Prólogo a las Conferencias cervantinas ilustradas
Prólogo de Juan Diego Vila:
Asedios a las Conferencias cervantinas ilustradas
de José Manuel Lucía Megías y Miguel Rep
-I-
En el origen, un rito. Quienes tuvimos la fortuna de compartir la espectacular génesis de estas Conferencias cervantinas ilustradas, en la lejana ciudad de Azul en Argentina, al menos diez años atrás, quizás no tengamos perspectivas concordantes de análisis y valoración de todas ellas, pero, sin duda alguna, coincidiremos en el carácter disruptivo e innovador de la propuesta. Pues el tipo de intervención estética que allí se desplegó excedía con creces el rigor del academicismo -literario, pero también pictórico- y se emplazaba, serena, en el confín del goce que el universo cervantino podía proponerles a todos los lectores sin distinciones de ningún tipo: especialistas y legos, hombres y mujeres, niños o ancianos lucían hermanados ante el asombro de lo que la voz de José Manuel y el trazo de Miguel proponían hermanados.
José Manuel, verdadera alma nutricia del cervantismo azulino, venía bregando, desde las primeras jornadas, por una articulación productiva y de calidad entre autoridades municipales y diversos actores culturales de la comunidad que, gracias a la puesta en valor internacional del fondo cervantino de la Biblioteca ‘Bartolomé J. Ronco’, había apostado por redefinir el perfil cotidiano de la ciudad hacia el jamás soñado horizonte de devenir una ciudad cervantina.
Azul había quedado entrampada -quizás como los habitantes del olvidado lugar de la Mancha- en las altas y bajas de la realidad productiva agropecuaria e industrial de la Argentina. Pues el progreso -como en muchos confines de la tierra sucede y seguirá ocurriendo- no había deparado un trato igualitario con todos los moradores del terruño. Azul, hoy día, no está lejos ni cerca de Buenos Aires, la megápolis portuaria del país. Y esta medianía incómoda había incidido, claramente, en cierta merma identitaria. ¿Qué definía a Azul y la diferenciaba de las hermanas próximas ciudades de la llanura pampeana?
Ignoro -soy sincero en ello- si este enigma hubiera concitado una respuesta uniforme y unánime de parte de las autoridades municipales y de todos los habitantes de Azul antes de que se pusiera en justa perspectiva la inusitada valía del fondo bibliográfico que reposaba, olvidado, en los anaqueles de la biblioteca lugareña. Mas lo evidente es, con todo, que esta duda ha perdido entidad, en la actualidad, gracias al decisivo impacto cultural de la vida y obra del alcalaíno.
Pues podría pensarse que lo que don Bartolomé atesoró, pacientemente, durante años, devino crisol inequívoco de un futuro diverso y una alternativa otra para su entrañable ciudad de Azul. En efecto, primero unos pocos, y día tras día, muchos más fueron convenciéndose de la singularidad del bien cultural preservado y ello fructificó -como es bien sabido- en la implementación anual de un ‘Festival cervantino’ en Azul que acogía, anualmente, las ya célebres ‘Jornadas de investigación académica’.
En esos primeros años, cuando las actividades populares o eruditas sacudían la modorra de la siesta o alteraban el calmo discurrir de los días laborables previos a los fines de semana, los organizadores locales sintieron la necesidad de potenciar propuestas que supusieran vías de ingreso amigables al mundo cervantino que se acababa de descubrir, estrategias que articularan las propuestas masivas con los destinatarios privilegiados de las actividades científicas y pedagógicas que se soñaban.
Puesto que, en verdad, la biblioteca por sí sola no podía augurar la llegada a buen puerto en el proceso de transformación citadina que se empezaba. Era necesario -claro está- vivificar el cervantismo ampliando los horizontes de lectura y apropiación del clásico y, también, definir propuestas puntuales y proyectos grupales que abriesen nuevas sendas para una reformulación actual, dinámica y accesible de la fábula en el horizonte de la cotidianeidad compartida. Uno de cuyos logros magistrales fue la elaboración del Quijotito, versión infantil de la fábula para la cual se comprometió el concurso entusiasta de infinidad de estudiantes de colegios primarios a quienes se les había propuesto dibujar escenas que ilustrasen el texto que habían comenzado a disfrutar.
