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Estado del Arte
SOBRE EL CONCEPTO DE CAPACIDAD DE CARGA
Evidentemente el turismo no es una actividad inocua para los espacios donde se desarrolla. Su crecimiento incontrolado y masivo tiene importantes repercusiones sobre el medio natural, sobre las economías locales, sobre la fábrica de edificios monumentales, sobre las sociedades de acogida (procesos de “aculturación”, choque cultural,…) o incluso sobre las condiciones de desarrollo de la visita turística (pérdida de calidad de la experiencia estética). Por tanto, a nivel turístico también, como marcan múltiples declaraciones institucionales, la sociedad actual tiene planteados importantes retos en relación a la transmisión del legado patrimonial a las generaciones futuras y una responsabilidad que pasa por mantener el desarrollo turístico dentro de los límites de la sostenibilidad. Esta situación, sin embargo no es reciente, la identificación y medición de los impactos que genera la actividad turística sobre distintos tipos de destinos y recursos turísticos fue objeto temprano de atención y desde hace ya casi 40 años se ha venido desarrollando toda una discusión básicamente académica en torno al desarrollo de “indicadores de presión turística” y al concepto de “capacidad de carga turística”. De hecho, los estudios de capacidad de carga se sitúan entre los primeros instrumentos que se plantearon para hacer operativo el concepto de sostenibilidad en relación con la gestión de la actividad turística. En este sentido, ha sido, junto con los estudios de impacto ambiental, uno de los instrumentos más utilizados para dar respuesta a los problemas de la afluencia masiva de visitantes en espacios recreativos y para racionalizar el uso abusivo y el deterioro de los recursos que sustentan el desarrollo del turismo.
En su definición más sencilla el concepto de capacidad de carga hace referencia al número máximo de visitantes que puede contener un determinado espacio / recurso / destino turístico; en otras palabras el límite más allá del cual la explotación turística de un recurso / destino es insostenible por perjudicial. Sin embargo existen casi tantas definiciones de capacidad de carga turística como autores han escrito sobre el tema y la literatura científica generada al respecto es extensa. Shelby and Heberlin (1986) señalaban para mediados de los ochenta la existencia de más de 2.000 publicaciones al respecto (sólo en el ámbito anglosajón). Desde una perspectiva medioambiental, las primeras definiciones sugerían que la capacidad de carga era el nivel de uso recreativo de una área natural protegida que aseguraba el mantenimiento de la calidad medioambiental y la calidad de la experiencia recreativa de los visitantes de los espacios naturales protegidos (Wagar, 1964). Después, a partir de la aplicación del concepto a destinos turísticos de distinta naturaleza (zonas litorales, islas, ciudades, etc.), ha habido autores para los que la capacidad de carga turística viene en parte definida por la evolución del mercado turístico, sobre todo por el comportamiento de la demanda, los visitantes (Butler, 1991, Van der Borg, 1998). Desde esta perspectiva, el concepto de capacidad de carga está relacionado estrechamente con el ciclo de vida de un destino turístico, considerándose así que los indicadores de la capacidad de carga son los umbrales más allá de los cuales los flujos turísticos declinan porque los propios visitantes empiezan a juzgar sobrepasadas determinadas capacidades del espacio -declive de la calidad de los servicios ofrecidos, descompensación de la relación calidad / precio y búsqueda de destinos alternativos- (O’Reilly, 1986). Por último desde perspectivas basadas en la percepción del fenómeno turístico por parte de la comunidad local, la capacidad de carga turística se define y perfila como un método de análisis que delimita los impactos indeseables que puede generar el turismo y orienta la toma de decisiones. En este sentido Shelby and Heberlin (1986) definían la capacidad de carga turística como el nivel de uso más allá del cual los impactos generados por el turismo exceden los niveles aceptables especificados en los estándares evaluativos previamente fijados y consensuados.
