El sol en nuestra piel, ¿amigo o enemigo?

El sol es responsable de la vida en nuestro planeta gracias a la luz visible y la radiación infrarroja que nos aporta calor, pero también da origen a radiaciones nocivas como los rayos gamma y ultravioletas que son filtrados por la atmosfera terrestre. La capa de ozono absorbe parte de esta radiación, pero parte de ella como los rayos ultravioletas A y B se filtran e inducen daños en la piel al ser humano que incluyen quemaduras solares, pigmentación, formación de arrugas y cáncer. Por eso, es importante en estas fechas, pero también durante todo el año acudir a estrategias como la fotoprotección.

 

La exposición prolongada a los rayos UV también provoca alteraciones del colágeno y la elastina de la piel, entre otras. / Shutterstock.

La exposición prolongada a los rayos UV también provoca alteraciones del colágeno y la elastina de la piel, entre otras. / Shutterstock.

UCC-UCM, 4 de julio de 2024. Las auroras boreales  que recientemente  iluminaron los cielos de España nos han recordado que nuestro planeta Tierra se encuentra cercano a la estrella que le da nombre a nuestro sistema planetario, el sol.

El sol es responsable de la vida en nuestro planeta gracias a la luz visible y la radiación infrarroja que nos aporta calor, pero también da origen a radiaciones nocivas que incluyen los rayos gamma, rayos X y rayos ultravioleta (UV). Excepto los dos primeros, que son filtrados por la atmosfera terrestre –verdadero “escudo” de protección–, la luz visible, los infrarrojos, y la radiación UV llegan a la superficie terrestre. La capa de ozono absorbe parte de los rayos UV, pero otros se filtran e inducen daños al ser humano como quemaduras solares, pigmentación, formación de arrugas y cáncer.

La radiación UV incluye tres tipos diferentes. / Shutterstock.

La radiación UV incluye tres tipos diferentes. / Shutterstock.

Tres tipos de rayos ultravioleta y sus consecuencias

La radiación UV incluye tres tipos diferentes: UV-A (320–400 nm), UV-B (280–320 nm), y UV-C (100–280 nm).  Por sus características, los UV-A penetran más en la piel, seguidos de los UV-B, mientras que los UV-C no llegan a la superficie de la tierra pues son totalmente absorbidos por la atmósfera. Por lo tanto, los principales implicados en la radiación UV que llega a la tierra son los UV-A, con una presencia menor de UV-B. 

Pequeñas cantidades de radiación UV son beneficiosas para la salud y juegan un papel esencial en la producción de vitamina D, pero la exposición prolongada al sol tiene efectos nocivos para la piel.

Factores como la latitud geográfica, la presencia de nubes, la estación, la altitud, el grosor de capa de ozono y el grado de reflejo de las superficies (agua, nieve, etc.) ocasionan variación en el grado de radiación UV que llega a la superficie terrestre y su acción sobre el ser humano.

Pequeñas cantidades de radiación UV son beneficiosas para la salud y juegan un papel esencial en la producción de vitamina D, pero la exposición prolongada al sol tiene efectos nocivos para la piel que pueden ser agudos,  como las quemaduras solares que conducen al bronceado, o acumulativos a lo largo de la vida que pueden condicionar aparición de lesiones oculares (cataratas o degeneración macular), envejecimiento cutáneo, hiperpigmentación, arrugas, fotoalergias y alteraciones del ADN que incrementan el riesgo de ciertos tipos de canceres cutáneos.  La radiación UV está considerada como un carcinógeno y se ha observado que el cáncer de piel está aumentando y la radiación UV es el principal factor causal.

El ADN absorbe directamente los rayos UV-B, lo que desencadena reacciones agudas como el eritema solar, que facilita el bronceado retardado como una reacción cutánea secundaria resultante de la inflamación y la formación de melanina como defensa.

Los rayos UV-A llegan a la superficie de la Tierra y a la piel incluso a través de las nubes y los cristales de las ventanas, de modo que el nivel de radiación es bastante constante durante todo el año, aunque con variaciones estacionales que lo incrementan durante el verano y cuya información puede disponerse en tiempo real en  la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET).

Sol y envejecimiento temprano

La exposición prolongada a los rayos UV también provoca alteraciones del colágeno y la elastina de la piel ocasionando los signos típicos de envejecimiento temprano o foto envejecimiento como la formación de arrugas y manchas que aparece de manera evidente en las zonas más expuestas al sol como cara -incluyendo la piel del cuero cabelludo-, cuello,  escote y manos,  mientras  que el envejecimiento intrínseco o crono envejecimiento se relaciona con la edad y afecta a la piel de todo el cuerpo además de otros órganos.  

Dado que la radiación UV en los humanos es un carcinógeno demostrado al inducir daños en el ADN y mutaciones genéticas, es crucial conocer esta relación para aplicar medidas de prevención del cáncer de piel, tal como sugiere el Código Europeo contra el cáncer,  así como evitar el uso de cabinas de bronceado.

Los efectos nocivos de la radiación UV son acumulativos a lo largo de toda la vida, por lo que el uso de protección solar es una medida de prevención que debe aplicarse desde la infancia.

Los efectos nocivos de la radiación UV son acumulativos a lo largo de toda la vida, por lo que el uso de protección solar es una medida de prevención que debe aplicarse desde la infancia para prevenir el foto envejecimiento y los cánceres cutáneos, con especial atención a las poblaciones vulnerables como los pacientes oncológicos los cuales, además pueden presentar reacciones de fototoxicidad en relación con algunos medicamentos.

La foto protección es la estrategia preventiva principal para disminuir el riesgo de desarrollar cáncer de piel y lograr un envejecimiento saludable, por lo que además de los filtros físicos como sombreros, gafas de sol con filtros UV, sombrillas, etc. el uso de cosméticos con esta función, los denominados filtros solares o filtros UV, son una estrategia que actualmente utilizan millones de personas, especialmente en las sociedades occidentales.

 

La autora de este texto, Emilce Insua, es alumna del Experto en Comunicación Pública, Divulgación de la Ciencia y Asesoramiento Científico de la Universidad Autónoma de Madrid y realiza sus prácticas en la UCC+I de la Universidad Complutense de Madrid.


 

      
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