Grupos de investigación

Tiempos de ocio en la Edad Media

«(...) & fizieron muchas maneras de iuegos & de trebeios con que se alegrassen»

Cantigas de Santa María, Códice Rico. El Escorial, RBME T-I-1, f. 61v.

En el mundo clásico el concepto de lo lúdico y los juegos desempeñaron un papel muy destacado. Aunque esta actitud fue en buena medida heredada por el cristianismo, en numerosos aspectos ambas tradiciones difieren. El pensamiento cristiano inicialmente consideró el teatro, los juegos y el espectáculo como prácticas contrarias a la fe por ser manifestaciones de lo pagano y por suscitar pasiones y excesos entre los jugadores, por lo que numerosos autores en los primeros siglos del cristianismo asociaron las prácticas lúdicas con el demonio y el pecado. Sin embargo, a partir del siglo XIII el ocio, y por extensión el juego, se reivindicó desde una óptica positiva; figuras como santo Tomás de Aquino lo asociaron con la alegría y el descanso del alma. En ese marco teórico debemos situar las palabras del prólogo del Libro del axedrez, dados e tablas o Libro de los juegos, una de las últimas obras impulsadas por Alfonso X:

“Porque toda manera de alegria quiso dios que ouiessen los omnes en si naturalmientre porque pudiessen soffrir las cueytas & los trabaios quandoles uiniessen; por end los omnes buscaron muchas maneras porque esta alegria pudiessen auer complidamientre. Onde por esta razon fallaron & fizieron muchas maneras de iuegos & de trebeios con que se alegrassen. Los unos en caualgando assi como boffordar & a alançar & tomar escud & lança & tirar con ballesta o con arco, o otros iuegos de qual manera quiere que sean; que se pueden fazer de cauallo. E como quiere que ello se torne en usu & en pro de fecho de armas porque non es esso mismo; llamanle iuego. E los otros que se ffazen de pie. son assi como esgremir. luchar. correr. saltar. echar piedra o dardo. ferir la pellota. & otros iuegos de muchas naturas en que usan los omnes los miembros porque sean por ello mas rezios & recibam alegria” (Libro del axedrez, dados e tablas, Alfonso X, 1283).

Según Jaques le Goff, los placeres más profundos en las sociedades medievales eran la fiesta y el juego ya que servían para liberar la tensión y sobrellevar las monótonas jornadas laborales, socializar y encontrarse. El ocio, tanto durante la Edad Media como en la actualidad, era un elemento que en buena medida constituía el ritmo de vida cotidiano, individual y colectivo. Siempre que hubiera un grupo social habría oportunidad para manifestaciones lúdicas como banquetes, torneos, trovadores y juglares, o partidas de variada naturaleza. En ocasiones la celebración de fiestas en fechas destacadas, para las que se dedicaban grandes sumas, también servían como forma de asentamiento del poder, de la ideología y del prestigio de las élites y los poderes municipales encargados de organizar dichas festividades, por lo que a partir del siglo XIV comenzaron a abundar las noticias documentales de estos festejos.

El tiempo de ocio permitía a la población salir de las convenciones, las leyes y las reglas, cumplía una función social de tregua y descanso para el espíritu, aunque también mostraba una marcada dualidad entre el entretenimiento y el desarrollo de la destreza mental y física, y el peligro de los vicios y las pasiones.

Jugando en la mesa

El ajedrez y los juegos de azar estaban muy extendidos entre los distintos estamentos de la sociedad medieval. El primero, con un destacado componente intelectual, estaba especialmente presente entre las clases acomodadas, de hecho era una de las habilidades que debían cultivar los miembros de la nobleza, mientras que los juegos de azar se practicaban de manera mucho más generalizada. En esta categoría destacaban los dados, pero también las tablas, y a partir del siglo XIV los naipes. Estos juegos tuvieron un papel protagonista desde el siglo XIII, haciendo que fueran necesarias regulaciones y controles, como el Ordenamiento de las tafurerías que mandó hacer Alfonso X. Hemos conservado una rica cultura material vinculada con estos juegos, tableros, piezas, cajas como la que hemos seleccionado, y numerosos tratados que documentan su práctica.

