Resolvemos las dudas más frecuentes sobre las vacunas contra la COVID-19
Hoy, hace justo un año, en muchas oficinas -la nuestra incluida- recogíamos nuestras pertenecías en el trabajo pensando que tardaríamos poco tiempo en volver. A los dos días, el presidente del Gobierno declaraba el estado de alarma, una situación que se prolongó hasta el 20 de junio de 2020. Un año después, y con más de 3 millones de personas infectadas en nuestro país, analizamos con Salvador Iborra, investigador del Departamento de Inmunología, Oftalmología y ORL de la Universidad Complutense de Madrid el hito más esperanzador de estos doce meses, la vacuna. Con él, respondemos a preguntas que la ciudadanía se ha planteado desde que comenzase la vacunación.
Un año después, cerca de cinco millones de personas ya han recibido al menos una dosis en España. / Shutterstock.
S.I./M.M.- ¿Por qué ha sido posible en un solo año el desarrollo de vacunas con alta efectividad?
Como dijo Isaac Newton, los científicos siempre caminamos a hombros de gigantes. Las vacunas se remontan a 1796, cuando Edward Jenner comenzó a inocular el material de una llaga de viruela vacuna, una enfermedad relativamente benigna que padecían las personas que ordeñaban vacas para comprobar su hipótesis: sufrir la viruela vacuna protegía frente a la viruela humana, mortal en uno de cada tres o cuatro casos.
Gracias a numerosos esfuerzos, se ha reducido el tiempo necesario para que hoy se puedan hacer ensayos y probar nuevas tecnologías. Otro factor clave ha sido la liberación urgente de fondos de investigación públicos y privados para la covid19, reduciendo los plazos de meses a días.
La competición entre distintos laboratorios y compañías farmacéuticas para llegar los primeros a la meta también ha jugado un papel importante, así como la combinación de forma simultánea de las fases I y II en ensayos clínicos.
¿Por qué tenemos que confiar en la vacunación? ¿Nos están introduciendo el virus como tal en esas vacunas?
En ausencia de una terapia específica y eficaz para combatir al SARS-CoV-2, tenemos fundamentalmente dos armas para combatirlo: neutralizarlo con anticuerpos cuando está fuera de nuestras células o reconocer las células que se han infectado y eliminarlas. Todas las vacunas aprobadas por la Agencia Europea del Medicamento permiten que nuestro sistema inmunitario fabrique anticuerpos frente a la proteína S (spike), clave para que el SARS-CoV-2 infecte nuestras células, y educan a nuestros linfocitos T para que puedan reconocer a las células infectadas y eliminarlas. Las vacunas son prácticamente inocuas. Ninguna de las vacunas autorizadas por la Unión Europea (UE) contienen ningún tipo de coronavirus, ni vivo, ni desactivado. Sólo las vacunas CoronaVac y Sinopharm, que se están desarrollando en China, emplean esta estrategia.
"Ninguna de las vacunas autorizadas por la Unión Europea contienen ningún tipo de coronavirus, ni vivo ni desactivado"
La seguridad de las vacunas aprobadas por la UE se ha evaluado de forma concienzuda, confirmando además que estimulan el sistema inmunitario en distintas fases en las que se van incrementando progresivamente el número de voluntarios, desde unos pocos (fase I), para después inocular a miles (fase III) con la vacuna o un placebo, en los que además se establecen grupos diferentes (edad, sexo), se valora su eficacia y se intentan encontrar efectos adversos poco frecuentes.
¿Qué tipos de vacunas se administran ahora en España y qué diferencia hay entre cada una de ellas?
Ahora mismo se están administrando tres vacunas: Pfizer, Moderna y AstraZéneca. Las vacunas de Pfizer-BioNTech y Moderna, se basan en un ARN mensajero encapsulado en lípidos para facilitar su entrada en nuestras células. Este ARN es un fragmento de información, del “software” del coronavirus, que el “hardware” de nuestras células interpreta para fabricar una proteína S.
Las tres vacunas que se están administrando ahora mismo. / Elfmoondance.
