“En este libro de microrrelatos se integran ciencia, diversión, didáctica y divulgación”

Durante aproximadamente un mes al año, el equipo de investigación liderado por Jorge O. Cáceres de la Universidad Complutense y Jesús Anzano de la Universidad de Zaragoza, traslada su conocimiento científico, material, esfuerzo y madrugones a miles de kilómetros de sus respectivos laboratorios. La Antártida se convierte en el entorno de trabajo de decenas de investigadores e investigadoras de la Campaña Antártica Española. Esta acaba de finalizar y entre los proyectos que se desarrollaron está el de este grupo de investigadores, cuyos resultados sobre aerosoles atmosféricos analizamos con el investigador de la facultad de Ciencias Químicas de la UCM.

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Recreación en 3D de Marte, uno de los escenarios de El Mensaje Darwin. / Driver Photographer.
Recreación en 3D de Marte, uno de los escenarios de El Mensaje Darwin. / Driver Photographer.

MARÍA MILÁN, 12 de marzo de 2019 | Anna es una joven y exitosa científica que está a punto de descubrir algo que cambiará la historia de la humanidad. Pero también es una persona de carne y hueso con sus miedos, ilusiones, inseguridades y sentimientos encontrados.

“Me gusta vincular lo humano y lo científico”, reconoce Jesús Martínez Frías, “padre” de Anna, la protagonista de “El Mensaje Darwin”. Científico y divulgador de pies a cabeza, este autor presenta una novedosa forma de narrar ciencia “real y auténtica”, como él dice. “Mi idea es hacer divulgación científica a través del microrrelato, pequeños textos que tienen consistencia en sí mismos, y aunque no terminan y te da pie a seguir leyendo para ver qué pasa, lo hacen sin necesidad de cortar el libro”.

En total, sesenta y dos microrrelatos integran la obra. ¿Por qué ese número? “Surgió así”. ¿Y por qué Darwin en su título? “La historia se llama el Mensaje Darwin porque tiene que ver con la evolución y porque es un mensaje que ha dejado atrapado en rocas y minerales una supuesta civilización extraterrestre”, explica el investigador del departamento de Dinámica Terrestre y Observación de la Tierra del Instituto de Geociencias (UCM-CSIC).

Los cráteres de la Luna, Marte, la Tierra y un asteroide que comparten no solo el nombre de Darwin, también una composición mineralógica que, para sorpresa de muchos, también está en los diminutos cristales del cerebro humano. Unos cristales de magnetita reales “que en el ser humano todavía no se sabe qué hacen. Yo juego con la ficción para activarlos y producir un cambio evolutivo”.

A El Mensaje Darwin, avanza el geólogo, le espera una segunda parte porque la intención es la de crear una trilogía de esta historia. Mientras, este primer tomo ya cosecha sus frutos. Martínez Frías asegura que han contactado con él profesores de instituto que lo quieren utilizar como herramienta académica porque es una forma lúdica de enseñar la ciencia real (astrobiología, mineralogía o geología planetaria) que alberga la historia a los adolescentes. Incluso, y por qué no, “imagínate hecho película. Yo creo que la historia da juego”, anhela ilusionado.

Científicos pero, primero, humanos

Portada del libro. / UCM.
Portada del libro. / UCM.

El cóctel científico-humano de la historia está encarnado en Anna: geóloga planetaria instalada en la estación humana Sagan en Marte que echa de menos (entre otras muchas cosas) el café de la Tierra y a la que le desespera (como a toda la generación millenial) perder la conexión y que David, su pareja, no conteste sus mensajes. Llevaba ya semanas en el planeta rojo y la soledad era cada vez más insoportable, manifiesta la protagonista en los primeros microrrelatos.

“Cualquiera que haya estado solo en la Antártida o en el desierto se da cuenta de esa relación. Anna vincula que al igual que Marte tuvo la transformación planetaria, ella también se siente así”, explica el autor. Conforme los pequeños relatos avanzan, el lector comprueba cómo Anna va cambiando sus sensaciones y hasta su forma de estar en el mundo, todo ello relacionado con el descubrimiento que hace en el cráter Darwin.

A su vuelta a la Tierra, acontecen sucesos inesperados que ceden el protagonismo a David, biólogo y pareja científico-sentimental de Anna. En la última parte del libro se dejan entrever los conceptos a los que se enfrenta la ciencia a diario, desde los intereses políticos ante los descubrimientos hasta cuestiones de geoética y bioética en las que Martínez Frías intenta concienciar de que “no se pueden aplicar los mismos protocolos para microorganismos, la Luna o Marte, hay que respetar el ambiente en el que estás trabajando y no cometer los errores que aquí en la Tierra”. Por eso, aparecen en el relato técnicas no invasivas y respetuosas con las muestras de los diferentes cráteres darwiniano.

Jesús Martínez Frías. / J.M.F
Jesús Martínez Frías. / J.M.F.

Además, al ameno relato de una historia que mantiene la intriga hasta el final le acompaña el prólogo de un invitado de excepción: el escritor Javier Sierra, Premio Planeta 2017. Martínez Frías confiesa que fue a través de Twitter donde se empezaron a seguir y de ahí surgió esta colaboración. Y es que ni las redes sociales se escapan a su pasión por divulgar, y en ellas destaca por su perfil activo.

En el amplio currículum de este investigador no parece haber tiempo para apuntarse a nuevas aventuras, pero siempre lo encuentra, siempre con el apoyo de su comprensiva familia. ¿Su truco? “En este libro se integra ciencia, diversión, didáctica y divulgación. Esa es la cuestión, hacer muchas cosas que complementen y estén relacionadas entre ellas. . Y, por supuesto que tengo pasión por lo que hago, y tendré 80 años y me seguirá gustando como cuando tenía 25. El día que deje de tener esta hiperactividad moriré”, bromea. Larga vida a la divulgación y a su evolución.

 

Referencia bibliográfica: Jesús Martínez Frías. “El Mensaje Darwin”.Editorial Kinnamon. 2018.


 

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