El ocio cortesano

La caza y los torneos adquirieron una importancia sustancial en el concepto lúdico de la realeza y las clases nobiliarias. Considerados como sustitutos del noble arte de la guerra en tiempos de paz, estos eventos cobraron un carácter festivo y cortesano en el desarrollo del pasatiempo palatino y la formación de los caballeros. La literatura caballeresca medieval -como muestra el Amadís de Gaula o el Libro del caballero Zifar-, remite al concepto de honor, fama y poder en el proceso de formación del caballero. En este sentido, la participación en torneos, justas y pasos de armas formaba parte del ocio y la experiencia vital de los miembros de la corte. Junto a esta actividad, el desarrollo de la caza como mímesis de la práctica guerrera propiciaba el progreso personal, la resistencia o la destreza, al mismo tiempo que aseguraba el prestigio y contribuía a establecer vínculos sociales.

“(...) por que el cavallero deve vsar toda cosa que tanga a armas et a cavalleria. Et quando non lo podiere vsar en guerra, de velo vsar en las cosas que son semeiantes a ella. Et es cierto que de las caças non ay ninguna que mas sea semeiante a la guerra que esta” (Libro de la montería, Alfonso XI, 1342-1350).

Los enfrentamientos armados entre miembros de la caballería suponían una de las principales diversiones en el marco de las fiestas urbanas. Estas luchas o torneos medievales, conocidas como justas, evidenciaban los combates entre dos adversarios a caballo, equipados con lanzas de grandes dimensiones y escudos, como el que aquí mostramos, o los que podemos ver en el libro de horas seleccionado. Las justas acabaron por convertirse en eventos para celebrar grandes acontecimientos, así como en muestras de la actividad lúdica propia del ámbito urbano, tanto para los participantes como para el público espectador.

“Es oficio de caballero, cabalgar y moderarse; correr lanzas; concurrir con armas a torneos y justas; hacer tablas redondas; esgrimir; cazar ciervos, osos, leones. (...) porque por estas cosas los caballeros se acostumbran a los hechos de armas y a mantener el orden de caballería” (Libro del orden de caballería, Ramón Llull, 1274-1276).

Como ya hemos visto la caza también fue una actividad básica tanto en su aspecto lúdico como en su calidad ofensiva y defensiva. La cultura visual medieval ilustra el desempeño de la actividad cinegética en un gran número de representaciones. Como ejemplo destacado contamos con el Libro de caza del rey Modus que aquí mostramos, tratado escrito en 1370 por Henri de Ferrières para el duque de Borgoña del que se hicieron numerosas copias. Equipados con cuchillos, arcos y ballestas, y artefactos como los olifantes seleccionado entre las piezas, los caballeros podían entrenarse en las diversas modalidades de la caza acompañados de sus sabuesos. 

PIEZAS

Libro del axedrez, dados e tablas

Alfonso X, el Sabio (1221-1284)

Sevilla, 1283

Manuscrito iluminado, pergamino

UCM, Facultad de Geografía e Historia, FAG 244-1 / El Escorial, Real Biblioteca del Monasterio de El Escorial, Ms. T-I-6

Introducido en los reinos cristianos desde al-Ándalus, el ajedrez se posicionó como una de las actividades más representativas de la escena lúdica medieval hispánica. En el tratado del ajedrez -el primero del manuscrito- se explica el origen del juego, como fabricar sus piezas y se ilustra cada jugada en un tablero abatido flanqueado, según el caso, por hombres y/o mujeres de diferentes contextos y procedencias que muestran el rico imaginario de la corte alfonsí. En el f. 64r -aquí expuesto- asistimos a una partida que tiene lugar en una magnífica ẖaymah entre un cristiano y un musulmán, testimonio de la hibridación cultural en época de Alfonso X. 

Libro de horas de Engelberto de Nassau

Maestro de María de Borgoña (act. 1475–1490), iluminador; Nicolas Spierinc, copista (act. 1455-1499)

Gante, ca. 1470-1490

Manuscrito iluminado, pergamino

UCM, Facultad de Geografía e Historia, FA 2853 y FA 3108 / Oxford, Bodleian Library, Ms. Douce 219 y Ms. Douce 220

El auge de la devotio moderna en la Baja Edad Media favoreció la producción de objetos para la oración privada. Los libros de horas se convirtieron en un elemento imprescindible para las familias pudientes de la época. Pese a tener una estructura determinada para la práctica devocional, estos libros dejaban libertad para la inclusión de textos e imágenes variadas. En algunas de las marginalia de este manuscrito aparece un discurso paralelo relativo al propio Engelberto, a quien se representa como un león que cabalga un unicornio ataviado con textiles bordados con su inicial, la “E”. La historia representa los preparativos de un torneo y culmina en su celebración, que se despliega a página completa en el folio que mostramos.

