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El Jardín de las Delicias


Autor: El Bosco (Jheronimus van Aken)

Cronología: 1490-1500

Procedencia: Bruselas

Lugar de conservación: Museo Nacional del Prado (Madrid)

 

Se trata de una pintura al óleo con un estilo singular dentro del arte flamenco, a caballo entre el gótico y los inicios del renacimiento, pero a la vez propio y muy único del Bosco. Con un gran gusto por el trabajo del paisaje, una enorme cantidad de elementos cargados de simbolismo, y una fuerte crítica moral. En el primer panel nos encontramos con el Paraíso o el jardín del Edén. En este aparece Dios, con una iconografía muy parecida a la de Cristo presentando a Eva a Adán. También hay una gran cantidad de fauna, con unas proporciones generalmente pequeñas y un carácter más o menos amable y no tan grotesco como en los siguientes paneles. A estos los acompaña una gran cantidad de vegetación formada sobre todo por árboles. Entre estos destaca el drago canario, el cual ha suscitado muchas teorías sobre su significado. La más aceptada sería que se trata de una iconografía propia del Bosco para el árbol del Bien y del Mal; sin embargo, algunos estudiosos consideran que el drago, al ser tripartito, representaría la Trinidad, mientras que la palmera, que se encuentra en un plano más alejado, sería el árbol del Bien y del Mal al tener enroscada a una serpiente.

El panel central, por su parte, se puede interpretar como el falso paraíso, el paraíso terrenal, donde los hombres son arrastrados al pecado lo que les condenará para toda la eternidad. La escena, cargada de un complejo simbolismo, está repleto de figuras humanas dejándose llevar por su lujuria. A estos los acompañan animales de tamaños exagerados que participan o les conducen hacia el pecado. Nuevamente la vegetación abunda, con numerosos árboles y, en esta ocasión, gran cantidad de frutas apetitosas y perecederas. Estas, junto a las arquitecturas que se van resquebrajando, hablan de lo efímero y vacío del placer terrenal. Finalmente, el último panel representa el infierno. Aquí los pecadores son torturados por sus actos en vida. La pintura muestra montones de personas sufriendo castigos, en muchos casos relacionados con sus pecados. Nuevamente los animales están presentes, esta vez de aspecto monstruoso y diabólico, participando en las torturas realizadas a los pecadores. La vegetación, ahora muy escasa, se encuentra marchita, sin hojas o con hojas mustias, o incluso en llamas, mostrando la decadencia y la ruptura con el Paraíso. El infierno está lleno del humo de los incendios, de arquitecturas derruidas y de instrumentos musicales, pues la música se podía asociar al libertinaje.

El Bosco utiliza la sátira y la crítica para ilustrar la corriente de moral religiosa del milenarismo que se había extendido por Europa, y reprochar las actitudes y el espíritu poco devoto que proponía el carpe diem. Para esto contrapone la imagen del Paraíso con la del infierno, mostrando la decadencia desde la virtud al pecado en el panel central y finalmente mostrando las consecuencias y el castigo con el último. Esta degeneración la ilustra también mediante la naturaleza, la cual pasa de ser frondosa y amable, a grotesca y efímera para acabar siendo totalmente horripilante y marchita.

 

Bibliografía

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VILA, Margarita (2011): "Orígenes medievales de las representaciones barrocas del infierno y el paraíso", En: Entre cielos e infiernos: memoria del V Encuentro Internacional sobre Barroco, pp. 63-74.