Los anglicismos y la lengua de Cervantes
Autora: Cristina Molina Herranz
23 mar 2023 - 08:11 CET
Se consideran anglicismos aquellas palabras que provienen del inglés, ya sean adaptadas a la ortografía y fonética del español o no. Es decir, todas aquellas que no son traducidas al español directamente. Un caso muy común sería el de la palabra «fútbol», de la cual encontramos tres posibles variantes mayoritarias: «fútbol», el anglicismo adaptado; football, el anglicismo sin adaptar; y «balompié», la traducción literal al español.
Los anglicismos no son algo nuevo sino que llevan años haciéndose hueco en el español. Como cualquier otro tipo de préstamo lingüístico, aparecen en nuestro habla por dos razones no inconexas, a saber, contacto y necesidad (Balteiro, 2011).
El contacto lingüístico es una de las grandes razones por las cuales palabras de otras lenguas entran en un idioma. Este contacto puede llevarse a cabo por dos situaciones. La primera es un contacto literal; digamos que las fronteras políticas no son lo suficientemente tangibles como para impedir que dos lenguas entren en contacto. Por ello, encontramos una considerable influencia del francés en el español, o incluso del árabe, que durante tanto tiempo compartió espacio con el español en la península Ibérica.
La otra forma de contacto lingüístico es aquel que se produce más por movimiento de hablantes o información. Es cierto que la frontera que compartimos con Gran Bretaña en Gibraltar es pequeña, pero todos los días llevamos una herramienta en la mano cuyo idioma mayoritario es el inglés. Y es que el inglés es el idioma de Internet (Balteiro, 2011). Es el idioma que más se usa y, por lo tanto, cualquier usuario de Internet puede llegar a encontrarse con él. Probablemente esto se hace más notable con los jóvenes de hoy en día, que gracias a los ordenadores, redes sociales y videojuegos entre otros, pueden llegar a tener un alto contacto con este idioma. Es natural, entonces, que, ante la dificultad de traducir una palabra, por comodidad decidan dejarla en inglés, pues sus compañeros y amigos van a entenderles.
Si son un fenómeno natural, ¿por qué se le tiene tanto miedo?
La respuesta a esa pregunta es muy sencilla: la ideología. Hay dos formas de ver la lingüística, con una visión prescriptivista o con una descriptivista. Para explicarlas brevemente diríamos que una lingüística prescriptivista es aquella que estudia cómo debería ser una palabra o expresión siguiendo las reglas correspondientes y que te corrige si te equivocas. La lingüística descriptivista, en cambio, observa y estudia cómo hablan y usan esas palabras y expresiones las personas. Hasta los años ochenta, la lingüística española era prácticamente en su totalidad prescriptivista; lo cual hace que hoy en día nuestra referencia al hablar, la Real Academia Española, no haya contado con anglicismos o con muy pocos (Balteiro, 2011). Aunque los tiempos cambian y los lingüistas cada vez abogan más por el descriptivismo, esa sensación de intrusismo en la lengua persiste. Después de tantos años pensando que los anglicismos eran elementos agresivos que cambiarían nuestra lengua, parte de la sociedad ha creado reticencia.
Pero si el español ya tiene todos los conceptos necesarios, ¿por qué usar palabras en otra lengua?
Pues, dentro de que siempre puede haber tantas razones como personas, normalmente suele ser por el prestigio y la sensación de estar a la moda que otorgan; aunque también se han encontrado casos en que esos anglicismos han sido usados debido a la pura necesidad.
Balteiro (2011), con el ejemplo de los anglicismos en el deporte, explica cómo éstos, al ser muchos de origen británico, nos crean necesidades lingüísticas. Es cierto que siempre se puede encontrar una versión española de esas palabras, o que puede ser creada a partir de palabras existentes que combinar o a las que dar un nuevo significado. Pero eso supone mucho más trabajo que simplemente imitar lo que los británicos han dicho que es. Un buen ejemplo podría ser la palabra «gol»; prácticamente todo hablante de español sabe lo que significa esta palabra. Pues bien, efectivamente, es un anglicismo, aunque quizá eso no lo sepa tanta gente. Como bien indica Balteiro (2011), viene de la palabra goal, que fuera del contexto deportivo, en inglés significa el «objetivo» o «ambición» de alguien. En el contexto deportivo, sería tan sencillo como decir «punto». Sin embargo, en el Mundial de 2010 nadie gritó el «punto» de Iniesta, ¿no?
Otra de las razones para que se escoja la versión inglesa de un concepto es la pura moda y el prestigio. Y aquí podemos echarle más la culpa a los medios e Internet. En un programa deportivo muchos reporteros y comentaristas suelen utilizar anglicismos que les ayuden a crear la impresión de que saben más del tema que el resto (Balteiro, 2011). Sin embargo, también es curioso el papel de los influencers en todo esto, y tienen mucho que ver. Como el trabajo de influencer es tan joven y está tan poco regularizado, tampoco cuentan con un discurso establecido y normativizado (Campos-Pardillos y Balteiro, 2020). Digamos que pueden decir lo que quieran y como quieran. Su fama y el deseo de otra gente por tener la vida que venden suelen ayudar a una rápida expansión de esos términos.
¿Qué hago si encuentro a alguien que quiero utilizando anglicismos?
Nada. Pregunte si no entiende cuál es el concepto que acaban de usar con usted; y una vez lo entienda, decida si quiere utilizarlo o no, pero no lo tema. Nada va a romperse y el español no va a desaparecer. Los anglicismos son parte de nuestro día a día. A veces, incluso son útiles.
Referencias:
Balteiro, I. (2011). A reassessment of traditional lexicographical tools in the light of new corpora: sports Anglicisms in Spanish. International Journal of English Studies, 11(2), 23-52.
Balteiro, I. (2011). Prescriptivism and Descriptivism in the Treatment of Anglicisms in a Series of Bilingual Spanish-English Dictionaries. International Journal of Lexicography, 24(3), 277–305.
Campos-Pardillos, M.Á. y Balteiro, I. (2020). Power and Norm-Setting in LSP: Anglicisms in the Language of Fashion Influencers. ILCEA, 40.