Rosa Isela Pérez nació en Ciudad Juárez (México) y en esa misma localidad ejerció su trabajo como periodista. En 2001 comenzó a escribir sobre los feminicidios y pronto llegaron las amenazas. La situación se agravó cuando decidió prestar declaración sobre el caso del Campo Algodonero (en el que fueron asesinadas ocho mujeres) y desde ese momento apenas podía salir de casa. Temiendo por su vida, pero sobre todo por la de su marido y sus hijos decidió pedir el asilo político. Algo que le concedió España en septiembre de 2010.
- Junto con otros periodistas y Reporteros Sin Fronteras denuncia la situación en países como México, Colombia, Ecuador y Honduras. ¿Vale la pena correr el riesgo en esos países para informar sobre lo que ocurre?
- Creo que es totalmente necesario. Es muy urgente apoyar a los periodistas de esos países y fortalecer al gremio. No se trata de abandonar la toalla pensando que no hay futuro. Hay que tener en cuenta que mucha de la información que se genera, por falta de la ausencia de Estado, no causa repercusión inmediata, como debería ser, así que hay que cuanto más se informe más posibilidades habrá de que las noticias tengan auténtica relevancia. Hay que intentar luchar contra la impunidad absoluta, los asesinatos, la persecución, la censura...
- ¿Esa corrupción absoluta no llega también a los medios de comunicación?
- Es así, pero por fortuna no se puede generalizar. Hay gente que está haciendo un esfuerzo muy grande por mantenerse a salvo y seguir informando. De todos modos, desde que yo recuerdo siempre ha habido corrupción. Siempre ha habido arreglos con el Estado, con empresas, con aduanas, con policías... Eso mancha la imagen de los periodistas, pero no todo el mundo es así.
- Las noticias que llegan sobre México hablan del asesinato como una moneda de cambio habitual. ¿Cómo ha sido posible que la situación haya degenerado hasta ese extremo?
- Hay gente que lo atribuye al programa de lucha contra el narcotráfico, pero yo no lo creo. El problema que se vive en todo el país es resultado de mucho tiempo de abandono. A nivel internacional se ha manejado una imagen falsa de lo que es México y de los problemas sociales que hay allí. La raíz del problema está en cómo se conformó el Estado después de la independencia, de quiénes quedaron en el poder y de cómo se han ido perpetuando las mismas élites deshonestas. Ahora es un desastre. No hay control. La gente no se siente respaldada por el Estado. Si en México ves a un policía o a un funcionario no lo ves con confianza, como alguien que está para servirte, sino que te da miedo. Ves un policía y le das la vuelta y eso es completamente contrario a un Estado de derecho. Yo pienso que esto se arrastra desde hace mucho tiempo y ya estalló. Y en Ciudad Juárez quizás se reflejó antes que en el resto del país.
- ¿Cómo es la vida en Ciudad Juárez?
- México es un país muy grande así que las situaciones son muy diferentes. En la frontera, en Ciudad Juárez, ahorita hay crisis mientras que en el resto del país hay crecimiento. Hay crisis por todas las maquiladoras norteamericanas que cerraron y las empresas que recortaron su mano de obra. Hay un desempleo espantoso además del narcotráfico y de toda la diversificación de violencia. En el caso de las mujeres desaparecidas, ahora muchos cuerpos ni siquiera se localizan. No se sabe qué está pasando. Está en el más alto nivel de violencia que se pueda imaginar.
- ¿Por qué se ha cebado la violencia con las mujeres?
- Pienso que tiene que ver con una cultura machista, una cultura patriarcal que en esa zona está fortalecida por la presencia de mafias. Rita Segato, una profesora de Antropología de la Universidad de Brasilia, hizo un estudio sobre la violencia contra las mujeres en esa zona de México y plantea que estos crímenes sirven para fortalecer alianzas y lealtades, o para sellar pactos de las diferentes mafias, y lo hacen a través del cuerpo de las mujeres. Yo diría que una parte de los crímenes han tenido esa razón, pero no es solamente ese tipo de violencia.
- ¿Qué más ocurre?
- Un individuo puede matar a su novia o a su esposa y sabe que no le va a pasar nada. Hay impunidad. Sabe que no le van a perseguir, que no le van a hacer nada. Es muy fácil llegar, llevarse a una mujer y asesinarla. Lo único que consigue la impunidad que existe en México es generar una mayor violencia.
- ¿Cree que se podría resolver de alguna manera?
- Para eso tiene que haber voluntad política y no la veo en este momento. Tiene mucho que ver con la resolución de la Corte Interamericana de Derechos Humanos por el caso de las mujeres asesinadas en el Campo Algodonero. [La Corte condenó al Estado mexicano por violar derechos humanos y al gobierno de Felipe Calderón a indemnizar y proteger a los familiares de las víctimas.] Se trata de volver a educar a la población en general, pero el problema es que a pesar de lo que dijo la Corte ni siquiera han empezado a hacer nada. Se sigue tratando mal a las familias de las víctimas, se las sigue criminalizando y se las trata como ciudadanas de segunda. Lo que caracteriza el problema es que estas mujeres son muy pobres y entonces nadie aboga por ellas. No ha habido ninguna mujer de dinero, o de clase media simplemente, que haya sufrido esa situación. Si eso pasase algún día, y no deseo que le pase a nadie, pero si ocurriera, seguro que reaccionarían de otra manera. El hecho de que nadie se solidarice con ellas tiene mucho que ver con que son mujeres humildes.
- ¿Para qué sirve una Corte como la Interamericana de Derechos Humanos si los países no hacen caso a sus resoluciones?
