Memoria de actividades del SEHRIO
6ª Conferencia del Ciclo 2016-2017, 27 de Marzo de 2017
Reporte de la Conferencia de la Profª Drª Eugenia Ortiz Gambetta (UNLP-IdIHCS/CONICET)
“Política y ficción en el Río de la Plata (siglo XIX)”
La Drª Ortiz Gambetta comenzó su lección magistral aportando unas reflexiones introductorias sobre la imbricación compleja que los discursos políticos y ficcionales tienen en determinados momentos de la historia donde confrontan diferentes relatos que intentan hegemonizar un proceso de construcción o redefinición política, como el ocurrido en la Argentina de la segunda mitad del Siglo XIX y, también, en la coyuntura política actual
Entrando en materia la conferenciante focalizó en la Argentina del siglo XIX, después de la batalla de Caseros (1852) y la caída del Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas. A partir de entonces, el liberalismo no solo aportó los dirigentes que gestionaron el proceso de construcción del estado nacional, sino los ideólogos que, a través de sus textos ensayísticos, periodísticos, historiográficos o doctrinales orientaron y legitimaron ese proyecto político nacional. Según lo expuesto por Ortiz Gambetta, esta enérgica intervención ideológica también tuvo una expresión en la implantación y el desarrollo de géneros de ficción cuya publicación y circulación fue masiva, en relación con el crecimiento del público lector y la consolidación de identidades urbanas. Estos relatos, así como los ensayos ideológicos y políticos, coincidírían en una dimensión aspiracional: en ellos se proponían modelos proyectivos de civilización para un ciudadano deseable y posible.
La conferenciante se adentró en una caracterización del grupo de letrados románticos, exiliados bajo el rosismo en Chile y Uruguay, partiendo de una consideración sobre Domingo Faustino Sarmiento y su célebre libro Facundo, donde su autor propuso que la barbarie y el caudillismo que caracterizaron la realidad política argentina desde el fin del proceso revolucionario en 1820 no eran fruto de una casualidad. Por el contrario, para Sarmiento, tanto uno como otro serían efectos indeseables engendrados por los grandes espacios vacíos pampeanos. Tomando como ejemplos paradigmáticos de tiranos rioplatenses al propio Juan Manuel de Rosas y al gobernador de la Provincia de La Rioja, Facundo Quiroga, protagonista de su libro. En este clásico —una obra híbrida entre el ensayo, la novela y la historia— donde se combinan hipérboles ficcionales y descripciones sociológicas se aborda una denuncia de la barbarie arquetípica de Quiroga en su faz política, moral e incluso estética, vinculada con una tipología muy negativa del gaucho, del cual este caudillo rural sería una encarnación representativa.
Ortiz Gambetta profundizó en los contenidos de esta tipología sarmientina, advirtiendo que este autor, al tiempo que desplegaba su crítica, elevaba involuntariamente al gaucho a una categoría estética superior en su texto, lo cual estaría paradójicamente en la génesis de una mitificación duradera que identificaría la idiosincrasia gaucha con rasgos de la argentinidad más allá de la crítica liberal de la barbarie rural y que será utilizada a posteriori desde presupuestos antiliberales y tradicionalistas, amén de dar basamento al criollismo y a los géneros “gauchescos”.
Pero el Facundo no sólo habría sido decisivo para el ensayismo sociológico o para orientar las interpretaciones históricas del siglo XIX argentino, sino que habría instalado definitivamente el binomio civilización y barbarie como tópico de la literatura romántica rioplatense —de raíz liberal y antirrosista— que emergería en los años 40 del siglo XIX en el Río de la Plata.
La conferenciante abordó, en este momento de su exposición, problemas teóricos y metodológicas acerca de la relación entre textos ficcionales y otros tipos de textos y la propia realidad política. En este contexto, afirmó que para acceder desde la historia a la consideración de los textos ficcionales no debía suponerse que éstos reflejaban necesariamente la realidad del momento; que tenían una absoluta y eficaz intencionalidad instrumental o utilitaria; o que expresan la experiencia personal de su autor. Ortiz Gambetta propuso considerar la literatura como un sistema de modelización secundaria y proyectiva de la realidad, ni reflejo ni herramienta funcional, sino un sistema de representación paralelo a la realidad.
Entender la literatura del siglo XIX como un sistema de modelización sería, pues, clave para poder valorarlas, porque los textos analizados dentro del canon literario decimonónico se tratan de obras románticas, novelas históricas, sentimentales o realistas, que poseen estructuras convencionales y desarrollos muy obvios, no son necesariamente grandes obras y su trama, personajes y desenlaces son muy previsibles. El romanticismo argentino habría tenido rasgos ilustrados muy marcados, proponiéndose enseñar deleitando pero dejando que el texto construyera y proyectara modelos de lo que se deseaba ser.
Ortiz Gambetta contextuó estas obras en la segunda mitad del XIX cuando el género novelístico prendió muy fuerte no sólo en Europa, sino también en América y Argentina y evolucionó de textos simples estructurados de forma clásica —lucha y compensación, confrontación maniquea entre el bien y el mal, donde el primero era encarnado en personajes buenos e íntegramente bellos que lograban imponerse triunfalmente triunfante contra el mal— a las más complejas novelas realistas de fin de siglo.
Para la conferenciante, estos textos románticos estaban inscriptos en un imaginario liberal decimonónico que realizaba una crítica de su presente y delineaba futuros deseados y que sirvió para construir la sociedad argentina y su imaginario. Dentro de este imaginario liberal decimonónico el espacio vacío (el “desierto”) era un mal que debe ser vencido para vencer la barbarie y los tipos políticos y humanos que la posibilitaban y reproducían.
En esa literatura aparecerían modelos proyectivos sobre la necesidad del poblamiento; críticas del tipo de población existente ¬¬—criollos hispano-mestizos, negros e indígenas— y definiciones sobre la población que requería ese ansiado cambio civilizador: inmigrantes europeos nórdicos que se mestizaran con los criollos de raíz hispana permitiendo mantener los rasgos válidos o rescatables de la cultura rioplatense e incorporara la laboriosidad y aptitudes propias de las razas productivas.
Como es sabido la inmigración masiva transformó rapidísimamente la fisonomía humana y social del Río de la Plata. El mestizaje deseado aparece en la novelística decimonónica, donde varias novelas cuentan historias sentimentales de unión feliz y productiva de criollos y europeos que proyectan modelos deseables de sociedad para el imaginario liberal. Algunas de estas novelas están ambientadas en la segunda mitad del siglo XIX mientras que otra, La novia del hereje de Vicente Fidel López (1854), aparece ambientada en la Lima colonial. Sin embargo, hasta allí se traslada el tópico del mestizaje deseable: en ella se relata la difícil unión entre una mujer de la elite colonial y un pirata inglés donde aparecen los tópicos que ligan lo hispano con valores negativos relacionados con lo retrógrado, conservador, religioso, inquisitorial; mientras que el héroe protestante británico —aún siendo un delincuente— es idealizado.
En el imaginario liberal en el Río de la Plata de no hay sociedad, no hay comunidad, no hay asociaciones, no hay familia establecida que pueble, progrese y civilice, porque la barbarie y nomadismo gaucho e indígena no pueden generar lazos sociales civilizados. El desierto, la frontera interior era escenario de uniones negativas y mestizajes indeseables, pero también de la violencia, la guerra y la pobreza que eran los efectos de una cultura bárbara que el programa liberal pretendía superar desde la acción política, pero también ideológica, proyectando no sólo cuerpos doctrinarios, sino tópicos muy eficaces que fueron recogidos y eficazmente difundidos por la literatura de ficción de la época.
5ª Conferencia del IIº Ciclo 2016-2017, 17 de Febrero de 2017
Reporte de la Conferencia del Profesor Rubén Berenblum
“La historia social del tango en la primera mitad del siglo XX. Viejos y nuevos encuadres”.
El Profesor y Académico Rubén Berenblum comenzó su lección magistral presentando el tango como un fenómeno emergente de una sociedad aluvional, conformada por la llegada al Río de la Plata de millones de inmigrantes de orígenes muy diversos. En ese contexto, el tango se convirtió, a inicios del siglo XX, en la manifestación artística más representativa de la cultura rioplatense. Sus cultores (músicos, poetas, bailarines), provinieron de distintos sectores sociales y contribuyeron a la canonización del género hasta alcanzar su auge en la década de los años ’40 y ’50 del Siglo XX.
Sin embargo, la propuesta del Berenblum pasó por revisar críticamente los mitos y tópicos que interfieren con una comprensión más ajustada de la historia social del tango y de su función en la construcción nacional argentina. Así pues, el relato mítico del tango que con más fuerza se ha instalado habría sido conformado por tópicos anacrónicos o intemporales, relacionados a menudo con prejuicios románticos o censuras morales, dando lugar a la perpetuación de lugares comunes, explicaciones descontextualizadas y anecdotarios de dudosa veracidad. Las fuentes de este relato ahistórico serían diversas, pero en buena medida se apoyaría en la trasposición de textos policiales de finales del siglo XIX que vinculaban al tango con la vida de los bajos fondos urbanos.
El conferenciante propuso entender el tango como un género que se descompone en tres artes que se han articulado a lo largo de su historia de forma desigual: el tango-danza que aparece antes de la existencia como forma musical orquestada y ha logrado proyectarse internacionalmente; el tango-música, con un apreciable y continuo desarrollo que también ha impactado en forma global; y por último el tango-poesía/canción, cuyas letras evolucionaron de forma diferente y que tendió a cristalizarse a mediados del Siglo XX.
Ahora bien, Berenblum explicó que tratar de comprender la intrahistoria del tango sin tener en cuenta el desarrollo histórico argentino, en sus registros políticos, económicos, sociales y demográficos, es inviable. Habría que tener en cuenta que en 1870, durante la presidencia de Bartolomé Mitre, Argentina era un país pastoril, con aproximadamente 1.700.000 habitantes, con pocos núcleos urbanos en un “desierto” de tierra fértil subexplotada, con un Estado débil y un aparato institucional muy pequeño. Una década y media después, Argentina tenía un proyecto definido de nación; un modelo primario exportador de inserción en el mercado mundial (lana, cereales y carnes); experimentaba un boom de inversiones y recibía una masa migratoria solo inferior a la acogida por los Estados Unidos de América. En 1910 la población se había cuadruplicado y la renta per cápita era de las mayores del mundo, el Estado se había fortalecido y mostraba unas instituciones sólidas y modernas, una legislación laicista y garantista, un sistema educativo universal, una sanidad pública extendida que consolidaban las posibilidades abiertas de ascenso social. Pese a la distribución muy desigual de la renta, el Estado invertía en servicios públicos y la sociedad civil se organizaba aceleradamente para cubrir necesidades a través de asociaciones de socorros mutuos, sindicatos, bibliotecas populares, clubes deportivos y recreativos, conformando un tejido social denso y muy dinámico con una marcada impronta regional y cosmopolita aportada por las colectividades extranjeras. La economía mostraba un sostenido crecimiento aunque la clase dirigente que orientó esta transformación nunca poseyó un proyecto de industrialización coherente que permitiera un desarrollo ulterior.
Esta es la época en que se desarrolló inicialmente el tango, de forma paralela, pues, a la construcción del Estado y la conformación de la moderna sociedad argentina, en un radio de 300 km alrededor de la ciudad de Buenos Aires abarcando las otras grandes urbes rioplatenses de La Plata, Rosario y Montevideo (Uruguay). En esos escenarios urbanos finiseculares, eminentemente “multiculturales”, donde conviven italianos, españoles, franceses con gentes de Europa Central y el arco mediterráneo y migrantes internos, se conforma una nueva plebe urbana que se dota de una cultura de fusión, en la que se dialoga en castellano, pero también en lenguas o dialectos europeos y jergas (como el lunfardo); donde se mezclan los sonidos de muñeiras, sardanas, tarantelas, valses… y se baila y ejecuta musicalmente el tango, con guitarras y bandoneón (un instrumento alemán de ejecución compleja) que será paradigmático del tango.
Ese tango es, pues, según Berenblum, un producto del impacto transformador que tuvieron las migraciones masivas sobre la sociedad rioplatense, que generaría una cultura pujante y sincrética. Esta forma de entender el tango en su contexto histórico y en su desarrollo simultáneo a la sociedad rioplatense debe competir, todavía hoy, con la influencia de viejas interpretaciones que han deformado la comprensión del tango.
El conferenciante expuso críticamente las principales interpretaciones que han tratado de dar cuenta del tango y su desarrollo en la primera mitad del siglo XX.
