Las redes sociales han propiciado la aparición y difusión de noticias falsas. La circulación de los bulos o “fake news” cubre una temática muy amplia que afecta también a la información sobre el lenguaje o las lenguas. La responsabilidad como consumidores, o productores, del contenido veraz de una información que nos llega y que difundimos, se ha visto mermada en muchos casos por la falta de criterio, la anteposición de reconocimiento social (que en muchos casos se traduce en “likes”), el mero desinterés, o por diferentes sesgos cognitivos, que por ejemplo nos hacen considerar verdadero aquello que va en la línea de nuestras creencias (Kahneman y Tversky, 1972).

La corriente de desinformación que se genera trae consigo multitud consecuencias negativas tanto para el individuo, como para el conjunto de la sociedad, que se pueden dividir en dos grandes grupos: Por un lado, la propia difusión de contenido falso, y por otro lado, la suspicacia frente a la información veraz que nos llega a causa del descrédito generalizado de las fuentes de información.

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