Corona votiva del Tesoro de Torrendonjimeno
Museo d’Arqueologia de Catalunya
INFORMACIÓN BÁSICA
Corona Votiva del Tesoro de Torredonjimeno
Taller visigodo
Museo d’Arqueologia de Catalunya
s. VII d.C.
Altura: 72’5 cm (Corona Completa) / 57 cm (Media Corona). 20 cm ᴓ
Lámina de oro, piedras duras, pasta de Vidrio – Repujado, Cabujonado.
La Corona Votiva de Torredonjimeno, realizada en el siglo VII d.C. en la Península como ofrenda para las mártires Justa y Rufina, es una pieza con una accidentada historia desde su creación, su descubrimiento y hasta nuestros días. Esta corona, cuya propuesta de reconstrucción se conserva en el Museu d’Arqueologia de Catalunya, forma parte de un conjunto mayor –conocido con el nombre de Tesoro de Torredonjimeno– que incluye una serie de piezas entre las que abundan diversas cruces, y que se ha puesto en relación con el famoso Tesoro de Guarrazar, puesto que parece haber sobrevivido por unos motivos similares, asociados a la invasión que llevó a su fin al reino visigodo de Toledo. Esta pieza permite el estudio de objetos tales como son las coronas votivas y su papel en tiempos de los visigodos, ampliando aquello ya formulado con respecto a las coronas de Guarrazar y acercándonos a nuevos puntos de vista. La restitución de la obra, realizada en 1998, propuso dudas acerca de la custodia de objetos en distintos lugares que originalmente debieron de pertenecer a un solo contexto muy específico, reunidas de nuevo con motivo de una exposición monográfica relativamente reciente. A pesar de todo esto, se trata sin duda de un objeto digno de estudio e interés por méritos propios, ya es uno de los pocos ejemplares de su tipo que han sobrevivido hasta nuestros días.
Gwendal J. Martín Campaña (2020)
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Esta corona votiva forma parte del conocido como Tesoro de Torredonjimeno, hallado en el año 1926 de manera accidental por un trabajador en la localidad de Torredonjimeno (Jaén) al realizar trabajos en una finca. y compuesto por una serie de piezas envueltas en yeso y enterradas. El hallazgo de estas piezas pasó mayormente desapercibido hasta el año 1933, en el que entraron en el mercado de antigüedades, rápidamente llamando la atención de compradores privados y otros pertenecientes a destacados museos arqueológicos, llegando a nuestros días el tesoro repartido principalmente entre el Museo Arqueológico Provincial de Córdoba, el Museo Arqueológico Nacional y el Museu d’Arqueologia de Catalunya.
Las coronas votivas eran elementos donados a la Iglesia por parte de reyes o nobles de la alta aristocracia para ser colgadas sobre los altares, siendo ofrecidas a Cristo, la Virgen o los santos, con el propósito de que estos actuasen como protectores de los dominios de los oferentes. En este caso, se trata de parte de un tesoro ofrecido a las santas mártires Rufina y Justa de Sevilla.
Si bien el estado original en el que se encontró el tesoro no permitió la inmediata identificación y restitución de las coronas que podrían haberse encontrado en él, en el año 1998 se realizó una restitución hipotética mediante las piezas y elementos sueltos que se encontraban el Museu d’Arqueologia de Catalunya a través de la comparación de estos con sus posibles paralelos en las muy estudiadas coronas pertenecientes al Tesoro de Guarrazar. Mediante la comparación con éstas, se han podido desarrollar una serie de paralelismos a través de las piezas conservadas, destacando las letras, de las cuales se conservan dos series de dos tamaños diversos que se han deducido pertenecen a al menos dos coronas distintas: las más grandes pertenecerían a una corona mayor, la pieza dedicada a las Santas Justa y Rufina, lo que se deduce a través de las letras conservadas y la información que presentan algunas de las demás piezas del tesoro; y de algunas de las demás letras de menor tamaño conservadas se obtiene la palabra REX, lo que lleva a creer en la existencia de otra corona que pudiera tratarse de una ofrenda real.
La Corona de las Santas Justa y Rufina lee en sus letras, algunas de las cuales debieron ser reemplazadas durante su restauración, los nombres IUSTE y RUFINE, además de dos pequeños colgantes junto a las letras en forma de cruz. Posiblemente la inscripción completa incluyese la palabra OFFERET, al igual que presenta la Corona de Recesvinto, pero no se tienen pruebas materiales de ello.
El ofrecimiento de coronas votivas por parte de miembros de la realeza nos consta de manera previa a las coronas votivas peninsulares, como parte de la tradición y ritual bizantinos, en la que el ofrecimiento de coronas o joyas existió con anterioridad para denotar tanto la importancia y santidad de aquel lugar en el que eran ofrecidas como de aquellos que las ofrecían. A través del testimonio de Antonio de Plasencia en su Itinerarium, escrito en torno al 570, conocemos de la existencia de coronas de emperadores en el Santo Edículo de la Anástasis de Jerusalén, ofrecidas también seguramente en otros importantes lugares sagrados como la basílica de Santa Sofía de Constantinopla.
