"Todavía me causa una cierta desazón el hablar de mí. Siempre he mantenido que el periodista no es más que un intermediario y hablar de yo, yo, yo, yo, me parecía algo terrible". Con esas palabras llenas de modestia se confiesa Rosa María Calaf, a la que contemplan 37 años de labor periodística. En ese tiempo ha sido corresponsal de TVE en Moscú, Viena, Buenos Aires, Nueva York, Canadá, Roma y Asia-Pacífico. Se define a sí misma como "entusiasta, curiosa e insaciable", tres adjetivos que han caracterizado toda su vida profesional.
- Volviendo la vista atrás y observando su larga trayectoria periodística, ¿se imagina que hubiera podido ser otra cosa en la vida?
- La verdad es que no, y eso pese a que mi intención inicial en la vida era hacer la carrera diplomática y por eso estudié Derecho. En cuarto empecé ya a estudiar Periodismo y cuando terminé Derecho me fui a Estados Unidos para seguir formándome todavía pensando en la carrera diplomática. Por ese tiempo comencé a hacer algunas cosas en la radio y me di cuenta de que iba a poder hacer más lo que quería siendo periodista que siendo diplomática.
- ¿Hoy sería más difícil comenzar una carrera como corresponsal, ya que parece que es una profesión en peligro de extinción?
- Creo que ya prácticamente está extinguida. Si contamos corresponsales, como tales, es decir personas que viven en una zona, que son expertas en dicha zona, que tienen contactos y que pasan muchas horas hablando con gente por el mero hecho de hablar y no sólo para hacer una crónica inmediata dentro de diez minutos... todo eso ha muerto ya. Prácticamente no quedan medios que tengan corresponsales fijos. Sólo los medios muy grandes y en muy pocas ciudades. Periódicos como el Boston Globe, que tenía una red impresionante de corresponsales, ahora ya no tienen ninguno.
- ¿Qué piensa que ha llevado a la desaparición del corresponsal?
- Ahora las empresas periodísticas plantean que los corresponsales son muy caros y es más barato enviar a periodistas en caso de crisis. Lo que ocurre con esto es que ya no se cubren precrisis ni postcrisis, y muchas crisis no lo serían si se hubieran cubierto antes y se hubiera sabido qué estaba pasando, y muchas podrían terminar mucho mejor si tuvieran un seguimiento mayor. Además no se cubren todas las crisis, sólo las "homologadas".
- Pero con este periodismo al final lo que tiene el ciudadano es una información muy incompleta.
- Totalmente, porque ha desaparecido la idea de que el ciudadano tenga los elementos necesarios de hechos, contexto e historia, es decir, todo lo que configura la información. Ahora eso ya no se considera necesario. Lo que importa es el hecho de estar y poder decir que se ha estado ahí. Lo que se cuenta, la calidad informativa, ha dejado de ser el objetivo.
- ¿Cómo puede defenderse el ciudadano de esa falta de información?
- Lo primero es sabiendo que es así, porque si no lo sabe difícilmente va a ser capaz de tomar medidas. Tiene que ser consciente de qué tipo de información está recibiendo. Además tiene que saber que estar bien informado requiere un esfuerzo, aunque esto es algo que no es nuevo porque ya lo decían los griegos. Tucídides ya decía que había que elegir entre descansar o ser libre, porque la libertad no te la regalan. Y, desde luego, jamás vas a poder ejercer tus derechos si no tienes conocimiento de lo que realmente está sucediendo. Todo esto es algo que hay que aprender desde pequeño y por eso hay que insistir mucho en la educación. Hay que enseñar que conocer no es poner una palabra en Internet y que el orden de resultados que aparecen no depende de una divinidad superior que las coloca de mejor a peor sin ningún tipo de interferencia. La realidad es que los medios no ayudan nada en ese tipo de educación.
- ¿Existen algunas pautas para valorar si una información es válida o no?
- Lo primero que uno tiene que preguntarse es quién está detrás de esta información. Es decir, si es un medio de comunicación, ¿quién es el dueño?; si es un blog, ¿qué tipo de persona es la que está detrás?, ¿qué confianza merece?. En Estados Unidos y en Suramérica hay mucha actividad en la red, patrocinada por fundaciones e instituciones sin ánimo de lucro, que tiene en principio la idea de servir al ciudadano. Ahí están, por ejemplo, ProPublica o el Huffington Post, y en España webs como Periodismo Humano. Cada uno tiene que ver un poco por donde va y tampoco hay que denostar a los medios de comunicación tradicionales, lo que pasa es que hay que buscar y comparar con lo que se hace fuera, porque eso es lo que te da un poco la medida de dónde estamos situados. El gran problema del periodismo español actual es que es muy sectario.
- Ese sectarismo, ¿se debe a un mayor control político o económico?
- Yo creo que ahora el mayor control es económico. Era mucho más fácil con el control político porque se podía escribir entre líneas y luchar contra el censor era más fácil que luchar contra el mercado que es totalmente implacable. La presión que hay ahora responde a un diseño social en donde la economía se ha convertido en el cuerpo doctrinal. Los políticos ya no pintan nada y se limitan a meterse en el río que les toca.
- A lo largo de su vida ha vivido muchas experiencias, bastantes más que otros periodistas que han publicado decenas de libros sobre su trabajo. Usted, sin embargo, nunca ha escrito un libro. ¿Por qué no lo ha hecho?
- Me lo han propuesto muchísimas editoriales e incluso me da vergüenza porque es como si me hiciera de rogar, pero es todo lo contrario, me da muchísimo respeto. Creo que escribir un libro es una cosa muy seria y no se puede hacer de cualquier manera. Yo ahora no tengo tiempo porque me estoy moviendo mucho ya que la gente me llama de todos los sitios porque piensan que puedo aportar algo y yo creo que tengo la obligación de hacerlo porque dando recibes mucho. Ahora no puedo pararme a escribir aunque me han propuesto de todo, desde que yo grabe algo y luego ellos escriben o que yo dé unas pautas y en la editorial lo escriban, pero esa no es la idea que yo tengo de escribir un libro. Si lo hago, lo hago. Me saldrá bien o me saldrá mal, pero yo seré la responsable, sin nada en medio. De todos modos no sé si seré capaz porque no soy nada ordenada ni tengo un diario. Es cierto que ahora por Internet puedo encontrar mis propios trabajos, pero solo los de mi última etapa. Tenía algunas cosas guardadas en los disquetes aquellos cuadraditos y de ahí ya no puedo recuperar nada porque la mitad se supone que están corrompidos y no puedo sacar nada de lo que haya ahí dentro.
- Ha comentado alguna vez que entre las cosas peores que ha vivido ha estado el tsunami de Indonesia. Supongo que será sólo alguna de las muchas desgracias que le tocan vivir a un reportero. A partir de su experiencia personal, ¿conserva esperanza en el ser humano?
- Sinceramente sí. Creo que hacemos un flaco favor hablando sólo de lo malo. Pienso que es importante que se diagnostique lo que está mal, pero también hay que saber que hay mucha gente que se esfuerza por avanzar. En el mundo no todo es malo. Hay muchísima gente haciendo cosas fantásticas y deberíamos hablar más de eso, porque si lo hiciéramos crearíamos ejemplo. Cuando sólo se habla de lo malo se puede hacer que la gente caiga en la desesperanza, porque si parece que todo es un desastre hay que tener mucha entereza para seguir luchando. Hay que buscar el bien común, que es algo que hoy parece una cursilada olvidada, pero si no nos preocupamos por el bien común nos va a ir mal a todos, porque aquí estamos todos juntos en el mismo sitio, así que más nos vale llevarnos bien.