Las vacunas de Oxford/AstraZeneca y la de Johnson & Johnson -esta última aprobada ayer por la Agencia Europea del Medicamento- emplean una estrategia más clásica. Estas vacunas se basan en adenovirus incapaces de replicarse, de origen humano (Johnson & Johnson) o de chimpancé (AstraZéneca) y que porta la información genética del coronavirus en forma de ADN, una especie de “copia de seguridad” del ARN mensajero. El virus infecta nuestras células sin replicarse y la información que porta se traduce a un ARN mensajero similar al de las vacunas Pfizer y Moderna.
¿La vacuna de AstraZeneca es la “mala”?
En realidad, no hay ninguna mala. La mayor estabilidad del ADN permite que esta vacuna, junto con la de Johnson & Johnson, pueda ser almacenada en una nevera durante varias semanas, mientras que las anteriores requieren un sistema de ultracongelación más costoso y no siempre disponible. De hecho, las vacunas basadas en adenovirus son mucho más baratas. Por otro lado, la vacuna de Johnson & Johnson sólo requiere una dosis, lo que supone una gran ventaja, dados los problemas logísticos y de producción, que a veces dificultan inocular la segunda dosis en el momento oportuno.
Es cierto que parecen tener una menor eficacia que las basadas en ARN, aunque aún se requiere de tiempo para confirmar estas diferencias. La eficacia de la vacuna de Johnson & Johnson está en torno al 72% en la población de EEUU, y se habla de un 70% para AstraZeneca en Europa, frente al 95% de las vacunas de sus competidoras. Pero esta menor eficacia sólo se observa cuando se incluyen los casos de infección leves y moderados. Además, las vacunas de AstraZeneca y Johnson & Johnson llevan cierto retraso con respecto a sus competidoras, por lo que aun se necesita tiempo para confirmar esta menor eficacia.
"Las cuatro vacunas son eficaces para prevenir casos graves y hospitalizaciones"
Las cuatro vacunas son eficaces a la hora de prevenir casos graves y prevenir hospitalizaciones, incluso las causadas por las temidas nuevas variantes británica, sudafricana o brasileña si bien se necesita más tiempo para evaluar dicha eficacia. Incluso si esta fuese reducida, sería relativamente sencillo adaptar las vacunas actuales modificando la información que portan. También parece que las vacunas basadas en adenovirus podrían causar efectos secundarios (fatiga, fiebre, dolor de cabeza, malestar, etc…) un poco más molestos que sus competidoras, sobre todo en personas jóvenes con un sistema inmunitario más “robusto”. Se cree que la menor eficacia y los efectos secundarios de las vacunas basadas en adenovirus pueden estar relacionados con que hayamos sido o no infectados con un adenovirus antes de vacunarnos.
Una enfermera recibe la primera dosis en un centro de salud de Madrid. / Raquel García.
Nuestro sistema inmunitario podría reconocer al adenovirus de la vacuna, reduciendo su inmunogenicidad y su eficacia, siendo esta su principal desventaja. No obstante, no suele ser habitual que sepamos si hemos sufrido o no una infección previa con un adenovirus, por lo que, por lo general, carecemos de un criterio objetivo para rechazar esta vacuna o llamarla “mala”.
¿Se pueden evitar las reacciones que provocan en las siguientes 24/48 horas después de su administración?
Como comentábamos anteriormente, las vacunas pueden causar molestias y efectos secundarios adversos. Estos reflejan que nuestro sistema inmunitario está reaccionando contra un ARN extraño, la proteína S o los diferentes componentes del adenovirus, según el tipo de vacuna. Para evitar estos síntomas, podemos utilizar analgésicos como el paracetamol. El ministerio de Sanidad ha autorizado utilizar una dosis de 1 gramo previa a la vacunación, siguiendo las pautas habituales después de la vacunación hasta la desaparición de los síntomas.
¿Por qué ha sido más fácil desarrollar una vacuna para la COVID-19 en menos de un año que para otros virus como el VIH?
Los patógenos han ido evolucionando y adaptándose a su hospedador de formas muy diferentes, adoptando diversas estrategias que hacen que sea más o menos fácil de erradicarlos mediante una vacuna. En el caso del SARS-CoV-2, vacunar presenta ciertas ventajas: el virus no tiene una tasa de mutación muy elevada, a diferencia del virus de la gripe o del VIH. Esto facilita que pueda ser controlado por anticuerpos que lo neutralicen. Además, el virus no es capaz de causar una infección crónica como el virus del VIH, el virus de la hepatitis C, o como algunas bacterias, como la que causa la tuberculosis.
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