El sábado 20 de junio es el Día Mundial de los Refugiados, una celebración para que no se olvide la realidad del refugio. Desde el curso 2016, la Universidad Complutense cuenta con un Programa de Acogida para Personas Refugiadas, dentro de la delegación de Diversidad e Inclusión, coordinado por la profesora Clara Guillo. En la actualidad, en nuestra universidad, dentro de ese Programa de Acogida, hay unas cuarenta personas, estudiando distintos grados y posgrados, lo que convierte a la Complutense en la universidad con más estudiantes refugiados de la Comunidad de Madrid. Aparte hay otras personas refugiadas que no se quieren identificar como tal y no se dan de alta en un Programa que tiene dos partes, una de ellas es el apoyo socioeducativo, para garantizar la igualdad de oportunidades y la plena inclusión de estos estudiantes, y la otra es la convocatoria de ayuda a la matricula y las tasas. El objetivo de este Programa, de acuerdo con Guillo, es "convertir a la UCM en un campus de acogida".
Clara Guillo deja claro que "ser refugiado es algo bastante complejo, tanto a nivel social, como en oportunidades laborales, con mucha incertidumbre administrativa, y las familias y las personas jóvenes solas normalmente no tienen la capacidad de hacer frente al pago de la matrícula universitaria". Es cierto que hay estudiantes refugiados que no necesitan las ayudas económicas, porque no están en una situación económica de desventaja, y sólo piden el acompañamiento para tener una orientación en la universidad o hacer una gestión relativa a sus estudiantes, pero la mayoría sí solicita esa ayuda que convoca y gestiona el vicerrectorado de Estudiantes.
La Universidad aprobó el Programa con un presupuesto de 100.000 euros, que cubren las ayudas de la matrícula, las tasas y alojamientos universitarios con sus dietas. Guillo informa de que la Complutense tiene muy pocas plazas para personas refugiadas, son sólo cuatro, que están destinadas a personas que tienen una situación habitacional que les pone en riesgo de exclusión social, así que "si la universidad no hubiera ofertado la posibilidad de tener este alojamiento, estos estudiantes se hubieran quedado en la calle, sin hogar".
El Programa se puso en marcha de forma piloto en el curso 2016-2017, desde ahí se ha desarrollado con normalidad y el último año se han actualizado los procedimientos, porque "la realidad del refugio ha cambiado en el Estado español desde el año 2015 que fue la crisis de los refugiados hasta la actualidad". Ahora España es uno de los países con mayor número de solicitudes de personas refugiadas en Europa y también han cambiado los países que demandan asilo y la realidad social de las personas que llegan a España. Por el contrario, el Estado español tarda mucho tiempo en comunicar las solicitudes, "somos el país de Europa que más tiempo tarda en decirle a una persona si le reconoce protección internacional o no, y eso a las personas les genera mucha ansiedad".
Amplia casuística
Todos los que se matriculan en la Complutense son personas "con un extraordinario talento, que cumplen todos los requisitos académicos para entrar en la universidad, porque este Programa de Refugiados lo que quiere es garantizar un derecho al acceso a la educación, que es un derecho universal. Somos una universidad pública y tenemos que ser garantes de ese derecho a la educación a lo largo de toda la vida". De hecho, entre los refugiados hay personas de 45 años, "que están estudiando el sueño de su vida, que es por ejemplo Filología Hispánica", pero también chicos y chicas de 18 años cuyas familias son refugiadas, o que sus padres y madres les mandaron a España para solicitar refugio, y que están solos.
Así que, en la UCM hay todo tipo de casuísticas, porque "el refugio es una realidad muy amplia, muy compleja, y además se puede pedir refugio por numerosas situaciones, ahora estamos muy preocupados con las personas LGTBIQ+ y se quiere reforzar la accesibilidad del Programa a esas personas".
Guillo destaca que también hay pocas mujeres estudiando y "se está valorando la mejora de la perspectiva de género del Programa, porque las mujeres que vienen a España con responsabilidades familiares priorizan la supervivencia material y tienden a no continuar o a posponer sus estudios". Se quiere ver cómo se puede mejorar el acceso de las mujeres, sobre todo a los grados, porque en posgrado ya hay un equilibrio de género, algo que se va a hacer ya en la convocatoria del curso 2020-2021.