La primera es de origen policial y fue consignada en los libros de las comisarías, asociado a episodios de violencia, escándalos y griteríos alrededor de festividades en barriadas y conventillos. Para la policía, el tango no era malo o peligroso como música, sino fundamentalmente como baile. Dado que la habilitación de salones era muy difícil y costosa y las grabaciones discográficas no llegaron hasta etapas posteriores, la única manera de escuchar música era “en vivo” y en espacios abiertos o semi-cubiertos, patios o corralas, muchas veces de prostíbulos urbanos o semi-rurales, donde confluían muchos hombres y podían generarse trifulcas alrededor de una danza donde había comparativamente pocas parejas femeninas. Esta interpretación delincuencial y violenta del tango se complementó con una segunda interpretación que asociaba al tango con los lugares del pecado y la “clandestinidad” de una danza que generaba una condena moral promovida por la Iglesia católica que veía al tango como disfuncional con su modelo familiar. En un contexto en que predominaba la población masculina, habitacionalmente hacinada en conventillos, cuya sociabilidad popular era fundamentalmente barrial y callejera (y tenía como ámbitos paradigmáticos de desarrollo escenarios machistas y misóginos como los cafés y los prostíbulos) se entiende que el tango se vinculara con el deseo y el concepto del “pecado” sexual propios de las clases menos favorecidas. Si bien esta mirada también tuvo eco en la policía, las fuerzas del orden se percataron rápidamente (y así lo consignaron en sus informes) que el auge del tango no se limitaba al arrabal y el bajo fondo, sino que muy pronto se difundió por todo el espacio urbano y ganó popularidad en diferentes sectores sociales, llegando pronto a los barrios de clases altas. Sin embargo, las imágenes prostibularias del tango, vinculadas al lupanar y a la acción de las mafias especializadas en la “trata de blancas” (muchas francesas y judeo-polacas atraídas engañosamente con promesas de trabajo) coaccionadas para ejercer la prostitución en una sociedad sexualmente desequilibrada, perduraron más allá de la vigencia de las condiciones sociales y demográficas que las hicieron verosímiles hasta los años ‘30. La tercera interpretación es la que impusieron aquellos literatos, periodistas y dramaturgos populares que, sin rigor, echando mano de entrevistas a músicos, generaron una interpretación mítica del tango creado por héroes populares, sin educación musical, que forjaron un género genial de forma poco menos que espontánea. Sin embargo, se ha demostrado que muchos de los ejecutantes del tango eran músicos de carrera, salidos de conservatorios y amplia cultura musical. La cuarta interpretación y última criticada por Berenblum es aquella gestada por intelectuales críticos, que definieron al tango como un género eminentemente contestatario, un vehículo de protesta social y política contra las clases oligárquicas o el imperialismo británico, por ejemplo. Si bien existieron letras contestatarias, Berenblum expuso que esas inquietudes y temáticas se reflejaron en las letras del tango canción tanto como otras, sin que pueda afirmarse que fueran un aspecto determinante o representativo. Por el contrario, en tanto los músicos y cantantes de tango aspiraban a captar público con mayor poder adquisitivo y no solo a las clases populares, se entendería que temáticas relacionadas con la protesta social o la política no fueran universales, sino que predominaran letras funcionales a la diversión o capaces de representar dramas personales propios de la existencia humana con los que cualquiera pudiera identificarse.
Según Berenblum, cualquier exploración fundamentada del tango canción demostraría con facilidad que los grandes temas recurrentes del tango se relacionaban con el amor (concretamente con el amor fracasado, la traición y el abandono) y con la capacidad destructiva del tiempo sobre las personas y las cosas. Ambas cuestiones que generan identificación y reflexión y que marcan la existencia de todos los seres humanos, impactaron particularmente en una sociedad inmigratoria fundada sobre el desarraigo, el abandono de relaciones familiares y la construcción incierta de otras en un destino lejano. Una sociedad propensa al recuerdo nostálgico de un tiempo feliz y de un lugar de origen idealizados que, aun en caso de retorno, resultaban irrecuperables: nunca se volvía al mismo lugar; la madre y la familia ya no estaban allí; los escenario de origen se habían transformado, revelando al propio inmigrante en el caso de poder regresar, que él mismo había cambiado por ese paso transformador y destructivo del tiempo sobre su propia persona. Durante su exposición al respeto, el Profesor Berenblum leyó y emitió una grabación del tango “Esta noche me emborracho”, ejemplo paradigmático de las inquietudes predominantes en las letras clásicas del género.
Estas temáticas existenciales y otras relacionadas con el trabajo, el sacrificio, impactaban socialmente porque representaban un clima cultural que acompañó la evolución social, económica, demográfica e ideológica rioplatense desde los años ’80 del siglo XIX y los años ’60 del Siglo XX. En ese período de grandes trasformaciones estructurales, antes sintetizado por Berenblum, existieron proyectos alternativos que a pesar de competir muy duramente asumían, de diferente forma, valores ampliamente consensuados de cohesión y ascenso social, integración, progreso y bienestar que inspiraban a los rioplatenses durante la vigencia del modelo agroexportador y los experimentos industrialistas que florecieron desde los años ’30 y sobrevivirían hasta los años ’60.
Durante esta época, el tango mostraría gran capacidad para sobreponerse a las objeciones y censuras policiales o eclesiásticas y adaptarse a los cambios de la sociedad argentina. Esa adaptación determinaría que el género mismo pasaría por diferentes etapas donde se complejizaría y transformaría sustancialmente. En los años ’20 y ’30, la música habría experimentado importantes cambios, algunos de ellos vistos como inconvenientes y sin futuro, al punto que en 1936, Héctor Bates y Luis Bates, autores de la influyente obra Historia del tango: sus autores, llegarían a pronosticar su próxima extinción.
Sin embargo, el tango mostraría una capacidad de penetración cultural y pervivencia en la sociedad rioplatense muy notable, siendo un fenómeno omnipresente que alcanzaría sus mayores éxitos precisamente entre mediados de los años ’30 y fines de los años ’50 del Siglo XX.
La formación y éxito de las orquestas típicas (con cuerdas, piano y bandoneón); el éxito arrollador del tango-canción; la feliz vinculación del tango a medios masivos como la radio, el cine y luego con la industria discográfica; y la amplia aceptación del baile de tango (con sus mutaciones que van la vigencia de los cortes y quebradas anteriores a los años ’20, al “tango caminado” sin cortes bruscos, como forma aceptable de baile de salón”), demostraron la adaptabilidad del tango hasta que, en los años ‘60 comenzaría a mostrar síntomas de agotamiento y desfasaje. Desde entonces, la irrupción de nuevos géneros musicales populares como el rock y la “música progresiva” lograrían captar mejor las sensibilidades y demandas de la juventud y comenzaría un período irreversible de decadencia.
Según Berenblum, el golpe definitivo a la cultura del tango lo habría dado la Dictadura de 1976-83, el terrorismo de Estado, el exilio, la aparición del hambre y la marginación progresiva de amplias capas sociales o la emigración económica. Estos fenómenos habrían generado un clima cultural radicalmente nuevo que nada tenía que ver con el de la aparición del tango ni tampoco con el de su desarrollo en los años ’20 a los años ’50. En ese sentido, el tango no pudo tomar el nuevo pulso social, ni revertir su decadencia manifiesta en los últimos años ’60, al menos como manifestación artística que aunaba danza, música y poesía.
Desde entonces, el tango perdió completamente su condición masiva; perdió vigencia su estética y las problemáticas existenciales que supo representar cambiaron o bien fueron expresadas por otros géneros. Así el tango dejó de interpelar a millones para ser un género que solo lograba interesar a las generaciones de edad más avanzada o a una “minoría intensa” que ha generado, en tiempos recientes, nuevos tipo de vínculo con el tango.
El actual revival del tango en Argentina sería, fundamentalmente, del tango-danza (siempre vigente internacionalmente) y, hasta cierto punto, del tango-música (en su faz instrumental y no cantada) pero incluso este fenómeno interesante sería de alcance muy limitado convocando a “miles” de entusiastas, pero no a los “millones” que lograba atraer en los años ’40 y ’50.
Aquellos años de mediados del Siglo XX fueron, precisamente según Berenblum, los de los grandes bailes (sobre todo en épocas de carnaval) que convocaban a multitudes que concurrían masivamente a los grandes recintos de los clubes sociales y deportivos, donde las orquestas acompañadas de cantores amenizaban grandes las fiestas donde el tango podía convivir con otras danzas y músicas, pero indudablemente predominaba en el gusto popular.
En este momento, el conferenciante presentó a grandes rasgos algunos ejemplos de sus investigaciones con documentación de prensa sobre la importancia de estos grandes bailes, rastreando y cuantificando los anuncios publicitarios del periódico popular El Mundo. Esta cabecera era parte del grupo Haynes que poseía otras revistas de gran impacto como Mundo Deportivo, El Hogar y diversas publicaciones periódicas destinadas al público infantil y que desde mediados de los años ’30 sumaría la Radio, con la Cadena Azul y Blanca de alcance continental donde se irradiaba tango para toda América. Berenblum verificaría en su investigación una curva interesante que comienza en 1928/31 con solo 3 anuncios para escalar a 6 en 1938; 22 en 1942; 79 en 1944; 121 en 1946; 126 en 1947; 118 en 1948; 120 en 1956; y luego descender progresivamente de los 100 en 1958; a 60 en 1961; y 40 en 1964.
En el final de la conferencia y respondiendo a inquietudes e interrogantes del público, el Profesor Berenblum habló de los diferentes estilos del tango que coexistieron en esa época de oro; en el mito de Gardel y su controvertido origen disputado por Argentina y Uruguay (pasando revista crítica a las diferentes teorías); a la actividad económica muy potente que impulsó el tango y su fuerte impacto en la expansión del mercado cultural; al papel marginal que tuvo la mujer en el tango, salvando el éxito de algunas cantantes notables antes de los años ’40 y luego de los ‘60; el fenómeno de Piazzolla y su controvertida recepción en el ambiente tanguero de los años ’60; o el impacto del tango en las pantallas televisivas.
4ª Conferencia del Ciclo 2016-2017, 2 de Febrero de 2017
Síntesis de la ponencia del Prof. Dr. Martín Albornoz Crespo:
“Anarquismo y celebridad global: telegramas, noticias internacionales e imágenes del anarquismo en la prensa de Buenos Aires (1890-1900)"
El Dr. Albornoz comenzó su exposición advirtiendo que ni en la representación del anarquismo en la prensa porteña entre 1890 y 1905, ni tampoco en su percepción pública, puede advertirse la referencia a un arquetipo dominante, una interpretación o un discurso excluyente que establezca un retrato unívoco y coherente de este fenómeno. Lejos de aportar una imagen monstruosa que justificara su represión indiscriminada, los discursos que circulaban por entonces presentan un panorama mucho más variado y hasta contradictorio acerca del anarquismo y de los anarquistas.
El conferenciante detalló el sustento documental de su investigación, asentada principalmente en el estudio de la documentación de prensa periódica comercial —tanto diarios matutinos o vespertinos como revistas—, de la propia prensa anarquista y de la prensa socialista. Este corpus fue complementado con las representaciones del anarquismo recogidas de la narrativa de la época; de los documentos policiales; de los informes del gobierno y de los debates parlamentarios; estableciendo un diálogo interdiscursivo entre los textos e imágenes aportados desde cada perspectiva. Este enfoque llevó a Albornoz a recurrir a la prensa no como un mero receptáculo de discursos de las élites políticas, sino también como vehículo de otro tipo de representaciones muy útiles para el historiador, localizadas en secciones menos nobles, como las de noticias generales, de noticias internacionales y de sucesos policiales, además de la publicidad, las viñetas e ilustraciones, etc.
El Dr. Albornoz constató que el anarquismo constituyó un tópico muy importante en la prensa porteña del período y que bajo tal rótulo se codificaban los múltiples problemas colaterales de una modernidad contradictoria que avanzaba, sin duda sobre el Río de la Plata, pero que todavía era fundamentalmente europea y estadounidense. En este sentido, el anarquismo obtuvo presencia mediática temprana como si se tratara de una “flor exótica” en las secciones de internacionales —destacando la cobertura de sus atentados en el extranjero—, bajo el supuesto de que Argentina tenía la capacidad de integrar pacíficamente la inmigración y metabolizar buena parte de los efectos indeseados de la modernidad capitalista, incluyendo también la radicalización de los trabajadores y los estallidos de la violencia anarquista. Prueba de ello se quiso ver en el hecho de que un destacado ideólogo anarquista italiano como Pietro Gori se estableciera en Buenos Aires, abriera un bufete de abogados y se convirtiera en un colaborador de la policía.
La historiografía sobre el anarquismo en Argentina habría estado centrada en su dimensión obrerista, sobre todo en el estudio de la dinámica interior del movimiento y el análisis de sus discursos. Más allá de este enfoque, Martín Albornoz argumentó lo fructífero de estudiar las representaciones visuales del anarquismo en tanto que las imágenes circulantes inspiraron en buena medida esos discursos. Lo cierto es que estas representaciones visuales habilitaron interpretaciones del anarquismo tanto desde el prisma de la fascinación como el del temor, en tanto que fenómeno político, social y psicológico incómoda y esencialmente ligado al desarrollo científico y tecnológico. En ese marco la bomba —artefacto en el que intervenían ciencia y técnica, ingenio y destrucción— se convertiría, no casualmente, en un símbolo referencial de una violencia nihilista, aunque paradójicamente fuera irrepresentable gráficamente en el momento dramático de su realización destructiva como explosivo.
El anarquismo era aprehendido pues, como un fenómeno que respondía al género de lo misterioso, de lo asombroso, de las “realidades espectaculares” —como el circo o la morgue— que atraían morbosamente a un público alimentado por una incipiente prensa de masas que florecía en el Río de la Plata que modelaba y reforzaba esas imágenes.
El conferenciante explicó cómo la prensa en el Buenos Aires de la última década del siglo XIX se hallaba inmersa en un proceso de modernización tecnológica y expansión de su mercado lector —paralelo a la alfabetización, la masividad del movimiento inmiratorio y a la diversificación de la sociedad rioplatense— que implicaba, también, el afianzamiento de secciones de noticias internacionales estables alimentadas por corresponsales en el extranjero y la publicación de noticias telegráficas.
Las noticias de este período relacionadas con el anarquismo relevadas por Albornoz superan las 800 siendo en su amplia mayoría internacionales. Esta presencia tan destacada puede entenderse en tanto el anarquismo era el grupo disidente con un discurso y una acción radicalizados a escala global.
