Prólogo de Federico Mayor Zaragoza
José Manuel Lucía Megías (ed.)
El Quijote universal. Siglo XXI
(150 traducciones en el IV Centenario de la muerte de Miguel de Cervantes)
Madrid : Asociación Cultural La Otra Andalucía, Facultad de Filología de la Universidad Complutense de Madrid, Machado Grupo de Distribución, 2016
Prólogo
por
Federico Mayor Zaragoza
La edición universal de Don Quijote de La Mancha, la obra cumbre y el personaje de ficción más conocido de la literatura a escala mundial constituye, por la incomparable capacidad creadora y literaria de Cervantes y el arte de excelentes traductores, un extraordinario espacio de encuentro multicultural, que fomenta el conocimiento y acercamiento de identidades diferentes.
Hasta hace poco, los seres humanos han vivido confinados en muy pequeños espacios, en los que nacían, vivían y morían… invisibles, anónimos, temerosos, obedientes, silenciosos. Progresivamente, con una gran aceleración desde hace dos décadas gracias a la tecnología digital, se ha ido ampliando el contexto vital, y los seres humanos pueden expresarse libremente y conocen lo que acontece en el mundo; sobre todo, la mujer, marginada por el poder masculino absoluto que ha prevalecido desde el origen de los tiempos, ha empezado con firmeza a ejercer el protagonista papel que le corresponde en la toma de decisiones. “La mujer”, me decía el Presidente Nelson Mandela en Pretoria en 1996, y no me canso de repetirlo, “es la piedra angular de la nueva era, en la que se producirá la inflexión de la fuerza a la palabra”.
De súbditos a ciudadanos del mundo conscientes de las facultades distintivas que poseen. Conscientes también de que muchos imposibles ayer son posibles hoy gracias al ingenio, a la capacidad creadora exclusiva de la especie humana. Es prodigioso que ya Don Quijote, hace siglos, deseara “irse por todo el mundo” y “hacer lo imposible”. Y es que Cervantes fue mágico vigía del por-venir. Sí, todo homenaje al Hidalgo “de los de lanza y escudo antiguos, rocín flaco y galgo corredor” es un homenaje a Cervantes, uno de los grandes genios de la literatura y comunicación de todos los tiempos, que no quiso acordarse de en qué lugar de La Mancha vivía el caballero al que, “de poco dormir y mucho leer” le pareció conveniente y necesario… irse por todo el mundo… “remediando injusticias”…, desoyendo a su sobrina cuando le dice: “¿No estaría mejor quedarse pacífico en su casa y no irse por el mundo a buscar lo imposible?”. Imposible, posible, visible, invisible…
Recuerdo cuando, durante una estancia como investigador en el Departamento de Bioquímica de la Universidad de Oxford, su director, el Prof. Hans Krebs, me dijo que “investigar es ver lo que otros ven y pensar lo que nadie ha pensado”. El Hidalgo de La Mancha ve en ocasiones lo que Sancho Panza no ve… y arremete contra los molinos de viento que él imagina gigantes. En otras ocasiones, como en la maravillosa descripción de las labradoras del Toboso, convertidas en Dulcinea, Don Quijote ve la realidad, muy distinta de lo que Sancho, en un gran alarde, le hace ver. “El buen ánimo quebranta la mala fortuna”, le dice Sancho. Don Quijote “miraba con ojos desencajados y vista turbada a la que Sancho llamaba reina y señora, y no descubría en ella sino una moza aldeana y no de muy buen aspecto, porque era carirredonda y chata”…
Imposible, posible, visible, invisible. Estos son las grandes hebras con las que Cervantes logra, en el Quijote, la cima de la creatividad literaria. Se ha dicho que la política es “el arte de lo posible”. Constituye una apreciación alicorta y triste de la política que debe ser, precisamente, el arte de hacer posible mañana lo que es imposible hoy. Para ello se requiere la “agitación permanente” de sentimientos y expresiones porque, como recordaba Ilya Prigogine, nada emerge de las aguas remansadas. Es necesario el encuentro, el calor, para que una reacción tenga lugar. La tensión humana, acucia la inverosímil y característica capacidad creadora. No es desde la inercia, desde la rutina, desde la monotonía, desde donde saldrán las ideas que pueden reverdecer tantas cosas agostadas, abrillantar tantas otras hoy ensombrecidas. Y despertar las adormecidas… reanimar otras cansadas. Es “sacando fuerzas de flaquezas”, es contando con la fuerza innovadora que puede suceder lo inesperado. Lo inesperado, nuestra esperanza.
El Quijote Universal. Siglo XXI destila, en todas sus versiones, un formidable mensaje de solidaridad, cooperación y paz. “Si quieres la paz, prepara la guerra”, ha sido el perverso adagio aplicado siempre. A la vista de la situación actual y apremiados por la entrada en el antropoceno y la posibilidad de alcanzar puntos de no retorno en procesos potencialmente irreversibles como los sociales y medioambientales, ha llegado el momento de cambios radicales, de restablecer los referentes éticos, de ser guiados nuevamente, como de forma tan lúcida proclama la Constitución de la UNESCO, por los “principios democráticos”. Fuente de inspiración, de orientación es el Quijote de La Mancha. La libertad, la fuerza de la palabra, la templanza, la firmeza. Es ahora imprescindible, la transición de la fuerza a la palabra de tal manera que, en lo sucesivo, en “el nuevo comienzo” que preconiza la Carta de la Tierra, el reconocido proverbio se transforme en “si vis pacem, para verbum”.
