La reconversión industrial más rápida de la historia: zapatos por mascarillas
En plena crisis del COVID-19, los Sistemas Productivos Locales (SPL) del calzado resilientes tras la anterior crisis económica, han sido capaces de reinventarse y transformarse en tiempo récord en “clusters” de fabricación de mascarillas y batas protectoras para sanitarios ante la escasez de estos productos. Rosa Mecha López, investigadora del Grupo de Geografía Económica y Desarrollo Territorial analiza este fenómeno.
Fábricas de calzado han invertido sus esfuerzos en la fabricación de mascarillas. / Polina Tankilevitz.
Cuando hace unos años muchos grupos de investigación geográfica analizamos en profundidad los denominados Sistemas Productivos Locales (SPL), herederos de los distritos industriales italianos, siempre resaltamos como una de sus características su enorme capacidad de adaptación y su flexibilidad productiva. Ahora más que nunca lo estamos viendo en directo. Los principales clusters del calzado de España se han reconvertido en un tiempo contrarreloj en fabricantes de los productos textiles de los que más hablamos estos días: mascarillas y otros productos textiles protectores para sanitarios (batas, calzas…).
Lo que los investigadores denominamos SPL son agrupaciones de empresas pequeñas y medianas (a veces también hay algunas grandes) localizadas en una misma zona geográfica, que están especializadas en la fabricación de un mismo producto. Compiten y colaboran a la vez, repartiéndose entre ellas diferentes partes o fases de la manufactura, e incluso la logística de su distribución. Sus grandes ventajas son la proximidad geográfica entre sí, las relaciones sociales de cercanía, la complementariedad en la cadena de producción entre las empresas fabricantes y todas sus empresas auxiliares muy cercanas en distancia que conforman una red de producción, y la capacidad de adaptación a las coyunturas del mercado (estaciones, moda, tendencias) mediante una producción flexible apoyada en la innovación colaborativa de todo tipo (tecnológica, organizativa, gerencial…).
En España tenemos SPL del calzado, de juguetes, de productos agroalimentarios (vinos, quesos, conservas, embutidos…), de muebles y puertas de madera, de marroquinería… La mayoría se encuentran situados lejos de las grandes ciudades, en zonas rurales, ciudades pequeñas, en pueblos grandes o en varios pueblos pequeños de una misma comarca.
Smart Villages volcados en la cooperación
Los SPL del calzado, resilientes tras la anterior crisis económica, han sido capaces de reinventarse a gran velocidad para cambiar zapatos y zapatillas por la fabricación de mascarillas y batas, gracias a la cercanía de varias empresas auxiliares (proveedores de las diferentes materias primas) en todas estas zonas entre las que podemos destacar Almansa, Fuensalida, Arnedo, Petrer, Elda, Elche, Valverde del Camino, Caravaca o Cehegín. Gracias a las relaciones personales de proximidad de sus trabajadores, directores y gerentes, y gracias a la colaboración de los institutos tecnológicos especializados que apoyan estos clusters y testan y validan sus prototipos y productos (INESCOP, AITEX), y de las asociaciones regionales y provinciales del calzado, conforman lo que se denomina medios innovadores.
En estos SPL todo está cerca, en el mismo espacio local o provincial, o como mucho regional. Pueblos enteros próximos se unen de forma inteligente. Ahora que se habla tanto de Smart Cities, es tiempo de reivindicar los Smart Villages de estas comarcas especializadas que han demostrado una gran eficacia como territorios inteligentes que se unen coordinados contrarreloj para conseguir un mismo objetivo, tan necesario para todos. Ponen al servicio de la sociedad su capacidad organizativa, su know-how, su capacidad de manufactura especializada y la proximidad geográfica de todas sus empresas. Capital humano y cercanía geográfica son hoy una ventaja imbatible.
Tejidos, cordones, forros de calzado, adhesivos, hilos, elásticos, todo se ha adaptado para conformar las diferentes partes de una mascarilla o una bata sanitaria (la Unión Europea ha liberado gratuitamente estándares europeos de mascarillas, guantes y batas para facilitar su fabricación). Las empresas que ahora manufacturan estos productos han adaptado sus equipos para el diseño y fabricación del nuevo producto final.
Cada aparador o aparadora aporta su granito de arena (algunos trabajando desde sus casas ensamblando las diferentes partes ya cortadas con sus propias máquinas de coser) y juntos están llenando playas gracias a la red solidaria que han sido capaces de tejer a contrarreloj. El capital humano no tiene precio. Además de iniciativa, no les falta desde luego innovación e ingenio: una empresa ha conseguido incluso esterilizar con ozono este material. Las empresas logísticas locales ya no se dirigen a los puertos a por containers de mercancías: ahora sirven a los hospitales locales.
El frágil talón de Aquiles de la globalización
Quizás es tiempo de plantearnos una “desglobalización” de ciertos productos en los que España tiene una gran calidad por su know-how manufacturero por la calidad humana de los trabajadores y gerentes de estas empresas localizadas y organizadas en espacios locales.
La pandemia nos ha mostrado el frágil talón de Aquiles de la globalización económica y la descentralización productiva de muchos sectores: la dependencia industrial. Conseguir una industria manufacturera autóctona fuerte, y formar un consumidor concienciado de ello, aunque tenga que pagar un poco más. ¿Qué significa realmente pagar un mayor precio cuando están de por medio los costes medioambientales del traslado de mercancías, la calidad y seguridad o el comercio justo? Esta debería ser una de las lecciones para que en un futuro nuestra dependencia no suponga también una enorme fragilidad, como vemos ahora.
Esperemos que las administraciones, pasada la pandemia del COVID-19, ayuden a mantener el tejido industrial local que necesitamos. Apoyar y generar tejido industrial rural es mantener y crear empleo, supone fomentar la inversión, anima a la innovación y consigue desarrollo territorial. Apoyar los SPL especializados en espacios rurales y ciudades medias siempre será garantía de éxito pues la población vive inmersa en una “atmósfera industrial” difícil de reproducir que no se debería desaprovechar. Parece que la estrategia europea de apoyar la Smart Specialization va por ese buen camino y esperemos que ahora se refuerce.
Los SPL del calzado se han sabido adaptar en tiempo récord a las necesidades de la sociedad en estos momentos difíciles. Pisando fuerte con un buen zapato nacional recorreremos los próximos años de nuestro futuro, siempre agradecidos a estos clusters. La Geografía Económica, Industrial y Rural del mundo post coronavirus cambiará con toda seguridad.
Rosa Mecha es Doctora del Departamento de Geografía, Área de Geografía Humana e investigadora del Grupo de Geografía Económica y Desarrollo Territorial
Oficina de Transferencia de Resultados de Investigación (OTRI)
Universidad Complutense de Madrid
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