En esos años fundacionales de la gesta alumbrada por el catedrático español que volvía anualmente y por un conjunto de entusiastas colaboradores locales que se embarcaban, durante largos meses previos, en diseños de actividades y en la también necesaria difusión de un proyecto proteiforme que año a año se iba perfeccionando, se iniciaron estas conferencias. Y su tenor definiría, en gran medida, la singularidad de la propuesta azuleña. Puesto que la usual conferencia de apertura con la que se iniciaban las actividades de todo evento académico habría de transformarse en el nexo idóneo de dos universos que, escindidos, jamás habrían pensado que, aunados en el hermanamiento del disfrute, podrían llegar a florecer.
José Manuel -su notable curriculum vitae académico nos exime de mayores precisiones- bien podría haber apostado por un texto de inauguración al uso y estricto placer de los especialistas. Mas innovó, sorpresivamente, con escritos que supusieron una invitación clara a los neófitos, a todos aquellos que quizás, por la aculturación pedagógica, sólo sabían de oídas de qué se trataba el Quijote, o, en el mejor de los casos, recordaban poco de las lecturas forzadas cuando estudiantes, y también, por cierto, a quienes, probablemente, sólo retenían en su mente el icono del delgado caballero y su rollizo compañero, los olvidados conocedores de la imagen, pero no del texto. La gesta cervantina de Azul buscaba proponer un mensaje ecuménico y en ese horizonte universal de destinatarios nuestro español azulino hubo de encontrar en Miguel Rep el interlocutor magistral y privilegiado de su apuesta.
Lucía Megías, por su coordinación y dirección del banco de imágenes de las ediciones ilustradas del Quijote, había aprovechado un viaje previo a Argentina para conocer al gran ilustrador que, semanalmente, había ido acompañando con su arte la progresiva edición que el matutino Página 12 distribuía, en Buenos Aires, para conmemorar el cuarto centenario de la primera edición de Juan de la Cuesta en 1605. Miguel lo recibió cuando se encontraba trabajando en un mural y fue a partir de ese encuentro distendido, compartiendo mates y charlas varias, que se comenzó a forjar una entrañable amistad potenciada, en todo momento, por la creatividad recíproca.
En esos mismos años seminales Miguel Rep había viajado a Azul para elaborar su mural del Quijote en la ciudad y fue entonces, cuando, por vez primera, participé en calidad de público asombrado del prodigio conjuntamente ideado. Puesto que para celebrar la exhibición del mural concluido se había trasladado la conferencia inaugural de las ‘Jornadas cervantinas’ a la plaza desde la cual se podía contemplar la obra de Repiso. Pero esto no era todo, ya que, para celebrar la ocasión, se había dispuesto un sencillo y a la vez audaz procedimiento de elaboración progresiva de ilustraciones que hacían eco en las palabras de José Manuel. Todo el público congregado, autoridades o simples transeúntes, jóvenes investigadores, pero también aficionados, asistían azorados a la fragua incesante de imágenes cervantinas, una sucesión de diseños anclados en la trama del discurso del conferenciante en los cuales, además, desbordaba la imaginación y una propuesta lúcida y respetuosa de las tesis oralizadas.
Tardé en descubrir que no se trataba de la proyección de una película dado que la multitud de pie no favorecía un ángulo de visión desde el cual se clarificase el asombro. Mas al desplazarme mientras no paraba de ver los dibujos que se sucedían, agrupándome con conocidos y advirtiendo que el lugar concitaba más y más público, se develó para mí el misterio que dos revividos Maese Pedro habían planteado para todos nosotros. No se trataba de un artefacto estético preestablecido y potencialmente rectificable sino, antes bien, de un espectáculo irrepetible y, en tanto tal, efímero. El lujo inimaginable de ver cómo, guiados por las palabras del crítico y afamado cervantista, la mirada, los trazos y la imaginación del eximio dibujante conferían vida y corporeidad a lo que todos oíamos.
Las tramoyas eran básicas pero muy efectivas. De un lado del lienzo en blanco -donde se proyectaba lo que en simultáneo se estaba grabando- José Manuel leía su trabajo mientras que, en el otro extremo del imaginado escenario, Miguel articulaba, lámina tras lámina, muy elaborados dibujos con los que traducía -en ocasiones por sendas y con tonos imprevistos- las voces de y sobre Cervantes en novedosas y jamás imaginadas configuraciones plásticas.
Cada cual, como sabios oficiantes, se concentraban en su labor y entre ellos, invisible, la anónima figura de un camarógrafo que grababa el proceso del dibujo que, instantáneamente, resultaba proyectado en el lienzo. Palabras y trazos se sucedían, maridadas, ante la multitud ya congregada. Y no es un exceso sostener que el rito de apertura propuesto para las ‘Jornadas’ tenía un potencial hipnótico inequívoco que ahuyentaba toda eventual fatiga o distracción de los espectadores.
