La Ciencia como sector de referencia de un momento político esperanzador
El miércoles 6 de junio saltaba la sorpresa. El nuevo gobierno tendría Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades y a su frente iba a estar el famoso astronauta Pedro Duque. Pero no se trata solo de un astronauta, sino de un brillante ingeniero aeronáutico, con experiencia en dirección de empresas y en gestión dentro de la Agencia Europea del Espacio. Las expectativas que está creando el nuevo ministro son muy altas. Y es que venimos de una situación muy muy mala, casi insostenible.
El recién nombrado ministro de Ciencia, Innovación y Universidades, Pedro Duque, con la cartera ministerial. / La Moncloa- Gobierno de España.
¿Se acordaría Pedro Sánchez de la ciencia? Tan pronto como el líder socialista salió elegido presidente del gobierno, la esperanza se instaló en la comunidad científica española. Han sido unos años especialmente duros para la ciencia en España. Mientras los gobiernos europeos potenciaban el sector como motor de la recuperación tras la crisis, el gobierno de Rajoy ignoraba el potencial de la ciencia y la iba asfixiando poco a poco mediante recortes directos, retraso y eliminación de convocatorias, o sustituyendo subvenciones directas por convocatorias de créditos blandos que luego se quedaban desiertas.
Los números son apabullantes, con unos 3,000 investigadores que han emigrado en los últimos ocho años, con centenares de proyectos científicos abandonados y una proyección internacional muy disminuida. La inversión pública en I+D entre 2009 y 2016 ha sufrido un descenso del 12,6%, mientras que la media de la UE es un aumento del 17,5%. El balance de la inversión privada es todavía peor. Y Europa ya no lidera el mundo en este aspecto, sino que se está quedando retrasada.
La crisis de las universidades, auténticos viveros del conocimiento, es igual de profunda. Obligadas a ser más rentables económicamente, se ven arrojadas a un modelo de academias para la educación superior, acosadas por una burocracia en serio aumento.
Así como hay especies que son muy sensibles a su entorno y capaces de indicar el nivel de degradación o el buen estado de un ecosistema (son los llamados bioindicadores), la ciencia es un sector muy sensible al momento y evolución de nuestro país, y lleva tiempo indicando un nivel de degradación muy grave.
Pero el miércoles 6 de junio saltaba la sorpresa. El nuevo gobierno tendría Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades y a su frente iba a estar el famoso astronauta Pedro Duque. Pero no se trata solo de un astronauta, sino de un brillante ingeniero aeronáutico, con experiencia en dirección de empresas y en gestión dentro de la Agencia Europea del Espacio. Una persona polivalente, con un gran conocimiento del área y con un valor y determinación más que demostrados. Sin duda una gran elección. El nuevo ministro no deja lugar a la duda con frases como “La ciencia, cuando las cosas se hacen bien, es lo más rentable para cualquier país”, “Si alguien en España no sobra, es precisamente un científico” o “si no hay ciencia no hay progreso”.
Las expectativas que está creando el nuevo ministro son muy altas. Y es que venimos de una situación muy muy mala, casi insostenible. Recordemos que la anterior Secretaria de Estado, Carmen Vela, intentó convencernos mediante una carta a la revista Nature en el verano de 2012, de que los recortes en I+D podían verse como una oportunidad para mejorar el sistema científico español. Así, Carmen Vela defendió una reducción en los contratos Ramón y Cajal a cambio de mejores condiciones. ¡Pero si la reducción realmente conllevara una mejora, la desaparición del programa supondría una mejora infinita! Varias convocatorias tanto de becas como de subvenciones se han quedado estos años varias semanas e incluso meses a la espera de la resolución definitiva, que es la que permite que los recursos empiecen a utilizarse. Excelencia sí, pero reducida a casos aislados y sin un fondo de buena ciencia que es de donde realmente sale la excelencia.
El maltrato del anterior gobierno a la ciencia era reflejo de algo mucho más serio y más profundo si cabe. Una idiosincrasia que acepta la mediocridad interna y por lo tanto la dependencia externa. Un país de servicios convertido en parque de atracciones para el turismo. La frase de Bismarck lo dice todo: “España es el país más fuerte del mundo: los españoles llevan siglos intentando destruirlo y no lo han conseguido”.
Se había instalado una desesperanza en los científicos españoles que nos llevaba a aceptarlo todo. No me explico cómo no ha habido más manifestaciones, más protestas, más rebeldía. Ahora tenemos la oportunidad, hay esperanza, y debemos apoyar cualquier medida, cualquier iniciativa, cualquier gesto, pues el nuevo ministerio no lo va a tener nada fácil. El modelo de país está en juego, y puede ser la última oportunidad para evitar un cambio desastroso cuya repercusión se extienda muchos años. El estado de la ciencia dentro de unos años nos indicará si lo hemos logrado.
Jesús Gallego Maestro es catedrático de Astrofísica, investigador de la Universidad Complutense y subdirector de Calidad e Innovación de la Fundación General UCM.
Oficina de Transferencia de Resultados de Investigación (OTRI)
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