Vasos y recipientes sagrados
Dentro del tesoro litúrgico medieval, los recipientes que entran en contacto con realidades sagradas ocupan un papel especial. Por un lado, porque actúan como contenedores de una sustancia que está por encima de su materialidad (especies eucarísticas, agua bendita, óleos, vino, etc.). Por otro lado, porque muchos de ellos asumen parte de la dignidad de la especie o líquido que contienen y, con ella, reciben la veneración pública por parte del clero y los fieles. Los vasos sagrados mayores, como la patena, el cáliz o el copón, están en contacto directo con el pan y el vino convertido en Cuerpo y Sangre de Cristo. Por ello, revisten de una mayor dignidad simbólica y los elementos que se utilizaban en su confección incluían materiales preciosos y de una gran riqueza, fabricados con técnicas mixtas y muy diversas a lo largo de la Edad Media. Otros recipientes sagrados, como las vinajeras, las pilas de agua bendita o las crismeras, almacenan sustancias utilizadas determinados ritos, como elementos simbólicos de la realidad santa que se imprime en su uso ceremonial. Por ello, presentaban una mayor diversidad en tamaños, soportes y materiales, adaptándose a la tradición local y renovándose con el paso del tiempo.
Los vasos sagrados fueron cobrando importancia ya desde los primeros siglos del Cristianismo. Muchos de ellos se concebían entonces como reliquias –Santo Grial, Lignun Crucis...–, mientras que otros adquirieron el valor de relicarios y receptáculos de otros vestigios de santos, objetos y personajes sagrados. La presencia de vasos sagrados en la Edad Media se hace patente no solo por los objetos que nos han llegado hasta la actualidad, sino por las numerosas fuentes documentales que detallan la necesidad de determinados contenedores sagrados y recipientes para el culto, entre ellas los inventarios de las iglesias en los que constaban las adquisiciones o donaciones de determinados objetos que conformaban el ajuar del templo, entre los que destacaban siempre los vasos sagrados. De forma paralela, algunas representaciones iconográficas de la liturgia en la Baja Edad Media detallan la presencia de este tipo de artefactos rituales en el contexto litúrgico en el que se utilizaban, actuando como interesantes fuentes visuales y permitiendo rastraer muchos vestigios de un esplendor que, con el paso de los años, ha ido cobrando cada vez más importancia.