Portaviático
Victoria and Albert Museum de Londres
INFORMACIÓN BÁSICA
Portaviático
Autor anónimo
Victoria and Albert Museum de Londres (nº M.219-1956).
Siglo XV (c.a. 1450-1459).
5,8 cm de diámetro, 1 cm de altura (anilla 0,50 cm de diámetro).
Plata cincelada.
Durante los primeros siglos del medievo, el cristiano que padecía de una enfermedad acuciante o que se encontraba en trance de muerte, podía recibir el sacramento conocido como Unción de Enfermos. Este rito, por el cual el enfermo o moribundo era ungido (generalmente en frente y manos) con el óleo bendecido, solía acompañarse también de la confesión y de la administración del viático, que es en otras palabras, la participación del enfermo en la Eucaristía. «El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día» (Juan 6, 54), el Evangelio nos ayuda a comprender mejor la importancia del viático: igual que la Eucaristía es el sacramento de Cristo muerto y resucitado, también lo será para el enfermo, al acompañarlo en el momento de su muerte y en su nacimiento a la vida eterna.
Sin embargo, la vinculación entre el viático y el sacramento de la Unción de enfermos cambia a partir de los siglos X y XI, cuando se determina que sólo deben ser ungidos los fieles que se encuentren en el momento previo a la muerte. Por esta razón, el sacramento se denominaba Extremaunción, aunque el viático continuó administrándose indistintamente a enfermos y a moribundos. De esta forma, la costumbre de llevar la comunión a los enfermos, que se remonta a los primeros siglos de la historia de la Iglesia, continuó siendo una de las formas de comunión extra missam más frecuentes durante toda Edad Media, cumpliendo así la misión de asistir a sus necesidades espirituales, y en última instancia, complementándose con el sacramento de la Extremaunción y la Penitencia.
Carmen Pardo de Santayana Castro (2020)
Cómo citar esta ficha
Cuando se solicitaba la comunión para algún enfermo, el sacerdote recogía una de las hostias consagradas de la reserva eucarística que había apartado tras su consagración y depositado en un recipiente, que podía ser un ciborio, una píxide, una paloma eucarística... Normalmente los recipientes estaban ubicados o guardados cerca del altar o en la sacristía, pero siempre dentro de una iglesia. El portaviático era el instrumento del que el sacerdote o diácono se servía para poder llevar la forma consagrada desde la Iglesia hasta el lecho del enfermo. En este caso, es un medallón de plata que se adapta a la forma circular de la hostia, aunque podía ser una pequeña bolsa o estar fabricado en otro material, pero en cualquier caso siempre se llevaba colgado del cuello. El portador del viático iba acompañado por otros diáconos que alumbraban el camino con antorchas. Una vez administrada la comunión, el séquito volvería con la misma ceremonia.
Por otro lado, a pesar de que la forma más común de administrar el viático a los enfermos era transportando exclusivamente la sagrada forma, nos han llegado testimonios de sacerdotes que daban la comunión bajo las dos especies, es decir, que transportaban también el vino consagrado que se había reservado de la misma forma en otro recipiente.
Este portaviático en concreto, es un medallón de plata elaborado a partir de dos tapas circulares, unidas por dos bisagras que permiten abrirlo y poder guardar en él la Sagrada Hostia. La anilla sirve para poder colgarlo del cuello. Ambas caras fueron cinceladas y muestran un motivo iconográfico e inscripción diferente:
En una de las caras se observa el Cordero de Dios en el centro, rodeado por la expresión litúrgica “Agnus Dei qui tollis peccata mundi miserere nobis”. El Cordero de Dios, también denominado Cordero Pascual, es un símbolo que remite directamente a la persona de Cristo, incidiendo en el sentido sacrificial y redentor. En otras palabras, Cristo es el cordero que ha sido inmolado entregando su cuerpo y sangre para la expiación de los pecados. Así, el Cordero es también un símbolo especialmente ligado a la Eucaristía, ya que este sacramento supone la renovación del sacrificio y la entrega de Su cuerpo y sangre como alimento eterno, y por esta razón lo vemos representado en este objeto litúrgico destinado a administrar la comunión. Por otro lado, según la clasificación de Louis Reau de sus distintos tipos icónicos, la imagen que vemos en este portaviático se corresponde con el llamado Cordero vexilífero, una representación que no sólo alude al sacrificio de la cruz sino también a la Resurrección, al encontrarse levantado y triunfante con un estandarte rematado con una cruz como trofeo.
Respecto a la inscripción, se trata de una expresión litúrgica que se formula en dos momentos de la misa ordinaria: en el cántico Gloria in excelsis Deo, y en la Misa de los fieles, que prosigue a la consagración y precede la comunión. En este portaviático, la fórmula refuerza la simbología del Cordero y también su relación con la Eucaristía.
En la otra cara, vemos representada la faz de Cristo con nimbo crucífero, y rodeada por un versículo del Evangelio: “Ipse autem transiens per medium illorum ibat" (Lucas 4, 30). Se trata del momento en el que una muchedumbre enfurecida llevó a Jesús a un monte cerca de Nazaret y con la intención de despeñarlo después de que predicara en la sinagoga. Sin embargo, y como afirma la cita, Jesús atravesó el gentío y continuó su camino.
