Melodías del pasado
«Que el servidor de Cristo cante para que las palabras que lee parezcan agradables, y no su propia voz» (San Jerónimo, Comentario a la Epístola de los Efesios).Apocalipsis figurado de los duques de Saboya, 1427-1428. El Escorial, RBME Vitrinas 1, f. 44v.
Sirvan estas palabras como una pequeña muestra de que el canto y la lírica fueron los hilos que enhebraron la vida religiosa de las comunidades medievales, tanto religiosas como laicas; desde las campanadas que iniciaban el oficio de la misa hasta una liturgia donde cada canto individual se transformaba en una única voz común. La música, el ritmo y el canto, tuvieron un papel fundamental en la construcción de los imaginarios colectivos durante la Edad Media y contribuyeron a la memorización de historias, de enseñanzas y oraciones. La tradición oral fue fundamental en estos procesos, como también lo fue para la transmisión cultural y artística.
Música religiosa
A causa de la fragmentación territorial del Occidente cristiano después de la desaparición del Imperio romano, surgió una dificultad considerable a la hora de unificar la liturgia y sus cantos. Las tradiciones musicales se desarrollaron de manera diferente gracias a la variedad de influencias que iban desde el norte de África y los pueblos celtas, hasta el consolidado canto bizantino o la misa ambrosiana. Ya en el siglo VIII, tras los diferentes concilios y cambios de centralidad religiosa, se impuso para la liturgia el canto gregoriano: monódico y de compás irregular. El canto tuvo un papel central en la vida monástica ya que regulaba el tiempo como herramienta principal en los oficios: maitines, laudes, prima, tercia, sexta, nona, vísperas y completas.
Entre los siglos IX y XI comenzaron a añadirse melodías a estos cantos surgiendo así la música polifónica. Esta cronología coincide con la manufactura de los primeros manuscritos musicales y la evolución de la notación musical, así como la proliferación de códices litúrgicos como los antifonarios, los graduales o los salterios, que se convirtieron en piezas excepcionales también por la riqueza de su iluminación. Esta experimentación musical dio lugar a una eclosión de nuevas formas y ritmos polifónicos, como el llamado Ars Antiqua y posteriormente el Ars Nova, que introdujo una mayor sofisticación y complejidad musical.
Música profana
En este rico panorama cultural aparecieron variantes que también se asimilaron a la música profana. En la corte occitana surgió una música novedosa que se difundió a través de trovadores y juglares por el resto de Europa y el Mediterráneo. Los trovadores ––cuya etimología proviene del verbo ‘inventar’–– tenían conocimientos artísticos y literarios; se dedicaban a componer historias en verso, normalmente de carácter amoroso, aunque también de tipo satírico, que recitaban mientras tocaban algún instrumento. Miembros destacados de las casas reales ejercieron como trovadores, como Guillermo IX de Aquitania o Alfonso X. Los trovadores contaban con una mayor consideración social que los juglares, meros intérpretes asociados al carácter lúdico de los espectáculos ambulantes que ofrecían entretenimiento con danza, música, historias y acrobacias. La música y sus artífices se convirtieron en temas habituales de la cultura material del momento y aparecieron representados en múltiples soportes y técnicas artísticas.
Instrumentos
En abundantes obras artísticas del momento, tanto en ámbitos religiosos como profanos, los instrumentos se representaron con gran fidelidad, lo que ha permitido el estudio de estas piezas desde una perspectiva arqueológica y musicológica.
En el Apocalipsis figurado de los duques de Saboya la música y los instrumentos, representados con gran detallismo, se convierten en protagonistas de algunas escenas. En el retablo-relicario del monasterio de Piedra también podemos distinguir una amplía tipología de instrumentos sostenidos por ángeles músicos que contribuyen a crear una atmósfera sagrada y celestial. Más allá de sus características materiales, los instrumentos también podían adquirir valores simbólicos. En el folio 56v del Libro de horas de Carlos VIII de Francia asistimos a una escena bíblica donde el rey David, paradigma del buen monarca, es el protagonista. Este soberano normalmente aparece identificado por el arpa, que actúa como su símbolo distintivo. Curiosamente en esta composición el arpa se emplea con una lectura concreta, para indicar el momento en el que el rey abandona la búsqueda de la perfección; al dejar el instrumento que lo caracteriza en el suelo, simboliza un distanciamiento de la imagen del monarca ideal. Esta acción se lleva a cabo como un acto de expiación por haber pecado, buscando así recibir el perdón.