La cobertura periodística de los magnicidios y atentados en Europa y Estados Unidos entre 1894 y 1901 —cuyas víctimas más prominentes fueron Carnot, Cánovas del Castillo, la Emperatriz Sissí, Humberto I y el presidente McKinley— no dejó de generar efectos políticos en Buenos Aires, teniendo un interesante eco, no siempre perdurable, en el callejero porteño y un impacto considerable en las comunidades de inmigrantes afectadas, como la italiana, que se movilizaría para condenar el regicidio cometido por el anarquista Gaetano Bresci.
El caso del asesinato del Presidente francés también generó horror y curiosidad y la prensa dio una importante cobertura a este suceso, glorificando a Carnot e introduciendo imágenes de su homicida, el milanés Sante Geronimo Caserío, intentando encontrar respuestas en su aspecto.
Albornoz expuso la intrahistoria de una de estas publicaciones, develando que el periódico La Nación, en su interés por responder al interrogante de cómo era un anarquista, buscó insistentemente un retrato del asesino que no logró conseguir y que suplió con un identikit en base a las descripciones de los corresponsales y prensa extranjera encargado al pintor argentino, de simpatías anarquistas, Martín Malharro. El resultado fue un retrato de un rostro aniñado donde no se hallaban rasgos “típicos” de delincuentes como era de esperar y que condicionó el texto que lo acompañaba, que asumió la tesis de un desvío o anomalía psicológica en una persona que despertaba más piedad que desprecio. Sin embargo, tiempo más tarde, La Nación consiguió un grabado francés de Caserío, que hizo rectificar el diagnóstico al encontrar ahora sí elementos de una fisonomía criminal en el milanés.
Otro caso muy interesante abordado por Albornoz fue el del tratamiento gráfico que diera La Nación a su cobertura del asesinato de Humberto I, donde el periódico desarrolla su pesquisa criminal para llenar el vacío que dejaba la no plena fiabilidad del retrato del anarquista Bresci con la introducción de una imagen del “arma homicida”. Esta “necesidad” llevará a La Nación a recurrir transparentemente a su propio museo criminal, echando mano de un puñal —previamente adquirido en una subasta de la Policía— para ilustrar la noticia y dotarla de más fuerza dramática e impacto ante el público lector. Más interés añade al caso, el hecho de que La Nación haya desplegado una sorprendente pesquisa en el barrio portuario de La Boca —de amplísima población italiana— para obtener elementos con los que perfilar a los anarquistas italianos y generar una identificación directa entre el suceso italiano y la realidad del contexto de recepción argentino.
La inmediatez de las noticias telegráficas y la potenciación y mutua imbricación del texto con las imágenes transformaron la prensa porteña y es notable cómo la cobertura de la violencia anarquista en escenarios extranjeros fue el terreno fértil para que floreciera esta nueva praxis periodística y también un nuevo modelo de negocio para el periódico que revolucionará el concepto de información y afectará los contenidos publicados.
En todo caso, los periódicos trataban de responder a preguntas relevantes para la opinión pública rioplatense del período 1890-1900: ¿Qué era el anarquismo? ¿Cómo era un anarquista? ¿Qué lógica movía la violencia anarquista? ¿Cómo vivían los anarquistas? ¿Qué posibilidad existía que el incremento de la represión en Europa trajera inmigrantes anarquistas y arraigaran en Buenos Aires los magnicidios y atentados con explosivos?
Estos interrogantes tuvieron respuestas diversas y el perfil del anarquismo, del anarquista y de la violencia anarquista nunca fue unívoco.
La cobertura del anarquismo movilizó todos los recursos mediáticos disponibles: corresponsales, telégrafo, ilustradores, editoriales y análisis. Como explicó Albornoz, las representaciones visuales ofrecieron respuestas muy contundentes; fueron influidas por tópicos e influyeron para modelar otros, siguiendo la estela de publicaciones internacionales como Le Petit Journal, con sus grabados de escenas dramáticas con explosiones, heridos y muertos, de bombas, mechas, puñales y ambientes sórdidos de sótanos y tugurios.
En este caso, la fuerza de un discurso global de estas características y alcances generó, como advirtieron algunos intelectuales contemporáneos como José Ingenieros, efectos inesperados: por un lado, el de la imitación y búsqueda de la “celebridad por el delito”, efecto publicitario colateral de la fama instantánea —aunque fuera negativa— generada por los medios en su cobertura dramática de aquello atentados y de sus ejecutores. Por otro lado, también es relevante observar cómo estas representaciones visuales fueron adoptadas y utilizadas por los propios anarquistas en clave de reinterpretación desafiante. Esta apropiación conllevó la estilización y autoglorificación del justiciero anarquista y de su instrumento, la bomba, como artefacto demoledor de los ídolos estatales, como lo demostrarían los grabados incluidos en publicaciones anarquistas.
Otros medios de la época también aportaron a esa diversidad de representaciones, como por ejemplo la célebre y popular revista Caras y Caretas, la cual publicó una investigación “etnográfica” de los anarquistas en el Río de la Plata —profusamente ilustrada con retratos aportados por los propios entrevistados— que sostenía la idea de que los anarquistas lejos de ser peligrosos, eran obreros ejemplares y virtuosos —por sus ideas contra el alcoholismo y la promiscuidad—; y reforzaba la tesis de que en Argentina no existían verdaderas condiciones para que la violencia anarquista fuera un problema de primer orden como lo era en Europa.
Albornoz sostuvo que, en general, los historiadores alejados de un enfoque trasnacional en el estudio del anarquismo rioplatense, han dado por hecho que la criminalización y el abordaje criminológico del anarquismo fueron casi excluyentes desde un inicio y afectaron al anarquismo como un todo.
Sin embargo, una investigación centrada en la documentación de prensa pone en evidencia que no hubo tal unidad de interpretación y que su evaluación era altamente controversial e incluso contradictoria.
De hecho, la recepción de la prensa burguesa del pensamiento anarquista —sobre todo en sus contenidos cientificistas y utópicos— fue positiva en el contexto de unas élites abiertas a las innovaciones del pensamiento europeo y la denuncia del anarquismo como antítesis de la argentinidad ni fue unánime ni fue temprana.
En esta percepción errónea tiene mucho que ver la proyección retrospectiva del clima de violencia y represión instalado en la década siguiente, es decir entre 1900 y 1910, cuyos grandes hitos serían el intento de asesinato del Presidente de la Nación, Manuel Quintana por el anarquista catalán Salvador Planas y el asesinato del jefe de la Policía Ramón L. Falcón en manos de un anarquista polaco Simon Radowitzki en 1909.
Sin embargo, cuando los atentados anarquistas irrumpieron en las grandes ciudades argentinas definiendo blancos homologables a los que ya había elegido en Europa y se derrumbó la ilusión de que Argentina quedaría al margen de esta violencia, las representaciones anteriores —discursivas y gráficas— puestas en circulación por la prensa en sus secciones internacionales desde 1890 sirvieron como claves para entender esos atentados y contextuarlos.
Ni aún entonces se condenarían las ideas anarquistas en sí mismas, aunque si es evidente que fueron perdiendo prestigio a la vez que el discurso criminológico se iba haciendo mayor espacio. No obstante, es interesante observar que las explicaciones de tendencia lombrosiana en boga relacionaron la violencia de los anarquistas con desórdenes de personalidad e inestabilidad psicológica de los individuos autores de los atentados, sin indicar causas ideológicas ni sociales generalizables a un grupo.
En todo caso, Albornoz concluye que la opinión pública argentina —en la estela de las élites intelectuales reformistas del Centenario— aceptó una política de derechos civiles, políticos y sociales de carácter inclusivo que determinó la tolerancia e intento de incorporación cultural o filosófica del anarquismo como elemento de la modernidad; paralela a la exclusión política y sindical del mismo que cristalizó en un discurso criminalista psicologista y lombrosiano que orientó la percepción negativa y la represión policial.
IIª Jornada Internacional del SEHRIO, 26 de Enero de 2017
Síntesis de la ponencia del Prof. Dr. Alejandro Eujanian:
“Recordar, olvidar, encubrir: los usos del pasado en la formación de una elite dirigente en Buenos Aires "
El Dr. Eujanian inició su intervención admitiendo que, en general, la historiografía ha aceptado que la elaboración de un relato en clave nacional del pasado argentino fue una consecuencia de la construcción del Estado Nación. Para el ponente, por el contrario, la elaboración de una narrativa histórica nacional se produjo en un momento previo cuya peculiaridad radicaba en la precariedad política y la ausencia de consensos en torno del sentido que se le otorgaría tanto al concepto de nación como al de “provincia”, producto de la secesión porteña de la Confederación Argentina liderada por Urquiza, y también de las tensiones que surgieron dentro y fuera del Estado de Buenos Aires entre 1853 y 1862.
La hipótesis expuesta por Eujanian es que durante esos años se elaboraron relatos que originalmente combinaban los antecedentes históricos del localismo porteño, con remisiones a una Nación que sólo podía ser imaginada como prolongación o expansión de ella. Una de las intenciones de esos relatos era hacer visible el consenso que existía entre las elites políticas porteñas conformadas por dirigentes que en algunos casos regresaban de la proscripción y, que en otros habían ocupado cargos de responsabilidad durante el gobierno del derrocado Juan Manuel Rosas. Focalizando en los discursos y celebraciones de esa unidad nacida al calor de la Revolución del 11 de setiembre —que implicaría la secesión de Buenos Aires y la prolongación de las guerras civiles—; los usos políticos del reciente pasado rosista —entre el olvido y los recuerdos encubridores—; y la reinvención de una tradición unitaria que haría de Bernardino Rivadavia, el padre de la patria. De todos modos, la celebración de la unidad sólo habría logrado ocultar en parte los conflictos que amenazaban una y otra vez los débiles acuerdos que provisoriamente se habían alcanzado.
Durante su exposición, Alejandro Eujanian reflexionó sobre la construcción de identidades políticas y su inestabilidad en épocas de transición política —donde se problematiza intensamente la relación del presente con el pasado y el futuro esperado— tomando como eje la experiencia argentina. Esta problemática, abordada magistralmente por Tulio Halperín Donghi en obras de referencia como Revolución y Guerra y “Una nación para el desierto argentino”, generaría una pregunta fundamental que indaga sobre qué hace una sociedad o un grupo con su pasado en épocas de transición —normalmente de fuertes conflictos donde existen diferentes proyectos en disputa— que condicionan la propia identidad y estabilidad de esos sujetos. Para Eujanian en estas situaciones en que el sentido del futuro se encuentra en intensa discusión, la ruptura con el pasado se anuncia pero no puede consumarse, porque es el sentido de la historia lo que también está en discusión, provocando que el pasado que se desea superar reaparezca creando más tensiones y conflictos. La batalla de Caseros en 1852 en la que una coalición en la que confluyen federales y liberales exiliados bajo el liderazgo de Justo José de Urquiza derrota y fuerza el exilio del Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas generó dos interrogantes ineludibles a los vencedores —promotores de la fundación del estado nacional argentino— que indaga sobre qué fue aquello que ocurrió y qué es lo que había sucedido hasta entonces. La respuesta de estas preguntas condicionaba, según Eujanian, la propia construcción del futuro y determinaba un horizonte de expectativas políticas, de allí que la heterogeneidad de esa coalición condicionara la existencia de diferentes visiones del pasado y del cambio operado. Además de presentar este caso, Eujanian lo puso en relación con otras experiencias transicionales y otros momentos de cambio traumático donde la relación con el pasado —de la sociedad, de grupos e incluso de individuos— se hace problemática y conflictiva porque incide directamente tanto en la construcción de un futuro deseado que lo metabolice y deje atrás, como de una identidad propia que acompañe ese proceso de cambio. Las operaciones de revisión del pasado en esa clave producen distorsiones, forzamientos y reconstrucciones que son importantes de estudiar no tanto para establecer su veracidad, sino para comprender las percepciones diversas y cambiantes de ese pasado en tanto éstas se relacionan con acciones de esos sujetos en el presente. En estas circunstancias transicionales suelen aparecer, pues, falseamientos e imposturas históricas que en esos contextos resultan tolerables y hasta creíbles, porque en pleno proceso de reconfiguración de la realidad en función de un proyecto de futuro, suele manifestarse una complicidad colectiva —nunca unánime— para favorecer una reconfiguración del pasado que le sea funcional. Eujanian concluyó su ponencia exponiendo que estas operaciones y luchas por el sentido del pasado no dejan de tener consecuencias sobre la sociedad y la política y secuelas relativamente imprevisibles sobre el futuro, donde la revisión del pasado puede reactivarse cuando las propias coyunturas y actores que propiciaron un relato y consecuentes olvidos, imposturas y forzamientos son desplazados o desaparecen.
