Liber Commicus
Biblioteca de la Real Academia de la Historia
INFORMACIÓN BÁSICA
Liber commicus
Cód. 22, Biblioteca de la Real Academia de la Historia, Madrid.
Escriba: Pedro, abad de San Millán de la Cogolla.
Procedente de San Millán de la Cogolla (La Rioja).
s. XI, concluido hacia 1073.
Pergamino, 195 ff., 395 x 270 mm.
Las lecturas de los profetas, las lecturas apostólicas y el texto de los evangelios que se leían dentro de la liturgia en cada festividad, se transcribían en un volumen específico, en lugar de utilizar un ejemplar de la Biblia. Con el nombre de Liber commicus se conoce el libro litúrgico típicamente hispánico que recoge tales lecturas bíblicas, organizadas conforme al calendario de los oficios religiosos. Han llegado hasta nosotros varios ejemplares del Liber commicus, procedentes de Toledo, León o Silos: el más completo de ellos es, sin embargo, el códice 22 de la Biblioteca de Real Academia de la Historia, adonde recaló tras la desamortización del monasterio de San Millán de la Cogolla, lugar en el que fue transcrito y donde ser conservaba. Su escriba, Pedro, llegó a ser abad y dedicó parte del final de su vida al trabajo erudito; concluyó en el año 1073 la copia de este códice, escrito en minúscula visigoda (la escritura tradicional de la Península Ibérica). La producción de este códice por parte de un religioso del s. XI debe ponerse en relación con el proceso de sustitución que se produce en este período del tradicional rito hispánico y de su escritura, la visigótica, por el rito romano y la minúscula carolina y pregótica, impulsadas por el papado, algunas élites monárquicas y la influyente orden de Cluny. La copia de este libro es una reivindicación de la liturgia, escritura y tradiciones hispánicas, que en el s. XI se veían suplantadas y uniformizadas conforme a los modelos europeos.
Álvaro Cancela Cilleruelo (2019)
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El códice 22 de la Biblioteca de la Real Academia de la Historia de Madrid es un Liber commicus. Con este curioso nombre se conoce un tipo muy específico de libro empleado para la liturgia, equivalente al «leccionario» en el rito romano. Los leccionarios (del latín lectio, la «lectura» del oficio religioso) son libros en los que se extractan y copian las lecturas bíblicas para su uso en los oficios religiosos. La denominación de Liber commicus es empleada únicamente en la tradicional iglesia hispánica de la Antigüedad Tardía y la Alta Edad Media, hasta fines del s. XI. Era, por tanto, un libro típicamente peninsular, que cumplía la función de ser empleado para proclamar las lecturas.
Aunque el grueso de copias con toda probabilidad se han perdido, se conservan varios ejemplares y fragmentos del Liber commicus: una copia, transcrita en Monasterio de Silos a mediados del s. XI, se conserva actualmente en París (Bibliothèque National de France, NAL 2171); otra copia, escrita en torno a los ss. IX-X, se ejecutó en Toledo, donde actualmente se guarda (Biblioteca Capitular, 35.8); un fragmento de un Liber commicus leonés, copiado a mitad del s. XI, se conserva actualmente en la Biblioteca Capitular de León (cód. 2). El códice 22 de la Biblioteca de la Real Academia de la Historia, es un Libercommicuscopiado en el monasterio de San Millán de la Cogolla, en la Rioja, por escriba, Petrus, que en las líneas que con las que quiso concluir su trabajo –el llamado colofón– se define como abad y que concluye su copia en el año 1073.
El nombre de esta clase de libros, que cuenta con numerosas variantes (comicus, commicum, comitium, commatos, comes o comitis, entre otras) no tiene nada que ver con la comedia y, de hecho, constituye todo un misterio. El origen de esta denominación ya era problemático para los visigodos. Por un lado, se ha puesto en relación con el término comes, «acompañante», como si se tratase de vademécum; por otro, San Julián de Toledo, en s. VII, lo relaciona con el término commata, empleado para referirse a los períodos o secciones en los que se dividía el texto bíblico, y defiende una denominación de Liber commatus. En fechas recientes commicum se ha vinculado con cum mecum, «conmigo», ofreciendo una explicación que retorna a la idea de un vademécum de lecturas bíblicas.
El códice actual viste una encuadernación moderna en piel, datada en 1962. Consta de 195 folios en pergamino de 390/95 mm de longitud y 270 mm de anchura, protegidos por sendas hojas de guarda anteriores y posteriores. Se trata de un formato de folios amplio, que –para obtener una idea orientativa– podemos acercar al actual formato A3. El texto está escrito a dos columnas por un único copista, con una escritura cuidada, elegante, que al concluir la copia revela su nombre, Petrus (Pedro), su cargo de abad y el año en el que concluye su labor: 1073. El códice cuenta con un riquísimo aparato decorativo. Los títulos aparecen rubricados. En casi cada página hay iniciales ejecutadas mediante lacerías, rellenado, formas antropomórficas y zoomórficas (aves, peces, lobos, serpientes); las miniaturas, ejecutadas en los márgenes del texto en una policromía de tonos morado, amarillo, verde o rojo, representan escenas bíblicas, como el sacrificio de Abraham o a Cristo y sus discípulos, y programas iconográficos, como la Cruz de Oviedo. Varios investigadores han insistido en la idea de que el programa iconográfico podría retomar modelos antiguos, aunque las conclusiones precisas al respecto son poco seguras.