El concepto de capacidad de carga, por tanto, ha evolucionado notablemente desde su acuñación. De esta manera, mientras los primeros planteamientos estaban orientados a determinar los niveles intrínsecos de utilización turística y los tipos de usos recreativos que se podían tolerar en un determinado espacio, así como los límites más allá de los cuáles los recursos podrían destruirse o verse inaceptablemente alterados, interpretaciones algo más recientes, sin embargo, tienen en cuenta también los valores y percepciones del fenómeno que tienen los usuarios y los gestores y plantean la capacidad de carga turística como un concepto de gestión, que deriva de unos objetivos explícitos en cuanto al uso de los recursos. De forma paralela el énfasis de la investigación ha cambiado de la discusión general a los casos de estudio concretos y el interés central se ha ido desplazando desde la búsqueda de límites numéricos (umbrales de capacidad fijos y estandarizados para cada tipo de actividad turística) hacia el desarrollo de marcos teórico-conceptuales de planificación y gestión de los espacios turísticos que se configuran como herramientas más flexibles y dentro de los cuáles se consensúan los niveles de impacto turístico que se está dispuesto a tolerar: Visitor Impact Management (V.I.M) y Limits of Acceptable Change (L.A.C.).
AFLUENCIA DE VISITANTES Y SATURACIÓN TURÍSTICA. SITUACIÓN ACTUAL DE LOS RECURSOS Y DESTINOS TURÍSTICO-CULTURALES EN RELACIÓN A LA APLICACIÓN DEL CONCEPTO DE CAPACIDAD DE CARGA TURÍSTICA
Durante los últimos años, con el espectacular aumento de los flujos turísticos asociados a lo que se viene denominando “turismo cultural” se ha puesto de manifiesto que son muchos y muy graves los problemas que la afluencia turística masiva empieza a generar sobre determinados recursos turístico-culturales. No obstante, se constata que, si bien los estudios de capacidad de carga turística tienen ya una larga trayectoria académica (como se ha glosado ut supra), hasta la fecha son pocos o casi inexistentes las publicaciones y trabajos que se pueden rastrear en relación a la aplicación del concepto a espacios turísticos de dominante histórico-patrimonial. A nivel de ciudad histórica hay que remontarse a los primeros trabajos de Canestrelli, Costa (1991) y Van der Borg (1995) sobre la capacidad de carga socioeconómica de Venecia o los estudios llevados a cabo sobre Oxford por Getz (1984). A nivel de conjunto monumental constituyen un punto de partida sobre el que arranca este proyecto de investigación los trabajos realizados en el año 1999 en la Alhambra de Granada como parte de la tesis doctoral de la investigadora principal de esta propuesta: Turismo y conjuntos monumentales. Capacidad de acogida turística y gestión de flujos de visitantes (publicada por la editorial Tirant lo Blanch en 2003).
En la actualidad, los elementos del patrimonio histórico-cultural que se configuran como recursos turísticos son de distinto tipo y escala (edificios aislados, grandes conjuntos monumentales musealizados, cascos históricos, áreas arqueológicas,..) y su nivel de “desarrollo” turístico (y por tanto la magnitud y tipología de los impactos generados por el turismo) difiere notablemente en función de su localización geográfica, el destino / región turística del que forman parte y/o su posicionamiento dentro de los productos / paquetes comercializados. A nivel global, aunque no hay estadísticas homogéneas y sólo se cuenta con datos recabados mediante encuestas y publicados en diferentes medios de divulgación, la demanda de visita de algunos de los principales recursos patrimoniales del mundo (o de los más accesibles al localizarse en regiones o destinos turísticos más o menos consolidados) habla de cifras millonarias de visita: 12 millones de visitantes en la Catedral de Nôtre dame de París, 10 en la Gran Muralla China, 6,7 en la Torre Eiffel, 4,2 en los Museos Vaticanos, 4 en el Coliseo de Roma, 1,2 millones para Chichen Iztà (en México), y ya en España hay lugares como La Alhambra de Granada que supera los 2 millones anuales de visitantes o la Catedral de Sevilla donde entran 1,4 millones de personas al año. Además en España, aunque nunca es fácil poner cifras, los cascos históricos de ciudades como Toledo, Granada o Córdoba rondan los dos millones anuales de visitantes y son ya altas también las cifras registradas en otras ciudades de perfil turístico patrimonial como Santiago de Compostela, Salamanca, Segovia o Ávila. En todos estos lugares la concentración de visitantes en determinados momentos y determinados enclaves empieza a desbordar la capacidad de acogida del sistema turístico local a todos los niveles (físico, económico, social,…). Sirva como ejemplo ilustrativo a este respecto la grave situación de la Catedral de Santiago de Compostela, donde en el año 2008 se llegaron a contar hasta 23.000 visitantes en un día de máxima afluencia a mediados de agosto (Estudio sobre capacidad de acogida y ordenación de flujos en la Catedral de Santiago de Compostela).
