Se ha acercado hasta la biblioteca Marqués de Valdecilla para participar en el Foro Complutense. Le interesa bastante el edificio porque aparecerá en la novela que ahora está preparando, cuya acción transcurre durante la guerra de independencia.
- Su narrativa incluye una trilogía de novelas políticas sobre la historia más reciente de Perú. ¿Qué tiene este tipo de literatura para atraerle tanto?
- En la intención de una novela política hay un soterrado diagnóstico de la realidad de la cual se ocupa. No es el diagnóstico pretendida y esforzosamente objetivo que da la sociología, la antropología o la propia ciencia política, sino uno más intuitivo que a través de situaciones aparentemente artificiales o no del todo reales dicen una cosa muy cierta, que es el espíritu de la época. En general creo que hacen eso las novelas, pero más aún las que tienen un contenido político, que pretenden ser un diagnóstico sin que ello haga decaer lo importante, que es contar una historia.
- Su último libro, La paz de los vencidos habla de España. ¿Le gustaría hacer una novela política sobre los últimos años de nuestro país?
- Las novelas no las busca uno, pero sí me sorprende que en España, salvo contadas excepciones, no haya novelas políticas. Hay casi un subgénero de la transición como antes lo ha sido la guerra civil. Hay novelas sobre los acontecimientos políticos, pero no sobre la sociedad, y eso me llama mucho la atención porque los escritores españoles son muy generadores de opinión en los medios de comunicación. A mí me interesa el tema, pero las novelas van brotando y los escritores que migramos, como es mi caso, tenemos una parte de nosotros que no migra a tiempo y es de la que se nutren nuestras ficciones. Yo llevo veinte años en España y mis novelas políticas abarcan un tiempo ya lejano, ahora empezaré a pensar novelas que ocurran en Europa.
- ¿Como la que prepara sobre la guerra de independencia?
- En parte sí, porque esa novela transcurre en un momento histórico muy importante tanto para España como para Latinoamérica, tanto por las invasiones napoleónicas como por las guerras de independencia. Son hechos que, por desgracia, los estudiamos muy positivamente, es decir, fechas y personajes, pero no vemos el terrible desgarro que significó para las sociedades hispanoamericanas. De pronto las familias se escindieron con gente que eran poco menos que terroristas, que eran los independentistas, y otros que se sentían españoles por completo. Hay un personaje, Goyeneche, que es un antiguo antepasado mío, que fue comisionado por la junta de Sevilla para avisar a las colonias de que todavía seguíamos siendo españoles. De todos modos, esta no será una novela política, aunque sí refleje un momento histórico.
- Ha preparado usted una conferencia sobre la obra de Mario Vargas Llosa. Él mismo hace unos pocos días comentaba que la promoción del Nobel le está impidiendo prácticamente escribir. ¿Pudiera ser que Vargas Llosa se haya convertido en un icono y que muchos seguidores ni siquiera le hayan leído?
- Puede ser, pero lo bueno es que a pesar de la falta de tiempo sigue siendo un escritor disciplinado, un escritor entusiasta que no ha variado, en la medida de lo posible, su rutina. Sigue siendo un escritor, pero es evidente que el impacto del Nobel y su trayectoria han hecho que se convierta en un icono, un escritor que probablemente la gente no haya leído. Hay que tener en cuenta que además tiene el componente político, de intelectual que opina. Yo no sé si eso hace bien a su literatura porque es muy difícil no perder la perspectiva de quiénes son tus lectores y quiénes se acercan porque eres Vargas Llosa.
- Ha hablado de la disciplina como una característica del método de escribir de Vargas Llosa. ¿Es también una seña de su trabajo?
- Yo procuro organizar todo el tiempo que tengo para poder escribir. Como vivo de la literatura, pero no de la mía (porque hago asesorías de novelas, informes de lectura, trabajos literarios) procuro que las mañanas me sirvan para escribir. Me voy a la Biblioteca Nacional por la mañana y así siento que voy al trabajo porque en casa remolonearía mucho más. Escribo así todo lo que puedo y si puedo hacerlo cuatro o cinco horas, fantástico. Escribir tiene que ser una rutina, porque las novelas tienen un componente de tozudez que mucha gente no suele ver.
- Algunas de sus novelas, como Un millón de soles y Los años inútiles arrancan de manera un tanto desordenada para luego ir juntando las piezas. ¿Cuánta importancia le da usted a la estructura?
- Ese que comentas es uno de los principales hándicaps de esas novelas, que requieren un lector lo suficientemente paciente como para saber que ese desorden, que le obliga a un esfuerzo mayor que el de otra novela, luego tiene la compensación de volverlo cómplice de armar la estructura. Para mí las novelas básicamente son estructuras. No todas, pero estas novelas largas yo necesito estructurarlas muy bien y eso es quizás lo que más tiempo me toma. A mí me es muy difícil avanzar a golpes de intuición.
- Dice Almudena Grandes que el trabajo de escritor es un tanto esquizofrénico por el hecho de vivir entre dos mundos, el suyo y el de sus personajes. ¿Piensa usted lo mismo?
- Completamente. Creo que a todos los escritores nos ocurre y además es inevitable. Tengo claro que ser escritor es el único tipo de esquizofrenia vocacional. No puedes inventarte un mundo en el que no crees, así que si no estás involucrado con tus personajes no puedes mentir, no puedes ser persuasivo. Para escribir una novela hay que creérsela y para ello hay que meterse en ese mundo.
Las influencias de un escritor
Los críticos literarios, cada vez que aparece un libro de Jorge Eduardo Benavides, lo comparan con el trabajo de su compatriota Mario Vargas Llosa. Aunque Benavides no niega una cierta influencia, sí que destaca algunos autores y obras que han sido más relevantes en su formación.
"Un libro deslumbrante es El obsceno pájaro de la noche, de José Donoso", asegura. Reconoce que en su juventud en Perú no llegaba lo que se estaba haciendo en España, salvo algunas excepciones como Delibes o Aldecoa. Piensa que algo similar ocurrió en nuestro país, donde el propio boom de escritura latinoamericana "sepultó a algunos escritores muy importantes como los Goytisolo o Luis Berenguer".
Aparte de José Donoso, también nombra a Julio Cortázar, influencia declarada en su novela El año que rompí contigo, y de los españoles a Antonio Muñoz Molina, que le parece "un soberbio escritor, de mucha potencia y como de la vieja guardia, capaz de escribir novelas ambiciosas hoy que el mercado hace que muchas personas escriban pensando más en lo que tienen que vender"; Javier Marías; Quim Monzó; Javier Cercas; Benjamín Prado...
En cuanto a Vargas Llosa, reconoce Benavides que su primera novela, Los años inútiles, es "muy tributaria de las técnicas narrativas de Vargas Llosa, pero es una propuesta de experimentación más que una novela epigonal. De la misma forma que él lo hace de escritores como Faulkner de quien ha adquirido algunas técnicas que se rastrean en algunas de sus novelas".