Síntesis de la ponencia del Prof. Dr. Mariano Schlez:
“La contrarrevolución realista en América del Sur (1806-1824)"
El Dr. Mariano Schlez inició su ponencia presentando la interrogación básica que lo llevó a su investigación de archivo en Buenos Aires, Montevideo y Sevilla: ¿cuáles eran los intereses intereses de aquellos que se opusieron al proceso revolucionario rioplatense? La respuesta a esa pregunta llevó a Schlez al estudio de la vida del comerciante cántabro Diego de Agüero, residente en Buenos Aires desde 1760, acreditado como comerciante y vecino en la capital virreinal al momento de la Revolución de Mayo de 1810. Agüero, como individuo, constituiría, en el marco del trabajo del ponente, un observable específico a través del cual penetrar en un grupo. El recorrido de la vida de Agüero nos muestra que entre 1770 y 1794 forma parte del frente de comerciantes rioplatenses promotores de la legalización del comercio peninsular con la plaza portuaria de Buenos Aires —promovida como capital virreinal en 1776— dentro del esquema del reglamento de libre comercio (1778) y la fundación del Consulado (1794) —entendido como gremio de comerciantes—. Sin embargo, a continuación, entre 1794 y 1805, Agüero aparece enrolado entre los comerciantes monopolistas crecientemente opositores a la política de libre comercio impulsada por el reformismo borbónico, defendido por los futuros dirigentes revolucionarios Manuel Belgrano y Castelli. En los años de 1806 y 1807, durante las Invasiones Inglesas Agüero participa del frente común y la alianza social para combatir a los británicos que se rompe rápidamente tras las exitosas Reconquista y Defensa de la ciudad. La retirada de los británicos de Montevideo en 1807 presentó el dilema de qué hacer con las mercancías acopiadas por los invasores para ser colocadas en el mercado rioplatense, estando Agüero junto al connotado comerciante y líder del Cabildo, Martín de Álzaga dentro de los partidarios de impedir la circulación de mercaderías que dislocarían el comercio legal monopolista. La oposición de estos sectores se radicalizó, desembocando en el fallido golpe contra el virrey Santiago de Liniers (francés al servicio de España) que acarrearía la desmovilización de las milicias peninsulares involucradas, el destierro de Álzaga y su grupo, de la que Agüero se libraría debido a su avanzada edad. La apertura del proceso revolucionario y de la guerra entre los que apoyaban a la Junta local y los leales al Consejo de Regencia en mayo de 1810 afectaría muy duramente a los comerciantes monopolistas, que se mantuvieron posiciones firmemente leales a las instituciones peninsulares. Los préstamos coactivos, los destierros, las exacciones para sostener el ejército revolucionario, las causas penales, los requisamientos y la presión sobre propietarios y comerciantes españoles se hicieron muy frecuentes, instigados por líderes revolucionarios como Hipólito Vieytes —comerciante revolucionario antes unido a Agüero en sus intereses—. Esta lealtad tuvo un final trágico para algunos como Álzaga, fusilado junto a varios miembros de su grupo luego de que fuera delatada su conspiración contrarrevolucionaria en 1812. Schlez explicó cómo, durante estos años, el grupo comercial porteño se fracturó entre revolucionarios y leales, dividiendo incluso a generaciones de las mismas familias (como la de los Azcuénaga).
Desentrañar la naturaleza del enfrentamiento, explicar el por qué de esta fractura y la lealtad de gran parte de los comerciantes peninsulares implica, según Schlez trascender de explicaciones que incidan solo en ideas, sentimientos o incluso inmediatos intereses comerciales, para remitirnos a una dimensión más profunda que nos permita desentrañar si había una coherencia detrás de sus acciones. Discutiendo las tesis de Susan Socolow sobre la volubilidad, oportunismo y flexibilidad de los comerciantes porteños del período, Schlez propone observar el comportamiento de Agüero y sus negocios a través de sus libros y documentación personal que muestran su participación en una red comercial que conectaba el Río de la Plata —Buenos Aires, Potosí y Montevideo— con Cádiz y en menor medida con Santiago de Chile, Lisboa y Río de Janeiro. Agüero no invirtió en tierras —un mecanismo secundario de acumulación disponible— y comerciaba fundamentalmente con géneros textiles. Los márgenes de ganancia de los comerciantes monopolistas como Agüero eran sorprendentemente muy bajos, reduciéndose a menos del 5% una vez deducidos los costes. Pero era este comercio monopolista, según Schlez, el único que podía garantizar la continuidad de su empresa comercial, que caería en ruina tras 1811 debido a la prolongación de la guerra y la instauración del libre comercio abierto por la revolución. La competencia británica, que disponía de mercancías industriales de bajo coste, era irresistible para un comerciante monopolista con comportamientos precapitalistas cuya, capacidad de reproducción como agente económico estaba vinculada, de acuerdo con la propuesta de Schlez, con la solidez y pervivencia del vínculo colonial que garantizaba políticamente su renta y posición social. Esta sería, pues, la lógica que guiaría los actos de Agüero y de los principales comerciantes monopolistas al adherir a la contrarrevolución.
Síntesis de la ponencia del Prof. Drª. Malena Becerra:
“Cuestión Social y redes internacionales de reforma. El Museo Social Argentino (1910-1930)"
La Drª Malena Becerra expuso su investigación sobre los espacios de producción de saberes y prácticas de intervención pública en lo social durante las tres primeras décadas del s. XX en Argentina, a través de la experiencia del Museo Social Argentino. Por un lado, Becerra propuso recuperar el papel de profesionales, intelectuales y técnicos en la problematización de lo social y la gestación de las políticas sociales tempranas. Por otro lado, enmarcando su análisis en una serie de hipótesis acerca de la naturaleza transnacional del campo de lo social a principios del siglo XX, la ponente abordó la estructuración de redes internacionales de reforma social dónde se intercambiaron ideas, prácticas, savoirs-faire y se elaboraron discursos, normas y reglamentaciones que tendrían cierta plasmación normativa. El Museo Social Argentino (MSA) emergería desde su fundación en 1911, según Becerra, como una institución privada con pretensión de actuar en lo público y que logró obtener el reconocimiento de sucesivos gobiernos como lugar de debate legitimado de la problemática social y obrera. Esta plataforma, inspirada en experiencias como la del Museo Social francés, se integró en redes internacionales de reforma —de las que en cierto sentido fue un producto— participando en la puesta en circulación de proyectos legislativos, diseños institucionales o estudios estadísticos, en un lenguaje comprensible y codificable por instituciones europeas y foros mundiales cuyo centro de atención estaba puesto en el pauperismo, las consecuencias sociales y políticas imprevistas y negativas de la industrialización, como la propia “lucha de clases”. Becerra remarcó que el MSA fue el espacio privilegiado en el que se articuló y difundió el discurso reformista sobre la “cuestión social” que pretendía articular teoría y práctica y realizar una aproximación rigurosa y científico-social al mundo del trabajo. El MSA debe ser entendido, según Becerra como un laboratorio de ideas y una plataforma de difusión creada para influir en el Estado y persuadir a las élites que los problemas sociales no debían ser minimizados acudiendo a la tesis de la feliz “excepcionalidad” argentina, ni podían solucionarse mediante intervenciones policiales y represivas. Lo más sugestivo para Becerra es que este espacio fue elegido por hombres que contaban con otras tribunas para difundir sus ideas, como las que brindaban las universidades, el Parlamento o sus cargos en la administración pública. Este fenómeno haría de esta institución un caso interesante para reflexionar acerca de la importancia de iniciativas surgidas en la sociedad civil —pero imbricadas con un aparato de estado en construcción— para la gestación de políticas sociales tempranas. Espacios como el MSA —un centro de estudios, bibliográfico y de documentación a la vez que un foro de conferencias, un think tank y un grupo de presión— mostrarían las fronteras difusas entre lo estatal y lo privado de las que tradicionalmente se han identificado para los lugares de planificación e intervención pública en el ámbito social.
Síntesis de la ponencia del Profª. Licª. Stella Maris Grenat:
“Las organizaciones político-militares en la Argentina de las décadas de 1960-1970. De las FAL al ERP y Montoneros"
La profesora Grenat comenzó su ponencia delineando el contexto internacional en que se manifestó la lucha armada revolucionaria en la Argentina de los años sesenta y setenta del Siglo XX, signada por la Guerra Fría, la Revolución China (1949), la Guerra de Corea (1953) la Revolución Cubana (1959) y las luchas descolonizadoras del Tercer Mundo. Un período convulso, en el orden interno, desde la proscripción del peronismo tras la “Revolución Libertadora” de 1955. Estas décadas fueron las de la sistemática injerencia militar en el proceso político argentino, con gobiernos débiles bajo la presidencias de Arturo Frondizi y Arturo Illia; la instauración de una dictadura militar autodenominada Revolución Argentina (1966-1973) —bajo la cual se produjeron la prohibición de los partidos políticos, la intervención de las universidades y estallidos sociales como el Cordobazo—; el conflictivo retorno del peronismo al poder en 1973 con la elección de Héctor Cámpora, el retorno de Perón y su elección como presidente en 1973; la sucesión presidencial de María Estela Martínez de Perón, la crisis económica y devaluación del “Rodrigazo”, el aumento de la conflictividad social, la lucha armada y la represión; y finalmente el golpe del 24 de marzo de 1976.
De acuerdo con Grenat, durante este período, sobre todo desde el Cordobazo (1969), las masas movilizadas —compuestas por fracciones de diferentes clases— ocupaban las calles y si bien su radicalización era evidente, se hallaban divididas entre la adopción de una estrategia militar insurreccional y de una estrategia electoral, propiciada por la apertura política tutelada ensayada por el gobierno del General Lanusse a través del Gran Acuerdo Nacional (GAN) en 1972. En todo caso, la conflictividad abierta entre fuerzas revolucionarias y contrarrevolucionarias se profundizaría bajo el gobierno peronista en un contexto latinoamericano caracterizado por la imposición de la Doctrina de Seguridad Nacional, la formación de guerrillas rurales y urbanas con diferentes estrategias insurreccionales y el avance exitoso de las represiones militares y paramilitares de las fuerzas revolucionarias.
Grenat planteó, a continuación, el interrogante fundamental de su indagación: ¿Por qué fueron derrotadas las fuerzas revolucionarias en Argentina? Para responderlo, la ponente, apoyándose en los aportes teóricos de Clausewitz y el marxismo, presentó su hipótesis general relacionada con la dispersión y fragmentación —programática y orgánica— del campo revolucionario habitado por múltiples organizaciones político-militares; y su hipótesis particular, relacionada con los errores estratégicos de la dirección política revolucionaria, la inadecuación entre medios y fines de una estrategia armada que resultaría contraproducente y acentuaría la confusión y dispersión de fuerzas. Para Grenat, un diagnóstico erróneo acerca de la correlación de fuerzas y del carácter del “momento de guerra” para la coyuntura, determinó la formación de ejércitos populares y la plena inversión en una estrategia de lucha armada que no lograría sostener ni profundizar la movilización revolucionaria y ocasionaría finalmente su derrota.
La revisión crítica de la historiografía propuesta por la ponente hizo hincapié en las visiones encontradas propuesta por la historiografía marxista, la “historiografía militante” —nutrida por los relatos de los combatientes— y la “historiografía socialdemócrata” que postuló con éxito la “teoría de los dos demonios” según la cual la sociedad argentina habría estado atrapada entre dos fuerzas antidemocráticas, por un lado los militares y, por otro, “los guerrilleros”, caracterizados como una vanguardia revolucionaria desgajada de las masas representada excluyentemente por Montoneros y el Ejército Revolucionario del Pueblo.
De acuerdo con estos planteos, Grenat presentó su investigación de caso sobre las FAL, siglas reconocibles de una organización armada revolucionaria que operaría entre los años ’60 y ’80, tomando el nombre de Fuerzas Armadas de Liberación y alternativamente Frente Argentino de Liberación o Fuerzas Argentinas de Liberación. Las FAL fueron un grupo clandestino que durante una década ni siquiera reclamaría la autoría de sus acciones armadas. Su condición secreta y su estructura descentralizada dificultaron la reconstrucción de su historia, la cual fue acometida por Grenat a través de veinticuatro entrevistas con ex-combatientes contrastadas con documentación de prensa, escasos documentos partidarios y materiales de los archivos policiales y de las causas judiciales seguidas contra sus miembros. Las FAL, según explicó Grenat, se conformaron como una organización esencialmente militar, interesada prioritariamente en obtener armas y fondos para adquirirlas y en desarrollar acciones de combate. Conformada por grupos independientes que se coordinaban, sus distintas vertientes no entorpecieron un enfoque militarista que relegaba la definición de un auténtico programa político, denotando la inexistencia de una estrategia clara para la consecución de sus objetivos revolucionarios y explicando en parte su fracaso y derrota.
Síntesis de la ponencia del Profª. Mag. Cristina Rolandi:
“Transformaciones económicas bajo una dictadura: la política de José Alfredo Martínez de Hoz, 1976-1981"
La Profesora Rolandi comenzó su ponencia proponiendo revisar críticamente las razones usuales que se han esgrimido para explicar el Golpe militar de 1976 y que en buena medida derivan conceptualmente de algunos de los relatos y justificaciones de sus protagonistas. Según estas visiones, el Golpe buscaría la destrucción de la guerrilla —cuando en realidad estas ya estaban derrotadas antes del 24 de marzo de 1976— e imponer un cambio de modelo económico —que hubiera acabado por imponerse por influjo estructural de todos modos—.
En el planteo de Rolandi el golpe sobreviene en una época marcada por el fin del orden económico de los acuerdos de Bretton-Woods, vigente entre 1944 y 1971; la crisis del petróleo inaugurada en 1973; el aumento de las reservas mundiales; la devaluación del dólar y el crecimiento de la rentabilidad del capital financiero. Son los años de la continuidad de la Guerra Fría, de la imposición de la Doctrina de Seguridad Nacional por la cual las Fuerzas Armadas asumen tareas propias de una fuerza de ocupación interna para controlar el conflicto social y desactivar el peligro revolucionario en América Latina. Los años setenta son pues, los años de una oleada de golpes de estado y dictaduras militares prolongadas de propósitos “refundacionales” y con programas funcionales al nuevo escenario económico mundial: Brasil (1964-1985); Chile (1973-1990); Uruguay (1973-1985); Paraguay (1954-1989); Bolivia (1971) y Argentina (1976.1983). Según Rolandi, también debe apreciarse un cambio de modelos en la ciencia económica, con la crisis del keynesianismo y de los modelos desarrollistas y neodesarrollistas latinoamericanos que se sostenían en la demanda, el pleno empleo, la expansión del mercado consumidor y la construcción del “estado de bienestar” . Desde los años ’70 se verifica un cambio en el régimen de acumulación capitalista, con un énfasis en la oferta que implica cambios políticos y sociales de escala que resultan muy difíciles de imponer bajo regímenes democráticos, sobre todo en la periferia y semiperiferia. En ese sentido, un marco autoritario y represivo de las dictaduras latinoamericanas ofrecía las condiciones ideales para operar este tipo de reorientación traumática de forma eficaz y expeditiva y quebrar las alianzas sociales que estructuraron en el período previo —fundamentalmente entre el Estado, los industriales desarrollistas y los sindicatos—.
