La Mujer en la Historia de las Artes Escénicas
Vittoria Archilei, una de las primeras cantantes de virtuosismo vocal en el Universo de las Fiestas Mediceas, como Armonia, diseño de Buontalenti.
Universo de las Fiestas Mediceas.
Archilei como Armonía. Diseño para el Intermezzo La Pellegrina (1589) de Bernardo Buontalenti, en el marco de las celebraciones del matrimonio de Fernando de Medici y Cristina de Lorena.
Vittoria Concarini, Archilei por matrimonio, conocida como la Romanina. 1550 o 1560-1620 o 1625.
Casada en 1578, con el músico Antonio Archilei, compositor, cantante, laudista, que sirvió durante muchos años con el cardenal Alessandro Sforza y, posteriormente, con el también cardenal Fernando de Medici. Con él se le localiza en Florencia en el año 1584, para colaborar en las fiestas de la corte con motivo del matrimonio de Eleonora de' Medici y el príncipe heredero Vincenzo Gonzaga.
Instalada definitivamente en Florencia hacia 1587, junto a su marido participaron en los eventos musicales que tuvieron lugar dos años más tarde con motivo de la boda de Fernando I de Medici con Cristina de Lorena, entre ellos en los Intermedios o Intermezzi de La Pellegrina, de Girolamo Bargagli, G.B Strozzi, Ottavio Rinuccini, música de Cristofano Malvezzi, Luca Marenzio, Jacopo Peri, Giulio Caccini, Emilio de’ Cavalieri y Giovanni Bardi.
Archilei volvió a aparecer en el sexto y último intermedio cantando el O che nuovo milagro, con texto de Laura Guidiccioni y música de Cavalieri.
Precisamente, de su participación en los Intermezzi, se dijo que desempeñó el papel de Armonía como "una mujer vestida de ángel, que disfrazada de ángel cantaba tan sonoramente y con hermosos números que a todos dejó asombrados".
Hacia 1610 su fama comenzó a decaer, eclipsada por la habilidad de Adriana Basile.
Sobre el valor de esta artista, cuyo nombre acompaña el nacimiento del canto monódico, tenemos los testimonios de contemporáneos que exaltan la belleza de su voz, su gusto musical, el virtuosismo técnico capaz de encantar a los conocedores más refinados. De ella igualmente se supo que: "Aunque no era hermosa, porque cantaba con arte y tenía buena voz, los grandes duques de Toscana la mantuvieron a su servicio y la trataron muy bien durante todo el tiempo".
Aunque la historia no nos ha legado ninguna actitud de diva arrogante como tal, quizás con ella se asista al nacimiento de la "prima donna", donde la canción monódica se eleva por encima de las demás voces y cautiva la atención del oyente con su belleza, una voz que transmite los impulsos de una personalidad única e irrepetible, una voz que cautiva, que es árbitro de un virtuosismo o de una particular inflexión del canto, una voz que fácilmente emprende vuelo hacia la fama.
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