Paisaje con buitres negros, un ciervo y lobos muertos
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Paisaje con buitres negros, un ciervo y lobos muertos
Antonio Muñoz Degrain (Valencia, 1840-Málaga, 1924)
Firmado y fechado en el centro del borde inferior: “MUÑOZ DEGRAIN/1904”
1904
Óleo sobre lienzo. 100 x 68,5 cm
Número de catálogo: CUC000617
Esta obra, Paisaje con buitres negros, un ciervo y lobos muertos, de principios del siglo XX del pintor valenciano Antonio Muñoz Degrain y conservada en la Universidad Complutense, es un magnífico ejemplo de sus enseñanzas como profesor de la cátedra de paisaje en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando.
La temática que el pintor ha manejado para este ejercicio pictórico es algo muy característico en sus numerosos paisajes: la representación de un asunto dramático. En este caso, en el tercio inferior del cuadro vemos como lo que parecen unos buitres negros se han abalanzado sobre los despojos de lo que parece un ciervo macho junto al que yace, también muerto, un lobo; a la izquierda, también vemos tumbado con las patas traseras hacia arriba otro lobo. El pintor se recrea en la pareja de buitres que pelean entre sí. Uno de ellos, casi tumbado de espaldas a los cadáveres, agita sus alas ante el que se le viene encima. Detrás de esta nueva pelea, se aproximan otros tres buitres negros de la bandada. Son las notas de color oscuro que salpican el majestuoso paisaje nevado. En este paisaje el blanco, y las variaciones de este sobre tonos rosados, malvas, grisáceos y azules de la iluminación del atardecer o de las zonas que se encuentran en la umbría, son los verdaderos protagonistas de este ejercicio absoluto de su maestría como colorista.
Nacido en Valencia, Degrain se instalaría en Málaga en 1870 donde se convertiría en profesor de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo. Su magisterio tanto en el género del cuadro de historia y sobre todo en la pintura de paisaje, fue un estímulo fundamental para el surgimiento de la escuela de paisajistas malagueños de fines del siglo XIX, en especial, de pintores de marinas. En 1898, a la muerte de Carlos de Haes, obtuvo la cátedra de paisaje de la Escuela de San Fernando de Madrid donde continuó con el desarrollo de un tipo de paisaje muy personal y a través de la que influyó en la joven generación de paisajistas del cambio de siglo, entre los que destaca Flora López Castrillo, también presente en esta exposición.