Animalistas, veganos, antitaurinos, detractores de la experimentación animal… Una polémica para el debate
Palabras clave: Relación animal-ser humano, ciencia, historia, evolución, caza, agricultura, carne, genética.
- La polémica sobre qué derechos deben tener los animales: contrarios y partidarios de una dieta basada en productos animales
Los movimientos en favor de los derechos de los animales se expanden rápidamente. Los puntos de vista de animalistas, veganos, antitaurinos, detractores de la experimentación animal, movimientos contrarios a la caza, etc., están cobrando cada vez más fuerza en la sociedad europea.
La aparición relativamente reciente de este tipo de reivindicaciones ha sorprendido a los partidarios de una visión más clásica de las relaciones entre los seres humanos y animales. Los que defienden estas nuevas tendencias ejercen una apasionada defensa de su postura intentando imponerla en ocasiones con cierta agresividad. El enfrentamiento entre veganos y partidarios de comer carne, taurinos contra antitaurinos, cazadores frente a defensores de prohibir la caza, o detractores y promotores de la experimentación animal está servido.
Sin duda se trata de una disputa interesante que atañe de manera muy especial a una Facultad de Veterinaria y a una profesión, donde deberían abordarse estas cuestiones desde un punto de vista científico.
Quienes crecimos en una concepción más clásica y utilitarista de nuestra relación con los animales debemos alejarnos de una concepción simplista en la que vemos a los defensores de los derechos de los animales como a unos insensatos militantes que permeados de barbarie defienden asunciones románticas sin ningún fundamento.
- ¿Qué dice la ciencia?
Por un lado, estos colectivos animalistas exhiben una serie de elaborados argumentos éticos sobre los límites que nunca deberíamos exceder a la hora de utilizar a los animales. Importantes filósofos les dan la razón. También muchos juristas. Por otro lado, emplean argumentos ecológicos de sostenibilidad, en ocasiones muy rigurosos, que inciden en la necesidad de limitar actividades ganaderas de enorme impacto ambiental, como la deforestación del Amazonas para plantar cereal que será utilizado para pienso de ganado tras un transporte de miles de kilómetros, macro-granjas industriales que eutrofizan los acuíferos o la liberación excesiva de gases de efecto invernadero por los rumiantes. Muchos de los grandes ecólogos también les dan su parte de razón. Incluso emplean rigurosos datos de salud pública para recomendar una reducción significativa en nuestro consumo de carne que en ocasiones redundaría en una mayor esperanza de vida. Pero, ¿tienen razón?.
Para saberlo debemos circunscribirnos a la ciencia. Antes de nada, merece la pena recordar unas célebres palabras de Steven Jay Gould, tal vez el más influyente biólogo evolutivo desde Charles Darwin: “Se hace ciencia, se hace arte o se hace el ridículo”. Intentaremos desvelar la ciencia alrededor de esta polémica. Se trata de un tema sumamente complejo, donde los argumentos científicos esgrimidos por parte de uno y otro bando son abundantes. Empecemos por el principio, recordando quiénes somos nosotros, los Homo sapiens.
- Un poco de historia: el largo camino que seguimos desde Lucy
Theodosius Dobzhansky, padre intelectual de la moderna teoría sintética de la evolución, defendía que “en biología nada tiene sentido si no es a la luz de la evolución”. Y la evolución tiene muy claro cuál fue nuestro origen. Hace alrededor de 4 millones de años apareció en África el género Australopithecus. Eran bípedos, anatómicamente similares a nosotros aunque mucho más pequeños y con un cerebro de un tamaño similar al de los grandes simios actuales. Principalmente se alimentaban de frutas, hojas y semillas y se dispersaron por las zonas tropicales del continente africano. La célebre Lucy fue uno de ellos. Durante los siguientes 2 millones de años dieron origen a varias especies. Algunas de ellas se especializaron cada vez más en una dieta vegetal comiendo principalmente semillas y raíces, dando lugar a una rama que terminó en los Paranthropus (de los que P. boisei es uno de los más conocidos). Esta rama de primates herbívoros desarrolló dentaduras impresionantes y músculos masticadores adecuados a la dureza de sus alimentos. Siguieron manteniendo una postura erguida y un cerebro como el de los actuales chimpancés. Pero terminaron por extinguirse hace alrededor de 1,3 millones de años.
