El rojo
El color rojo, color secundario situado entre los amarillos y los violetas, se caracteriza por tener una estrecha relación con las sustancias naturales provenientes de la tierra. Su uso se extiende desde la más temprana Antigüedad, en la Prehistoria, con los vestigios de las pinturas rupestres paleolíticas hasta la actualidad, siendo uno de los pigmentos que contempla un uso más extendido en el tiempo.
El rojo en la Edad Media se vincula al elemento fuego, al fervor de la sangre y, por ende, a la calidez del amor divino, que traspasa los corazones de los fieles. Es el color de la pasión y del sufrimiento, pero no con una connotación negativa de destrucción y muerte, sino vencedora a través de la lucha y la victoria por la sangre. Es el color de la guerra santa y también el color del martirio, de quienes han dado su vida por la defensa de la fe. Incluso, los cardenales desde el siglo XIII visten de púrpura –variante del rojo violáceo– como soldados de la fe y del Papa. Es el color de las relaciones del corazón, como la amistad, la caridad o el amor, por eso se asocia también con los Apóstoles –especialmente con San Juan y Santiago el Mayor– que eran los discípulos más cercanos a Cristo. En la Baja Edad Media es un color de realeza, propio de los dignatarios, magistrados y símbolo del poder terrenal. El rojo tiene también connotaciones negativas, asociadas al fuego del infierno y al pecado de la lujuria, como amor mal canalizado hacia los placeres corporales
El color rojo se reserva para la Pasión de Cristo, utilizado en el Domingo de Ramos, en la liturgia del Viernes Santo –a veces sustituido por el negro– y en las solemnidades y fiestas que son propias del Espíritu Santo –al que se representa con el fuego–, como Pentecostés, en la que también se conmemora a los Apóstoles. Por extensión, se utiliza también en las fiestas individuales de los Apóstoles, que dieron su amor por Jesús, y de los santos mártires, que derramaron su sangre por la fe en Cristo. En las vestimentas sagradas puede verse mezclado con el oro o sustituido muy frecuentemente por colores análogos como el púrpura o el bermellón, dependiendo de los materiales y de las tradiciones locales. El color rojo púrpura es el propio de la vestidura talar de los cardenales desde la Baja Edad Media, en alusión a su carácter de soldados de Cristo para defender la fe.
La gama de pigmentos rojos utilizados en la Edad Media es tan variado como complejo, ya que podemos encontrar en ella tanto pigmentos naturales como las tierras rojas más conocidas como rojo de óxido de hierro u ocre rojo y cinabrio, como los sintéticos como el bermellón o el minio, obtenidos a partir de la manufactura humana. También hallamos pigmentos laca como la laca de granza, laca de verzino obtenida a partir del palo de Brasil o la hiedra entre otras.