Presentación
Tesoros Hispánicos de la Liturgia Medieval: una aproximación
La exposición Tesoros Hispánicos de la Liturgia Medieval es un proyecto de virtualización y difusión del patrimonio cultural surgido de la colaboración entre la Universidad Complutense de Madrid y el Google Cultural Institute, con el propósito de acercar algunos objetos rituales propios de la cultura material medieval al tiempo presente mediante el uso de las nuevas tecnologías de geolocalización y reproducción digital.
En el marco de esta propuesta digital, se plantean diversas exposiciones temporales didácticas destinadas a ofrecer recursos transmedia que combinen soportes expositivos tradicionales e innovadores, y que promuevan el interés del público hacia imágenes y artefactos que difícilmente apreciarían en los contextos museográficos tradicionales.
Las posibilidades que ofrecen los procesos de digitalización, reproducción 3D y geolocalización se entrecruzan en esta propuesta para acercarnos al pasado ritual medieval, en el que cada forma y acontecimiento importante estaba dotado de una ceremonia particular, acompañando la expresión pública y social del mismo. La vivencia de la fe cristiana, perfectamente imbricada en el ciclo vital del hombre medieval, exigía no solo condicionantes espirituales, sino también litúrgicos y procedimentales, que reforzaban la idea de pertenencia a las comunidades de cada momento y lugar.
Muchos de los objetos que se han reunido en esta exposición pertenecen a catedrales, monasterios e iglesias que aún mantienen su función litúrgica. Algunas de las piezas se siguen utilizando en determinados ritos, mientras otras son ya objetos exclusivos de las colecciones y museos, al haber sido sustituidas por sus equivalentes más modernos. Con independencia de los avatares de cada objeto, la voluntad con la que fueron creados y la potencialidad funcional de la que fueron dotados no han cambiado a lo largo del tiempo, aunque permanece oculta e indescifrable, salvo para las mentes más curiosas que se adentran en los lindes de la historia del patrimonio.
Los objetos litúrgicos y su funcionalidad
Entre los objetos cotidianos y los artefactos de culto existían sutiles matices en la Edad Media, que son cruciales a la hora de discriminar la selección de piezas de esta exposición. Por un lado, se han tratado de privilegiar aquellos dispositivos cuyo uso era eminentemente litúrgico, es decir, que eran directamente necesarios para el desarrollo de los ritos sagrados oficiales del cristianismo. Esto deja en un segundo plano, pero no por ello menos importante, a todas aquellas obras de arte vinculadas a la paraliturgia, la devoción y la práctica de la religiosidad individual, como las reliquias y sus contenedores, los objetos de uso privado y aquellos que no contribuyen directamente a la idea de salvación universal, que proporcionaban para el cristiano medieval el oficio divino, la eucaristía, los sacramentos y los sacramentales. Atendiendo a este criterio, y dentro de los tesoros vinculados con la liturgia, podemos encontrar algunos que poseían funciones directamente relacionadas con lo sagrado, mientras otros formaban parte de los elementos auxiliares del culto y se utilizaban en la preparación de las ceremonias. Estos últimos, por ser los más desconocidos para el público general, son los que ofrecen mayores posibilidades interpretativas.
La imagen como tesoro:
el valor de la iconografía ritual
Además del componente material del objeto, hemos querido resaltar el valor de la imagen ritual. Muchas representaciones figurativas de la Edad Media evocan actos litúrgicos dignos de decodificar bajo nuevos paradigmas interpretativos. Por ello, la iconografía ritual se nos muestra también como un interesante medio para tratar las imágenes ceremoniales como verdaderos tesoros simbólicos, en gran medida distantes de nuestros paradigmas visuales contemporáneos. Algunos temas específicos, como la Misa de San Gregorio, conviven con verdaderos programas iconográficos de índole sacramental en la Baja Edad Media, mientras que el desarrollo de la ilustración de manuscritos litúrgicos a partir del siglo XII proporcionará una interesante vía para la codificación de narrativas visuales que ilustran detalles de escenas litúrgicas. La relación entre el texto y la imagen, y de la imagen con el ritual, será el tema de algunas de las piezas destacadas en esta exposición, en la que hemos tratado de superar la textualidad acudiendo a la sensorialidad con el objetivo de evocar los sentimientos de los fieles medievales al experimentar y participar del rito.