El portaviático era un utensilio esencial para poder administrar la comunión a los enfermos con la ceremonia y seguridad que requiere este sacramento. Lejos de ser el caso más emblemático o suntuoso, este portaviático conservado en el Victoria and Albert Museum de Londres constituye el ejemplo perfecto para conocer el uso y trascendencia de este utensilio. Es evidente la simplicidad de su estructura, pero la nobleza de su material y la simbología de su decoración nos recuerda la relevancia de su misión: custodiar y transportar el Cuerpo de Cristo para que sea el alimento espiritual del fiel que transitará pronto hacia la vida eterna.
Carmen Pardo de Santayana Castro
◊ Viático
Término con el que se denomina la comunión que recibe un enfermo en riesgo de muerte, o un moribundo (del latín, significa provisiones o dinero para el viaje). Está muy relacionado con los sacramentos de la Penitencia y la Unción de Enfermos o Extremaunción, y juntos constituyen los sacramentos de preparación del fiel para el tránsito a la vida eterna.
Nombre con el que se designa al sacramento destinado a reconfortar a los fieles en el momento previo a su muerte con la unción con óleo bendecido. Es un término que nace en la Edad Media, a partir de los siglos X y XI, cuando la Unción de Enfermos comenzó a concebirse como un sacramento que sólo debe ser recibido por los moribundos, y así lo contemplaban también algunos de los grandes teólogos del XIII como San Buenaventura o Santo Tomás de Aquino. De esta forma, sería la última unción que recibe el fiel antes de nacer a la vida eterna. De entre los efectos que brotan de su celebración se encuentra el perdón de los pecados (si no ha podido recibir la Penitencia), y la gracia que reconforta al fiel y le ayuda a no ceder ante las tentaciones en los últimos instantes de vida..
Se trata del conjunto de hostias consagradas, y en algunos casos excepcionales también del vino consagrado, que se ha reservado tras su consagración para ser administrado en otro momento o en circunstancias especiales, como su transporte para dar la comunión a los enfermos. Durante los primeros siglos de la historia de la Iglesia, existía la costumbre de custodiar una o varias hostias consagradas en el domicilio, sin embargo, tanto en Oriente como en Occidente, a partir del siglo V esta costumbre deja de estar permitida, y la Reserva sólo podía ser preservada en las iglesias. Así, en el comienzo y transcurso de la Edad Media, se considera que las Sagradas formas deben estar custodiadas en un lugar limpio y seguro en la iglesia (IV Concilio de Letrán 1215), pero no se especifica en qué lugar o recipiente exactamente, propiciando la aparición y/o desarrollo de una gran variedad de objetos destinados a este fin: píxides, ciborios, palomas eucarísticas…
Feingold, Lawrence, «Viaticum», The Eucharist, mistery of presence, sacrifice and communion, Steubevinlle: Emmaus Academic, 2017, 639-640.
Kasza, John C., «Anointing of the sick», The Oxford handbook of sacramental theology, Oxford: Oxford University Press, 2015.
Macy, Gary; Van Ausdall, Kristen, A companion to the Eucharist in the Middle Ages, Leiden-Boston: Brill, 2012.
Martín Ansón, Mª Luisa, «Vasos litúrgicos para el Bautismo y la Santa Unción, dos sacramentos de vida», Anales de la Historia del Arte, 24 (2014): 327-355.
Oman, Charles, The Golden Age of Hispanic Silver 1400-1665, Londres: Victoria and Albert Museum, 1968.
Righetti, Mario, Historia de la Liturgia, t. II, Madrid: Ancora, 1956.
Rohault de Fleury, Charles, La Messe, études archéologiques sur ses monuments, t. V, París: Vve Morel et Cie, 1883.
Corblet, Jules, «Essai historique et liturgique sur les ciboires et la réserve de l’Eucharistie», Revue de l’Art Chrétien, París: Libraire de A. Priguet, 1858.
Grabka, Gregory, «Christian Viaticum», Traditio, 9 (1953): 38–42.
Triacca, Achille (coord.), La Maladie et la Mort du chrétien dans la liturgie. Conférences Saint Serge: XXI semaine d’études liturgiques, Roma: Edizioni Liturgiche, 1975.
Murray, Placid, «The Liturgical History of Extreme Unction», The Furrow, 11, no. 9 (1960): 572-593.
Chavasse, Antoine, Etude sur l'onction des infirmes dans l'église latine du IIIe au XIe siècle, Lyon: Université de Lyon, 1942.
Harry Boone Porter, «The Origin of the Medieval Rite for Anointing the Sick or Dying», The Journal of Theological Studies 7, no. 2 (1956): 211-225.
Ortemann, Claude, Le sacrement des malades, histoire et signification, Lyon: Ed. du Chalet, 1971.
Avril, Joseph, «La pastorale des malades et des mourants aux XII et XIII siècles», Death in the Middle Ages, Leuven: Leuven University Press, 1983, 88-106.
Paxton, Frederick S., Christianizing Death: The Creation of a Ritual Process in Early Medieval Europe, New York-London: Cornell University Press, 1996, 192-194.