Homologaciones complejas
La coordinadora del Programa reconoce que le preocupa mucho el retraso que llevan las instituciones con responsabilidades en materia de educación respecto al reconocimiento de conocimientos y capacidades de personas refugiadas que quieren realizar estudios superiores. Una persona que está en una situación de solicitud de asilo, o que ya es refugiada, "normalmente ha tenido una huida inminente en la que no ha podido planificar nada y no se ha podido llevar documentar, o incluso si huye de un lugar donde hay una guerra, es probable que los documentos hayan desaparecido".
La UNESCO, ante este problema para documentar sus conocimientos, promueve desde hace dos décadas que se generen instrumentos de reconocimiento, y la Unión Europea está intentando trabajar en este mismo sentido desde el año 2009, pero "eso no se traspasa a políticas públicas reales que se materialicen en las consejerías y las universidades". En la UCM, de acuerdo con Guillo, lo que se hace es cuidar al máximo el reconocimiento de cualquier prueba documental que se aporte, y se estudia caso por caso, pero "no se puede ir más allá de un marco normativo muy rígido, y por eso demandamos que se ponga en marcha este reconocimiento, que lleva una década de retraso".
Asegura Guillo que una persona que no trae ningún tipo de documento no puede hacer a la universidad, así que quien accede es porque ha tenido la suerte de poder traer algún papel, o algún familiar de su país de origen se lo ha podido enviar. Cuenta el caso actual de una estudiante de un país asiático, que es una perseguida política, que tiene las notas, pero no un certificado que avale el término de sus estudios, y va a tener muchas dificultades para poder ser admitida, "porque cuesta mucho que el conjunto de las administraciones educativas entiendan la excepcionalidad de una persona refugiada, que tiende a ser asimilado con un estudiante extranjero, pero no es la misma realidad, ni personal, ni psicológica, ni socioeconómica".
Campus sensible
Opina Guillo que tenemos una comunidad universitaria, especialmente los estudiantes, pero también el PAS y el PDI, a la que esta realidad les preocupa y ante la que es muy sensible. Incluso hay algunos grupos de investigación complutenses que producen ciencia sobre la situación de los desplazamientos forzosos, racismo y temas análogos. Ser un campus de acogida, que es el objetivo final del Programa, significa que "la universidad, como espacio público, se tiene que abrir a la realidad de la migración forzosa, independientemente de que sean nuestros estudiantes o no".
La crisis provocada por la COVID-19 ha supuesto todo un reto para mantener el contacto directo, pero a pesar de eso se ha hecho un seguimiento a los estudiantes que están en el programa, "la mayoría lo han llevado bastante bien, con problemas similares a la de otros estudiantes". Entre esas dificultades se encuentra la brecha digital, aunque muchos de ellos han podido acceder a los ordenadores que ha prestado la Casa del Estudiante, y muchos han utilizado el servicio de PsiCall y están "muy, muy contentos con la atención recibida, que ha marcado una diferente en su bienestar, claramente".
Aparte, muchos de ellos afrontan una situación de soledad y aislamiento más alta que otros estudiantes que tienen más acceso a sus familias y amigos, "y ya que la soledad caracteriza a muchos de nuestros estudiantes, este año se va a reforzar el proyecto de mentorías, para que puedan tener una vida universitaria plena".
Considera Guillo, que "como universidad tenemos que sentirnos muy orgullosos de que haya gente que verdaderamente quiera poner su ilusión y su talento al servicio de la UCM. Hay que romper con los estereotipos de caridad y reforzarnos en esta noción de universidad pública, de garantizar el derecho y de captación del talento de estas personas que tienen mucho que enseñar al resto de nosotros". De acuerdo con Guillo, los refugiados son un ejemplo de resiliencia, de fortaleza, de capacidad de establecer objetivos y metas, de compatibilizar muchas cosas, son muy maduros, "como dice la UNESCO, las personas refugiadas son embajadoras de la paz, y verdaderamente lo son, porque tienen una mirada personalizada del conflicto, para evitarlo y superarlo".
Por lo tanto, "tener personas refugiadas en la universidad no es más que una ventaja y tenemos que sentirnos muy afortunados de que estas personas estén en nuestras aulas".