La ruptura del aura del objeto: desde su pérdida de uso original a su contemplación actual
La complejidad al abordar los objetos y las imágenes de uso litúrgico del medievo desde nuestra era actual reside en la pérdida del sentido por el que dichos artefactos fueron creados. Cuando un obispo encarga la elaboración de un misal o un noble regala un cáliz a una catedral, lo hacen para responder a su función en el culto: el misal, como libro de uso en la eucaristía; el cáliz, para recibir el vino que se convertirá en la Sangre de Cristo. Terminado su período útil, o cumplida la moda estética que permite su utilización en un determinado momento, el objeto se almacena para la posteridad o se reutiliza fundido, transformado o mutado de su forma original para las funciones que se le requieran. La política de conservación de los artefactos que hoy entendemos como artísticos ni es universal ni afecta con carácter retroactivo a todos los períodos de la historia.
Por ello, muchos de los tesoros que están presentes en esta exposición han llegado hasta nuestros días después de años depositados en almacenes, casas o colecciones particulares y, en algunos casos, tras pasar siglos despojados de toda su dignidad, han recobrado su integridad al incorporarse a las exhibiciones públicas. Sin embargo, cuando como espectadores contemplamos la multiplicidad y variedad de objetos litúrgicos, bien en museos o bien en contextos religiosos, no somos capaces de atisbar más que un ápice de la memoria visual que atañe al uso de estas piezas, ni acertamos a apreciar los matices semánticos asociados a sus funciones originales ni el nivel de esplendor que mantuvieron estas obras durante su tiempo de uso. Cada objeto, libro o artefacto ha tenido un recorrido histórico variable, cuyo tiempo de exhibición ha sido en muchas ocasiones superior a la vida práctica del mismo.
En esta misma línea, todos estos dispositivos culturales, una vez desacralizados de su utilidad práctica ritual, poseen valores expositivos muy notables, que les otorgan nuevas dimensiones estéticas atemporales no contempladas en la época de su creación. La doble aura del objeto, en la época de su creación y en sus usos de exhibición posteriores, nos obliga a repensar la forma en la que construimos los discursos tradicionales de la historia del arte, en los que el pasado medieval ha superado ya las fronteras de la crisis de la temporalidad y se entrecruza ahora con las nuevas posibilidades de estudio ofrecidas por el big data, el modelado digital, el mapping, la geolocalización o la gestión de un conocimiento más abierto para todas las personas. Las posibilidades que nos aporta el uso de las nuevas tecnologías están aún por explorar en interesantes proyectos de investigación internacionales que, esperemos, den sus frutos académicos en los próximos años.
La exposición de objetos litúrgicos: tradición e innovación en la era digital
En nuestros viajes por catedrales, monasterios o iglesias medievales es frecuente que nos enfrentemos a colecciones que cuentan con muy pocos medios y que, con mucho esfuerzo por parte de equipos humanos muy pequeños o con escasa preparación, realizan una importante actividad expositiva. La segunda mitad del siglo XX hizo florecer en España numerosos museos parroquiales, diocesanos y catedralicios, que vieron la luz por la voluntad personal o institucional de comunidades que pedían abrir a la sociedad los grandes valores patrimoniales del pasado.
Desgraciadamente, en la coyuntura social actual, no basta solamente con mostrar al público las obras de arte que tantas instituciones religiosas poseen, sino que se hace necesaria una nueva acción cultural que posicione al espectador en un papel relevante en relación con las colecciones que contempla, pasando de alguien que mira, a alguien que interactúa y se relaciona con los objetos. Las vitrinas tan elocuentemente llenas de artefactos de uso religioso en innumerables museos del mundo han de vaciarse para construir propuestas que eleven el valor de la singularidad, de la originalidad frente a la copia, del valor del uso y de la política del regalo, así como de la circulación y transferencia de objetos entre sociedades y culturas próximas.
