Descubiertas las evidencias más antiguas de asentamiento de los primeros humanos modernos en el centro peninsular
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Un grupo de científicos liderados por Adrián Pablos, de la Facultad de Ciencias Geológicas de la Universidad Complutense y Nohemi Sala, del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana, dan a conocer las primeras evidencias de Homo sapienstras la desaparición de los neandertales en la región tras nuevas excavaciones en el yacimiento de la Malia, un abrigo rocoso localizado en una pequeña localidad de la provincia de Guadalajara llamada Tamajón
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Los resultados de este estudio han sido publicados en la revista Science Advances
Madrid, 27 de junio de 2024.- Uno de los periodos de la prehistoria más fascinantes es el momento de transición entre la desaparición de los neandertales y la colonización del territorio por parte de los primeros humanos modernos (Homo sapiens), conocidos coloquialmente como cromañones. En algunas regiones de Eurasia se ha podido documentar la coexistencia en el tiempo y el espacio de estas dos humanidades, en cambio, en otros lugares, parece que hubo un hiato, es decir, un periodo en el que ningún ser humano ocupó el territorio, una tierra de nadie. Los factores que determinaron ambos escenarios probablemente los marcaron la disponibilidad de recursos, condicionada por factores climáticos, o la presencia de barreras geográficas o ecológicas.
La península ibérica es una región clave en evolución humana, por encontrarse en el extremo suroccidental del territorio europeo, que funcionó como refugio para las poblaciones paleolíticas. No obstante, su diversidad orográfica y ecológica seguramente determinó que el poblamiento fuese desigual. Iberia contiene un rico registro arqueológico en este periodo crucial de la prehistoria y cuenta con numerosos yacimientos correspondientes con los primeros milenios de ocupación de humanos modernos, especialmente en la cornisa cantábrica pero también con algunos registros en las costas atlántica y mediterránea. Esta humanidad empleaba un tipo de tecnología lítica, encuadrada en el Paleolítico superior, que denominamos Auriñaciense, que se desarrolló en Europa aproximadamente entre los 40.000 a los 30.000 años de antigüedad.
El panorama en el centro peninsular contrasta radicalmente con las regiones costeras ya que, hasta ahora, no se había recuperado una sola evidencia de presencia humana desde que los neandertales migraran a la costa hace 42.000 años hasta los primeros registros del Paleolítico superior hace 27.000 años, encuadrado ya en un periodo cronocultural más moderno que denominamos Gravetiense. Por tanto, se consideraba que durante aproximadamente 15.000 años el centro peninsular fue un lugar inhóspito e inhabitable para las primeras poblaciones de Homo sapiens que utilizaban la cultura Auriñaciense. Este periodo coincide con un momento de una fuerte inestabilidad climática, caracterizada por rápidas oscilaciones que derivaron en un enfriamiento paulatino cada vez más acusado. El centro peninsular se caracteriza por poseer dos mesetas, es decir, terrenos planos con una elevada altitud, divididas por las montañas del Sistema Central.
Hasta ahora, se había considerado que las condiciones climáticas de este periodo crítico, unido a la orografía del territorio del interior peninsular, habían supuesto una especie de barrera ecológica para las poblaciones auriñacienses. Durante los últimos años, nuevas prospecciones del terreno y excavaciones en diferentes enclaves del interior peninsular han desafiado esta hipótesis, proponiendo modelos alternativos de colonización del territorio del interior peninsular. Esta búsqueda ha dado sus frutos en el yacimiento de la Malia, un abrigo rocoso localizado en una pequeña localidad de la provincia de Guadalajara llamada Tamajón.
El abrigo de la Malia fue descubierto en 2017 durante una prospección y, desde que comenzaran las excavaciones en 2018, se han recuperado año tras año, numerosas evidencias de presencia humana, tales como herramientas líticas, o restos de animales con marcas de corte producidos por cuchillos de piedra en dos niveles estratigráficos diferentes. El análisis de los conjuntos líticos del nivel inferior y, por tanto, más antiguo, y la datación directa de restos óseos con modificaciones indudablemente antrópicas, han proporcionado una edad comprendida entre los 36.000 y los 31.000 años, correspondiente al Auriñaciense. El nivel superior ha arrojado una edad más moderna comprendida principalmente entre los 27.000 y 25.000 años de antigüedad. Esto sugiere repetidos asentamientos en este territorio a lo largo del Paleolítico superior.
El hallazgo de este yacimiento no sólo ha llenado un vacío en el registro arqueológico de la región, sino que además ha permitido rastrear cómo fueron las condiciones climáticas en ese momento y lugar. Los resultados obtenidos a partir del estudio de los sedimentos, la asociación de microvertebrados, el análisis paleobotánico a través los granos de polen y los carbones y los estudios de los isótopos estables en fósiles de ungulados, coinciden en detectar un cambio en el clima entre las dos unidades. Este cambio viene marcado por una tendencia hacia condiciones más frías y áridas, que produjo que los ambientes fuesen cada vez más abiertos, es decir, con menos bosques, y con menor disponibilidad de agua. Sin embargo, este cambio no parece haber afectado las estrategias de subsistencia de los humanos que ocuparon este abrigo rocoso, ya que se observa el mismo tipo de consumo de presas en ambos niveles.
Estos hallazgos revelan la capacidad de los primeros pobladores de nuestra especie para colonizar regiones hasta ahora consideradas inhabitables, reabriendo así el debate sobre la dinámica poblacional del Paleolítico superior inicial en el suroeste de Europa. Los resultados de este estudio han sido publicados en la revista Science Advances, y ha participado un nutrido grupo de científicos de numerosas instituciones* nacionales e internacionales, liderados por Nohemi Sala y Adrián Pablos, del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana y la Universidad Complutense de Madrid, respectivamente.
Las excavaciones en las cuevas de Tamajón han sido posibles gracias a la financiación de la Junta de Comunidades de Castilla la Mancha a través de convocatorias anuales para la excavación e investigación de patrimonio Arqueológico y Paleontológico; el CENIEH; y ha contado con el apoyo del ayuntamiento de Tamajón y el G.E. Abismo. Esta investigación también ha sido posible gracias a la financiación del Consejo Europeo de Investigación (nº 805478, 949330 y 881299). Con la colaboración de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT) – Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades.
https://doi.org/10.1126/sciadv.ado3807
*En este trabajo han participado investigadores de 21 instituciones, algunas de ellas nacionales tales como: Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana-CENIEH, Burgos; Centro Mixto UCM-ISCIII de Evolución y Comportamiento Humanos, Madrid; Universidad Complutense de Madrid; Universidad de Alcalá, Alcalá de Henares; Universidad del País Vasco; Instituto de Arqueología-Mérida (CSIC-Junta de Extremadura); Institut Català de Paleoecologia Humana i Evolución Social, Tarragona; Estación paleontológica Valle del río Fardes, Instituto Geológico y Minero de España, Madrid; Instituto de Ciencias del Patrimonio (CSIC), Santiago de Compostela; Universidad de Murcia, Murcia; Universidad de Zaragoza, Zaragoza; Universidad de Cantabria, Santander; Universidad de Salamanca, Salamanca y la Universidad de Sevilla, Sevilla. Instituciones internacionales: University of Adelaide, Adelaide; Australian Research Centre for Human Evolution, Griffith University; La Trobe University, Melbourne y la University of Queensland, Brisbaneen en Australia. Universidad de La Sapienza en Roma, Italia. Universidad de Cambridge, en Reino Unido.
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