¿Por qué jugamos a la Lotería de Navidad?
Por mucho que la adelante El Corte Inglés, todos sabemos que la Navidad da el pistoletazo de salida cuando los niños y las niñas del colegio de San Ildefonso cantan eso de “cuatro millones de euros”. Inmediatamente, todos miramos nuestra lista, aunque lo más probable es que las cinco cifras del Gordo no estén en ella. A pesar de ello, volveremos a jugar el año que viene y con la misma ilusión al Sorteo de Lotería de Navidad. ¿Por qué? Expertos en Estadística y en Psicología de la Universidad Complutense de Madrid recurren a sus disciplinas en busca de una respuesta.
Una fila de personas ante la administración de lotería de la Puerta del Sol de Madrid. / Barcex.
MARÍA MILÁN | “Dame el décimo que vaya a tocar”, escuchan los loteros a menudo por parte de sus clientes. Otros, sin embargo, van con la decisión muy clara a la administración y piden el número de la fecha de su boda, del nacimiento de su retoño, de la matrícula del coche recién comprado e, incluso, de éxitos deportivos o acontecimientos políticos (de haberlos ese año).
Pero, sentimentalismos aparte, “el número de la matrícula de tu coche tiene las mismas probabilidades de salir que otro”, desmonta Conrado Miguel Manuel García, director del Departamento de Estadística y Ciencia de los Datos de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).
El Sorteo Extraordinario de la Lotería de Navidad puede repartir el próximo 22 de diciembre, de venderse todos los décimos, 2.380 millones de euros en premios y Hacienda recaudará unos 75 millones. Si en tu cartera tienes un décimo del Gordo, te corresponden 400.000 euros.
Más de doscientos años de tradición, la ilusión sigue intacta. El primer sorteo, bajo el nombre de Lotería Moderna, tuvo lugar el 18 de diciembre de 1811 y a finales de siglo, en 1892, se instauraría con el nombre “Sorteo de Navidad”. Los reintegros más agraciados en la historia del premio han sido el 5 (32 veces), 4 y 6 (27 ocasiones cada uno).
El Catedrático de la UCM admite que no pasa un año sin que le pregunten, por su profesión, eso de qué número tiene más probabilidad de tocar. “Si diera por salir un 00024 estaría sin vender. No hay números más probables que otros ni números feos ni bonitos. El más bonito es el que toca. Eso se sabe el día del sorteo”.
Como señala el experto en estadística, este sorteo no es el más generoso de los celebrados a lo largo del año, “pero tiene componentes sociológicos muy importantes y no son cuantificables numéricamente”.
En busca de razones
Según Conrado Miguel, amparándose en la estadística y sin querer desanimar al público, “es poco probable que te toque el Gordo, tendrías que vivir muchas vidas para ello”.
Entonces, ¿por qué jugamos? Antonio Cano Vindel, Catedrático de Psicología de la UCM apunta a varias razones. Por un lado, minoría por suerte, por adicción al juego. “Uno se dice cosas a sí mismo que fomentan las expectativas positivas y suponen autoengaño y premio o refuerzo, a pesar de las pérdidas”, añade.
Pero la mayoría de nosotros jugamos porque no hacemos “un análisis reflexivo, racional, sobre la esperanza matemática del juego, cuya fórmula es probabilidad de acertar multiplicado por lo que ganas, menos probabilidad de perder multiplicado por lo que inviertes, cuyo resultado es negativo, lo que implica que cuanto más juegues es más probable que pierdas más dinero”.
Además, Cano Vindel alude a las razones sociales (como el regalo mutuo o compartir la suerte en grupo) y a la insoportable idea de llegar a la oficina y que todos tengan un premio en sus manos menos tú. No lo pone nada fácil la publicidad, que alimenta la ilusión. Y, por último, el psicólogo apunta a “las creencias erróneas, al "seguro que me va a tocar" y al pensar que los logros personales dependen de la suerte o factores ajenos al propio control”.
Tanto para el agraciado como para el que no, la psicología te prepara para ambos escenarios. En el primero, cabeza fría y tirar de hemeroteca, pues son incontables las vidas arruinadas por una mala gestión de miles de euros. Y al segundo, una dosis de realidad: “confiar en el propio esfuerzo más que en la suerte para poder conseguir los objetivos que nos proponemos”, concluye Cano Vindel.
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