La pandemia ha puesto en evidencia, y lo va a seguir haciendo durante un largo periodo de tiempo, la importancia que tienen los psicólogos en el bienestar de nuestra sociedad y aún más en los momentos complicados. De hecho, según los datos ofrecidos en el webinar "Consecuencias e intervenciones psicológicas durante la pandemia de la COVID-19", organizado por la Fundación General de la UCM y el Colegio Oficial de la Psicología de Madrid, durante el Estado de Alarma en España se han puesto en marcha 134 servicios de atención psicológica, 108 por Comunidades Autónomas y 26 por el gobierno central. Cuando estos cesen su actividad, como la mayoría ya lo está haciendo, el Sistema Nacional de Salud volverá a contar con 6 psicólogos para atender a cada 100.000 habitantes, muy por debajo de los 18 que hay de media en los países de la Unión Europea o de los 26 de los de la OCDE. "Son datos escandalosos para un país como el nuestro, que espero que después de lo que ha ocurrido pueda paliarse de alguna manera", señala María Paz García-Vera, catedrática de Psicología Clínica de la UCM, directora del mencionado webinar, y coordinadora del Servicio Telefónico de Atención Psicológica que el Ministerio de Sanidad y el Consejo General de la Psicología han tenido a disposición de los ciudadanos entre el 31 de marzo y el 26 de mayo, atendiendo más de 14.000 llamadas.
De acuerdo con García-Vera, los psicólogos son necesarios en todos los niveles del Sistema Nacional de Salud: desde la atención primaria hasta las unidades hospitalarias -oncología, por encima del resto- y, por supuesto, en los Servicios de Urgencias. También, como ha puesto de manifiesto esta crisis sanitaria, los psicólogos deberían ocupar puestos de gestión en los organigramas previstos para los momentos de catástrofe o emergencia e, incluso también, en los gabinetes de comunicación encargados de hacer llegar a la sociedad la información que precisa y a la que tiene derecho.
La última sesión de este seminario web -que inició el lunes 22 el catedrático Carmelo Vázquez, a quien siguieron el martes el profesor Jesús Martín y el miércoles la doctora Valeria Moriconi- estuvo dedicada a resumir la labor llevada a cabo por María Paz García-Vera y el equipo de otras 51 personas que coordinó, para durante cerca de dos meses prestar atención psicológica telefónica a la sociedad española. Como detalló, una de sus más estrechas colaboradoras en el Servicio, la psicóloga Silvia Berdullas, fueron más de 14.000 las llamadas atendidas entre el 31 de marzo, en el que tras establecerse en un tiempo récord de diez días comenzó a prestar servicio, y el 26 de mayo en el que concluyó, "ya que como Mari Paz siempre tuvo claro este era un servicio "extraordinario" y ahora deben ser los servicios habituales los que presten la atención, aunque está claro que deben reforzarse", apuntó Berdullas, quien además de psicóloga clínica y profesora en el CES Cardenal Cisneros, es gerente del Consejo General de la Psicología de España.
El Servicio creado por el Ministerio de Sanidad y el Consejo General de la Psicología nació, como explicó García-Vera, por el convencimiento de que las características de esta pandemia la iban a elevar a rango de catástrofe y sus efectos psicopatológicos se iban a extender, en mayor o menor medida, a una amplia parte de la población. Por ello, se decidió establecer un servicio telefónico, ya que es el más sencillo de utilizar. Se establecieron tres números diferenciados para atender al personal sanitario y de otros servicios esenciales, por un lado; a los familiares de los enfermos, por otro, y a la sociedad en general, en tercer lugar. El objetivo común del servicio era tratar de minimizar las consecuencias psicopatológicas a través de un recurso comunitario que fortalezca los recursos personales: ser más fuertes, más resilientes, manejar mejor las emociones y, de esa manera, prevenir", explicó la coordinadora del Servicio.
Los tres teléfonos sumaban un total de 15 líneas teléfonicas que fueron atendidas de lunes a domingo de 9 a 20 h por un equipo de 42 psicólogos y 4 jefes de sala, a quienes también apoyaban un equipo de coordinación dirigido por María Paz García-Vera. En total, 52 personas que acudieron cada día a una oficina instalada en la quinta planta del Consejo General de la Psicología, "porque juntos trabajamos como un equipo y 52 cabezas piensan mejor que una sola".
En los casi dos meses de funcionamiento el Servicio atendió 14.016 llamadas, a una media de 228 diarias, que oscilo entre las 281 de los primeros días y las 204 de una de las últimas jornadas. La duración media de las llamadas fue de casi 25 minutos, aunque la mayoría, el 60 por ciento, tuvieron una duración aproximada de 30 minutos. El 70% de las llamadas fueron al número de población general, el 21 % al de familiares y el 9% al de sanitarios y otros intervinientes. "Extrapolando estos datos a la población de cada uno de los grupos -explicó Silvia Berdullas- vemos que el porcentaje que más ha llamado es el de sanitarios y otros intervinientes, seguido por el de familiares, lo que de hecho ya nos señala quiénes van a necesitar más atención en los próximos meses". Y es que, como incidió la profesora García-Vera uno de los aspectos en los que más deben insistir los psicólogos es que los efectos serán leves para la gran mayoría de la población, la que no ha sufrido más que el periodo de confinamiento sin fallecimientos cercanos o graves efectos en su economía. "Pero para los grupos de riesgo los efectos van a ser a mucho más largo plazo", afirmó.
Según informó Silvia Berdullas -aunque los datos aún no son definitivos, ya que faltan por agregar los de los últimos días y revisar muchas de las 14.000 fichas que se abrieron de cada llamada atendida-, los efectos más frecuentes que se encontraron al atender las llamadas del personal sanitario estaban relacionados con la dificultad de manejar ciertas situaciones, también por la culpabilidad que sentían por haberse contagiado o poder contagiar a sus familiares u otras personas, por no poder hacer más para salvar más vidas, por la tristeza que les causaba no haber contado con más medios, por la ansiedad que tenían por volver al hospital tras un periodo de cuarentena, por no poder estar con sus familias e incluso, concluyó la psicóloga, "por sentirse estigmatizados en algunos momentos por otras personas que les rechazaban por ser sanitarios...".
Entre los familiares, los cuadros más habituales han sido de tristeza y desesperación por no poder acompañar a sus familiares enfermos en sus últimos momentos, de enfado por no poder acudir a su entierro, o por miedo a enfermar ellos mismos. Por último, entre la población general, la mayor parte de las llamadas estuvieron relacionadas con trastornos psicológicos previos; también con violencia de género, violencia ascendente (hijos a padres) o descendente (padres a hijos), por problemas de convivencia que no llegaban a la violencia o por el estrés provocado por la vuelta al trabajo presencial. "También muchos llamaban preocupados por familiares que viven solos, a los que nos pedían que llamásemos", señaló Berdullas.
Una vez concluida esta atención extraordinaria, según explicaron Berdullas y García-Vera, se está tratando de ver los efectos que ha tenido el servicio en la población atendida. "Suponemos a priori que las cosas que hacemos ayudan a la gente, pero queremos constatarlo", señaló María García-Vera, para quien una vez más ha quedado claro que "si el mundo funcionase con los conocimientos que tenemos en psicología, sin duda funcionaría mucho mejor".