María Magdalena despojándose de las joyas
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María Magdalena despojándose de las joyas
Matías de Torres (Aguilar de Campoo, Palencia, 1635-Madrid, 1711)
ca. 1670
Óleo sobre lienzo. 167 x 210,5 cm
Inscripción en el ángulo inferior izquierdo: sello en círculo con el n.º 27 manuscrito, correspondiente al Inventario de los efectos existentes en el edificio del Noviciado, en 1857
Número de catálogo: CUC001654
Esta es una de las pinturas más “flamencas” del pintor palentino Matías de Torres. La composición de este lienzo se muestra en un escenario amplio donde el artista dispone de toda una sucesión de objetos que amenizan la pintura. Así, la mirada se desliza por el interior desde el primer plano a la derecha, donde la santa se despoja de sus joyas con la mirada puesta en lo que sucede a su espalda, por la que asoma en la esquina superior izquierda un pequeño rompimiento de gloria, parcialmente tapado por un cortinaje. Sobre la mesa está pintado un jarrón con unas flores que se marchitan y un joyero abierto del que surgen collares y otras joyas. En la parte inferior hay diversidad de elementos: una viola da braccio, una partitura abierta, parte de las joyas caídas, un cojín y lo que parece un velo blanco, y, finalmente, en el rincón izquierdo, un perrito que parece mirarnos con atención. A la izquierda, un paisaje se abre a través de un arco, cuyo estilo evoca los paisajes venecianos del siglo anterior. El pintor, para darle una mayor teatralidad a la composición, ha insertado un cortinaje que recorre todo el borde superior del cuadro, y ofrece la impresión de que estamos ante un escenario desvelado, sobre el que se ha levantado el telón, quizás el de un auto sacramental.
Estilísticamente se puede observar en esta Magdalena el paisaje y el modo de construir las telas, aparte del propio modelo femenino de la santa, muy habitual en otras santas y personajes femeninos de nuestro artista: cabello partido, cara redondeada, frente amplia formando el característico triángulo de base muy ancha. Con respecto al paisaje, los celajes de un intenso azul que quedan reforzados con la viveza del azul casi ultramar de las montañas que cierran el horizonte; como contraste, se encuentra la masa arbórea en tonalidades verdes y ocres que se recortan sobre el color del cielo, muy abocetadas, plasmando simplemente las cualidades luminosas y el ambiente de la naturaleza.
Se baraja que la fuente de inspiración de la obra sea el lienzo de Charles Le Brun, del Museo del Louvre, con el mismo asunto y con el que guarda notables semejanzas, en vertical. La impresión que ofrecen ambas pinturas es que se inspiran en un grabado común, posiblemente flamenco, de ahí que haya influido en un pintor español y otro francés contemporáneos entre sí.