Nos quedará la palabra. Nos quedarán las palabras del hidalgo y de su escudero para inspirar nuevos rumbos, para inventarlos.
Conocerse, para
convivir, para
compartir, para
cooperar, para iniciar así, animados por la fuerza de la razón y nunca más por la razón de la fuerza, los caminos del mañana. Serán por fin, “Nosotros, los pueblos…” los que tendrán en sus manos las riendas del destino común.
Frente al inmenso poder mediático que intenta convertirnos en espectadores impasibles, son necesarios y urgentes esfuerzos de reapropiación del tiempo para reflexionar, para escuchar, para leer, para actuar en virtud de las propias reflexiones y nunca más al dictado de nadie ni de nada. Hay que estar preparado. Estar sobre aviso, alerta. En “la felizmente acabada aventura de los leones”, dice el ingenioso Hidalgo: “El hombre prevenido tiene ya ganada la mitad de la batalla. No se pierde nada con que yo esté preparado, que sé por experiencia que tengo enemigos visibles e invisibles, que no sé cuándo, ni dónde, ni en qué momento, ni bajo qué formas me han de acometer”. La “resistencia” pacífica y activa une manos y voces, y comienza a dar sentido a cada palabra y oprobio a cada silencio, fomentando el clamor popular que podrá –estoy seguro- cambiar muchas situaciones hoy intolerables, que volverá a situar los ideales donde hoy hay sólo mercaderes, que ofrecerá las generaciones venideras un panorama menos convulso.
Está claro que todo es posible si se tiene la visión, la voluntad, la imaginación para hacer que se convierta en posible hoy lo que ayer era imposible. “Si se ven los invisibles2 -dijo el Premio Nobel Bernard Lawn, Presidente de la Sociedad Americana de Cardiología, al recibir el Premio Nobel de la Paz en 1985- “podremos hacer los imposibles”. “El caballero andante” –pensaba Don Quijote- “debe buscar los rincones del mundo, entrar en los más intrincados laberintos, acometer en cada momento lo imposible”.
Acometer lo imposible: actitud permanente de vigías, de oteadores, de irrenunciable anhelo para un por-venir que está por-hacer. Todos. Sin exclusiones y guiados por valores universales. Y a quienes nos digan que luchar cada día en favor de la dignidad humana no sirve para nada, que nunca lograremos nuestros propósitos, que los imposibles hoy seguirán siendo imposibles mañana, les responderemos, como Don Quijote a su escudero: “¿Qué te parece esto, Sancho? ¿Hay encantos que valgan contra la verdadera valentía? Bien podrán los encantadores quitarme el éxito, pero no el esfuerzo y el ánimo”.
Hay que seguir estas recomendaciones. Aunque haga viento y frío, hay que sembrar. Sembrar sin arriesgarse. Sembrar y recordar, sobre todo los más jóvenes, que es cierto que buena parte de la semilla, por las condiciones del suelo y el viento y otras adversidades, no llega a fructificar. Es cierto. Pero también lo es que sólo hay un fruto que nunca cosecharemos: el de las semillas que no tuvimos el coraje de plantar. Sólo sembrando cada día semillas de concordia y de amistad podrán tener lugar las metamorfosis que tanto apremian en estos albores de siglo y de milenio.
La libertad es el gran don. Todo el Quijote es un canto al libre albedrío. Las alas propias, sin adherencias, constituyen una posibilidad de autonomía personal y vuelos altos contrarios a la quietud y el sosiego que el poder desea. Se trata de evitar, por todos los medios, que los seres humanos se aperciban de que son inteligentes y, por fin, de que pueden pretender ser libres. Otro mundo es posible si no accedemos a estas pretensiones, si alcanzamos la soberanía personal que la educación confiere. Si hallamos tiempo para la reflexión, para elaborar nuestras propias respuestas. Para extraer las lecciones del pasado. Para diseñar un futuro más luminoso, a la altura de la dignidad humana. Este es el único legado que podemos ofrecer a los jóvenes y adolecentes, a los que han llegado ya, a los que llegarán un día. Son lo único que importa. El pasado solo puede describirse. El porvenir deben escribirlo nuestros descendientes.
Esta obra prodigiosa representa también un cálido homenaje para la esencial labor de los traductores que, desde tiempo inmemorial, han ampliado el número y características de quienes pueden, gracias a ellos, conocer otras realidades, descripciones, imaginaciones, emociones, poemas, relatos… que sin su intermediación permanecerían inasequibles.
Este gran proyecto editorial ha conseguido reunir 150 traducciones de las que casi cincuenta se refieren a lenguas o variedades lingüísticas que traducen el Quijote por primera vez.
El Quijote Universal permitirá ampliar solidariamente el ámbito de influencia de esta obra simpar. Contribuirá a liberar, a responsabilizar, a educar, en suma. En el capítulo XXII, el llamado de “Los galeotes”, que se titula “De la libertad que dio Don Quijote a muchos desdichados que mal de su grado los llevaban donde no quisieran ir”, dice el Hidalgo de La Mancha: “Esa gente va de por fuerza y no de su voluntad”. “Así es”, contestó Sancho. “Pues desa manera aquí encaja la ejecución de mi oficio: desfacer fuerzas y socorrer y acudir a los miserables”.
Liberar, permitir el vuelo alto en el espacio inmenso del espíritu. Esta es la gran contribución de El Quijote Universal. Siglo XXI en un momento crítico de la historia de la humanidad que se aproxima, por fin, a la inflexión histórica de la fuerza a la palabra.
26 de octubre de 2016.