El amarillo
El color amarillo, tono primario en espectro cromático, se caracteriza por estar presente en muchos de los elementos vegetales y minerales que nos rodean. Han sido utilizadas con propósito colorante desde la Antigüedad, con el uso de tierras en las pinturas rupestres, hasta la actualidad con materiales de síntesis contemporánea.
En la Edad Media, el amarillo es un color ambivalente, dependiendo de su luminosidad. Por un lado, el amarillo brillante es el color dorado, que recuerda a la luz, al calor y a la energía divina que emana el oro con sus destellos. Por otro, el amarillo apagado acumula todas las connotaciones negativas: es un falso dorado, que nos recuerda al oro pero que no llega a sus propiedades. Es el color de los demonios y de las criaturas malignas; el color del azufre, mineral del diablo, cuyo olor nos espanta. También es color de la mentira, de la traición, de la codicia y de la envidia, asociándose por ello a Judas como modelo de traición al igual que a Ganeló de la Chanson de Roland. Por ello, se aplica también a los herejes en general y a los marginados en particular, por analogía con el malhumor corporal y el color de tez que presentaban de los enfermos de hígado. Precisamente, los relegados al margen comienzan en algunos lugares a portar distintivos amarillos para identificar su condición, a modo de brazaletes de este color. En las representaciones iconográficas, son frecuentes las imágenes de demonios, criaturas malignas, herejes y personajes asociados a la traición decoradas con motivos amarillos.
El amarillo carece de un uso específico dentro de la liturgia medieval. No así el dorado, que es el color de la gloria de Dios, manifestada en la Encarnación de Jesús. Por ello, el color dorado –que deriva del amarillo brillante– significa lo mismo que el color blanco: la pureza, la inocencia, la divinidad y la santidad, que son emanadas de Dios a los hombres. Se utilizan ornamentos litúrgicos dorados en las mismas solemnidades donde está prescrito el blanco: las grandes celebraciones vinculadas a la vida de Cristo, a la Virgen y a los santos. En especial, el color dorado se utiliza en la confección de los ornamentos litúrgicos entremezclado con los restantes colores para reforzar el valor solemne de las vestiduras más importantes, en aquellas iglesias o catedrales que se los pueden permitir por el gran valor de los materiales utilizados en su confección.
Los pigmentos amarillos que podemos encontrar con mayor frecuencia en la Edad Media constan de una gran variedad de tipologías, ya sean pigmentos naturales de carácter mineral derivados de las tierras amarillas como el ocre amarillo, el oropimente o el realgar; de factura sintética como el amarillo de plomo y estaño, o metálicos como el oro.