La consagración de las coronas votivas por parte de los reyes visigodos a diversas iglesias sólo nos consta desde un punto de vista ritual en el Liber Ordinum de la liturgia hispánica, en el que aparece la única oración dedicada a este propósito en occidente y que parece datar del siglo VII. De entre las diversas bendiciones encontradas en la sección de la obra dedicada a ellas, el bendicional del volumen, que pueden encontrar sus paralelos en obras galicanas, esta parece ser exclusivamente hispánica. El texto traducido de la oración, sencillo y directo, dice así:
“Señor Jesús, que sois la corona de los santos, al bendecir esta corona santificadla, a fin de que sirva para adornar vuestra casa y sea a honor vuestro un adorno del altar; captad con rostro jubiloso y piadosa benignidad esta ofrenda de manos de los oferentes. Amén.”[1]
Parece entonces que el propósito de las coronas era de manera exclusiva , la decoración de las iglesias y especialmente del altar. Sin embargo, dentro de la historiografía ha existido una amplia discusión acerca del uso de las coronas más allá de su propósito como ofrenda, planteando su uso en el ceremonial de coronación visigótico.
El uso de la corona como parte de los regalia visigóticos, los símbolos propios del poder real, debe estudiarse en su origen, puesto que originalmente ésta no formaba parte de las insignias de poder reales entre los reyes de este pueblo. En sus Etimologías, Isidoro de Sevilla comenta el uso entre los emperadores de Constantinopla y algunos de los reyes de pueblos germánicos de coronas de oro, no de la diadema de seda de los emperadores romanos, sino de la stemma bizantina, que guarda un cierto parecido con las coronas votivas visigodas.
El origen del uso de este elemento entre los visigodos nos lleva hasta la figura de Leovigildo, de quien San Isidoro nos dice que fue el primero entre los suyos en usar vestimentas reales y sentarse en un trono, además de aparecer coronado en monedas, lo cual podría tomarse como una prueba del comienzo del uso de la corona como parte de los regalia o como una inspiración en los modelos numismáticos bizantinos como forma de legitimación, no fiel a la realidad de la Hispania de la época .
El único testimonio que nos consta de manera mínimamente detallada del rito de unción real aparece en el Liber Historiae Wambae, escrito por Julián de Toledo. En él se comenta el momento en que tras la muerte de Recesvinto el general Wamba es ungido como rey, pero no se mencionan elementos asociados a los regalia bizantinos, como la fíbula o la corona. Queda pues el uso de la corona por parte de los reyes visigodos como una cuestión discutida, aunque la tendencia actual rechaza esta idea, como mucho planteando el uso de una suerte de diadema, quedando así las coronas votivas sólo en su calidad de ofrenda.
La Corona Votiva de Torredonjimeno es una de las muy escasas piezas de su tipo de las que disponemos en la península. Su estudio puede llevar a conclusiones más allá de las obtenidas en torno al estudio del mucho más famoso tesoro de Guarrazar, y quizás aportarnos algo más de información acerca del ceremonial en torno a la realeza visigoda o la relevancia de este tipo de piezas en su contexto.
Gwendal J. Martín Campaña
Coronas donadas a la Iglesia por parte de reyes o nobles de la alta aristocracia para ser colgadas sobre los altares, siendo ofrecidas a Cristo, la Virgen o los santos, con el propósito de que estos actuasen como protectores de los dominios de los oferentes.
Técnica mediante la cual una piedra preciosa o algún tipo de gema, es tallada y pulida hasta conseguir una forma ovalada o redonda y convexa.
◊ Regalia
Conjunto de elementos asociados a la figura del monarca o a la realeza, de uso privativo por éstos y que se entiende como símbolo del poder real.
AA.VV. «La restitució de les corones visigòtiques del Tresor de Torredonjimeno (Jaén)». RESCAT. Butlletí del Servei de Restauració de Béns Mobles. 7 (1999): 8-10.
Arce, Javier. «El Conjunto votivo de Guarrazar: función y significado», en: Perea, Alicia (ed.). El tesoro visigodo de Guarrazar. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas. 2001, pp. 348-355.
De Palol y Salellas, Pedro. Arte Hispánico de la Época Visigoda. Barcelona: Ediciones Poligrafa, 1968.
Ibn Al-Kardabus. Historia de Al-Andalus. Madrid: Editorial Akal, 1986.
Molina Gómez, Jose Antonio. «Las coronas de donación regia de tesoro de Guarrazar: la religiosidad en la monarquía visigoda y el uso de modelos bizantinos». Antigüedad y cristianismo: Monografías históricas sobre la Antigüedad tardía. XXI (2004): 459-472.
Ripoll López, Gisela. « El tesoro de Guarrazar. La tradición de la orfebrería durante la Antigüedad tardía» en: Bango Torviso, Isidro (coord..). Maravillas de la España medieval: Tesoro sagrado y monarquía. Valladolid: Junta de Castilla y León, 2001.
Torredonjimeno. Tesoro, monarquía y liturgia [Catálogo de Exposición]. Barcelona: Museu d’Arqueologia de Catalunya, 2003.
Valverde Castro, María del Rosario. Ideología, simbolismo y ejercicio del poder real en la monarquía visigoda: un proceso de cambio. Salamanca: Ediciones Universidad Salamanca, 2000.