Contra candidatos y el proceso electoral: la desinformación que circuló en las elecciones en Estados Unidos
No existe evidencia para sostener que los desórdenes informativos determinaron el resultado de la elección y el triunfo arrollador de Donald Trump, pero sí de que están cambiando la forma en que se desenvuelve la democracia en su momento de máxima expresión. Tras 40 días monitoreando casi un centenar de cuentas de redes sociales antes y durante las elecciones en Estados Unidos, el Observatorio Complutense de Desinformación analiza sus resultados.
La desinformación se vuelve protagonista en los comicios americanos. / Shutterstock.
Madrid, 19 de noviembre de 2024
A partir del seguimiento de 93 cuentas de usuarios, medios de comunicación y canales de difusión en Estados Unidos -muchos de ellos en español- investigadores del Observatorio Complutense de Desinformación identifican bulos, narrativas hostiles y acciones de interferencia en las elecciones norteamericanas.
Durante poco más de 40 días, desde el 24 de septiembre al 5 de noviembre, el equipo de investigación identificó al menos 100 bulos electorales circulando en el ecosistema informativo de Estados Unidos, utilizando conocidas técnicas para la elaboración de contenido desinformador y repitiendo viejas estrategias para deslegitimar a alguno de los candidatos.
Contenido manipulado o fabricado
Por ejemplo, fue común ver videos ralentizados de Kamala Harris hablando en público, con una descripción -muchas veces bilingüe- indicando que la candidata demócrata estaría ebria. Videos como estos se viralizaron en múltiples plataformas, como TikTok, Facebook y X. Este tipo de desinformación se denomina “contenido manipulado”, ya que introduce modificaciones a material genuino con la intención de distorsionar la realidad y engañar.
Otro destinatario común de la desinformación fue el proceso electoral. Con múltiples posts y videos, las redes sociales dieron por cierto que las máquinas de voto electrónico no permitieron votar por un candidato, que inmigrantes ilegales llegaron a votar en masa o que más de 50 personas registraron su domicilio electoral en un convento en Pensilvania, uno de los siete estados indecisos.
En muchos de estos casos, la respuesta a la desinformación no se hizo esperar. Por ejemplo, un video mostraba a una persona abriendo sobres con votos por correo, rompiendo los que marcaron su preferencia por Donald Trump mientras lo insultaba. Cuando el voto era para Kamala Harris, la persona volvía a guardar la papeleta en el sobre. Este tipo de desinformación se denomina “contenido fabricado”, ya que implica la creación de material falso con la intención de engañar. El video fue viralizado entre el 24 y el 26 de octubre, incluyendo una descripción que indicaba que el supuesto fraude habría ocurrido en el condado de Bucks, también en Pensilvania.
El mismo 24 de octubre, la Junta Electoral del condado emitió una declaración bipartidista. “This video is fake”, aseguró el órgano electoral, explicando que los sobres y papeletas no corresponden con el material auténtico que distribuye el condado. Politifact, uno de los principales medios verificadores del país, investigó el caso y determinó que el video es falso, aportando evidencias y entrevistas con fuentes académicas y oficiales. Por su parte, Meta y X añadieron etiquetas en algunos posts redirigiendo al comunicado de la Junta Electoral y explicando que el acceso al contenido será limitado por incumplir las reglas de las plataformas.
Hasta ahora, los estudios que han abordado el impacto de la desinformación en procesos electorales no han demostrado que bulos como estos puedan tener un impacto en la intención de voto. Un artículo publicado en 2023 por la revista académica European View indica que la desinformación tiende a reforzar opiniones y decisiones preexistentes a la exposición a un bulo, incluida la decisión de voto. Sin embargo, ejemplos como estos sí demuestran que la desinformación desdibuja los tradicionales contornos de los procesos electorales, añadiendo nuevas tareas y desafíos.
Así como el Condado de Bucks en Pensilvania tuvo que reaccionar con rapidez ante un bulo circulando en el entorno digital, órganos electorales y medios de comunicación en todo el mundo se enfrentan a la faena de garantizar el correcto funcionamiento del proceso en ecosistemas informativos contaminados.
¿Por qué investigar la desinformación?
Ni la mentira ni la manipulación son un fenómeno nuevo. Al contrario: si seguimos la cronología de las periodistas Julie Posetti y Alice Matthews, nos remontaremos al Imperio Romano, cuando las calumnias fueron un arma de guerra más entre Octavio y Marco Antonio. Con el fin de desacreditarse mutuamente, a partir del año 33 a.C. ambos militares distribuyeron monedas con inscripciones y símbolos propagandísticos por todo el imperio. “La mentira siempre ha sido compañera de la información desde sus inicios”, dijo el periodista y exprofesor de Derecho a la Información Ignacio Bel, describiendo una de las más pretéritas –y menos éticas– formas de hacer política.
Pero las guerras de desinformación de la Antigua Roma son muy diferentes a las que se libran en el siglo XXI. Hoy, las tecnologías proveen a los usuarios de canales de distribución de amplio alcance y de sofisticadas herramientas para confeccionar mensajes, con imágenes, audios y videos que casi no dejan lugar a dudas sobre su autenticidad.
Por otro lado, la desinformación se desenvuelve en un ecosistema digital complejo, compuesto por plataformas de redes sociales que operan a través de algoritmos y sistemas de recomendación automatizados, que seleccionan los contenidos que aparecerán en el feed basándose en los patrones de comportamiento del usuario.
En un contexto electoral, esos patrones de comportamiento transformados en datos son el nuevo insumo de las campañas políticas, con los que se confeccionan mensajes automatizados y personalizados al perfil del votante. Según una reciente publicación sobre el uso de inteligencia artificial y algoritmos en campañas electorales, estas estrategias sobreexplotan información personal con fines de influencia, agitación y propaganda, inaugurando una época de “elecciones de alto riesgo”.
El método del Observatorio Complutense de Desinformación
Esta situación de riesgo es la hipótesis de partida del Observatorio Complutense de Desinformación, y del proyecto que busca identificar cómo se mueven los desórdenes informativos antes, durante y después de unos comicios. Este proyecto, que cuenta con el apoyo del Ministerio de Ciencia e Innovación y de la Agencia Estatal de Investigación de España, ha confeccionado y puesto a prueba una metodología adaptada de la taxonomía FIMI del Servicio Exterior de la Unión Europea para medir las principales características de la desinformación en periodo electoral con parámetros estandarizados.
Además de FIMI, la observación electoral en Estados Unidos aplicó una metodología mixta, combinando técnicas de análisis de redes sociales a cargo de la profesora honorífica del Departamento de Telemática de la Universidad Carlos III, Mariluz Congosto, y un ejercicio de escucha social de medios y canales latinos locales, a cargo de la profesora de Periodismo de la San Diego State University, Lourdes Cueva Chacón.
Si quieres saber más de este trabajo, vuelve a ver este seminario que se llevó a cabo el pasado 7 de noviembre, donde los investigadores que participaron del proceso, desde Madrid, Nueva York y San Diego, contaron su experiencia.
Las autoras de este texto son Catalina Gaete Salgado, periodista y personal investigador en formación del Observatorio Complutense de Desinformación y Loreto Corredoira, profesora titular de Derecho de la Información de la Universidad Complutense de Madrid y co-investigadora principal del Observatorio Complutense de Desinformación.
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