Las fronteras culturales entre la religiosidad cristiana medieval y la cultura de masas actual, cada vez más enajenada de los sentimientos religiosos en una falsa espiral del progreso histórico, nos obligan a repensar la manera en la que narramos la historia de nuestros tesoros rituales, y matizar, a partir de conceptos básicos, la utilidad, los simbolismos y los significados últimos de muchas realidades religiosas que una o dos generaciones antes se daban por obvias. Esta situación, lejos del alarmismo y el criticismo, debe ofrecernos nuevas posibilidades para hacer apreciar el pasado histórico: desde la valoración de los procesos de crecimiento humano que nos ofrece el estudio del patrimonio cultural,
hasta la simple curiosidad por entender la manera en la que hombres de hace cientos de años concebían su día a día y la importancia que otorgaban a la ritualidad en su ciclo vital.
Esperamos que el auge renovador que experimentarán las propuestas museológicas del patrimonio ritual medieval en los próximos años contribuya a mejorar lo que conocemos de la tradición ritual cristiana y permita a un mayor número de personas acercarse a la liturgia medieval a través del uso de nuevos soportes virtuales y transmediales.
Los objetos litúrgicos y su funcionalidad ritual
Entre los objetos cotidianos y los artefactos de culto existían sutiles matices en la Edad Media que son cruciales a la hora de discriminar la selección de piezas de esta exposición. Por un lado, se han tratado de privilegiar aquellos dispositivos cuyo uso era eminentemente litúrgico, es decir, que eran directamente necesarios para el desarrollo de los ritos sagrados oficiales del cristianismo. Esto deja en un segundo plano, pero no por ello menos importante, a todas aquellas obras de arte vinculadas a la paraliturgia, la devoción y la práctica de la religiosidad individual, como las reliquias y sus contenedores, los objetos de uso privado y aquellos que no contribuyen directamente a la idea de salvación universal que proporcionaban para el cristiano medieval el oficio divino, la eucaristía, los sacramentos y los sacramentales. Atendiendo a este criterio, y dentro de los tesoros relacionados con la liturgia, podemos encontrar algunos que poseían funciones directamente relacionadas con lo sagrado, mientras que otros formaban parte de los elementos auxiliares del culto y se utilizaban en la preparación de las ceremonias. Estos últimos, por ser los más desconocidos para el público general, son los que ofrecen mayores posibilidades interpretativas.
Manuscritos litúrgicos: evidencias de la ritualidad y fuentes del conocimiento ceremonial
En los primeros siglos del culto cristiano, las fórmulas de oraciones y plegarias se transmitían siguiendo la tradición oral. Los primeros vestigios escritos de documentos que registraban los elementos de la liturgia fueron los libelli, pequeños folletos con formulas rituales utilizadas en los primeros siglos que permitían su repetición. Desde el siglo IV surgen los libros litúrgicos, manuscritos dedicados a la compilación de las oraciones, cantos y disposiciones ceremoniales propias del culto cristiano. Dentro de estos libros son de especial relevancia las rúbricas, textos escritos más tarde en tinta roja (de ahí su nombre) que, a modo de acotaciones ceremoniales, explican de qué manera han de desarrollarse los ritos. Las diferentes tradiciones litúrgicas orientales y occidentales fueron paulatinamente desarrollando su corpus de libros litúrgicos. En Occidente, destaca el Sacramentario como recopilación de los textos de la misa, y más tarde el Pontifical, con las ceremonias de los obispos. En Oriente, sucede lo mismo con el Eucologio, para los textos eucarísticos, y el Synaxarion, para los relatos hagiográficos de los santos.