Es claro, una simple comunicación leída suele exigir pericia en la argumentación y en las dotes elocutivas para que el auditorio no se distraiga. Pero el acompañamiento del proceso de la ilustración -confiriendo densidad, color y dimensiones a lo oído- coadyuvaba inmejorablemente para que nadie se desentendiera del espectáculo propuesto, porque la maestría con la cual Miguel Rep replicaba, como voz alterna, iguales y a la vez diversas constelaciones imaginarias, reforzaba lo sustantivo del mensaje de José Manuel.
La alquimia lograda excedió cualquier estándar de satisfacción con el que se hubiese podido conjeturar previamente cuando se pensó el espectáculo. Y el fiel baremo de este efecto insoslayable era que la simiente conjunta de palabras e imágenes, como la semilla que cae en buena tierra, había abierto la reflexión, la comprensión y la fijación de lo sustantivo de Cervantes y su obra en quienes, quizás, jamás habían meditado al respecto, en muchos otros que -cabe pensar- pudieron ver demorada su travesía nocturna de regreso al hogar cuando se toparon con el espectáculo, y también, por supuesto, en los llamados ‘conocedores’ o ‘especialistas’ que resultaban guiados, por vez primera, al trazo gozoso de imágenes nunca antes gestadas. Pues todo en esa noche -y en las sucesivas de años subsiguientes- era original, recién pensado, parido en ese instante mágico.
Rep -según nos precisó Lucía Mejías- no conoce el texto que se compartirá y si bien es cierto que, en alguna ocasión, pudo estar al corriente, muy genéricamente, del tema sobre el que versaría el futuro espectáculo -la vida del alcalaíno, las novelas ejemplares, los festejos simultáneos de los centenarios de Cervantes y Shakespeare-, lo medular sigue siendo que la magia aflora precisamente desde esa limitación. Pues con esta levedad, que pivotea incansable en la imposible planificación, lo que se juega es, a las claras, la sorpresa y los horizontes visuales que muchos lectores aplazan, posponen o no consideran cuando leen.
Y se cataliza, también, una vía de consumo estético inusual. Pues si el auditorio de la conferencia se aviene a leer de oídas los pasajes que José Manuel repone en el hilo de su exposición, también se constata cómo la imaginación de cada cual resulta liberada por el mismo diseño en proceso que se propone al filmarse a Rep dibujando.
Esa línea -puede intuir el público- quizás sea el comienzo de la lanza que tanto caracteriza la imagen de don Quijote, pero puede que resulte -o se transforme conforme progresa la conferencia- en la superficie de la mesa en la cual Cervantes escribe su obra o, también, en parte del torso de algún personaje.
E importa enfatizar que, en esa propuesta de intuición liberada, a la sombra del trazo que no cesa, no se gesta incomodidad -ante la decepción que podría generarse por no haber adivinado lo que venía- ni, tampoco, hartazgo. Pues el hecho mismo de que Rep no deje, jamás, de dibujar mientras José Manuel habla alienta la esperanza adictiva de que las oportunidades de acertar seguirán sucediéndose, una tras otra, al tiempo que, además, se consolida el recupero de una capacidad que todo humano tiene, pero ha visto aplazada por la propia maduración: el imaginar dibujos, formas, dimensiones.
Ya que al ver cómo se gesta cada una de las láminas -cuyos alcances penden, en síntesis, del relato que se propone en paralelo- cada uno de nosotros vuelve a religarse, entusiasta, con las propias aptitudes para el dibujo que, cuando niños, tuvimos y que, con el paso de los años, hemos ido olvidando. El rito conjunto de estas Conferencias cervantinas ilustradas obra esa anamnesis. Volvemos a creer en nuestras propias capacidades para el diseño y liberamos, en paralelo, nuestra imaginación.
Porque uno de los grandes méritos de Rep al verlo dibujar, al seguir las líneas que se curvan o se enderezan, al contemplar cómo ciertas superficies se tiñen de colores y otras no, al constatar que su paleta de tonos puede estar limitada pero no por ello se pierde efectividad en el diseño, es que, quizás, también nosotros podríamos volver a dibujar. Ya que el arte de Rep -muy lejos de ser ingenuo o sencillo- contagia.
Pues en la catalización de imágenes que jamás habíamos pensado como tales pero que una vez paridas nos resultan próximas a lo que quizás podríamos haber bosquejado, queda en evidencia la apertura de una aptitud figurativa con la cual no solemos interactuar y se cimenta el feliz espejismo de que, probablemente, si no fuésemos cobardes y nos animásemos a la libertad de niños y niñas, también disfrutaríamos como él lo hace. Dado que su talento también se edifica en una apuesta por la proximidad con los espectadores, en una cercanía, pues nada hay más íntimo que compartir la propia imaginación.