Las melodías también estuvieron presentes en las escenas cortesanas; ceremonias nupciales, ágapes e incluso escenas de caza eran momentos en los que la música tenía su lugar. En el peine que mostramos, una hermosa pieza de ajuar femenino, se recoge una escena en la que algunas mujeres portan instrumentos y bailan; este objeto podía formar parte de los regalos nupciales, valorado como un objeto especial ya que permitía un contacto directo con la persona amada. Esta noción se plasmaba en la poesía mediante el uso de metáforas que evocaban la intimidad anhelada entre amantes.
Música y ocio cortesano
La música también sirvió como entretenimiento y desempeñó un papel relevante en los ámbitos cortesanos actuando como un elemento de estatus y refinamiento cultural. Como ya hemos comentado, trovadores y juglares, tanto hombres como mujeres, participaron activamente en estos espacios; los primeros eran poetas y compositores, mientras que los segundos eran actores y músicos, más ligados a las artes dramáticas, aunque con el paso del tiempo ambos términos se terminaron confundiendo. Estos personajes aparecen en multitud de objetos de uso laico, como los medallones o la arqueta que hemos seleccionado. Estas piezas esmaltadas, de uso privado, eran objetos representativos de la cultura artística de las élites sociales, tanto en su materialidad como en la temática representada. No obstante, existió una permeabilidad a la tradición oral popular, en la que la música y su representación visual también estuvo presente.
Por otro lado, la armonía no solo estaba presente en espacios interiores, también en exteriores, como se puede ver en el Libro de caza que aquí mostramos. Como ya ha sido analizado en otra sección, la caza fue una actividad fundamental en el ámbito político y social a lo largo de la Edad Media. La música también estaba presente en ella al participar en la ambientación, establecer el ritmo y la coordinación, así como resaltar el estatus y prestigio de los participantes.
A través de esta selección de objetos podemos apreciar el papel multifacético que la música desempeñó en la sociedad medieval, tanto en su aspecto religioso como secular, como expresión de fe, pero también como entretenimiento y elemento central de la vida cultural y social de la época.
PIEZAS
Apocalipsis figurado de los duques de Saboya
Jean Bapteur (1427-1458), Peronet Lamy (act. 1432-1453), Jean Colombe (act. 1485-1490), iluminadores
Morges, 1428-1435; adiciones en 1490
Manuscrito iluminado, pergamino
UCM, Facultad de Geografía e Historia, FAG 18-01/ El Escorial, Real Biblioteca del Monasterio de El Escorial, Ms. Vitrinas 1
En este manuscrito realizado inicialmente para Amadeo VIII, duque de Saboya, encontramos un corpus de instrumentos dirigidos a magnificar y evocar la gloria de los personajes divinos que presiden las iluminaciones. Destacan la tuba y la cítara que asumen una importante lectura simbólica. La tuba se compara con la voz de Dios, aunque también con el ruido ensordecedor de los ángeles; y la cítara, es interpretada como el instrumento por excelencia para hacer música, y bajo su abanico se incluyen cada uno de los veintiún instrumentos representados, demostrando la pericia y conocimientos técnicos de los iluminadores.
Libro de horas de Carlos VIII de Francia
[Maestro de Jacques de Besançon] (act. 1478-1500), iluminador
París, taller de Antoine Vérard, 1494-1496
Manuscrito iluminado, pergamino
UCM, Facultad de Geografía e Historia, FAG 234 / Madrid, Biblioteca Nacional de España, Vitr/24/1
Este libro de horas, escrito en latín y francés, fue realizado para Carlos VIII (1470- 1498) en el taller del editor parisino Antoine Vérard, al que vemos representado en el f. 112r. En el f. 56v aparece el rey David como autor del libro bíblico de los salmos. David se representa como rey músico, junto a su arpa. Esta faceta se ha relacionado con un origen pagano, comparado con Orfeo, que usaba la música para calmar animales, y el rey amansaba el espíritu. El monarca aparece arrepintiéndose por la muerte de Urías, acto que contrasta con el canon de buen príncipe cristiano y se aleja de su visión pacífica bíblica.