- Este año se ha estado estudiando qué medidas se tienen que adoptar para obligar al Estado mexicano a cumplir, ya que ha violentado todos los plazos que se le dieron. Únicamente ha cumplido con lo más fácil, como es la indemnización económica que hay que dar a las familias. Lo más difícil es acabar con la impunidad y transformar completamente el Estado. De todos modos, lo que más me preocupa es que México no es el único país con este problema. Guatemala tiene todavía una situación peor de violencia contra las mujeres y, desde luego, el ejemplo que ha dado México no haciendo caso a la Corte me parece un malísimo ejemplo. Después de la sentencia, la situación está todavía peor en Ciudad Juárez. Hay más desaparecidas, hay más asesinatos... Se supone que están presionando para que avancen las soluciones, pero quién sabe.
- Usted ha pedido alguna vez sanciones internacionales. ¿Se ha movido alguna institución para que esto ocurra?
- No. Creo que España o la Unión Europea han presionado a México para que cumpla con algunas resoluciones de la Corte, como llevar especialistas para que estudie algunos casos. Supe que se recibió el dinero y que se contrató a gente mexicana, no a especialistas extranjeros, pero no he sabido nada más. Hace unos días se inauguró un monumento para honrar a las víctimas y se suponía que los responsables políticos debían pedir perdón a las mujeres, pero eso no ocurrió. La gente reprobó mucho el acto en el que, por cierto, estaba el secretario de Gobernación que murió hace poco.
- ¿El que se supone que murió en un accidente?
- Por supuesto que no fue un accidente, fue otra cosa, al igual que el anterior secretario de Gobernación. El próximo año hay un proceso electoral y no se sabe cómo van a cambiar las cosas. Quizás vayan a peor, eso nunca se sabe.
- Políticos asesinados, periodistas amenazados, mujeres desaparecidas. ¿Qué es más difícil ser hoy en día en México?
- No lo sé. Para las mujeres es muy difícil, porque hay una violencia casi institucionalizada contra nosotras. Si además eres periodista e informas sobre las cosas que ocurren en el país, al final nadie te respeta. Ni siquiera los propios directores de los medios de comunicación.
- Usted salió bajo amenazas del país. ¿Sigue amenazada todavía?
- El año pasado, ya estando aquí y por estas fechas, hubo una amenaza, pero ya no más.
- Tras una experiencia como la suya, ¿el miedo se queda en el cuerpo?
- El miedo no, pero sí me preocupa la gente que se quedó allá. Nosotros estamos bien, viviendo una seguridad que nunca habíamos vivido. Estamos tranquilos aquí.
- ¿Sueña con volver algún día a México?
- Tengo la esperanza de que sí, tengo el sueño de que cambien las cosas. Mientras estén así no voy a regresar, sobre todo por mi familia. Ojalá que cambien, que se den cuenta de lo que están haciendo, porque en realidad no están combatiendo el crimen organizado, sino que hay venganzas entre distintos grupos y se ha diversificado la violencia con extorsiones, secuestros... Por ejemplo, desde que llegó la policía federal y el ejército a Ciudad Juárez la situación empeoró muchísimo, y es así porque ellos forman parte de las mafias. Les dieron rienda suelta para hacer todo lo que quisieran y empezaron a pasar cosas tan terribles e impactantes como torturas a niños. Hoy en día, la gente que queda en Ciudad Juárez vive de luto. Muchos negocios cerraron y muchas casas se quedaron abandonadas.
- ¿Cómo es que todavía queda alguien viviendo allí?
- Los que tenían recursos se fueron a El Paso y se establecieron allí. Una vez más, los principales afectados son la gente humilde, que son la mayoría, y que tienen que quedarse allí porque no se pueden ir a ningún otro lugar.
- ¿No recomendaría ir a México ni siquiera de vacaciones?
- Actualmente no, porque ahorita hay peligro incluso en las zonas turísticas donde antes no pasaba nada y ahora ocurren cosas muy feas
"Parte del racismo en España proviene de la falta de información"
Rosa Isela Pérez es la primera refugiada política mexicana que acepta nuestro país. En principio ella y su familia pensaban viajar a Nueva Escocia (Canadá), pero se endurecieron las políticas migratorias desde México al otro país norteamericano y España surgió como segunda opción.
Las primeras tres semanas vivieron en un hotel y de allí pasaron a un centro de acogida a refugiados donde convivieron con gente de todo el mundo en una experiencia que nunca se les "va a olvidar, y que permite ver que la situación está mal en todas partes". Se dio cuenta la periodista de que todas las mujeres que estaban allí eran las solicitantes de asilo, y no las parejas. En ese centro estuvieron un año, los primeros seis meses sin autorización para trabajar. Tanto ella como su marido son periodistas y desde entonces han conseguido hacer alguna colaboración periodística, aunque pocas.
La recepción ha sido, generalmente positiva, aunque también se han tropezado con algunas actitudes racistas. Rosa Isela Pérez piensa que "parte de ese racismo proviene de la falta de información" que tiene la sociedad en general sobre los refugiados y la documentación que les acredita como tales. Cuenta la periodista que en un principio les entregan una tarjeta roja de cartón que la mayor parte de la gente no es capaz de identificar como un documento oficial, lo que le causó problemas en alguna institución bancaria e incluso en el sistema sanitario público.
Lo peor que le ocurrió fue el trato de "un individuo que trabaja en una de las organizaciones que maneja el Fondo Europeo para los Refugiados". Esta institución es la responsable de distribuir recursos económicos para algunas actividades como, por ejemplo, programas de educación. Rosa Isela Pérez pidió una solicitud para cubrir una parte de unos estudios de posgrado, pero la "persona responsable reaccionó con mucha agresividad" y la trató muy mal.