-II-
El hilván de las cuatro conferencias que hoy José Manuel recupera podría haberse ampliado o reformulado por cuanto desde que descubrió la ciudad de Azul, su biblioteca y el conjunto de su entrañable comunidad jamás pudo detenerse o cejar en el vértigo que se seguía de ese ir y venir incesante de un lado a otro del Atlántico. Y ello viene a cuento porque esa catarata de viajes intercontinentales -en ocasiones por menos de una semana- José Manuel resultaba literalmente exprimido por cuanto medio local se aproximaba a su hotel para proponerle entrevistas, diálogos o reportajes. La prensa gráfica, la radio, la televisión local y también el moderno universo del ciberespacio hubieron de asediarlo incansablemente y, en todas las ocasiones, su magisterio se desplegó con entusiasta calidez sin que, en ningún momento, se pudiese entrever el menor atisbo de cansancio.
Infinitas son las palabras y discursos que Lucía Mejías ha sembrado en la fértil planicie de Azul, una siembra que los locales jamás habrían pensado factible o hubiesen considerado viable como sustento necesario del propio devenir. Mas lo evidente es, con todo, que en la Argentina y en el mundo académico del cervantismo todo, Azul hoy tiene un nombre, un anclaje y una referencia gracias a su primigenia intuición, al esfuerzo sostenido y a su pasión.
Por eso no es azaroso que los cuatro textos que hoy leemos hayan nacido, hermanados, en el sur profundo del continente al que jamás Cervantes pudo llegar. Dos de ellos se leyeron en Azul, un tercero se preparó para Tandil -ciudad próxima y con sede universitaria, lo que ha favorecido el proyecto de impresión y difusión de los resultados de las ‘Jornadas’ anuales de investigación-, en tanto que el restante se presentó en San Pablo, donde la Asociación de Cervantistas celebró en 2015 su primer congreso internacional en tierras sudamericanas.
Las tres conferencias argentinas -de 2012, 2016 y 2017- fueron gestadas, en cierta medida, al amparo de la planificación integral de actividades del festival cervantino uno de cuyos ejes era, año tras año, ir potenciando aspectos diversos de la obra de nuestro autor. De 2012 son sus “Escenas Ejemplares” porque se había pensado en el acicate que supondría su frecuentación justo un año antes de que se cumpliese el cuarto centenario de su edición. Elección que se explica, con claridad, en el conocimiento acabado del perfil prioritario del público local puesto que, al no contar Azul con sede universitaria, el horizonte al que había que apuntar era a los institutos de profesorados locales.
“Miguel de Cervantes y William Shakespeare ante el espejo de la escritura (cuatro notas a los cuatrocientos años de sus muertes” se inscribió, en el año 2016, en la gran obsesión cultural que aquí y por doquier enfatizó la falsa casualidad de que los dos más grandes escritores -en lengua española e inglesa- hubiesen muerto, supuestamente, el mismo día. Vocación memorialista que, insistentemente, se cuida de quedar expuesta como difusora de un error pero que, en movimiento inverso, no renuncia de la comodidad expedita que brinda el equívoco sin, por caso, brindar mayores sobre los alcances de ese hermanamiento. Por lo cual se agradeció, y mucho, que José Manuel reparara en las experiencias del final autorial y sus postrimerías en confronte efectivo, iluminador y criterioso.
En tanto que, en 2017, al mudarse la actividad a la cercana ciudad de Tandil, se apostó al atractivo que tendría en un público nuevo el análisis de la coordenada americana en la vida y la obra de Cervantes. Escrito que cierra, pletórico de optimismo y emoción con las experiencias mínimas, personalísimas, de lo que se ha generado, en este lado del océano, con el reverdecer cervantino. Significados y sentidos cuya justa valoración sólo se puede recuperar no desde el mayestático fresco de la historia literaria sino, por el contrario, si se atiende, como don Quijote lo hizo, al mágico poder de transformación que tiene el arte. Pues estas conferencias son también el cuaderno de bitácora de cómo la vida azuleña mejoró gracias a don Quijote y Sancho y a tantísimas otras criaturas que Cervantes soñó.