Livre de la chasse y Déduits de la chasse (Libro de la caza y Libro de los placeres de la caza)
Gaston Phébus (1331-1391) y Gace de la Buigne (13.- 1384?), autores del texto
París, ca. 1400-1420.
Manuscrito iluminado, pergamino
UCM, Facultad de Geografía e Historia, FA 3390 / París, Bibliothèque nationale de France, Ms. Français 616
Esta obra se convirtió en un texto de referencia para la práctica de la caza. Escrito en francés y en origen dedicado al duque de Borgoña, tuvo un gran éxito y fue copiado en numerosas ocasiones. Los instrumentos eran variados y de gran relevancia en esta actividad cinegética. El tambor cumplía su función en las batallas y en grandes ceremonias, o el cuerno, que tenía múltiples usos: escucharse a grandes distancias en los bosques, excitar a los perros o como comenta Phébus: “para avisar de cuando se encuentra una presa”. Por lo tanto, podemos apreciar que la música en estos momentos tenía una utilidad tanto estratégica como de entretenimiento y diversión.
Venecia, ca. 1400
Marfil tallado
Londres, Victoria & Albert Museum, 227-1867
En esta pieza encontramos una escena cortesana en ambas caras, posiblemente una boda, donde la música y el amor florecen. Desde abrazos apasionados hasta enigmáticas representaciones de juegos al ritmo de la música. El papel femenino es clave en estas escenas, en las que mujeres ricamente vestidas y coronadas tañen instrumentos variados. Fue un objeto común entre los regalos nupciales de la novia. Símbolo de elegancia y regalo noble, este peine revela la importancia de la música en la vida cotidiana y ceremonial. Una ventana al pasado donde la armonía profana se entrelaza con lo sagrado.
Retablo relicario del monasterio de Piedra
Juan y Guillén de Leví (1378-1408)
Nuévalos (Zaragoza), 1390
Madera de pino, policromada, dorada, tallada y pintura al temple
Madrid, Real Academia de la Historia, 01/02/03
Este mueble litúrgico en forma de tríptico fue realizado para albergar la llamada reliquia del Sacro dubio en tiempos del abad Martín Ponce Pérez, con una excepcional mazonería con arcos polilobulados y mocárabes y un rico ciclo pictórico que incluye la heráldica del abad y de la corona de Aragón. En la parte interior de las puertas aparecen los ángeles músicos portando una gran variedad de instrumentos: órganos portátiles, violas frotadas con arco, arpas, salterios, guitarras primitivas, zanfoñas, rabeles frotados con arco y laúdes plectrados, que responden mayoritariamente a la categoría de música baja (bass), que emitían suaves melodías.
Limoges, ca. 1240-60
Cobre dorado y esmalte champlevé
Nueva York, The Metropolitan Museum of Art, 17.190.2144-2155
Este conjunto de medallones probablemente formó parte de la decoración de un cofre, piezas habituales de uso privado doméstico entre la nobleza. En los medallones se representan escenas de caza y temas caballerescos, propios de los cantares de gesta y de la cultura musical y literaria de la corte francesa: a través de la caza se expresa la metáfora del amor cortés, el hombre corteja a la dama como el cazador atrapa a su presa. Escenas de música y danza se entrelazan con la imaginería cinegética.
Limoges, ca. 1180
Cobre dorado grabado y esmalte excavado
Londres, British Museum, 1859, 0110.1
Esta pieza lemosina de excepcional calidad técnica es plenamente representativa del gusto Plantagenet, con fondo dorado vermiculado y figuras esmaltadas que usan colores azules, blancos, verdes, amarillos y rojos. Los temas están relacionados con el mundo cortesano y el amor cortés, músicos y bailarinas, cazadores, seres híbridos y dos escenas en las que un caballero se postra ante una dama. Una enigmática figura de compleja lectura porta una espada y una llave en su mano en la cara frontal de la pieza.