El Liber commicus recopila precisamente las lecturas de tres clases de libros bíblicos: los profetas, las lecturas apostólicas y el texto de los evangelios, ordenadas según el calendario para su uso y organizadas de acuerdo con la estructura de la misa. En primer lugar, se identifica el día o la festividad del día de la lectura; a continuación, siguen una a una las tres lecturas para tal día, precedidas de sendos títulos. Por ejemplo, las primeras lecturas comienzan en el en el f. 12r: Legendum in primo dominico de aduentu Domini («Lecturas para el primer domingo de Adviento»), seguido del título de la primera lectura: Lectio libri Esaie prophete («Lectura del libro del Profeta Isaías»), y, a continuación, el pasaje preciso de Isaías. Al texto de Isaías sigue una lectura de la Epístola de San Pablo a los Romanos y otra del Evangelio según San Mateo. Tras la conclusión del texto de esta lectura, se pasa a las lecturas de la misa siguiente, hasta ofrecer la más completa colección de lecturas de la liturgia hispánica.
El códice está concebido para su ser empleado en los oficios religiosos del mismo centro en el que se transcribió: el Monasterio de San Millán de la Cogolla, en La Rioja, hacia las últimas décadas del s. XI. Sus destinatarios y usuarios, son, pues, una comunidad monástica. Su escriba, el abad Pedro (Petrus), es una personalidad conocida en la segunda mitad s. XI, un período marcado por los enfrentamientos entre Castilla y Navarra, que afectaron al monasterio y en los que se vio implicado el propio Pedro. Desde 1067 el abad se retira para dedicarse a los libros y a la biblioteca; fruto de este recogimiento, consagrado al trabajo y al estudio, es precisamente la copia de su puño y letra de este célebre manuscrito.
Esta copia del Liber Commicus, actualmente conservada en la Real Academia de la Historia, no solo es, para varios investigadores, el ejemplar más perfecto de esta clase de libros, sino que constituye una pieza históricamente relevante, casi icónica, como símbolo del último intento por conservar, en uno de los núcleos monásticos más relevantes de la Península, el rito hispánico en un momento en el que ya se avanzaba su sustitución por la liturgia romana. Tradicionalmente, las ceremonias cristianas de la Península se llevaban a cabo de acuerdo con un rito particular, conocido como rito hispánico, visigótico o mozárabe, que se había conformado durante el Reino visigodo y que se mantenía en los territorios y colectivos cristianos peninsulares. El rito visigodo, que contaba con características particulares, diferentes del resto de la cristiandad latina, empleaba varios libros litúrgicos propios, entre ellos, el Liber commicus, ejecutados en la escritura tradicional de esta área: la minúscula visigoda. En el s. XI la liturgia hispánica vivía una transición clave. A lo largo de esta centuria, y a instancias de procesos como la llamada «Reforma gregoriana», este rito hispánico se ve progresivamente sustituido por el rito romano, que unificaba toda la cristiandad romano-latina; en el año 1080 el monarca Alfonso VI, el conquistador de Toledo, convocó un concilio general en Burgos y declaró oficialmente abolida la liturgia hispana y su sustitución por la romana, que se fue progresivamente imponiendo. Dado que los libros litúrgicos son objetos eminentemente prácticos –se copian y conservan, porque se leen y se utilizan–, el abandono del rito hispánico conllevó el abandono de estos objetos y a la interrupción de su copia: hoy son, para nosotros, un fósil vivo de un culto pasado, que solo sobrevive, de manera testimonial y simbólica, en algunos centros.
Este proceso de imposición del rito romano, que contó con el impulso del papado, con el apoyo de la influyente Orden Cluniacense y de ciertas élites monárquicas hispanas, se enfrentó, sin embargo, a no pocos opositores. Es en este ambiente de oposición al cambio de rito y, para ello, de reivindicación de la tradición cultural, religiosa y litúrgica hispánicas, en el que se encuadra la copia de este Liber commicus en San Millán, un ejemplar con forma y función reivindicativas: la escritura visigótica y el rito hispano. Este carácter beligerante y conservador es explícito además en el texto que cierra el manuscrito en el f. 195r, un sermón en defensa del ritual hispánico.
El abandono del rito hispánico forma parte de un amplio proceso cultural en el que el medievo hispánico abandona otros elementos culturales típicamente peninsulares: de manera pareja a la liturgia, se abandonará también la escritura visigoda (progresivamente sustituida por la carolina y sus descendientes, pregótica y gótica); en los siglos posteriores se impuso el sistema de fechas actuales, que sustituye el cómputo hispánico de años, la llamada «era hispánica», que partía del año 38 a. C. y para cuya conversión es preciso, por tanto, sustraer 38 años al año fechado mediante la era hispánica. Con el abandono del rito hispano, de la escritura visigoda y de la era hispana, la Península vivía una unificación cultural en el que perdía tres características únicas, heredadas desde la Antigüedad Tardía y la Alta Edad Media.
Álvaro Cancela Cilleruelo
Libro litúrgico propio del rito hispánico que contiene las lecturas de los profetas, de los apóstoles y del evangelio de la misa, dispuestas de forma ordenada de acuerdo con el calendario litúrgico. Era utilizado por los lectores y el diácono para proclamar las lecturas y el evangelio dentro de la misa.
◊ Liturgia hispánica (visigótica o mozárabe)
Forma ritual que adopta la liturgia celebrada por los cristianos en la Península Ibérica en la Tardía Antigüedad y la Alta Edad Media, que comprende desde la creación de los primeros libros litúrgicos (s. IV) hasta su sustitución por la liturgia romana (s. XI) en el marco de la reforma gregoriana. Desde ese momento se restringió su uso a algunas iglesias, especialmente en Toledo, como un privilegio especial.
Tipo de letra medieval originaria de la Hispania visigoda que se utilizó a partir del siglo V, pero especialmente entre los siglos VIII y XII dentro del territorio hispánico. El cambio del rito hispánico a la liturgia romana fue un factor relevante en su desaparición.
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