"Cuando Naturaleza, dulce y piadosa, ve que la envidiosa Muerte y Putrefacción intentan destruir cuanto encuentran a su paso, se esfuerza en su fragua y martillea sin descanso para renovar todos sus seres con nuevas generaciones. Y cuando no puede hacer otra cosa, talla relieves con tal pericia que les da forma verdadera en las piezas de diversas monedas, de las que Arte copia sus ejemplares, aunque sin lograr formas tan originales. Con toda su atención, Arte se arrodilla ante Naturaleza y le ruega, requiere y pide como mendiga y truhana, pobre en ciencia y en habilidad, ansiosa de seguirla con todas sus fuerzas, que se digne enseñarle cómo reproducir con sus medios todas las criaturas en sus obras. Observa Arte cómo trabaja Naturaleza, porque desearía hacer idéntica labor, pero la imita como un mono: su habilidad es tan corta y escasa que nunca logra hacer seres vivos, por muy naturales que parezcan".
Guillaume de Lorris y Jean de Meun, El Libro de la Rosa, edición a cargo de Carlos Alvar y Julián Muela, Alianza editorial, Madrid, 2020, pp. 354-355.