La conferencia brasileña, en cambio, implicó la adaptación a un auditorio más estricto -la academia- sin que ello se tradujese en la reformulación del dispositivo de exposición y creación conjunta que tan aceitado tenía con Miguel Rep. Pues el motor aquí será el hilván argumental que se sigue de tres autógrafos cervantinos diversos. Interés que, evidentemente, se explica también por otras dimensiones de la labor crítica de José Manuel pues, por ese entonces, se iban conociendo los distintos volúmenes de su descomunal y muy atractiva biografía en tres tomos.
-III-
Ahora bien, ¿Qué caracteriza la interacción de José Manuel y Rep en cada una de las cuatro performances aquí ancladas? ¿Qué tipo de apuestas estéticas, con palabras y trazos, están interactuando? ¿Cuál es el resultado, la alquimia generada, en cuatro propuestas que, como hemos dicho, nunca fueron el resultado de una calibrada meditación previa? ¿Por qué y con qué estrategias se articuló el efecto de armonía que el auditorio disfrutaba?
Toda interpretación -el ejemplo práctico de Cervantes es, en este punto, insoslayable- pende de la propia perspectiva de análisis e implica el reconocimiento explícito de que resulta muy espinoso -y poco aconsejable- cerrar el sentido a una única lectura. Por lo cual me apresuro a admitir que no aspiro a restringir otras y muy varias exégesis que la dinámica artística conjunta de José Manuel y Miguel pueda suscitar.
Antes bien estimo, conforme se distribuya este volumen y se sigan sucediendo estas intervenciones conjuntas, que habrá otros múltiples abordajes que podrán retener y realzar otros aspectos que mi óptica no atendió o, simplemente, pasó por alto. Pues forzoso es enfatizar que mis competencias letradas no aplican, necesaria y naturalmente, para potenciar y justipreciar en todo su alcance las claves plásticas de esta apuesta bifronte.
A nivel discursivo me resulta insoslayable señalar no sólo la gran innovación que supone, en el plano tipológico, la ideación de unas conferencias ilustradas de proceso simultáneo, sino también, muy particularmente, el tipo de intervención en la tan bastardeada y mal publicitada arena de la divulgación científica. Pues es mi criterio que estas conferencias magistrales transitan y revigorizan, con criterios nunca vistos, el muy necesario, y a la vez desconsiderado, territorio de la difusión cultural.
Es claro, toda conferencia magistral entraña el desafío problemático del público variopinto al que se habla. Si el conferencista sucumbe a la pulsión narcisista de deslumbrar a ese colega que sabe presente en el auditorio quizás pierda la atención de quienes no tengan el nivel crítico o el grado de especialización de ese interlocutor primigenio y si, por el contrario, se decanta por una apuesta masiva y popular a secas corre el riesgo de, al sacrificar especificidad temática, desnaturalizar el transitorio estatuto de privilegio del que está investido.
La difusión cultural -expresión que prefiero antes que la mal connotada y experimentada ‘divulgación’- supone un arte pocas veces hallado. El entusiasmo por un equilibrio siempre inestable y, además, la imperiosa necesidad de un actor -en todos los sentidos del término- sobradamente solvente. Por cuanto nada hay más complejo -contrariamente a lo que la base léxica ‘vulgar’ podría hacer inferir en la práctica analizada- que comprender los contrapesos necesarios entre sustancia y forma. Sólo alguien como José Manuel, cuyos pergaminos cervantinos son de por sí elocuentes, podría sugerir, con amenidad, que lo erudito es también accesible, que la inteligencia reposa en cómo se ejerce una lectura creativa y, por cierto, que el recorte de su análisis es igualmente apto para despertar atractivos en el recién llegado y meditación en el cautivo.
Y es bien claro, a mi entender, que una de las armas privilegiadas por Lucía Mejías para sortear el campo minado que es ese piélago de la difusión cultural de calidad es la holgura con la que acoge en su exposición la propia escritura creativa. No porque desconfíe o no desee transitar el estilo de la escritura académica -exigida en tantos foros y trabajos publicados- sino porque al apostar por la imaginación de circunstancias nivela las diversas competencias de su múltiple auditorio que, igualado, no se resiste al atractivo de meditar, suponer y restituir todo aquello que suelen callar las historias literarias sobre la factura de las obras, sus dificultades, sus desafíos.
Por lo cual sus conferencias se alumbran desde el encuadre creativo del recupero imaginario de los pormenores típicos de todo creador enfrentado a su coyuntura -artística o vital- y ello obra un eco perfecto con lo que Rep va diseñando. Puesto que, así como se comparte qué sentía Miguel de Cervantes ante la prefación de un escrito, ante la elaboración de un autorretrato o, en definitiva, los sueños que albergaba para la propia vida, el público asiste, atento y pendiente, a los infinitos desafíos que trazo tras trazo, implica para Miguel Rep la puesta en escena de lo relatado.
