La orquesta Sinfónica de la UCM como laboratorio de técnica y emoción
24 jul 2019 - 11:18 CET
Roberto Orellana / Foto: Nacho Calonge
Confrontar a los futuros directores de orquesta con sus jóvenes intérpretes. Crear un espacio de reflexión en el que los músicos puedan conocer el lenguaje del director y que el director pueda conocer el lenguaje y dinámicas de trabajo de la orquesta. Esta es la propuesta de José Sanchís, director artístico y musical de la Orquesta Sinfónica de la Universidad Complutense de Madrid (OSUCM) y del Taller de dirección e interpretación orquestal, que se desarrolla a lo largo de la última semana de los cursos.
Desde 2013, Sanchís mantiene su propósito de crear un laboratorio de innovación que mezcle la esencia del cuerpo de la orquesta con el director: “Se enfrentan para que conozcan la esencia de las dos partes”, afirmó Sanchís. En esta sexta edición, el cuerpo orquestal está formado por doce violines, dos violas, dos contrabajos y dos chelos que ensayan obras de compositores como Jean Sibelius o Boccherini.
Junto a los músicos, también asisten al curso alumnos para formarse como directores de orquesta. Entre ellos, Alejandro Morán: “Yo empecé a dirigir cuando estudié la carrera (composición y violín) en Oviedo, a cinco o seis personas, para estrenar alguna obra mía”, recuerda Alejandro sobre el interés en dirección que le ha llevado a asistir a las cinco últimas ediciones de este curso. El estudiante ovetense es uno de los cuatro alumnos que tendrán la oportunidad de dirigir una obra en el concierto de clausura en el Teatro Real Coliseo de Carlos III, el próximo día 25 de julio.
De forma similar, el atractivo del taller llama la atención a personas en escenarios laborales alejados de la orquesta, incluso sin haber estudiado la carrera de dirección. “En mi primera experiencia pasé de cero a conducir una orquesta de cuarenta músicos. Sudé la gota gorda”, comenta Jorge de Lellis sobre su experiencia en el taller del año pasado. Como compositor de música de juegos de casinos, el estudiante de 47 años, quiere conducir sus propias obras en un estudio de grabación. Esta es la razón por la que vuelve al curso ya que “necesito aprender a comunicar al músico. Soy compositor, escribo como quiero, pero al violín hay que hablarle con todos los matices que el violinista necesita”, apunta Jorge.
Los ensayos, lugar de reflexión
Por delante, dos días de ensayos en los que se perfeccionan, tanto alumnos como partituras, de cara al concierto: “Deja de ser un trabajo de estudio para convertirse en algo muy emocional”, remarca Sanchís, director del OSUCM. De esta forman, según él mismo, “el trabajo integrado a una disciplina, a un grupo, buscando características como ciertos sonidos” desemboca en un escenario de experimentación, encuentro y aprendizaje para todos los alumnos.
“Lo complicado es interpretar lo que el director quiere. Hay cosas que no salen porque no te las sabes, pero esto lo he aprendido y no sabía que podía aprenderlo”, ejemplifica Pedro López, uno de los violines de la orquesta. Son estudiantes como María de Frutos y Alejandro Morán, violinistas y también alumnos de dirección orquestal, los que materializan la apuesta del curso de Sanchís. Así, dentro de esta interacción, Morán, desde su punto de vista como director, señala: “Yo tengo claro como quiero que suene; la cuestión es que con mi gesto ellos entiendan lo que quiero y lo hagan, o como ayudarles a conseguir lo que yo quiero”.
La emoción del público
Tras el ecuador del taller y varios días conociendo el lenguaje de la partitura, esto “va a permitir crear una emoción”, explica Sanchís: “El lenguaje musical es muy abstracto, al final son manchas que hay que codificar. Cuando montas el puzle aparece la coherencia y la imagen que es la que transmite la emoción”.
Es por esto por lo que el director entiende la música como una historia que “nace, se desarrolla, no muere pero sí finaliza”. Una narración que, insiste Sanchís, debe ser acercada al público, ya que “no tienen por qué conocer el lenguaje musical pero sí que perciben esa parte sensorial”. Sin embargo el director advierte: “Si no sabes caminar no vas a poder correr. Cuando tenemos las bases de las piezas pasamos a la profundidad musical, a la parte emotiva”.