El Codex Calixtinus – ACCS, CF-14
El Archivo-Biblioteca Capitular de la catedral de Santiago de Compostela alberga una de las más afamadas creaciones librarias de la plena Edad Media peninsular y europea. El Codex Calixtinus es la copia más rica, completa y temprana de entre las conservadas de una miscelánea de textos litúrgicos, hagiográficos y musicales conocida como Liber Sancti Jacobi, cuyo denominador común es su vinculación al culto del apóstol Santiago el Mayor. Paradójicamente, muchas son las preguntas que todavía suscita este manuscrito, para el que actualmente se acepta con cierto consenso una horquilla cronológica de 1038-1073, con la propia catedral compostelana su como centro de producción (o donde, en todo caso, se reunieron sus diversas partes) por parte de cuatro copistas diferentes, aunque acompasados y estilísticamente afines.
Estructuralmente, el Códice Calixtino se compone de cinco libros y dos apéndices que probablemente fueron juntándose paulatinamente. Pese a su naturaleza textual heterogénea, todas estas composiciones se encuentran armonizadas por el hilo conductor del culto jacobeo y comparten, asimismo, unos mismos presupuestos ideológicos. Y es que cada una de las partes del manuscrito ha sido estratégicamente insertada en él a modo de herramienta legitimadora de los orígenes míticos de la institución compostelana, la cual, en pleno auge de las peregrinaciones al sepulcro del apóstol y en medio del proceso de homogeneización litúrgica en Europa, elaboró un complejo discurso simbólico para proteger sus privilegios frente a Roma que se respira en cada folio de este códice. En este sentido, su contenido puede comprenderse como un reflejo de la contienda político-religiosa entre las prerrogativas institucionales de la sede jacobea, las aspiraciones especifistas de la monarquía leonesa y el afán centralizador del pontificado romano, evidenciando la apuesta del arzobispo Diego Gelmírez por una portura pragmática que, sabiendo contentar las demandas papales, no dejaba de defender la significación de Compostela como centro de primer orden en la cristiandad occidental.
Atendiendo a su factura, el Codex Calixtinus es un ejemplar de primera calidad, ricamente elaborado y ornamentado, en consonancia con el momento de efervescencia que experimentada la propia sede compostelana. Llama la atención, no obstante, lo escueto de su decoración figurativa a gran escala. Así, el volumen contiene únicamente dos iluminaciones a folio completo, ambas localizadas en el Libro IV ilustrando episodios “históricos” de Carlomagno: su sueño profético y la salida de sus tropas desde Aquisgrán para defender Compostela. Junto a ellas, el códice alberga tres significativas capitales historiadas que representan, de manera muy ilustrativa, a tres de las figuras que discursivamente convenía emparentar con la diócesis jacobea: el papa Calixto II (a quien apócrifamente se le atribuye la obra en la carta de los ff. 1r-2v), el apóstol Santiago y el arzobispo Turpin (supuesto autor de la Historia Karoli Magni et Rotholandi). Paralelamente, el códice abunda en ricas iniciales miniadas con motivos fitomórficos y zoomórficos que ya se adscriben, al igual que sucedía con las anteriores ilustraciones, a una estética arraigada en las formas continentales románicas,
Esta permeabilidad hacia las soluciones europeas –y, por lo tanto, litúrgicamente franco-romanas– se aprecia igualmente en una de las grandes protagonistas del manuscrito: la música. El Codex Calixtinus es una obra de enorme relevancia para el análisis de las prácticas litúrgico-musicales durante la plena Edad Media, tanto por la abundancia de ejemplos como por el interés de los mismos. En este sentido, tanto el Libro I como el Apéndice I monopolizan los fragmentos con notación, siendo las partes de mayor funcionalidad litúrgica del manuscrito y constituyendo conjuntamente más de la mitad del volumen. Pero la verdadera singularidad del Códice Calixtino en este aspecto radica en que es uno de los primeros ejemplares litúrgico-musicales en incorporar composiciones polifónicas. Tanto en dos piezas del folio 131r de la Anthologia liturgica como en muchas de las del primer Apéndice aparece ya esta nueva forma de canto: en las dos primeras, mediante la ampliación a pentagrama y la colocación de neumas rojos que acompañan a los tradicionales negros; y en las del Complemento, a través de la superposición de dos tetragramas separados por una línea verde ondulada. La rúbrica del Magister Albertus Parisiensis en esta última sección del Codex Calixtinus lo emparenta nuevamente con las formas culturales continentales –y, específicamente, francas–, convirtiéndolo en un decisivo testimonio de la amplia circulación de ideas existente en una Europa ya gregoriana, donde los nuevos recursos figurativos y musicales eran asimilados e intengrados dentro del discurso de distinción de los principales centros religiosos del continente.