Que José Manuel se decante por la ficción, en instancias liminares, pero también en las suturas de momentos jalonados por textos del alcalaíno que han sido compartidos, implica una puesta en valor de la palabra poética que a los conocedores de su trabajo no asombra. Ya que el insigne cervantista es también el poeta aclamado muchos de cuyos trabajos, sentidos, valorados y bien conocidos fueron también disfrutados por los azuleños que no se privaron, en el marco del festival cervantino, de asistir a la presentación de sus volúmenes o a sus recitales.
José Manuel, en Azul, se muestra tal cual es. Se siente pleno, agraciado y distendido, lejos del rigor o la tensión propia que toda academia puede suscitar en el especialista y eso se permea, renglón tras renglón, en lo que nos lee. De forma tal que, al evocar que sentía Cervantes al imaginar sus creaciones, nos transmite, veladas en sus palabras, la felicidad y el goce de estar allí, ese segundo lugar en el mundo que la vida académica, por senderos impensados, le deparó.
Por lo cual no me parece un exceso inferir que, estéticamente, lo que une al cervantista con su objeto de trabajo e indagación infinita, es también el agradecimiento ante el Kairós, el tiempo propicio y oportuno, la certeza de experimentar la oportunidad de reescribirse, de reinscribirse en el mundo de un modo otro, de vivir -como bien lo medita en sus textos- la ocasión de una segunda oportunidad, la fortuna que siempre anheló el alcalaíno pero que, por factores varios, nunca alcanzó.
Ya que una de las especulaciones más fuertes de sus lecturas cervantinas es la aguda intuición de que no se honra la varia producción cervantina si no se ausculta la experiencia autorial de saberse constreñido por la finitud, de ser consciente de que los proyectos artísticos siempre son más amplios, extensos y vitales que la propia existencia y de que la única garantía de eternidad es la que se labra, pacientemente, con la propia pluma.
Por eso impacta la lucidez de las escenificaciones discursivas que Lucía Mejías nos propone, dado que comparte con su público -el del auditorio de entonces y el de los lectores de ahora- un desafío existencial que a cada cual, antes o después, se le presenta. Pues la aventura azulina de José Manuel se ve transida, en sus lecturas e intervenciones, por el enigma basal para todos, aquí y allá, entonces y después, del sentido de la vida y el propio quehacer.
Meditación severa que en muchos decantaría en amargura pero que en estas Conferencias cervantinas ilustradas tienen en la fantasía figurativa de Miguel Rep el antídoto eficaz para que el espectáculo conjunto navegue, sin zozobras de ningún tipo en las aguas de la frustración o del desencanto, ni con un público ahogado por eventuales melancolías. Puesto que lo que deslumbra del conjunto que se va gestando y aquí lucirá impreso secuencialmente es cómo la omnipresencia del humor y de la vitalidad de los dibujos de Miguel hacen que el espectáculo llegue a buen puerto por la serena inteligencia con que se imagina la limitación de cada cual.
En muchas de las escenas imaginadas Rep insiste, con fina comicidad, en el destaque de la ‘mano inútil’ fetichizada en cierta ocasión como un ‘recuerdo de Lepanto’, mas no hay, en ningún caso, el menor atisbo de burla. La evidencia de lo que se señala explícitamente con flechas que aclaran el dibujo no ahonda ni en la inferioridad ni en la vergüenza, sino que, antes bien, naturaliza las limitaciones de cada cual. Sentido que potencia la profundidad del desafío de seguir viviendo, de sobreponerse, de tener, ante la adversidad, un posicionamiento resiliente.
Y ello determina -creo no andar errado- el que la apuesta figurativa de Cervantes, don Quijote o cualquier otro personaje, jerarquice con claridad al sujeto, al individuo, procediendo a un esfumado operativo de los múltiples elementos o detalles que podrían incorporarse a la escena para llenar un vacío. Puesto que los protagonistas de los dibujos de Miguel Rep son presentados -con una estética muy próxima a la del autor en el “Prólogo” a la Primera Parte del Quijote donde sólo se repara en el bufete y su pose meditativa- mediante un proceso de focalización significante gracias a la cual los objetos que aparecen son los justos y necesarios para evocar y reconstruir plásticamente aquello que la voz de José Manuel viene enfatizando.