Los efectos de la afluencia masiva son ya pues visibles en muchos de los principales destinos de turismo cultural-patrimonial en España (y también en otras ciudades homólogas europeas: Brujas, Salzburgo, Oxford, Carcasonne, Siena,…). Los visitantes colapsan las vías de acceso al casco histórico, saturan las plazas de aparcamiento, desbordan la oferta de restauración y provocan largas colas de entrada a los principales monumentos. La presión turística resulta especialmente problemática a nivel de toda la ciudad porque genera graves conflictos de gestión (movilidad, aparcamiento,…), pero también induce procesos de desplazamiento funcional y turistización de determinados ámbitos de los cascos históricos, genera rechazo o expulsión de la población local (que rehusa utilizar la “ciudad que invaden los turistas”), incide en la banalización del patrimonio, induce un aumento general de los precios y plantea graves problemas de sobrecarga turística y deterioro en los principales monumentos y sus entornos. Indicadores de presión todos ellos recogidos en la propuesta metodológica que para el turismo cultural-urbano desarrolló Jan van der Borg en el documento titulado Defining, measuring and evaluating carrying capacity in European tourism destinatios. (EUROPEAN UNION, 2001 Harry Coccossis –dir-).
A nivel de recurso cultural existen, sin embargo, escasos estudios y desarrollos metodológicos sobre la aplicación del concepto de capacidad de carga turística. Nos encontramos, pues, ante una situación que evidencia el desajuste existente entre la extensa bibliográfica que recoge la reflexíón teórica general (aunque no adaptada a esta escala de trabajo) y su escasa implementación práctica. No obstante, el trabajo realizado en estos últimos años en el ámbito de los destinos de turismo cultural por los miembros del equipo de investigación Turismo, Patrimonio y Desarrollo permite constatar una realidad marcada por varios aspectos:
- Por una parte, existe una cierta preocupación implícita en la gestión de algunos de los principales recursos turístico-culturales del mundo por los problemas de sobrecarga turística. En algunos sitios se están incluso aplicando medidas de gestión en las que se trabaja de forma muy intuitiva con la noción de capacidad de carga, aforando la entrada a determinados espacios a partir de la realización de “ajustes prácticos” que se corrigen de forma empírica y directamente sobre el terreno en el funcionamiento diario. De hecho se convocado ya algún encuentro internacional en el que se recogen estas incipientes preocupaciones como el celebrado en Granada en 2002 con el título “Acogida de visitantes en monumentos y sitios del Patrimonio Mundial” (Villafranca, M.M y Chamorro, V., 2007).
- Por otra parte, diversos organismos internacionales han generado durante los últimos años cierta doctrina en relación a la necesidad de controlar / regular el uso turístico de los recursos culturales en aras de garantizar la conservación de los recursos, pero haciendo hincapié también en la necesidad de garantizar la calidad de la experiencia de visita (Carta del Turismo Cultural, ICOMOS, 1999). El Centro del Patrimonio Mundial de la UNESCO y la Organización Mundial del Turismo recogen de forma explícita en diferentes documentos estas preocupaciones: Handbook Tourism Congestion Management at Natural and Cultural Sites (OMT, 2005), Tourism at World Heritage Cultural Sites. The Site Manager’s Handbook (ICOMOS-OMT, 1993).
- Finalmente existe cierta contestación social hacia la implementación de sistemas de restricción de acceso no tanto entre los visitantes foráneos (el turista del siglo XXI es consciente de la necesidad de controlar el uso de determinados elementos patrimoniales), sino por parte del entramado productivo local que los considera negativos en cuanto que estas medidas puedan suponer cierto “recorte” de sus potenciales beneficios económicos.
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