Por qué -a pesar del calor- a tu cerebro le gusta el verano
Una de las partes más sensibles a las altas temperaturas es el cerebro. A partir de los 40º podemos sufrir agotamiento, mareos, náuseas y alteraciones en la memoria, el sueño o la coordinación motora. Pero no todo va a ser negativo, el verano también trae muchos beneficios para nuestro cerebro de la mano de la serotonina y de la vitamina D. Ah, y del mar.
El verano también aporta numerosos beneficios a nuestro organismo, / Shutterstock.
22 de agosto de 2023. Decía Úrsula K. Le Guin que “cuando enciendes una vela, también proyectas una sombra”. Es decir, de todo existen dos polos opuestos, el yin y el yang, y es precisamente esa dicotomía de la que surge el equilibrio
El año pasado ya hablamos de los efectos negativos del calor en el sistema nervioso. Y es que, el tan ansiado periodo estival también trae consigo altas temperaturas. Y eso que los seres humanos tenemos un gran aliado, el hipotálamo, región del cerebro encargada de mantenernos todo el año a una temperatura constante. Pero ni el hipotálamo en su máximo apogeo, es capaz de mantenernos a salvo cuando nuestro cuerpo alcanza temperaturas por encima de los 40ºC.
Evidentemente, una de las partes más sensibles a las altas temperaturas es el cerebro. Es entonces cuando podemos sufrir agotamiento por calor, mareos, náuseas y sudoración excesiva, debido a la pérdida de sales y líquidos. O estrés térmico, que debido a una exposición prolongada al calor altera la función cerebral disminuyendo el estado de alerta, la memoria o la coordinación motora. Por no hablar de las alteraciones del sueño, que además de cansancio y somnolencia diurna nos deleita con un maravilloso estado de irritabilidad. En el peor de los casos podemos sufrir un golpe de calor y aquí la cosa ya se pone seria.
En resumen, la termorregulación es fundamental para el correcto funcionamiento del sistema nervioso. La exposición prolongada a temperaturas muy elevadas pone en riesgo, por tanto, la salud neurológica.
Este es el yin del verano. Pero, ¿hay yang? ¿hay algo positivo en la llegada de los meses cálidos? Tiene que haberlo, si no, no habría equilibrio. El verano aporta numerosos beneficios a nuestro organismo, y todo lo que sea bueno para el cuerpo es bueno para el cerebro.
Más animados con el aumento de la serotonina
El verano trae más horas de luz y eso significa mayor producción de serotonina, el neurotransmisor que permite que determinadas neuronas se comuniquen entre ellas. El resultado de esa comunicación es muy variado, puesto que la producción de serotonina influye en los estados de ánimo, el aprendizaje, la memoria, la regulación de la temperatura corporal, el sueño, el comportamiento sexual o el hambre. Con esta variedad de funciones es lógico pensar que niveles anómalos de este neurotransmisor pueda provocar alteraciones.
Por ejemplo, bajos niveles de serotonina se asocian con depresión, ansiedad, problemas para dormir, trastorno obsesivo-compulsivo, esquizofrenia o distintas fobias. Cuando los niveles de serotonina son altos encontramos temblores, sudoración excesiva, confusión, inquietud, presión arterial elevada o espasmos.
Por eso, quedémonos con las palabras de Aristóteles: “en el término medio está la virtud”. Y es que la serotonina, en su justa medida, influye positivamente en nuestro estado de ánimo. Aquí es donde entra en juego el verano, puesto que la luz solar promueve la unión de la serotonina -como si fuera una llave- con su receptor 5-HT1A (la cerradura) en las regiones cerebrales que controlan las emociones. De esta manera, la serotonina mejora nuestro estado de ánimo. No en vano la serotonina es una de las llamadas “moléculas de la felicidad”.
Tomar el sol (con precaución) también beneficia al cerebro
Pero no sólo de serotonina vive el ser humano, porque la luz solar también tiene otros beneficios. Por ejemplo, estimula la producción de vitamina D, la cual tiene numerosas propiedades, entre otras, que mejora la salud neuronal y previene las enfermedades neurodegenerativas. Cuando la luz solar incide sobre nuestra piel, los queratinocitos (las células más abundantes de la epidermis) producen vitamina D, necesaria para el correcto funcionamiento del cerebro. Y como al final todo está relacionado, la vitamina D generada en la piel por acción de la luz solar, también aumenta los niveles del precursor y transportador de serotonina. O, dicho de otra manera, la vitamina D también promueve la formación de serotonina.
En este punto es conveniente recordar dos cosas. La primera, que para que la piel produzca vitamina D es necesario tomar el sol directamente, es decir, si estamos en casa con la ventana cerrada, la luz no estimulará su producción. En segundo lugar, aunque el uso de cremas solares disminuye la producción de vitamina D, tomar el sol sin protección promueve la aparición de cáncer de piel. Recordemos que para estimular la producción de vitamina D, con 15 minutos es suficiente.
Cercanía al mar, garantía de felicidad
Otra de las alegrías que nos trae el verano son las piscinas y el mar, y con ello la natación. Esta completa actividad no solo nos aporta beneficios físicos sino también mentales. La natación mejora nuestra salud mental, contribuyendo a luchar contra el estrés oxidativo y los radicales libres, estimulando nuestro sistema inmunitario y mejorando nuestra capacidad cognitiva y la memoria.
Si nadar es bueno, imagínense hacerlo en el mar. Y es que el mar también es beneficioso para nuestro organismo. Tiene efectos positivos sobre nuestro sistema inmunitario, el corazón, la circulación sanguínea y el estado de ánimo. El mar es sinónimo de vacaciones, pero no sólo para nuestro cuerpo. En las grandes ciudades vivimos rodeados de un caos de estímulos que sobreestimulan nuestro cerebro.
Sin embargo, pasar tiempo cerca del océano puede ayudarnos a relajarnos y a reducir los niveles de estrés y ansiedad. El sonido de las olas, la brisa marina y el color del mar tienen un efecto relajante que disminuye los niveles de cortisol y la actividad nerviosa simpática. Estar junto al mar aumenta la secreción de serotonina y endorfinas que producen sensación de felicidad y tranquilidad.
En resumen, a nuestro cerebro le gusta el verano, también quizá porque promueve la conexión social que aporta enormes beneficios a nuestra salud mental.
Aún queda verano por delante, así que como dice la canción “Let the sun shine, let the sun shine in, the sun shine in...”
José Ángel Morales, el autor de este texto, es Doctor en Neurobiología e investigador del Departamento de Biología Celular de la Universidad Complutense de Madrid.
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