Un Cervantes arrodillado y transido de entusiasmo ante un globo terráqueo donde se distingue el continente americano basta para articular, insuperablemente, el anhelo de cambio en horizontes que le resultaron proscriptos al autor, del mismo modo que son operativos, jocosamente, la suposición de afiches publicitarios de propaganda turística para promocionar viajes a Argel o a América.
Detalles todos estos que pontifican cómo el desafío de la imagen para Rep es, siempre, un duelo virtuoso que supera con holgura porque apuesta por la inoculación de imaginación en cada trazo. Sus dibujos no son los usualmente esperables y en el destaque de ciertos anacronismos que con eficacia introduce en el plan general de sus diversas láminas el espectador se siente integrado y hermanado con la figura representada, pues no es Miguel el que tiene a su alcance folletos turísticos sino nosotros mismos. Y en esta traducción visual de épocas diversas que se funden y se tornan híbridas, el mensaje que se apuntala parecería ser, en todo momento, el valor de la reflexión. Pues cada imagen que acompaña cada una de las conferencias de José Manuel es también pensamiento liberado por un medio diverso de la palabra.
Y si el arte puede pensarse como un asedio del finito ser humano a lo ilimitado, adquiere pleno sentido que en más de una ilustración esta tensión problemática se resuelva mediante dos vías figurativas claras y constantes.
En primer lugar, el esfumado de todo decorado vano, que entorpecería la visión y enturbiaría el mensaje. Los dibujos de Rep no son los viejos grabados con los cuales se ilustraban las ediciones cervantinas en los que primaba cierto horror vacui. Antes bien, por el contrario, se destaca la tranquilidad con que los fondos anecdóticos se ausentan. No hay una apuesta por cierto verismo ingenuo según el cual la representación de lo real no podría prescindir de nada de lo efectivamente existente. Rep no nos deja trampas donde nuestra atención se desvíe puesto que apuntala, con justicia, lo que el texto de José Manuel recupera y porque, también, es esa la vía por la cual condensa, con su puesta en dibujos progresiva, lo que en su imaginación se ha despertado al escuchar al conferencista.
Y un segundo principio constructivo es el de la actualización del plano imaginario y onírico, tanto cuando éste viene apuntalado por la lectura magistral de José Manuel, cuanto, por el contrario, en aquellas ocasiones en que podría pensarse suscitado en el auditorio que comparte el espectáculo. En más de una ocasión los textos de José Manuel insisten en los sueños de Cervantes, los anhelos frustrados, las expectativas vitales que se vieron, por siempre, postpuestas. Y allí, en esos momentos, las ilustraciones de Miguel Rep adquieren una densidad diversa y bien contrastada.
Pues los sueños en los que Cervantes resulta representado -pero también los momentos en que se desea figurar su pensamiento- divergen, en términos de detallismo figurativo, jerarquizándose, en definitiva, lo que no es, no ha sido o no llegará a ser. Pero lejos de transmitir tristeza, lo florido y abigarrado de ciertos dibujos de sueños -dormido o despierto el autor, ya no importa- obran el prodigio de cierta compensación imprevista, pues el público se serena, en definitiva, en cierta felicidad resultante de la magnificencia que -intuimos- Cervantes pudo llegar a imaginar.
Nos guía a valorarlo no sólo por lo que vivió sino, fundamentalmente, por lo que llegó a soñar para sí. Y, en este punto, la ilustración en la cual Cervantes se sueña en Cartagena de Indias lo dice todo: felicidad, éxito, realización personal, sentimiento de plenitud.
Las Conferencias cervantinas ilustradas de José Manuel Lucía Mejías y Miguel Rep se tiñen, en este punto, de misterio. Nos sabemos moradores, en el espectáculo único e irrepetible, de una comarca en la que palabras y dibujos se desafían y se complementan. Y en ese guiarnos, incesantes, por los misterios de los lindes entre lo real y lo imaginario, cuando creemos que nos hemos convertido en voyeurs de lo que el autor o sus personajes pueden haber pensado, descubrimos también que nuestros pensamientos y reflexiones pueden adquirir cuerpo y cobrar vida en las ilustraciones.
Pues si, en términos generales, el dibujo planeado por Miguel Rep tiene cierta relación directa con lo argüido por José Manuel Lucía Mejías, también constatamos -como ocurre en la conferencia sobre Cervantes y Shakespeare- que lo que ha primado es la imaginación de Rep sobre los encuentros de Hamlet y don Quijote o de Miguel y William. Instantes en los que el auditorio siente que, en definitiva, el dibujante ha auscultado, sigiloso, el pensar de cada cual en el auditorio.