Cada rito propio en la liturgia cristiana posee sus particulares libros litúrgicos. Más allá de las diferencias de formato y de su contenido, prima un sentido fuertemente utilitario. Por ello, los volúmenes destinados a ceremonias diferentes fueron desagregándose paulatinamente, así como aquellos utilizados por varios ministros. El valor de los libros litúrgicos va más allá de su sentido como fuente del conocimiento ritual. De esta manera, algunos libros como el Sacramentario o el Evangeliario eran fruto de veneración y exhibición en los movimientos procesionales por un ejercicio de analogía con su contenido. El valor artístico de los manuscritos litúrgicos no reside exclusivamente en la iluminación de muchos de los códices bajomedievales, sino principalmente en los procesos de creación libraria, factura y copia, así como en los medios de transmisión del conocimiento ritual.
Tesoros y artes suntuarias medievales: un camino hacia el presente
Desde la historiografía del arte, el concepto de tesoro se ha asociado casi siempre al coleccionismo y al almacenamiento de determinados objetos preciosos por su valor material o técnico, que se aglutinan en conjuntos vinculados a las autoridades civiles o religiosas, e incluso a particulares. En las catedrales medievales, el tesoro era considerado a la vez la sala con los objetos litúrgicos más valiosos y su propio contenido, como han puesto de manifiesto autores como Elizabeth M. Tyler, Sauro Gelichi, Cristina La Rocca, Lucas Burkart o Philippe Cordez. De forma paralela, y desde la antigüedad, los objetos de valor pertenecientes a otras culturas o personas del pasado que se revelan o descubren se identifican bajo el laxo paraguas de tesoro. Los tesoros de la liturgia medieval que hemos querido seleccionar no son solamente aquellos objetos de lujo, suntuosidad y de gran valía material. También son objetos que, por su infrecuencia o su distancia con los artefactos culturales contemporáneos, constituyen un vestigio material relevante de la cultura medieval, y que identificamos como tesoros por su relevancia desde el punto de vista ritual. Esta historia del patrimonio material, conceptualizado a partir de objetos dotados de formas y significados, ha calado cada vez más hondo en la manera en la que se construye la historia del arte medieval, como demuestran los últimos trabajos de Conrad Rudolph o Herbert L. Kessler sobre la materialidad y la objetualidad artística. La necesidad de incluir en la historia del arte un gran número de objetos de la cultura material que habían sido taxonomizados despectivamente como “artes menores” se hizo cada vez más acuciante, a medida que surgían publicaciones de gran importancia de la mano de Colum Hourihane, Brigitte Buettner o Michele Tomasi, que resaltaban su valor como artes suntuarias, más allá incluso de su importancia decorativa.
El siglo XX también nos trajo grandes exposiciones relacionadas con tesoros medievales hispanos, como Maravillas de la España Medieval: tesoro sagrado y monarquía, De Limoges a Silos o Sancho el Mayor y sus herederos. También resultó de gran relevancia el catálogo The Art of Medieval Spain (500-1200) publicado por el Metropolitan Museum de New York o los diseños museográficos para las salas de arte medieval del Louvre, el British Museum o el Museo de Cluny, que reunían la experiencia de los equipos a la hora de estudiar numerosas piezas de los museos hasta hace poco tiempo relegadas. En paralelo al trabajo de los grandes centros internacionales, las catedrales hispanas vaciaban sus cámaras y exponían sus más preciados tesoros. Incluso aquellos que estaban destinados a su uso en una ocasión señalada del año podían desde un determinado momento contemplarse con habitualidad en el museo. También las exposiciones sobre los tesoros de San Marcos de Venecia, las catedrales de Basilea y de Hildesheim, así como las celebradas sobre los focos franceses de Conques, Saint-Denis o la Sainte Chapelle, supusieron una nueva forma de releer conjuntos suntuarios medievales desde una perspectiva integradora. A estas iniciativas hay que sumar las diversas aportaciones historiográficas desarrolladas en el foco hispánico por Isidro Bango y Joaquín Yarza, entre otros, así como el congreso internacional, y posterior monografía, Splendor. Artes suntuarias en la Edad Media hispánica, coordinado por Laura Rodríguez Peinado.
Ángel Pazos-López
Comisario de la Exposición