Otras especies de Australopithecus empezaron a alimentarse de carne, al principio de carroña eventual, aunque luego comenzaron a cazar. Esta rama dio lugar al género Homo, nuestros ancestros. Durante la evolución del género Homo, la dieta fue haciéndose cada vez más carnívora. Cazar es más difícil que comer vegetales y la rama que originó a los Homo empezó a desarrollar herramientas cada vez más complejas y comportamientos de cooperación social más sofisticados. La selección favoreció a los mejores cazadores y las sucesivas especies de Homo se fueron haciendo más grandes y desarrollaron cerebros mayores. Gracias a su mayor consumo de carne sus sucesivas especies dispusieron de una alimentación cada vez mejor. El género Homo fue en gran medida el resultado de una dieta basada en la carne. Durante la mayor parte de los 300.000 años que los seres humanos de nuestra especie (Homo sapiens) llevamos sobre el planeta hemos sido sobre todo comedores de carne, capaces de cazar eficientemente, acompañándolo del desarrollo del pensamiento simbólico, herramientas complejas y conductas sociales muy elaboradas.
Prehistoric hunter - cave painting reproduction.
Contrariamente a lo que suele pensarse, las sociedades de cazadores de Homo sapiens alcanzaron niveles de complejidad sorprendentes. Por ejemplo, los abalorios encontrados en algunas de los enterramientos paleolíticos requirieron un trabajo estimado de más de 10.000 horas por hombre. En el asentamiento de cazadores de Göbekli Tepe, construido en 6.000 años antes que Stonehenge, se encontraron tallas de animales con detalles tan intrincados que llamaron la atención a los escultores más cualificados de hoy en día. En algunas de las llamadas “metrópolis de cazadores-recolectores”, como la de Povetry Point, se realizaron movimientos de tierras tan grandes como los que lograron las mayores ciudades-estado de la Grecia clásica.
- Cuando un invento lo cambió todo: la agricultura
Nuestros grandes cerebros adaptados a la caza fueron lo suficientemente inteligentes como para permitir a nuestra especie desarrollar la más extraordinaria revolución que fue capaz de poner a la biosfera patas arriba: la agricultura. Sin ella seguiríamos siendo cazadores-recolectores y esta polémica sobre los derechos de los animales no existiría. Por supuesto, entender cómo se originó esta actividad resulta esencial.
Hand growing seeds of vegetable on sowing soil at garden metaphor gardening, agriculture concept. Por piyaset
La agricultura comenzó independientemente en una gran cantidad de lugares como en el Creciente Fértil del Cercano Oriente, en China, en Indonesia, en la India, en el Sahel africano, en Nueva Guinea y en diversas zonas del continente Americano. Pero aunque hay indicios de que la batata pudo haberse cultivado en Nueva Guinea desde hace 30.000 años y que los frijoles empezaron a cultivarse en Tailandia hace 11.000 años, la agricultura tardó mucho en generalizarse, y cada vez hay más evidencias de que la transición a la agricultura fue un proceso largo que duró por lo menos 3 mil años en todos los lugares donde ocurrió. Sin embargo se estima que, desde el punto de vista genético, nuestros ancestros (incluso con unos escasísimos conocimientos de mejora genética vegetal) tan solo necesitaron del orden de 300 años para conseguir seleccionar plantas adecuadas con el suficiente rendimiento agrícola como para poder vivir de ellas.
Al principio nuestra especie practicó la agricultura eventualmente, abandonándola a menudo para seguir con sus actividades de cazadores recolectores. Incluso hay varios lugares donde tras establecerse durante un tiempo la agricultura se abandonó volviéndose a sociedades de cazadores-recolectores. Hoy en día sigue habiendo comunidades humanas, consideradas primitivas, en las que se produce con frecuencia el paso de asentamientos agrícolas sedentarios a estilos de vida nómadas y viceversa. Por ejemplo en algunas zonas del interior más recóndito de Mauritania, Mali y Senegal, miembros de la etnia Soninké, que habitualmente llevan vidas como ganaderos-recolectores nómadas, se asientan durante 2 o 3 meses alrededor de charcas eventuales que desaparecen a las pocas semanas de formarse. Mientras hay agua plantan mijo y llevan un estilo de vida sedentario y cuando se secan vuelven al nomadismo. Estas charcas tienen un origen que a menudo está ligado a zonas con agua “fósil” retenida hace miles de años en formaciones de roca arenisca cuando el Sahara todavía era una zona lluviosa. Ni siquiera se forman todos los años, ya que el agua mana de la roca cuando la arena del desierto del Sahara presiona la zona norte de las formaciones de arenisca exprimiendola como a una esponja. Lo sorprendente del caso es que además de estas charcas eventuales hay charcas permanentes (conocidas en la zona como con el nombre de Güeltas). En estas charcas permanentes, los nómadas Soninkés también se asientan. Pero tras pasar unos meses se van. Sigue habiendo agua y pueden seguir cultivando. Pero, según ellos, no es sano comer mucho mijo. Es mejor llevar una vida nómada de ganaderos-cazadores-recolectores comiendo una gran cantidad de carne de los animales más diversos que vivir comiendo cereal.