Cervantes y don Quijote, cual alter ego del autor, tienen ciertos puntos de contacto en el perfilado que los trazos de Rep le asignan, quizás porque la ausencia de retratos cervantinos -a no ser aquél que, supuestamente, habría elaborado Jáuregui- ha dejado el camino expedito para que terminen hermanándose, en cierta medida, como dos caras de un mismo individuo.
Mas en este conjunto de ilustraciones importa, a mi entender, el privilegio conferido a la figura del creador cuyos pormenores varios quedan plasmados en diseños que ningún otro habría trasladado a un cuadro o dibujo. Puesto que Cervantes, en la pluma de Miguel Rep, se corporiza, accede a una integridad que el cuadro señalado le había birlado y resulta vivificado puesto que, por oposición al fondo negro sobre el cual pasó a la posteridad su hipotética imagen, su figura se lee en la familiaridad próxima de libros y escritorios, en el desacralizador y austero lecho de su vejez, pero también en las prisiones. Quizás porque, como sucede en una de las primeras ilustraciones, Rep persiga, como Cervantes ante el espejo, mirarse en su circunstancia.
Mas esta pasión por lo no dibujado que Miguel Rep tiene, esta búsqueda incesante de parir configuraciones plásticas quizás jamás pensadas, no se limita, por cierto, a la traducción de situaciones vividas por el autor o experimentadas por su texto -cual sería el caso del diseño que evoca el triunfo del Caballero de la Triste Figura en la Sortija de Pausa (Perú, 1607)- sino que se adentra, osado y desafiante, en la varia galería de criaturas cervantinas que jamás tuvieron la fortuna de quedar fijadas en una traducción icónica fácilmente reconocible.
Preciosa, Leonisa, Ricardo, Andrés o los entrañables Cipión y Berganza no serían fácilmente decodificables por el público si se les exhibiese una ilustración previa de sus figuras -de existir éstas, claro está-. Y allí, en síntesis, es cuando se comprende, en toda su osadía, el rapto talentoso que guía, en la primera conferencia, el diseño de cada uno de ellos. Imágenes que, una vez vistas, jamás podrán ser olvidadas por ninguno de nosotros puesto que todas han emergido a la luz como si, inmemorialmente, hubiesen aguardado el instante mágico de cobrar cuerpo.
Y es mérito compartido por ambos el que el recorte narrativo de José Manuel permitiera un pliegue tan dúctil en los dibujos de Miguel. Al ver el porte y belleza central de Preciosa se comprende, al instante, los ejes contrapuestos de enamoramiento y envidia que su figura suscita en el relato cervantino. Y otro tanto acontece con Leonisa engalanada en el momento de su venta, bien diversa de la primera evocación signada por la codificación petrarquista. Alternancia que, risueñamente, Rep también acoge.
Todos los dibujos se vuelven pertinentes en tanto dependen de la narración previa, pero no hay que omitir, con todo, que el arte de Rep también juega con la disrupción, punto en el cual los convocados somos todo el público presente.
No sólo porque se permite introducir los propios comentarios que él podría haber llegado a proferir de estar viviendo la experiencia de los personajes de las novelas sino porque también le entrega al auditorio guiños sutiles para que se hermane con la ficción y con los dibujos que nos propone. Y en esta línea de análisis no puede callarse que uno de los diseños más logrados es el de la fuga marítima del Cadí, en El amante liberal, en cuyo sendero se acumulan, risueñamente, la carabela de Colón, la muy argentina Fragata Libertad o la más localista concreción plástica de un Pedro Canoero que del chamamé correntino termina, según Rep, en el Egeo imaginado por Cervantes.
Y si el público cuenta, porque escucha y observa con devoción lo que se les está proponiendo, en punto alguno asombra que, en la gran mayoría de las conferencias, las viñetas pensadas integren a los presentes en la clausura legándoles saludos. La firma de ambos, hermanadas en los humorísticos adioses que Miguel concibe, termina por reinscribir, con calidez y afecto, el artefacto estético propuesto a dúo en el gesto más profundo que es la entrega al otro anhelante y ávido de ilustración, saber y disfrute.
José Manuel Lucía Megías y Miguel Rep nos deleitaron, otrora, con performances artísticas que creímos irrepetibles y hoy la magia del libro impreso nos permite evocar, reconocer o comprender por vez primera el desafío de tal fusión. Y es de desear, entusiastamente, que las Conferencias cervantinas ilustradas se renueven incesantes, como espectáculo, para el público que no pudo disfrutarlas y que, asimismo, alcancen los lectores que el arte de sus autores merece.
San Telmo -Buenos Aires-, septiembre de 2019.