VITRINA 14: LAS CLASIFICACIONES DE LOS MINERALES (I)
AUTORES: Javier Luque y Belén Soutullo
El nombre de los minerales
Desde el comienzo de los tiempos, los objetos han recibido nombres con el fin no sólo de distinguirlos entre sí, sino también para indicar alguna propiedad de ese objeto.
A mediados del siglo XVIII, la Mineralogía era una ciencia recién nacida. Por el contrario, otras ciencias, como la Zoología o la Botánica, ya tenían sistemas de clasificación que permitían establecer y nombrar cada especie, género o grupo. Entre ellos cabe destacar el de Linneo, científico sueco que propuso el actual sistema de clasificación de animales y plantas que utiliza términos en latín que designan a cada especie. Sin embargo, este sistema tuvo escaso éxito con los minerales.
Con la excepción de aquellos minerales conocidos desde tiempos más remotos, la gran mayoría de los nombres de los minerales en castellano contienen el sufijo -lita o -ita. El primero deriva del griego “lithos”, que significa piedra. El segundo, parece ser una abreviatura del primero o, según otros autores, procede de la nomenclatura dada en textos de la antigua Grecia o del Imperio Romano a gemas y minerales.
Entre los nombres asignados desde la Antigüedad a los minerales se pueden citar el talco, derivado del árabe talq (que significa lámina o escama y que se corresponde con su morfología laminar), el yeso, derivado del griego gypsos (en relación con su uso como revoco), el granate, por la semejanza de su color con los de las semillas de la granada, o el cinabrio (denominado así por Teofrasto y, posiblemente, adoptado del hindú en el que significaba resina roja).
El resto de los nombres de los minerales deriva, en unos casos, de alguna propiedad física; en otros, de su composición química; algunos reciben su nombre de personalidades históricas de distintos ámbitos; y, finalmente, de localidades o regiones geográficas existentes tanto antiguamente como en la actualidad.
Entre los nombres asignados a algunos minerales por sus propiedades se pueden citar la azurita (por su color azul), la cianita y la celestina (ambos de color celeste, kyanos en griego), la barita (derivada del griego barytes, que significa pesado; y en la que posteriormente se descubrió el bario, elemento químico de elevado peso atómico), la pirita (del griego pyros, fuego, por su propiedad de emitir chispas al ser golpeada), o el grafito (del griego graphein, escribir, ya que por su baja dureza deja una marca de color negro sobre un papel).
En torno a la mitad de los nombres de minerales están dedicados a personalidades históricas que destacaron en algún campo de la ciencia o de la cultura. Así, por ejemplo, la goethita dedicada al dramaturgo alemán Goethe, la heulandita dedicada a Johann Heinrich Heuland, o la sillimanita en honor de Benjamin Silliman, profesor de Geología y Química en la Universidad de Yale (Estados Unidos). Una vez más, existe aquí también una considerable desproporción con los minerales nombrados en honor a mujeres, apenas una centena. Entre ellas destaca Marie Sklodowska-Curie, doble premio Nobel en Química y en Física por sus descubrimientos sobre la radiactividad, a quien se han dedicado dos especies de minerales con uranio: la sklodowskita y la curita (esta última también dedicada a su marido, Pierre Curie).
Entre los minerales cuyo nombre está relacionado con su composición química se pueden mencionar la fluorita (fluoruro de calcio), la estibina (un sulfuro de antimonio derivado del griego stibium, que significa antimonio), la calcopirita (del griego chalkos, cobre), o la estroncianita (carbonato de estroncio).
Y, por último, aproximadamente una cuarta parte de los minerales conocidos reciben su nombre de la localidad en la que fueron descubiertos o en la que son particularmente abundantes. Así, por ejemplo, el nombre de magnetita deriva de Magnesia, región histórica de la antigua Grecia habitada por la tribu de los magnetes, y en la que se descubrió este mineral. De igual modo, y con mayor proximidad geográfica, el nombre de aragonito procede de la localidad de su descubrimiento (Molina de Aragón, Guadalajara) o el de la andalucita de Andalucía, si bien este mineral fue descubierto también en Guadalajara por un científico francés quien ubicó esta provincia erróneamente en Andalucía. La quiastolita, una variedad de la andalucita, recibe su nombre por la característica forma en cruz de las inclusiones presentes en sus cristales (chiastos, en griego, significa cruz) y fue muy popular entre los peregrinos del Camino de Santiago.
Cianita. Foto: G. Pinto.
Celestina. Foto: G. Pinto.
Fluorita. Foto: G. Pinto.