Concepción Fernández Villanueva
Profesora titular del Departamento
José Ramón Torregrosa, la pasión por los efectos de “las circunstancias” y la necesidad de cambiarlas
No conocí a nadie que transmitiera con tanta pasión la necesidad de desvelar los mecanismos ocultos del comportamiento humano, mecanismos debidos básicamente a las condiciones en las que vivimos y nos educamos y aquello que nos marca desde todos los condicionantes sociales. Nadie desarrolló tanto ni hizo efectivo de forma tan intensa la frase de Ortega y Gasset “Yo soy yo y mi circunstancias”.
Esta pasión por el poder de los condicionantes sociales es para mí su legado intelectual, legado que no puede decaer nunca y que considero un auténtico fermento del desarrollo de cualquier ciencia que se llame “social”.
A mediados de los años 70, tras pasar como alumna por sus inolvidables clases de Psicología Social en la Facultad de Psicología, a punto de comenzar mi trabajo profesional, marcó de una forma simple y sencilla mi orientación futura. Me dijo: “hay que estudiar de qué manera la clase social baja transmite a sus miembros algunas características psicológicas que le hacen sentirse culpable y que la mantienen en un estado de desigualdad. Hay que estudiar cuál es la impronta de la clase social en la psicología de los individuos. Con ello me introdujo en los ensayos de Richard Sennett sobre las “heridas ocultas” de los miembros de las clases más bajas y en toda una literatura que me enseñó cómo la desigualdad se reproduce a través de la privación de recursos, la diferencia de lenguajes, la desigualdad en las posibilidades de ser, la desigualdad de valor social, que son interiorizados desde el proceso de socialización infantil. A través de los estudios de la psicología rusa, nos transmitió el interés por la psicología social del conocimiento. Más tarde insistió en los efectos psicológicos del desempleo, dando una importancia básica a un aspecto estructural que inmediatamente tradujo en efecto psicológico. De nuevo su enorme capacidad de suscitar la pasión por los temas importantes dio lugar a investigaciones sobre este tema. Lo mismo ocurrió con el interés por la identidad social, que ha producido las mejores aportaciones y se proyecta como un ámbito de investigación con gran futuro. Siempre motivado hacia los nuevos descubrimientos en todas las ciencias en un interés y sabiduría casi enciclopédico por las cuestiones relevantes en psicología y sociología, nos comunicaba más tarde los descubrimientos de las neurociencias, subrayando en ellas la importancia de las condiciones sociales de la enfermedad psicológica. Sus amplias lecturas sobre los estudios con primates y estudios sobre la humanización, que comparan los seres humanos pequeños con los primates superiores, volvían a producir intereses apasionados por la influencia de la cooperación en el desarrollo cognitivo, resaltando de nuevo la dimensión social de la propia humanización y el progreso de los conocimientos.
El original enfoque del profesor Torregrosa, su magisterio intelectual, del que es una verdadera lástima no conservar en muchos más textos escritos, destaca de forma indeleble en los aspectos interpersonales, la interacción simbólica, el lenguaje social, la acción y las expectativas compartidas. Por ello, considero no sólo que ha sido un verdadero psicólogo social, sino que apunta al lugar donde la psicología social se tiene que dirigir: a la intersección entre lo social y lo individual, enfatizando la marca de lo social en todas las producciones humanas. Coherentemente con todo este inmenso bagaje de saber, fue un defensor incansable de la intervención en todos los ámbitos. Tras la asistencia a las conferencias de los primatólogos en un reciente acto en la Facultad de Psicología, su conclusión fue la siguiente: “Ya han descubierto la importancia de la cooperación en el desarrollo cognitivo y social, ahora deberían poner en marcha este descubrimiento”. Es una demanda que comparto y que nunca olvidaré. Por su parte, en línea con este interés por la intervención derivada de la importancia de los procesos sociales, abrió el camino para desarrollar y aplicar la sociología clínica, que básicamente es entendida como una manera social de intervenir en los procesos individuales y sociales que producen malestar y conflicto.
Este talante apasionado, enciclopédico y humanista le acompañó en toda su acción intelectual, que fue también política. Fue pionero en la percepción de la necesidad de la participación social de las mujeres en el ámbito de la ciencia. Cuando la mayoría de los departamentos en la Complutense, incluso en facultades muy feminizadas en su alumnado, no tenían ni un mínimo porcentaje de mujeres, el entonces director de nuestro departamento creyó en el trabajo científico de las mujeres y consecuentemente favoreció su presencia en todos los contextos de investigación y labores profesionales que se desarrollaron bajo el ámbito de la psicología social. Finalmente, consciente de los problemas que pueden generar la desigualdad de género, uno de los cuales es el abuso sexual en los ámbitos educativos, intervino decididamente a favor del descubrimiento y sanción de estas conductas cuando fue necesario. El interés por la justicia también le acompañó y le caracterizó.
En resumen, su labor intelectual, fue profundamente humana y profundamente política. Contribuyó de forma decidida con su pensamiento y su acción a la mejora de las condiciones sociales desde una perspectiva universalista y generosa.
Gracias, José Ramón. Es un privilegio haber compartido contigo tanta sabiduría y recordar tu pasión por la justicia.