El paradigma neoliberal, monetarista, promovido por los Chicago Boys, redefinió el papel del Estado, que debía renunciar a adoptar una política monetaria activa y a políticas de regulación económica, transfiriendo a los mercados locales e internacionales desregulados la asignación variable de los recursos. En este esquema, el mercado sustituía en buena medida a las funciones económicas anteriormente asumidas por el Estado, que en el nuevo paradigma no debía intervenir en el ciclo económico para no distorsionarlo artificialmente. Las economías ineficientes debían entrar en crisis —sinceramiento—, caer en recesión, ajustarse para crear condiciones para una reactivación.
Como explicó Rolandi, Chile y Argentina fueron laboratorios de estas nuevas políticas económicas que luego serían implementadas, más moderadamente, en contextos democráticos como en el Reino Unido bajo Margaret Thatcher. En este contexto se produjo la apertura total de la economía argentina a las importaciones, la retirada de las barreras arancelarias para proteger la industria nacional, la desregulación de los mercados comerciales y financieros, la retirada del Estado del mercado laboral y el endeudamiento externo.
El objetivo era la re-primarización de la economía argentina. Teniendo en cuenta que el sector agropecuario era el más dinámico, productivo y competitivo a nivel internacional, se trataba de crear las condiciones para retornar a un modelo primario exportador. Los beneficiarios de este giro fueron los sectores con capacidad exportadora y vinculados a productos primarios que disfrutaban de ventajas comaprativas: pesca, celulosa, madera, petróleo, agricultura y ganadería, con la excepción de alguna rubros de la industria automotriz que logró conservar cierta protección.
La política del Ministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz (1976-1981) avanzó por etapas, en una primera se acometió la desregulación y el desmonte del proteccionismo del modelo desarrollista con la supresión a los aranceles a la importación; la eliminación de subsidios: el incremento de las tarifas públicas y el aumento de la presión tributaria, teniendo como variable de ajuste el salario. En una segunda etapa, según explicó Rolandi, se acometió la reforma financiera de 1977, con una ley que vinculaba directamente el mercado financiero local al internacional disminuyendo drásticamente las regulaciones estatales en esta materia, liberando la tasa de interés y eliminando restricciones a los movimiento de capitales. Como consecuencia, afluyeron capitales externos atraídos por las altas tasas de interés, produciéndose un endeudamiento externo en el que el Estado sólo intervenía como garante de los fondos abdicando de cualquier control o supervisión —llegando al extremo de no registrar los movimientos de capitales—. Ese capital externo fue invertido en infraestructuras, armamento, en el Mundial de fútbol de 1978 pero no tuvo efectos multiplicadores sobre la economía interna ni fue aprovechado para modernizar maquinaria pesada —salvo en el agro— y aumentar la productividad, sino para alimentar el crecimiento de una economía financiera altamente especulativa y el consumo financiado de bienes durables de importación. La tercera etapa, descripta por Rolandi, correspondió a la política cambiaria que, tras la devaluación inicial, buscó la re-apreciación de la moneda nacional y experimentó con un tipo de cambio fijo revisable —conocido como “la tablita”— que preveía mini devaluaciones periódicas programadas.
Según expuso Rolandi, el programa económico de la Dictadura implicó una fuerte redistribución de la riqueza, una reducción de los salarios del 30% seguida un congelamiento, la eliminación del control de precios, la devaluación de peso que impactó en la demanda y el consumo internos. Las consecuencias sociales fueron muy graves: desocupación, subocupación y trabajo precario, marginalización de amplias capas de la población, desindustrialización, pérdida de poder adquisitivo de clases populares y medias por la inflación —variable que nunca pudo ser controlada y que tocó el 400% anual al final del período—.
Para concluir Rolandi reflexionó sobre que este cambio del modelo económico desarrollista, determinado por los cambios estructurales del capitalismo mundial tras la crisis del petróleo, hubieran llegado de todas formas a la región y a la Argentina —como prueba el hecho de su culminación durante los gobiernos neoliberales de Carlos Saúl Menem tras la restauración democrática— sin necesidad de que tuvieran que haber sido impuestos represivamente, a través del terrorismo de Estado, como efectivamente lo fueron, por una dictadura re-fundacional como el Proceso de Reorganización Nacional.
Síntesis de la ponencia de la Magister (UCM) Ana Gracia Rivas:
“El muralismo argentino y otras intervenciones urbanas: desde mediados del siglo XX hasta la actualidad"
Ana Gracia Rivas inició su conferencia advirtiendo que los estudios sobre el muralismo como manifestación artística se han centrado, principalmente, en el muralismo mexicano, dejando de lado la irradiación que éste tuvo por el resto del continente americano y su reelaboración en los diferentes países.
El objeto de investigación de Gracia es, precisamente, el muralismo y a otras intervenciones urbanas de carácter socio-político en Argentina durante la segunda mitad del siglo XX y los primeros años del siglo XXI. Durante este periodo de constantes cambios políticos y sociales se constata la fuerte y asumida relación entre arte y poder, que imponen un fluido manejo del contexto histórico para poder comprender su desarrollo. La ponente propuso un abordaje de la producción muralística y de otras manifestaciones artísticas conexas en tres etapas fundamentales. La primera (1955-1976), estaría marcada, en sus primeros años, por una ideología político-estética revolucionaria desarrollada por el Movimiento Espartaco y que fue seguida por numerosos artistas con posturas cada vez más politizadas. Durante eses años, en el campo artístico argentino se desplegaba un proyecto que perseguía hacer de Buenos Aires un centro de cultura global teniendo como eje el arte abstracto. En este contexto, surgiría una contestación frente al arte promovido por el poder que se nutriría de la experiencia del muralismo mexicano —que tuvo su primer desembarco infructuoso en el Río de la Plata de la mano del propio Siqueiros en 1933— y de la actualización estética del realismo socialista propiciado en América Latina por el impacto de la revolución cubana desde 1959. En este contexto, que es también el de la dictadura del general Onganía y su política represiva extendida al campo intelectual, surgiría Espartaco como reacción radical dentro del campo estético, como movimiento transversal en cuyo manifiesto se reivindicaba un arte figurativo revolucionario que sirviera como arma de combate y liberación. Ricardo Carpani, fue el referente de esta tendencia, con veía a la clase obrera como sujeto revolucionario y la representaba a través de figuras pétreas, musculosas que realzaban la fuerza física y moral del proletariado en lucha que plasmaría en sus murales y otras obras de “arte comprometido”. Gracia presentó diversas intervenciones urbanas, cartelería y pintadas política, y grafitis de este período —como “Tucumán arde” (1968); las relacionadas con el Cordobazo (1969)— relacionados con la resistencia a la dictadura, pero también con la lucha armada de organizaciones político-militares de los años setenta y el retorno de Perón (1973). Gracia ubica en 1973 y 1974 un punto de inflexión en la tendencia a la politización del campo artístico, un retroceso en el arte callejero y un retorno al espacio cerrado de exposición, que la ponente relaciona con el agravamiento de la represión, la violencia urbana y la acción paramilitar de la Triple A.
La segunda etapa que identifica Gracia (1976-1983), se inscribe dentro de la última dictadura militar y se caracterizaría por una censura implacable en el campo artístico e intelectual, la represión ilegal, la persecución y el exilio de muchos artistas que ya se había iniciado en 1974. Esta etapa es la de un repliegue forzado, la adopción de estrategias para eludir las prohibiciones, la proscripción del muralismo, el arte callejero y las intervenciones urbanas de signo político o social, dentro de una política de modificación del espacio urbano que promueve una “ciudad blanca” limpia de pintadas. En estos años se producen, sin embargo, obras muralísticas como Crucifijos y Apocalipsis de Antonio Berni, que echan mano de metáforas para la denuncia de la situación; y una variedad de intervenciones clandestinas de brigadas muralistas —como la Brigada Castagnino— y de autores anónimos cuyas características fueron su ejecución rápida, el uso de símbolos comunistas, pacifistas y su condición efímera, pautada por la represión policial.
La tercera etapa que propone Gracia (desde 1983 a la actualidad), comprendería la restauración y normalización democrática; la experiencia neoliberal menemista, la crisis de 2001 y el período kirchnerista. Esta etapa traería consigo la recuperación del espacio público por parte de los artistas y una experiencia limitada de repolitización de parte del campo artístico. En este sentido, proliferarán colectivos artísticos de activa colaboración con asociaciones de derechos humanos —Madres de Plaza de Mayo, Abuelas de Plaza de Mayo, CELS, etc— centrados en la denuncia del terrorismo de estado, de la desaparición forzada de personas; y también un arte de denuncia que acompañará los turbulentos vaivenes de la política interna e internacional en los gobiernos de Raíl Alfonsín, Carlos Menem, Fernando De la Rúa, Eduardo Duhalde, Nestor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner. El muralismo y las intervenciones urbanas de este período se alejarían del modelo revolucionario de la primera etapa, para focalizar en ideas de justicia, derechos humanos y en la denuncia de la violencia ilegal, apuntando a la recuperación de la “memoria histórica” de estos hechos traumáticos.
Todo ello permitiría apreciar, como destacó Ana Gracia, el valor de estas manifestaciones artísticas como documento visual fundamental para conocer las corrientes ideológicas vigentes y las preocupaciones y demandas de ciertos sectores sociales, al mismo tiempo podemos observar la posición que toma el poder respecto al medio artístico de cada época.
3ª Conferencia del Ciclo 2016-2017, 1 de Diciembre de 2016
Síntesis de la ponencia del Prof. Dr. Sebastián Díaz-Duhalde:
“Cultura visual de la Guerra de la Triple Alianza contra Paraguay, 1864-1870"
El pasado Jueves 1 de Diciembre de 2016, 10 a 13 hs, el Dr. Sebastián Díaz Duhalde expuso una lección magistral titulada: "Cultura visual de la Guerra de la Triple Alianza contra Paraguay, 1864-1870" en el marco de nuestro IIº Ciclo Anual de Conferencias, 2016-2017.
El conferenciante realizó una síntesis de los acontecimientos de la Guerra que la Triple Alianza de Argentina, Uruguay y el Imperio del Brasil llevó a cabo contra Paraguay entre 1864 y 1870, la cual provocó la muerte de un sesenta por ciento de la población paraguaya, un noventa por ciento de las tropas de Uruguay y de unos doscientos mil argentinos y brasileros que lucharon en el frente.
Este conflicto impactó en el desarrollo económico, social, político y cultural de los cuatro países; dio pié a diferentes interpretaciones historiográficas (relevadas críticamente durante la disertación) y generó un fondo infinito de imágenes que fueron objeto del análisis del profesor invitado.
El Dr. Díaz Duahalde presentó un estudio y una reflexión interdisciplinaria (enraizadas en la tradición de los estudios visuales norteamericanos) sobre la guerra y sobre el estado (en fase de construcción en la región rioplatense) a partir de las representaciones visuales y textuales de los protagonistas de estos dramáticos acontecimientos.
El énfasis estuvo puesto en observar las imágenes que éstos generaron y la forma de su persistencia en el hoy; su constancia como imágenes de la historia y del presente, como imágenes de las naciones, de los pueblos y de las comunidades involucradas.
Particular detenimiento se puso, en primer lugar, en la revisión de la pintura de guerra heterodoxa del pintor argentino Cándido López (combatiente y mutilado en el frente) diferenciándo su "Serie de la Guerra del Paraguay" de medio centenar obras, de los aportes de los pintores neoclásicos argentinos, paraguayos y brasileños. Un segundo tema abordado fue el de la incursión de la fotografía uruguaya en el frente de batalla y su repercusión en las crónicas de guerra; y, por último y en tercer lugar, la aparición de la prensa ilustrada en las trincheras paraguayas que revivieron la tradición colonial del grabado en madera.
