sus opiniones, se podrán sacar las medidas más oportunas.
Referencia bibliográfica: Castillo- Equskitza, N., Rescia, AJ., Onaindia, M. “Urdaibai Biosphere Reserve (Biscay, Spain): Conservation against development?” Science of the Total Environment. Vol. 592, Agosto 2017. https://doi.org/10.1016/j.scitotenv.2017.03.076
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