Surgencias de agua fósil en el Sahel empleadas por nómadas eventualmente para plantar mijo (como se observa a la izquierda de la foto)
Puede que a algunas plantas no les costara mucho convertirse en especies agrícolas. Pero seguramente a nuestros ancestros les costó enormemente que su dieta fuese en gran parte vegetariana. Cuando se comparan los esqueletos encontrados en estos asentamientos de primitivos agricultores con los de los cazadores recolectores, se comprueba que los primeros agricultores estaban peor nutridos, eran de menor tamaño y tenían una esperanza de vida significativamente menor que quienes se dedicaban a la caza.
A medida que nuestros conocimientos aumentan (en buena medida gracias al desarrollo de nuevas técnicas laboratoriales) encontramos algunos ejemplos sorprendentes sobre nuestra conducta alimentaria. Así en un primitivo asentamiento agrícola se comprobó que los hombres cultivaban cereales (mijos). También tenían perros. Las primeras interpretaciones de los arqueólogos que estudiaron el asentamiento asumían que los hombres utilizaban a los perros para cuidar el cereal impidiendo que se lo comieran ratones y otros animales. Pero análisis de isótopos estables demostraron que los hombres de ese asentamiento comían una dieta que incluía una cantidad significativa de carne de perro mientras los perros comían una buena cantidad de mijo. Por cierto, el perro fue el primer animal que domesticaron los humanos, unos 6.000 años antes de empezar a domesticar herbívoros.
No debemos olvidarlo. Para bien y para mal, biológicamente somos una especie de cazadores-recolectores que esencialmente comían carne de animales que cazaban durante la mayor parte de su historia.
- Genética frente a cultura
Nuestra especie, Homo sapiens, lleva alrededor de 300.000 años sobre la Tierra. Desde entonces han transcurrido cerca de 75.000 generaciones. En ese tiempo vivieron en total unos 105.000.000.000 de seres humanos. Como mucho, solo desde los últimos 10.000 años, una parte significativa de los humanos pudo alimentarse gracias a la agricultura. Raramente los seres humanos de nuestra especie llegan a vivir un siglo. Por eso nos resulta extremadamente difícil hacernos una idea precisa de lo que significa el tiempo profundo en nuestra historia.
Pero hay un truco que permite entenderlo más fácilmente. Comprimamos los 300.000 años de nuestra historia evolutiva en un solo año, imaginando que los seres humanos de nuestra especie aparecieron justo a las 00:00 horas del día 1 de enero y que ahora mismo estamos a las 23:59 horas de la noche del 31 de diciembre, justo a punto de comer las uvas. Desde nuestra aparición y hasta el 20 de diciembre los humanos seríamos exclusivamente cazadores-recolectores comedores de carne. Solo en las navidades empezamos a desarrollar la agricultura. Nos guste o no, durante el 97% de nuestra historia fuimos cazadores que comían toda la carne que podían conseguir como cazadores.Pero nuestros inteligentes cerebros de cazadores nos permiten un cambio cultural muy rápido y por eso podemos plantearnos el ser o no veganos.
Sin embargo los cambios evolutivos son muchísimo más lentos que los culturales y queramos o no, genéticamente seguimos siendo ante todo cazadores que comen carne. Y no solo en lo físico. También en nuestras mentes.
Continuará…
Autores, filiación
Eduardo Costas y Victoria López-Rodas. Departamento de Producción Animal (Genética). Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid.