Marta Eloy-Cichocka
Marta Eloy Cichocka (Cracovia 1973). Poeta y fotógrafa polaca, profesora titular en la Universidad Pedagógica de Cracovia. Autora de seis libros de poemas y dos obras sobre la novela histórica contemporánea, también del libreto bilingüe de la obra “Hijas del aire. Sueño de Balladyna – Córki powietrza. Sen Balladyny”, dirigida por Ignacio García (Opole – Almagro 2019). Ganadora del I Premio del Concurso Nacional de Poesía Halina Poświatowska (2004), I Beca Residencia Internacional SxS Antonio Machado (2016), Premio Cracovia Ciudad de Literatura de la UNESCO (2021), es traductora de Pedro Calderón de la Barca, Jean-Baptiste Racine, Roberto Juarroz, Juan Gelman y Olvido García Valdés, entre otros. Coordina las Manufacturas de Poesía, talleres de traducción en presencia de los autores, y el ciclo de recitales polifónicos República Poética. Participó en exposiciones individuales y colectivas, y en diversos festivales de poesía en Polonia, Francia, España, Colombia, México, Chile y Argentina.
el arte de vivir
hazte con un rollo de papel higiénico dos
velas cerillas cuatro cajitas de alfileres
una pluma un cuchillo algo de dinero de tres
a cinco metros de cuerda un tarrito
de plástico con tapadera una botella de un litro
de agua no te olvides toma el silbato
un envase impermeable de bizcochos
o galletas guárdalo todo durante unos años
en la entrada o cerca de la ventana
del dormitorio y ruega cada día para que
nunca nunca nunca nunca nunca nunca
jamás sea necesario utilizarlo
“En jaque”, Bogotá 2019. trad. Maciej Jaskot, Carmen Ruiz de Apodaca
el día en que me entraron
en la cuenta tres mil dólares
tribute to marcin
tengo un crédito de trescientos cincuenta mil zlotys
y llevo trescientas cuarenta mil horas en la tierra
de las que he dormido como mínimo un tercio
mido un metro setenta de altura
y tengo que pagar setenta metros
en treinta años más de dos metros por año
tengo veintiocho dientes
mi pie mide veinticinco centímetros
el día tiene veinticuatro horas
he visitado setenta y dos ciudades
he amado a nueve hombres
los he llorado a todos
tengo cuatro lenguas en la primera callo
en la segunda hablo en la tercera escribo
en la cuarta cuento sólo conmigo
tengo tres niños el primero ya nunca
nacerá el segundo nunca morirá
el tercero no me deja dormir
cada vez tengo menos tiempo cada
vez más dudas y probablemente una
única salida:
“Luz que fue sombra. Diecisiete poetas polacas”, Vaso Roto, Madrid 2021. trad. Abel Murcia, Gerardo Beltrán
vivir es devorar tiempo
¿qué diría el poeta sin la angustia
del tiempo? sin esa fatalidad de que
las cosas no sean para nosotros como
para los dioses todas a la par sino dispuestas
en serie para dispararlas una tras otra
como balas de cañón: que hayamos que
esperar a que se hierva un huevo a que
se abre una puerta o a que madure
un pepino es algo que merece toda
nuestra atención: y en cuanto la vida por
fin coincide con la conciencia ya es
el tiempo de realidad última y rebelde
a la lógica: vivir es devorar tiempo y
esperar a que se fría un huevo a que se
cierre una puerta o a que madure un poema
„Skrzyżowanie stu szlaków. Encrucijada de cien caminos”, Zaragoza 2019, bilingüe
Árbol de Alejandra
mis poemas los hago
con mucha paciencia
una poeta no tiene
apuro no debe
palabra a palabra
verso a universo
de la página a la pared
en la jaula del tiempo
un amor llama a otro
una muerte a otra muerte
la jaula se ha vuelto pájaro
qué haré con el tiempo
qué haré con el amor
en el umbral de mi mirada
crece el árbol
transparente y no
da sombra
el tallo es un cono de luz propia
centelleante en las tierras resecas
entre la opacidad general
hoy me pregunté
cómo sería el mundo si
no hubiese nacido ale
aleja alejandra
crece el bicho sin raíces
ligeramente obsesivo
descuartizado cada luna nueva
el poder poético es tuyo
lo sabes lo sabemos
todos los que soñamos contigo
dice que no sueña
dice que no sabe del sueño
del odio del amor
de la muerte
ven vení quédate
un verso llama a otro
escudo de armas parlantes
elegante y agresivo
dice que le tiene
odio al amor
a la muerte dice
que se aleja
el verso se balancea
y oscila como un barco
gracias a vos y un poco
gracias a mí
mi bicho quién te llamó ale aleja
alejandra protectora de los hombres
devoradora de las mujeres
dice que la muerte
es amor es odio
dice que no
tiene sueño
16.
son tuyos o no los sueños
o inyecciones o mascarillas
o pastillas de seconal
dice que un odio
llama al otro dice
que no hay odio sin
amor dice que basta ya
quien corrió en moto y chocó
se echó al sol se desmayó pero
nadie lo supo y ahora le duele
todo
ella no tolera más las
perras palabras el odio
la locura la muerte
la maga no escribe
remedios la bella tampoco
mi bicho no sabe
quien siente mucho
se jode y no encuentra
palabras y entonces no
habla y es esa su condena
el árbol pagará
pagará el poema
la jaula pagará
pagará el bicho
el verso se balancea
y oscila como un barco
entre el sueño y el seconal
me desnudo
en el umbral
de mi memoria
el poema que no digo
me come y me bebe
el bicho que no nombro
me devora y me olvida
doy el salto
de mí al alba
pero no hay luz
más allá de cualquier zona prohibida
crece el árbol para nuestra triste
transparencia y no sabe
explicar con palabras de este mundo
que partió de mí un barco llevándome
con el bicho descuartizado
ella se canta y se encanta
ella se cuenta casos y cosas
ella se sella y se aleja
no es verdad que vendrá
un cono de luz propia al final del túnel
no es verdad que no vendrá
en la sombra del árbol
de alejandra una tribu
de palabras mutiladas
mi bicho
fuiste tan abajo
pero no hay fondo
el árbol se ha vuelto pájaro
qué haré con el poema
qué haré con el bicho
aquí vivimos
con una mano
en la garganta
cúrame alejandra no hagas
que tenga que morir
ya
di el salto
de mí al alba
pero no hubo luz
alejandra aleja ale
jandra debajo
estoy yo
ven vení
quédate
en mí
Alejandra Pizarnik y sus múltiples voces, Huso Editorial, Madrid 2021
La velocidad de los relojes
Considerada integrante de la generación de poetas polacas nacidas entre los años sesenta y setenta, bautizada como «las nietas de Szymborska», Marta Eloy Cichocka, tiene algunos abuelos y abuelas más y peculiaridades que hacen de la suya una voz muy diferenciada de sus contemporáneas. Si bien puede decirse que aprende de la Premio Nobel la forma de intensificar en sus versos la conciencia del ser y un cierto tono irónico, Cichocka no es menos «nieta poética» de su compatriota recién fallecido, Adam Zagajewski, con el que compartía tanto la experiencia de haber residido varios años en Francia como su amor por España y por la tradición poética en lengua española. Porque en la poesía de Cichocka van a ser decisivas también esas otras influencias alejadas del entorno polaco, especialmente las de los poetas franceses, españoles y latinoamericanos. Para entenderlo debemos recurrir a su biografía. Aunque, como ella misma explica, vivió su infancia en Polonia, «todavía bajo el régimen y la ley marcial», pasó después casi diez años en Francia, donde se doctoró en Estudios Hispánicos y Latinoamericanos por la Universidad de París VIII. Ambas experiencias dejarían una profunda huella en su poesía, apreciable desde la publicación de su primer libro cuando retorna a su país: La entrada de emergencia (2003), un libro no para salir, sino para «entrar más adentro en la espesura» que diría san Juan de la Cruz. Actualmente es profesora de Literatura Española e Hispanoamericana en la Universidad Pedagógica de Cracovia y ha traducido al polaco a Calderón de la Barca, Racine, Roberto Juarroz, Juan Gelman, León Felipe, Raúl Zurita y Olvido García Valdés, pistas no menos importantes. Desde esos comienzos, y hasta en cuatro de sus libros, se pone también de manifiesto su aproximación interdisciplinar a la creación, su expresión poética y sus fotografías comparten una forma de mirar el mundo con «miksang» ese «buen ojo tibetano» que, a través de la contemplación, establece una mirada nueva, para observar lo que no se ve, para ver más allá, y detener el instante, robar el tiempo a la velocidad de los relojes. La lucha con el tiempo es otra de sus grandes obsesiones, si no la principal: «porque ese tiempo tuyo es escurridizo y no se cose fácilmente». La poesía, a diferencia de la fotografía, no sólo detiene el instante, sino que tiene la capacidad de traer el momento que estuvo, de recrear un tiempo que ya fue, de regresar hasta allí y volver a ser cuando se escribe. Su verso, de gran aliento, cosmopolita, confesional y metapoético, es un constante pulso con el tiempo, un ganarle espacio a la prisa del mundo. Su voz poética madura y se macera entre esas atmósferas expresionistas del Este y la intertextualidad con otros poetas, muchos españoles e hispanoamericanos. Como ejemplos su diálogo con Antonio Machado en Encrucijada de cien caminos (2019), libro que escribió entre Soria y Segovia gracias a la primera Beca Internacional que lleva el nombre del poeta, o este diálogo íntimo con la argentina Alejandra Pizarnik.
Amalia Iglesias Serna
Revista del Occidente, abril de 2021