El Dr. Díaz Duhalde propuso relativizar el tópico que reduce las imágenes de esta guerra a la condición de instrumentos de la propaganda bélica, demostrando la heterogeneidad del material visual generado por el conflicto y sus diferentes características y funcionalidades, que desbordan su uso inmediato e instrumental para relacionarse, sin duda, con la fijación de diferentes memorias históricas estatales pero también individuales y familiares, con la crítica de la guerra, la crónica periodística de los hechos, la difusión del paisaje, etc
2ª Conferencia del Ciclo Anual 2016-2017, 20 de Octubre de 2016
Síntesis de la ponencia del Prof. Marcelo Hugo Garabedian:
“La inmigración asturiana y su sociabilidad en la Buenos Aires del Siglo XIX"
El pasado jueves 20 de Octubre de 2016, el Prof. Marcelo Hugo Garabedian, especialista en estudios migratorios contemporáneos y estudioso del caso migratorio asturiano hacia la República Argentina, pronunció una lección magistral en el marco del IIº Ciclo anual de Conferencias, 2016-2017 del SEHRIO. En dicho evento, el conferenciante presentó un recorrido historiográfico por los estudios migratorios argentinos, distinguiendo cuatro etapas: una primera propia de los años "60 del siglo XX, en la que predominaron los trabajos cuantitativos y "estructurales" caracterizados por los grandes aportes de Gino Germani, F. Korn y M. Nascimbene; una segunda, entre los años "70 y "80 donde se experimentó una modernización en los enfoques introduciéndose con fuerza los conceptos de "cadenas migratorias" y "redes migratorias" que permitieron superar el enfoque "push and pull" en relación con teorías de la asimilación e integración y el cuestionamiento del concepto de crisol de razas, visible en las obras de Fernando Devoto, José Moya, María Berg o Hernán Otero y en en emprendimiento colectivo del CEMLA; una tercera, propia de los años "90, más atenta a los flujos migratorios regionales y a las problemáticas de la construcción de las nacionalidades, que puede verse en las obras de Elda González, Xosé M. Núñez Seixas, Marcelini Irianni o Pilar Cagiao; y una cuarta, actual, más interesada en las producciones culturales de los migrantes y en su sociabilidad desarrollada en las investigaciones de Nadia de Cristóforis, Alina Silveira, Mariana Pérez o Ruy Farías, entre otros. En buena medida, esta última y actual etapa se nutre de los avances de otra línea de investigación importante en Argentina: los estudios de la "sociabilidad", en los que trabajan, desde diferentes perspectivas y enfocando en diversos sectores, Sandra Gayol, Pilar González Bernaldo de Quirós, Paula Bruno o Leandro Losada.
En la actualidad, según Garabedian, los estudios migratorios experimentarían un menor dinamismo respecto de la "edad de oro" de los años "80 debido en parte al cierre del CEMLA y de su publicación de referencia internacional, Estudios Migratorios Latinoamericanos, en 2014. Esta situación habría provocado que los estudios migratorios experimenten deslizamientos o confluyan con los estudios de los "exilios" e incluso con investigaciones relacionadas con la historia intelectual, la historia cultural o de las relaciones internacionales.
Garabedian avanzó luego en una exposición de algunos aspectos de su investigación sobre los asturianos de Buenos Aires y su sociabilidad. llamando la atención acerca del relativo descuido de esta corriente migratoria en relación a la gallega o la vasca (según los cálculos de los historiadores asturianos, habrían representado un 15% del total de los 2.000.000 de emigrantes españoles en Argentina). Esta marginalidad fue atribuida por el conferenciante a la dificultad de acceso a las fuentes (desaparición, destrucción, deslocalización o atesoramiento), particularmente importante en el caso asturiano. El asociacionismo asturiano fue relativamente tardío, aunque siguió los patrones del gallego y generó, inicialmente, pocas entidades de caráter territorial y ninguna "microterritorial" entre 1900 y 1920.
Las investigaciones de Garabedian se basaron, según expuso, en el estudio del complejo formado por el Centro Asturiano, el Orfeón Asturiano y el Centro Orfeón Asturiano (resultado de la fusión de los anteriores). La pesquisa se centró, en su caso, en los documentos asociativos públicos (libros de actas) y privados (copiadores de cartas), combinados con el estudio de publicaciones periódicas de la colectividad como la Revista Asturias y El Correo Español. Este tipo de asociaciones culturales y recreativas, donde se escenificaban y recreaban los tópicos de la identidad astur en el Río de la Plata, mostraban gran dinamismo y compartían afiliados y participantes con asociaciones étnicas de diferente matriz y objetivo social, así como con entidades sin marcas identitarias específicas, en el contexto de una sociedad civil rioplatense muy activa y movilizada. Garabedian expuso su estudio de las actividades de estas asociaciones, su financiación, su progresión y la importancia de las fiestas, certámenes literarios, de música o danza, de banquetes y su gran aceptación entre las élites y los sectores populares de la migración española; así como el gran impulso que los dirigentes asociativos más influyentes (como Rafael Fernández Calzada) imprimieron al asociacionismo asturiano en la coyuntura de la Guerra de cuba de 1898.
Para cerrar la conferencia, Garabedian, compartió con el público su trabajo paralelo de rescate, ordenamiento y digitalización de fuentes asociativas españolas realizadas en el contexto de la web Memoria Viva, con financiación estatal española.
1ª Conferencia del IIº Ciclo Anual, 2016-2017, 7 de Septiembre de 2016
Síntesis de la ponencia del Dr. Mariano Schlez:
“La lucha de clases en la historiografía sobre la Revolución de Independencia rioplatense"
El Dr. Schlez expuso un panorama de la historiografía argentina especializada en la Revolución e Independencia rioplatense entre los años ochenta del siglo XX y la actualidad, desde una perspectiva crítica. Según el conferenciante, en la historiografía dedicada al estudio de las independencias iberoamericanas predomina la idea de que la profesionalización se corresponde con una despolitización en el estudio del pasado, por un lado, y con la conquista de un consenso general en cuestiones fundamentales del proceso, fruto del debate abierto y plural al interior del campo de estudios, por el otro.
Durante su exposición, Schlez analizó, desde una perspectiva marxista, las condiciones históricas y los mecanismos políticos, económicos y científicos que influyeron en la estructuración del campo historiográfico tras la restauración democrática de 1983 y los estudios específicos sobre la revolución y la guerra de independencia, teniendo en cuenta: el contexto nacional argentino e internacional; la vinculación entre la constitución de los estudios latinoamericanos; la reacción conservadora que enfrentó el ascenso de masas en las décadas de 1970 y 1980 y el "consenso" historiográfico vigente.
Particular importancia se dio a la evolución teórico-metodológica y también ideológica de la generación de intelectuales que orientaría esta profesionalización "modernizante" de la historiografía argentina y que estaba compuesta, en buena medida, por jóvenes historiadores y científicos sociales que retornaron de sus exilios europeos o norteamericanos y abandonaron el paradigma marxista o materialista en el que trabajaban, en favor de nuevas perspectivas mucho más funcionales a la coyuntura de los años "80 y "90.
6ª Conferencia del Ciclo Anual 2015-2016, 24 de Junio de 2016
Síntesis de la ponencia del Drª. Eugenia Molina:
“¿Sólo una revolución política?" Relaciones sociales, justicia y disciplinamiento durante el proceso revolucionario rioplatense, Mendoza, 1810-1820”
La Drª Molina expuso cómo el proceso desencadenado en junio de 1810, cuando la élite mendocina decidió apoyar la opción revolucionaria de la Junta de gobierno porteña rompiendo la cadena de mando que la vinculaba a Córdoba, se alejó mucho de constituir un suceso sólo político-institucional. La adhesión revolucinaria generó una amplia serie de transformaciones en la jurisdicción de Mendoza, las cuales incluyeron desde una rápida politización de las relaciones sociales hasta un reajuste de la trama de jueces menores que sirvió a los fines de control y disciplinamiento de la población.
La conferenciante advirtió lo importante de tener en cuenta que este proceso no sólo siguió los compases propios de la realidad local, sino que estuvo atravesado por los vaivenes de la causa patriota chilena, demasiado cercana al territorio mendocino como para no verse afectado por ella, del mismo modo que por los derroteros de las estrategias implementadas por los gobiernos porteños y su impacto en los equilibrios regionales en el resto del Río de la Plata.
La Drª Molina explicó la importancia de estudiar la justicia de proximidad, cuyas jurisdicciones y prácticas permiten detectar las tensiones que el proceso revolucionario provocó en la sociedad local, como también observar de qué dispositivos se sirvieron las autoridades para construir poder en un marco de inestabilidad permanente.
De esta manera, es posible brindar elementos que permitan pensar la Revolución de Mayo como un clivaje en las formas de pensar y negociar legitimidad -y por tanto poder- a través de un estudio de caso puntual como fue el de Mendoza, ciudad claramente periférica desde el punto de vista de su lejanía de los centro decisionales del Virreinato rioplatense pero de una ubicación clave en los circuitos comunicacionales que vinculaban el Litoral con Chile.
5ª Conferencia del Ciclo Anual 2015-2016, 6 de Mayo de 2016
Síntesis de la ponencia del Drª. Miranda Lida:
“La Argentina entre concilios. Catolicismo, cultura y sociedad, 1870-1962”
La Drª Lida abordó la evolución del catolicismo argentino y el proceso de construcción nacional en desarrollo desde mediados del siglo XIX. Centrándose en el período que se abre en 1870 (con el Concilio Vaticano I) y 1962 (en vísperas de la celebración del Concilio Vaticano II), el caso argentino, aún tomado dentro del contexto latinoamericano y europeo, permitiría apreciar que la compleja relación que se entabló entre el catolicismo contemporáneo y el proceso de modernización socio-política y socio-cultural. En esas relaciones, sinuosas, conflictivas, colaborativas, no faltaron dificultades, marchas a destiempo, desatinos, exabruptos trasnochados de quienes con añoranza hubieran preferido hacer retroceder el reloj de la historia nacional.
Sin embargo, la Drª Lida explicó que muchos de los rasgos que adoptó el catolicismo rioplatense desde fines del siglo XIX eran fundamentalmente modernos antes que tradicionalistas. Así, los congresos eucarísticos (creación de la Europa industrializada de fines del siglo XIX); la propia identificación con la nación que la Iglesia argentina leyó unilateralmente; la creación de los Círculos de Obreros (que venían a dar respuesta a la "cuestión social"); el uso de la prensa, y más tarde la radio y las demás industrias culturales; su fuerte anclaje en el tiempo de ocio, el consumo y el deporte, etc., son indicios de que el catolicismo supo adaptarse y actuar en un contexto de cambio y profunda transformación política, social y cultural.
Sin negar la importancia del conflicto entre Iglesia y Estado abierto en los años "80 del siglo XIX, la Drª Lida discutió la metáfora de la "fortaleza asediada", que se instaló historiográficamente desde presupuestos liberales o confesionales radicalizados, la cual nos transmite una imagen distorsionada de cada uno de esos actores y de sus relaciones, en la que aparece un catolicismo aislado y sometido al ataque implacable de sus enemigos laicistas. Antes que esta realidad, las investigaciones actuales nos hablarían de tensiones y conflictos, pero también de importantes espacios de colaboración, complementación y delegación entre el Estado y la Iglesia que nunca dejaron de existir y ponen en cuestión no sólo esa idea de exclusión mutua y de la existencia de un laicismo radical de estilo francés en Argentina; sino también, la idea de la ruptura abrupta de ese statu quo en los años "30.
La Drª Lida dió argumentos de peso para pensar esa nueva coyuntura nacional, cuyo ícono fue el Congreso Eucarístico de Buenos Aires, como la escenificación de un punto de llegada de un largo y exitoso proceso de reposicionamiento de la Iglesia en la Argentina entre 1890 y los años de entreguerras.
4ª Conferencia del Ciclo 2015-2016, 27 de Abril de 2016
Síntesis de la ponencia del Drª. Nerina Visacovsky:
“Los judíos progresistas en Argentina, 1941-1991: medio siglo de lealtad soviética"
En su introducción, la Drª Visacovsky bosquejó los muy diversos perfiles que caracterizaron a la colectividad judía en Argentina, con una escasa presencia sefardí desde épocas tempranas a la llegada de las migraciones masivas de judíos asquenazíes, desde fines del siglo XIX y primer tercio del XX. En el contexto del vertiginoso crecimiento y la demanda de mano de obra a la que dio lugar la articulación del modelo agroexportador, la República Argentina se convirtió en uno de los destinos más importantes de los flujos migratorios europeos después de los EE.UU. y en ese sentido, atraería crecientes contingentes de judíos polacos y rusos.
En la alocución se dejó claro que existieron dos momentos destacables de esta migración, el primero a fines del siglo XIX, cuando el Barón Moritz von Hirsch, banquero y filántropo judeo-alemán, financió a través de la Jewish Colonization Association, proyectos de colonización en la Provincia de Buenos Aires y en la Provincia de Entre Ríos —origen de una singular experiencia de ruralización e integración cuyo tipo identificable fue el “gaucho judío”—; y el segundo, la arribada durante el período de Entreguerras, que se desarrolló al compás de la escalada del antisemitismo, el anticomunismo y el ascenso de los fascismos.
La Drª Visacovsky explicó cómo el secular confinamiento territorial de la colectividad judía polaca, la prohibición del acceso a la propiedad de la tierra y del ejercicio de las profesiones liberales, había favorecido un florecimiento cultural urbano de fuerte impronta identitaria, en la que penetró fuertemente el socialismo antes y después de la Revolución Rusa, como ideología étnica y socialmente emancipatoria.
En los años ’30 se potenciaría, pues, una migración urbana con mayor capital cultural y fuerte experiencia asociativa, que transplantaría en el Río de la Plata, generando una pléyade de instituciones, escuelas, bibliotecas y publicaciones. Este aporte consolidaría la influencia de un judaísmo marxista, secularizado, hablante de idish, que asumía su herencia étnico-cultural, rechazando sus contenidos religiosos.
La resultante de estos procesos migratorios de más de medio siglo habría sido, pues, la conformación de una colectividad judía sumamente heterogénea en su perfil socioeconómico y en la que no solo se podía distinguir entre sefaradíes y asquenazíes, laicos o religiosos; sino que incluía diferentes orígenes nacionales —portugueses, griegos, norteafricanos, alemanes, rusos, polacos, entre otros—; diferentes adhesiones ideológicas que iban desde el conservadurismo al socialismo revolucionario y el anarquismo; y diferentes proyectos políticos, desde el integracionismo a proyectos sionistas.