Livres du roy Modus et de la royne Ratio (Libro de caza del rey Modus)

Henri de Ferrières (1354-1377), autor del texto; Maestro de Guillebert de Mets (act. 1415-1460), Girart de Roussillon (act. 1450-1470), iluminadores; Jean de Nozières, copista

[Bruselas] ca. 1425-1455

Manuscrito iluminado, pergamino

UCM, Facultad de Geografía e Historia, FA 272 / Bruselas, Biblioteca Real de Bélgica (Koninklijke Bibliotheek), Ms. 10218-19

El Libro de caza del rey Modus, un tratado escrito a modo de diálogo entre un maestro, el ficticio rey Modus, y su pupilo, evidencia el papel de la caza como entretenimiento cortesano, pero también como actividad noble y elevada. La imagen del f. 11r con los cazadores reunidos ilustra el capítulo que inicia en el folio anterior, Comment les veneurs sont al'assemblée, “Cómo los cazadores están en asamblea”. La representación de la persecución y el despiece de los animales convive con el deleite y la experiencia lúdica de las élites durante el descanso. En un paisaje vegetal y acompañado de sabuesos, los lujosos objetos y vestimentas también protagonizan este agreste reposo. 

Caja de juego

[Taller flamenco], siglo XV

Madera, hueso tallado, dorado y policromado, hierro forjado

Madrid, Museo Arqueológico Nacional, inv. 52202

La introducción del juego del ajedrez en los reinos cristianos trajo consigo la necesidad de objetos destinados a su práctica, como piezas y tableros. En esta caja de juego, cuya base es un tablero de escaques, convergen el uso práctico del mismo y la necesidad de guardar y/o transportar las piezas cuando no estuvieran en uso. La talla de escenas amatorias, animales fantásticos y episodios de caza en las placas de hueso, doradas y policromadas, conectan con la atmósfera de las cortes europeas del siglo XV, en las que ocio y la ostentación material actuaban como elementos representativos.

Escudo de jinete

[Núremberg], ca. 1450

Madera, cuero, lino, enlucido de yeso, pigmentos, hoja de plata

Nueva York, The Metropolitan Museum of Art, inv. 25.26.1

Las justas eran celebraciones en las que los caballeros podían enseñar sus destrezas militares e impresionar al público asistente. Durante la Baja Edad Media, escudos como el que presentamos, llamados targes, fueron utilizados en torneos y como equipamiento de la caballería ligera. Generalmente se realizaban en madera y cuero y se decoraban con los símbolos heráldicos de cada caballero. Esta pieza tiene una abertura para poder encajar la lanza, relacionándola con un contexto festivo. En cuanto a los motivos representados, sobre un fondo plateado se observa una mujer con una filacteria con la inscripción HAB MYCH ALS ICH BIN, “Tómame como soy, falso mundo”. El emblema del escudo podría ser de la familia de Gottsmann de Franconia.

Olifante 

Sur de Italia, segunda mitad del siglo XI

Marfil tallado

París, Musée de Cluny, CI. 13065

Las defensas de elefantes se convirtieron en piezas extremadamente valiosas por su material y su valor simbólico. Como instrumentos de viento fueron utilizados en actividades bélicas y cinegéticas para comunicarse y advertir de la situación de las presas. Estos objetos también fueron utilizados como relicarios. Los motivos decorativos de esta pieza conocida como cor de Charlemagne, procedente del tesoro de la iglesia de Saint-Arnoul de Metz, inicialmente fueron motivos vegetales y animales de influencia islámica, a los que posteriormente se añadió el tema de la Ascensión y los símbolos evangelistas, probablemente en relación a un cambio de uso.

Caja con escenas de romances, 1330-1350. Baltimore, The Walters Art Museum, 71.264.