Esta heterogeneidad, frecuentemente ignorada o minimizada, también estaría presente al interior del sector secularizado, izquierdista e idish-parlante de la colectividad judía en Argentina, como afirmó la Drª Visacovsky. De hecho, sería posible distinguir tres grupos definidos: bundistas o socialdemócratas, adherentes a la IIª Internacional e identificados con el Partidos Socialista Argentino; comunistas —autodenominados progresistas— identificados con Idisher Cultur Farband (ICUF), la IIIª Internacional y el Partido Comunista Argentino; y los linke poale sionistas identificados, desde su adhesión al marxismo, con el proyecto de construcción nacional judía en Palestina.
La conferenciante centró su exposición en el segundo grupo, advirtiendo, en primer lugar que, de los 190.000 judíos solo la mitad participaba del mundo asociativo; y, en segundo lugar, que las divisiones en la izquierda judía —potenciadas por las élites dirigentes— se difuminaban en unas prácticas sociales, culturales y educativas “promiscuas” de las bases, en las que se podía verificar una marcada circulación e incluso confluencia en los diversos espacios institucionales, sin por ello resignar sus propias identidades.
En el marco de una exposición en la que permanentemente se establecieron relaciones entre procesos históricos internacionales, nacionales argentinos e intracomunitarios, la Drª Visacovsky expuso un recorrido por la historia del judaísmo progresista argentino, partiendo de los primeros años ’30, cuando el Golpe del General Uriburu y el ascenso de Hitler, favorecieron el diálogo entre las tres expresiones de la izquierda judía e incluso entre estas y otros sectores ideológico-políticos; el período 1939-1945 donde se dieron las condiciones para un confluencia de la izquierda judía con otras sensibilidades de la colectividad como parte de un reflejo defensivo en un contexto marcado por el exterminio de los judíos europeos; y el período 1945-1991, durante la segunda postguerra y la Guerra Fría, cuando se romperán esos diálogos y se polarizará irreversiblemente la colectividad.
Examinando la propia evolución progresismo judío en paralelo a la del comunismo, Visacovsky analizó la superación doctrinaria de la política de “clase contra clase” y el giro antifascista y frentepopulista —implementado desde la Guerra Civil Española, con el breve paréntesis de la vigencia del pacto germano-soviético— que creó las condiciones para una moderación del lenguaje revolucionario y una colaboración con los sectores burgueses progresistas.
También se analizó en esta conferencia la estrecha y fiel adhesión de los judíos progresistas al comunismo y su apoyo a la URSS la cual podría explicarse por diversos factores, que no solo nos remiten a una sumatoria de adhesiones doctrinarias individuales, sino también al impacto y el gran prestigio del Estado Soviético entre los judíos de la nueva diáspora, en tanto que impulsor del ascenso social y político de los judíos rusos y ejemplo de su integración igualitaria a una sociedad construida sobre principios de igualdad y solidaridad; y como líder en la lucha contra el fascismo y el antisemitismo nazi. Más allá de esto, también debe tenerse en cuenta, según Visacovsky, la posibilidad que ofrecía el comunismo de militar en idish, a través de la sección idiomática correspondiente y el compromiso de integración en la vida política y cultural argentina que suponía la adhesión icufista y la militancia comunista.
La conferenciante analizó con particular detenimiento el tercer período mencionado, marcado por la Guerra Fría, la fundación del Estado de Israel y el ascenso del peronismo. Una época convulsa en la que se producirían cambios notables en la situación de la colectividad judía y en sus equilibrios internos, con la conformación de un amplio bloque sionista, apolítico y prescindente en el contexto argentino, aunque comprometido con diversas opciones en el Estado de Israel, que ganaría mucho terreno; a la par que la nueva propaganda anticomunista y la denuncia occidental e israelí acerca del antisemitismo soviético —a raíz del fusilamiento y procesamiento de judíos en el marco de las purgas stalinistas de postguerra— terminarían ocasionando la expulsión de los judíos progresistas de las instituciones de la colectividad en las que estaban integrados desde los años ’30.
De esta manera, los icufistas y comunistas recrearon separadamente su propia red de instituciones educativas, recreativas y culturales abiertas, renovando su apoyo a la URSS; denunciando categórica y sistemáticamente lo que consideraban falsedades de la propaganda antisoviética; atacando al nacionalismo judío —caracterizado a menudo como fascismo sionista— y defendiendo su identidad argentina.
El XXº Congreso del PCUS en 1956 provocó, según explicó la conferenciante, una conmoción al interior de la militancia comunista y del judaísmo progresista, a raíz de la denuncia de Kruschev del culto a la personalidad y los crímenes del stalinismo, aún cuando la pregonada vuelta al leninismo, las declamaciones pacifistas y en pro del desarme, la promoción de mujer, la invocación a la juventud y la Revolución Cubana generaron nuevas expectativas y sirvieron para rearmar sus utopías. Sin embargo, desde entonces, la colectividad se habría polarizado cada vez más entre la opción sionista y la progresista y terminaría por fracturarse definitivamente en los años ’60, con la Guerra de los Seis Días, el apoyo de la URSS a los países árabes y a los palestinos, la represión del movimiento de Praga, la emergencia del Eurocomunismo, la ruptura de la alianza sino-soviética, la descolonización y los movimientos de liberación nacional antiimperialistas y el afloramiento de la lucha armada revolucionaria en la América Latina continental.
Estos acontecimientos, los derroteros de la diplomacia soviética y la radicalización de un discurso comunista anti-israelí, y el proceso de degradación democrática abierto tras el derrocamiento de Perón en 1955, habrían inaugurada un proceso gradual de desencantamiento y abandono de las referencias comunistas —muy visible en la propia Federación Juvenil Comunista— en favor del maoísmo, del trotskismo e incluso del peronismo. Pero, según indicó Visacovsky, sería notable el hecho de que la fidelidad a la línea soviética del PCA y a la URSS fue considerablemente mayor y más persistente entre los militantes de origen judío, pudiéndose encontrar muchos casos notables de inquebrantable lealtad soviética que se prolongarían hasta la definitiva implosión de 1991 y que incluso en la actualidad tendrían oportunidad de manifestarse, siquiera simbólicamente, en ocasión de efemérides significativas para el judaísmo progresista —como el aniversario del levantamiento del Ghetto de Varsovia—, dando lugar a ciertas recuperaciones rituales y simbólicas del viejo compromiso con las utopías comunistas.
I Taller de Investigación del SEHRIO, 11 de Marzo de 2016
El viernes 11 de marzo de 2016, se llevó a cabo el I Taller de Investigación del SEHRIO, en el Seminario 19 del Departamento de Historia de América I de la Facultad de Geografía e Historia (Universidad Complutense de Madrid).
Los talleres, centrales en el proyecto del SEHRIO, buscan brindar a los doctorandos del área americanista y de especialidad rioplatense, un espacio académico formal donde presentar, por escrito —previamente al acto y según normas académicas estandartizadas— y, en forma oral, durante el desarrollo de la reunión, avances de sus investigaciones doctorales.
Teniendo en cuenta la laxitud del sistema actual de estudios doctorales, hemos creído oportuno instituir una instancia formal donde el doctorando asuma la responsabilidad de concretar su investigación al tiempo que pueda romper su aislamiento y trascender intelectualmente de la relación con su director de tesis, abriéndose a las formas de socialización profesional típicas de historiografía universitaria.
El objetivo inmediato de los talleres del SEHRIO es ofrecer un foro apropiado para que los doctorandos pongan en común, periódicamente (al menos dos veces por curso académico) sus textos provisionales, sometiéndolos a un debate constructivo sobre sus enfoques teóricos, metodologías y contenidos, en los que puedan capitalizar los comentarios, críticas y sugerencias de sus pares y de los profesores o investigadores especializados del área, invitados a participar.
En esta ocasión, hemos contado con las ponencias de tres integrantes del SEHRIO: Fernando Farías Mariño, que presentó un paper titulado “Hispanofilia e hispanofobia en los intelectuales uruguayos del siglo XIX y principios del XX”; Alicia San Martín Molina, que presentó un paper titulado “Análisis de las conferencias de Vicente Blasco Ibáñez en Buenos Aires, 1909”; y con de Laura Orta Moreno, que hizo lo propio con su texto “Movilización indígena durante la segregación de Buenos Aires, 1854-1862”.
Agradecemos la valiosa y generosa participación de la Dra. Eva Sanz Jara, Profesora del Departamento de Historia de América I, que ofició de comentarista especializada a la ponencia de Laura Orta y aportó a la doctoranda y a todos los participantes, valiosas consideraciones metodológicas y conceptuales, además de pistas interesantes para enfocar el futuro trabajo sobre las relaciones interétnicas en espacios de frontera.
3ª Conferencia del Ciclo 2015-2016, 4 de marzo de 2016
Síntesis de la Conferencia del Dr. Carlos Pesado Riccardi:
“Contrarrevolución en el Río de la Plata: los marinos españoles y el Apostadero Naval de Montevideo, 1810-1814”
El Dr. Carlos Pesado comenzó su conferencia ofreciendo un panorama de la historiografía militar argentina —de fuerte impronta castrense, erudita y nacionalista— en su realidad institucional que, a diferencia de la experiencia española, no posee, aún hoy, una fuerte inscripción universitaria. Desde una perspectiva crítica con estilos y lenguajes derivados de esta tradición, que rescata su erudición, pero pretende incorporar una dimensión problematizadora, el Dr. Pesado planteó un interrogante básico en su investigación: ¿por qué es importante estudiar la marina española en el contexto de las revoluciones y las guerras independentistas americanas? Para ofrecer una respuesta, el conferenciante presentó un bosquejo de la situación de la marina española en el siglo XVIII, resaltando la política de nivelación de la armada respecto de las fuerzas de las otras potencias europeas y de dotación de recursos materiales y humanos de la que fue objeto. Esta política borbónica generó la formación de un importante grupo de oficiales “científicos” los cuales serían destinados a desempeñar no sólo tareas castrenses, sino de gestión político-administrativa en los destinos de ultramar. Una revisión del mapa del despliegue de la Armada Real en la América colonial española, permite observar la importancia estratégica —también en lo comercial y administrativo— de la red de apostaderos navales y puestos menores. Estas bases, que no deben entenderse como simples fondeaderos de buques, vertebraron los “departamentos navales”, complejos dispositivos institucionales jerarquizados, burocratizados con funciones militares, logísticas e infraestructurales vitales a la hora de garantizar la supervivencia del Imperio.
En todo caso, es un hecho comprobable documentalmente que los hombres del cuerpo de oficiales de la Armada Real que desempeñaron los más altos cargos dentro de la estructura colonial —virreyes, presidentes, capitanes generales y gobernadores intendentes— fueron numerosos, notorios y de actuación decisiva, destacándose en el Río de la Plata Santiago de Liniers, Baltasar Hidalgo de Cisneros y Juan Antonio Gutiérrez de la Concha. En este sentido, el estudio del Apostadero Naval de Montevideo y su cuerpo de oficiales resulta imprescindible para comprender el funcionamiento efectivo del sistema colonial en el Plata y el desarrollo de la crisis de 1806-1810-1814 que se abre con la invasión británica, se radicaliza con el juntismo revolucionario y se cierra con la toma patriota de Montevideo. Durante este período, los marinos españoles fueron decisivos en las operaciones de reconquista y defensa de Buenos Aires ante las tropas británicas; en la crisis del juntismo lealista de Montevideo y la conspiración del Cabildo y los Tercios españoles de Buenos Aires contra el virrey Liniers; en la eclosión del juntismo revolucionario de Buenos Aires; y en el liderazgo de la contrarrevolución en el Río de la Plata.
Esta constatación nos muestra, a despecho de la interpretación tradicional, que el cuerpo de oficiales de la Armada española con asiento en el Apostadero Naval de Montevideo y los marinos de alta graduación presentes en el Río de la Plata —con mando y cargo gubernativo o no— no mantuvieron ni una prescindencia ni unas posiciones inamovibles y monolíticas, sino que fueron atravesados, como colectivo, por tensiones y conflictos de aquella coyuntura dramática, al igual que ocurriera con otros actores sociales, profesionales y étnicos. El Dr. Pesado expuso sus investigaciones en el Archivo del Museo Naval de Madrid, sus pesquisas biográficas, sus estrategias de análisis prosopográfico y sus conclusiones provisionales acerca del elenco de oficiales navales en el Río de la Plata, verificando líneas de fractura internas de índole generacional y escalafonario abiertas en 1810, además de las relacionadas con el origen peninsular o criollo de los oficiales, hasta ahora no tenidas en cuenta en la historiografía. El Dr, Pesado ha logrado establecer que los marinos peninsulares presentes en el Plata fueron leales sin fisuras a la Regencia; pero el estudio de los oficiales criollos en servicio en el Apostadero Naval de Montevideo y otros puestos de la Armada Real en el Plata en 1810 mostraría algo diferente: que los rangos militares más altos, de mayor edad —entre 50 y 46 años— y antigüedad en el cuerpo, se decantaron casi totalmente, por el bando contrarrevolucionario; mientras que una parte muy importante de la oficialidad de rangos medios e inferiores, de menor edad —entre 37 y 26 años— y antigüedad, optaron por romper la unidad y disciplina del cuerpo y transferir su lealtad del proceso revolucionario. Este tratamiento de las evidencias permite trazar un perfil de los oficiales navales que adhirieron a la Revolución: baja graduación; expectativas de ascensos profesionales y sociales; origen criollo; familia de composición criolla-rioplatense o mixta, hispano-criolla; familia revolucionaria o al menos dividida en sus lealtades; alta disponibilidad para asumir responsabilidades militares, políticas, diplomáticas y administrativas.
La actualización documentada de este perfil, impone la introducción de otras variables de análisis que superen la idea —de matriz nacionalista— de que esas rupturas y realineamientos sólo se apoyaron en unos criterios esencialistas identitarios o, cuando mucho de íntimos y elevados compromisos morales, ético-profesionales o ideológicos. De esta forma se abre la necesidad de integrar otros factores explicativos de matriz individual o familiar, como las expectativas de ascenso social o profesional, las estrategias y lealtades familiares, e inclusos los intereses personales, con los cuales es posible componer explicaciones más plausibles acerca de los complejos y a menudo inestables posicionamientos durante el violento proceso de disolución del orden imperial en el Río de la Plata.
Iª Jornada Internacional del SEHRIO, 12 de Febrero de 2016
Síntesis de la ponencia del Dr. Leandro Losada:
“Historia de las elites en la Argentina. Balances historiográficos y renovaciones interpretativas"
El Dr. Leandro Losada esbozó un recorrido por la historiografía de las elites argentinas, jalonado por tres momentos, el primero fundacional de los años ’60 —cuando los aportes de Tulio Halperín Donghi definieran a las élites como objeto de estudio; el segundo, en los años ’90, cuando el interés por las élites perdió centralidad; y el tercero, coetáneo, en el que el estudio de las élites recobra interés, desde nuevos presupuestos, decantados de los avances historiográficos en otras temáticas relacionadas. El Dr. Losada expuso los cuatro grandes problemas que abordó la historia de las élites argentinas: 1) la ruralización de las bases del poder y los interrogantes respecto del momento de su aparición, de su composición, de su racionalidad económica burguesa o precapitalista; 2) la anatomía del caudillismo y nuevos liderazgos políticos de base popular florecidos tras la revolución y la guerra de independencia y durante las guerras civiles posteriores, revisando los tópicos decimonónicos; 3) la cuestión de la entidad de las élites y la pertinencia de hablar de la unidad élites políticas, sociales y económicas, o por el contrario de su disociación; 4) la reinterpretación del papel del estado-nación en la conformación y desarrollo de las élites y de éstas en la construcción de los aparatos institucionales. El Dr. Losada expuso sus estudios sobre de las élites argentinas, concretamente la de Buenos Aires en la época de la Belle Epoque, recuperando los interrogantes centrales de sus obras: ¿cómo se construyó la distinción social en la élite argentina? ¿Tenía ésta élite una identidad social definida? ¿Qué márgenes existía en el Buenos Aires del último tercio del siglo XIX para la distinción social, teniendo en cuenta que Argentina no poseía jerarquías sociales sólidas? ¿Cómo compatibilizar los prejuicios que hablaban de Argentina como un país igualitario y, también, de la existencia de una poderosa oligarquía? El Dr. Losada explicó su estrategia de investigación, que articula el estudio de los ámbitos de sociabilización de las élites —clubes, círculos, ateneos, etc.—; la prosopografía y la aproximación biográfica. A lo largo de esta lección magistral, el conferenciante presentó una sinopsis de sus investigaciones recientes sobre las élites, que han transcurrido por el estudio de la saga familiar de los Senillosa —cuyo estudio acometió junto con el historiador Roy Hora— entre 1810 y 1930; y nos habló de su estudio actual de un individuo notable: Marcelo Torcuato de Alvear, presidente de Argentina entre 1922 y 1928 y miembro típico de la élite argentina, aunque con comportamientos sociales y políticos diferentes de los esperables para su grupo. El Dr. Losada concluyó, en base a sus trabajos, que debería tenerse en cuenta la existencia de diferentes de élites, cuidando de no confundir las élites políticas y económicas; que las coincidencias y afinidades que identificaron entre sí a los miembros de la élite argentina pueden entenderse mejor desde el concepto weberiano de grupo de status, antes que desde el concepto marxista de clase social; que las élites no lograron constituirse en un actor político coherente y unificado tras un proyecto definido después de 1912.
Síntesis de la ponencia de la Drª Paula Bruno:
“Biografías, itinerarios comparados y sociabilidades. Balance y propuestas para una historia social de los intelectuales"
La Drª Bruno, Directora de la Red de Estudios Biográficos de América Latina (REBAL) expuso un balance acerca de la vinculación existente entre los estudios biográficos, el estudio de itinerarios intelectuales comparados y los análisis de las distintas sociabilidades, en el marco de la acelerada evolución de la historiografía de la vida cultural e intelectual argentina de los últimos treinta años. En este sentido, la Drº Bruno explicó el relativo retraso en Argentina de la historia de la vida cultural e intelectual, debido al clima represivo instalado durante las últimas dictaduras militares de 1966-1973 y 1976-1983, especialmente hostil al estudio de las ideas, la cultura y los intelectuales. Tras la restauración democrática, la historia intelectual y cultural argentina debió actualizarse incorporando —de forma entusiasta y hasta ansiosa— los modelos de análisis sociológicos y antropológicos en base a los cuales se indagó sobre unas tradiciones intelectuales europeas imperfectamente transplantadas; la pertenencia de clase de los intelectuales; o su relación con el Estado, la Nación o el mercado. Si bien todo esto implicó un formidable avance en la comprensión de la historia intelectual y cultural argentina entre fines del siglo XIX y principios del XX, estos enfoques tendieron a producir interpretaciones rígidas e “instrumentales” de los intelectuales —que se combinaron con prejuicios ideológicos y político previos— percibiéndolos como meros agentes de las clases dominantes o de los dispositivos estatales de control y disciplinamiento social; o como proveedores de símbolos para construir una identidad común o como simples oferentes de mercancías en el mercado cultural. Según la Drª Bruno, una combinación de estrategias propias de la biografía, la prosopografía y el estudio de la sociabilidad de los intelectuales, permite observar la heterogeneidad de orígenes, experiencias formativas y formas de intervención pública dentro de este colectivo. La coexistencia de perfiles e itinerarios muy diferentes —que la expositora presentó basándose en sus investigaciones sobre Paul Groussac, sobre diversos espacios de sociabilidad intelectual en el Río de la Plata y las visitas culturales en la Argentina del Centenario de la independencia—, pondría en evidencia el reduccionismo de las interpretaciones psicologistas, clasistas o estatalistas que hemos consumido. Sin embargo, la Drª Bruno consideró que la tarea actual para el historiador no puede consistir solo en deconstruir las visiones reduccionistas en base a análisis de casos, sino que debe asumir el desafío de aportar nuevas explicaciones integradoras, aunque de matriz más compleja —capaces de articular más variables de análisis que la clase, el Estado, la Nación y el mercado— y definir con rigor la autonomía relativa de ese mundo intelectual y cultural y sus actores, respecto de las otras dimensiones de la existencia histórico-social.
Síntesis de la ponencia de la Drª M. Sol Lanteri:
""Derechos y practicas propietarias sobre campos éjidos y tierras indígenas en la frontera sur de Buenos Aires, Argentina, siglo XIX""
La Drª María Sol Lanteri presentó parte de su investigación en curso, ofreciendo una mirada de conjunto sobre la frontera permeable que se extiende al sur de la Provincia de Buenos Aires a lo largo del siglo XIX. Un espacio complejo donde coexisten una diversidad de pueblos, ejidos, campos y tierras indígenas, en el que la Drª Lanteri estudia las transformaciones territoriales y la evolución de las formas de propiedad, tanto en lo que hace a los derechos sobre las tierras y a las “prácticas propietarias” de los diferentes actores presentes en aquel territorio. Es necesario recordar que esta línea de frontera no se encuentra estabilizada durante este período, sino que está sujeta a avances y retrocesos, aún cuando, durante el largo gobierno de Juan Manuel de Rosas, se verificó una sistemática expansión e incorporación de tierras a la economía ganadera. Especial atención prestó la Drª Lanteri al análisis crítico e histórico del avance del derecho liberal individualista y universalizante en un contexto ideológico iberoamericano abierto por las reformas borbónicas, acentuado por las revoluciones y guerras y prolongado en la primera mitad del siglo XIX. En este sentido, la expositora recordó, en primer lugar, que los derechos de propiedad no son absolutos ni universales, sino que contienen una amplia diversidad y están condicionados por la fuerza relativa de diferentes sectores étnico-sociales presentes; y en segundo, que debe tenerse en cuenta las tensiones entre las leyes normativas y sus instrumentos formalizados y la costumbre. El panorama resultante es, pues, el de una pluralidad de formas y prácticas de apropiación y explotación de la tierra en la frontera bonaerense y una serie de conflictos entrecruzados entre criollos, inmigrantes, indígenas y los agentes y expertos de un estado provincial en proceso de construcción e institucionalización, a los que deben sumarse la guerra entre la Confederación y el Estado de Buenos Aires, entre 1853 y 1862. La Drª Lanteri profundizó luego en su estudio actual de caso, centrado en el reparto de la tierra en la región de Azul, mensurada en 1832 y rediagramada en 1860, con la delimitación en el plano de lotes, chacras y éjidos en una zona de tolderías indígenas, en una zona propicia para la explotación ganadera y en la que se quería promover colonización de inmigrantes. El caso de Azul permite ver la relación con los indígenas, los tratados y reconocimiento de títulos de propiedad —colectivos e individuales, pero nunca efectivamente entregados— y su intervención en el proceso como actores plenos en un juego complejo que incluye negociación, acuerdo, conflicto, resistencia e integración aunque progresivamente debilitados, en un contexto cada vez más desfavorable a sus intereses, caracterizado por la construcción institucional provincial y nacional, la expansión del marco normativo individualista y la burocratización estatal, paralelo a las presiones de los productores ganaderos y colonizadores sobre las tierras del centro y sur de la Provincia de Buenos Aires.
Síntesis de la ponencia de la Mag. y doctoranda por la UCM, Laura Orta Moreno:
“Relaciones interétnicas y participación socio-política indígena en la formación del estado nacional argentino en la segunda mitad del siglo XIX”.
Laura Orta presentó un trabajo de investigación en curso, originado, hace tres años, en el Máster en Historia y Antropología de América (UCM) y que hoy continúa bajo el Programa de doctorado en Historia y Arqueología de la Facultad de Geografía e Historia (UCM). Orta, interesada fundamentalmente por indagar en la lógica de las relaciones interétnicas —entre la sociedad criolla y los pueblos indígenas y entre estos entre sí— apunta a comprender la participación socio-política de los indígenas en los conflictos de la sociedad criolla y determinar la incidencia de los primeros en ek proceso de construcción nacional. La expositora presentó sucintamente la evolución de las relaciones entre indígenas y sociedad criolla entre los gobiernos de Juan Manuel de Rosas y la década de 1870, defendiendo las perspectivas historiográficas que reconocen en los indígenas agentes sumamente activos en la puja por el control del territorio fronterizo, capaces de desplegar estrategias alternativas de confrontación, alianza y acuerdo según las circunstancias, para resistir el avance criollo sobre sus tierras. Estas estrategias resultaron relativamente eficaces en un contexto de debilidad relativa de una Provincia de Buenos Aires en conflicto abierto o latente con otras provincias rioplatenses, con escenarios de conflictos internos —durante el movimiento de los Libres del Sud—; y, después de 1853, comprometida, como Estado desgajado, en un prolongado conflicto con la Confederación Argentina. Orta mostró el efecto de esta triangularidad de conflictos entre las sociedades indígenas, Buenos Aires y la Confederación; y cómo el triunfo porteño sobre las tropas confederadas del General Justo José de Urquiza en la batalla de Pavón en 1862 y la posterior consumación de la unificación nacional bajo hegemonía de Buenos Aires no significó un giro radical de la situación en la frontera bonaerense. Entre la presidencia de Bartolomé Mitre y la “conquista del desierto” de 1879, habrían perdurando la inestabilidad de la línea fronteriza, alternándose estrategias militares ofensivas y defensivas, y estrategias diplomáticas de cooptación de caciques, dádivas y raciones, tratados de amistad y “reclutamiento” auxiliar. Situación que Orta explica teniendo en cuenta la imposibilidad de un Estado Nacional en construcción —y con una agenda muy complicada en lo que hace al mantenimiento de la paz interior— de solucionar militarmente la cuestión de la soberanía del territorio indígena que aspiraba a incorporar a la economía ganadera y la propia seguridad de los territorios bonaerenses aledaños. Orta también dedicó tiempo a presentar las fuentes de su investigación, destacándose la utilidad de la correspondencia editada de Bartolomé Mitre, junto con las llamadas cartas mapuches, informes militares, tratados, diarios y literatura de viajeros.
2ª Conferencia del Ciclo 2015-2016, 5 de Febrero de 2016
En esta conferencia la profesora Cristina Rolandi ha señalado las características del proceso de industrialización argentino, el punto alcanzado hacia la década de los setenta del pasado siglo y cómo el tercer gobierno peronista —que se inicia en marzo de 1973— intentó fortalecer dicho proceso de construcción social luego de las políticas económicas que se implementan desde el golpe militar de 1955 que derroca al Presidente Juan Domingo Perón. Se ha expuesto cómo el programa económico del tercer peronismo se vió desbordado por los acontecimientos políticos del período, en el orden interno; y, a su vez limitado, desde el contexto internacional, por el inicio de la llamada crisis del petróleo y sus diversas derivaciones, que afectaran de manera compleja a las estructuras económicas de la región latinoamericana.
1ª Conferencia del Ciclo 2015-2016, 22 de enero de 2016
En esta conferencia se han presentado las principales discusiones historiográficas, problemáticas, metodologías y resultados de las investigaciones de la Dra. Ana Laura Lanteri sobre la construcción del sistema político de la “Confederación” en Argentina entre 1852 y 1862. La autora expuso las perspectivas de su trabajo en curso relativas a las formas de poder, las instituciones federales y a algunos estudios de caso que permiten conocer con mayor rigor matices provinciales/regionales/internacionales y ritmos propios del proceso examinado.